Y el FMI no ve mejoras por ningún lado: "El crecimiento de la producción potencial puede aumentar ligeramente en las economías avanzadas (...) pero, a medio plazo, se situará por debajo de las tasas anteriores a la crisis. En las economías emergentes, [la producción] continuará bajando".
Estas inquietudes se expresan en el debate sobre el "estancamiento secular" que ponen sobre el tapete economistas que no tienen nada de heterodoxos. La expresión tiene su origen en un artículo de 1939/ 2 en el que el economista Alvin Hansen definió el "fundamento" del estancamiento secular como "depresiones autoalimentadas que engendran un núcleo duro y aparentemente irreductible de paro". Pero, sobre todo, poniendo el acento en el impacto de una reducción rápida del crecimiento de la población en la "formación de capital y la viabilidad de un sistema de libre empresa".
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La segunda versión, defendida sobre todo por el economista Robert Gordon, insiste sobre el rendimiento decreciente de las innovaciones en términos de incremento de la productividad. Más en concreto, su tesis es que "de cara al futuro, en términos de crecimiento, las innovaciones ya no tienen el mismo potencial que en el pasado"/4. Su pronóstico es muy pesimista: "El crecimiento futuro del PIB per capita será inferior al que ha sido desde finales del siglo XIX, y el crecimiento del consumo real por habitante será aún más lento para el 99% de las rentas bajas".
Evidentemente, esta tesis es discutible, pero
su interés reside en que plantea la cuestión del dinamismo del capitalismo en
función, a fin de cuentas, de su capacidad para generar incrementos de
productividad. Así pues, para analizar la relación entre productividad del
trabajo y rentabilidad es necesario realizar un pequeño rodeo.
Tasa de beneficio y productividad
Foto: Michel Husson |
La tasa de plusvalía depende de la evolución
relativa del salario real y de la productividad del trabajo. La composición
orgánica del capital también puede descomponerse en una composición técnica (el
"volumen" de capital per capita) y el precio de los medios de
producción expresado en relación al salario.
El resultado de esta descomposición conduce al
siguiente resultado: la tasa de beneficio aumenta cuando la productividad
global de los factores aumenta más rápidamente que el salario real/5. Esta
productividad global de los factores es una noción habitualmente utilizada por
los economistas neo-clásicos. Se define como la media ponderada de la
productividad del trabajo y de la eficacia del capital (que los neo-clásicos
bautizan, evidentemente, como "productividad"). Pero esta variable se
puede construir independientemente de cualquier referencia teórica: basta tener
los datos sobre el volumen de producción (el PIB), los efectivos salariales o
el número de horas trabajadas, en relación a la parte de los salarios y el
volumen del capital/6.
El interés de este punto de vista reside en
que establece los vínculos empíricos entre rentabilidad y productividad. Hasta
mediados de los años 1980, la ralentización de los incrementos de productividad
se traducía en una baja tendencial de la tasa de beneficio. Después, durante la
fase neo-liberal, el capitalismo logró restablecer la tasa de beneficio a pesar
de la ralentización del incremento de la productividad (ver Gráfico 1). Pero ya
no pudo hacerlo mas que sobre la base de un aumento regular de la tasa de
explotación y mediante la puesta en pie de los dispositivos que han desembocado
en la crisis, como ya lo señalamos en su momento/7.
Gráfico 1: Tasa de beneficio y productividad Estados Unidos + Europa + Japón 1960 – 2010 |
¿Agotamiento o nuevo impulso del aumento de la productividad?
Actualmente, la literatura que se interesa a
la prospección se encuentra enormemente polarizada. Como hemos visto, por un
lado existe el "pesimismo" de Robert Gordon. Pero también hay
numerosas contribuciones que ponen el acento en el desarrollo de la
robotización, en las innovaciones de las tecnologías de la información y de la
comunicación (redes, economía colaborativa, impresoras 3D, Big Data)…, sin
hablar del "transhumanismo".
El libro de Erik Brynjolfsson y Andrew
McAfee/8 es sin duda el más representativo de esta corriente. Los autores
sostienen que las tecnologías digitales substituyen ya al trabajo humano en un
número cada vez mayor de sectores. Lo que según ellos constituye una buena
noticia, porque la productividad incrementada permitirá un crecimiento más
elevado y beneficiará a los consumidores mediante la reducción de precios. Pero
es una mala noticia para los trabajadores desplazados por los robots y
condenados a perder la "carrera contra la máquina", para retomar el
título de su libro precedente.
Otros economistas no dudan en cuantificar el
número de asalariados afectados y van incluso hasta pronosticar la desaparición
de una parte considerable de empleos en las décadas que vienen. En un estudio
citado a menudo/9, Carl Benefikt Frey y Michael Osborne, aplicando este
análisis a Estados Unidos, llegan a la conclusión de que casi la mitad de la
gente asalariada (47 %) está expuesta a que su puesto de trabajo sea
"informatizado". Principalmente, la gente empleada en oficinas y
quienes trabajan en los servicios y el comercio (Gráfico 2). Más recientemente,
un estudio/10 "establece" que el 42 % de los empleos franceses son
potencialmente automatizables de aquí a 20 años; y otro/11, que el 59 % de los
empleos alemanes lo serán en las próximas décadas.
Gráfico 2: Probabilidad de informatización de los empleos en Estados-Unidos |
Una primera respuesta a la paradoja de Solow
es que serían necesarias varias décadas para que las innovaciones se traduzcan
en incrementos de competitividad/13. Otra respuesta la aportó el estallido de
la "burbuja Internet" a principios de los años 2000. En aquel
momento, Patrick Artous parafraseó a Marx/14 mostrando que los incrementos de
productividad vinculados a las nuevas tecnologías fueron muy costosos en
inversiones y que este aumento de la composición orgánica del capital había
encadenado una caída de la tasa de beneficio. En resumen, la "nueva
economía" no fue mas que un ciclo "high-tech"/15.
Pero la paradoja subsiste. Lawrence Mishel del
Economic Policy Institute señala que "los robots están por todos los lados
en los media, pero que su rastro no aparecen en los datos" (Robots are everywhere in the news but they
do not seem to leave a footprint in the data)/16. E ilustra su enunciado a
través del Gráfico 3 que reproducimos a continuación, extraído de un exhaustivo
estudio de Jonh Fernald/17 que sentó cátedra.
Gráfico 3: Productividad del trabajo e inversiones en Estados Unidos |
Esta cuestión queda abierta, pero el análisis
debería tener en cuenta varios factores y, sobre todo, la lógica de acumulación
del capital. Un estudio reciente/18 de reconocidos especialistas en este ámbito
ha sacado a la luz un hecho preocupante. El efecto de los incrementos de
productividad vinculados a las nuevas tecnologías "nunca ha se ha hecho visible
desde los años 1990". Y, sobre todo, cuando el efecto se hace presente,
"se expresa como una reducción de la producción relativa [del sector que se analiza] y de una reducción aún mayor del empleo. Resulta difícil de conciliar estas reducción de la producción con la idea de que la informatización y las nuevas tecnologías incorporadas en los nuevos equipos serán el punto de partida de una revolución en la productividad". Y los autores concluyen que sus resultados "sugieren cuando menos que las soluciones a la paradoja de Solow avanzadas hasta aquí deben ser examinadas de forma crítica, y que los partidarios de una ruptura tecnológica deben presentar pruebas más directas de las transformaciones inducidas por las nuevas tecnologías. Las declaraciones anteriores en relación a la muerte de la paradoja de Solow puede que fueran prematuras".
Evidentemente, la robotización o la
automatización pueden engendrar incrementos de productividad en la industria y
en una parte de los servicios. Pero las innovaciones necesitan inversiones y
éstas deben satisfacer el criterio de una rentabilidad elevada. La
automatización conduce a una puesta en cuestión de la coherencia de las
sociedades (paro masivo, polarización entre empleos cualificados y no
cualificados, etc.) y agrava una contradicción fundamental: la de la
realización [del beneficio]. En efecto, es preciso que existan mercados y aquí
volvemos tropezarnos con la contradicción fundamental de la automatización:
¿quién va a comprar las mercancías producidas por los robots?
Las transformaciones inducidas por lo que
ahora se llama "economía colaborativa" exigen una reflexión
particular. Sin necesariamente ver en ella una alternativa al capitalismo, nos
podemos preguntar, sin embargo, en qué medida este tipo de innovación puede
insertarse en la lógica capitalista: los talleres de impresión en 3D o las
redes de coche compartidos no son necesariamente portadores de una extensión
del campo mercantil. Quizás esta pueda ser la respuesta de fondo a la paradoja
de Solow: el flujo de las innovaciones tecnológicas no parece agotarse, pero sí
la capacidad del capitalismo para incorporarlos a su lógica.
¿Los países emergentes como relevo?
Retomamos aquí los principales resultados de
una contribución precedente/19 que describía la gran transformación del mundo
en las dos últimas décadas: si los incrementos de productividad se han
ralentizado en los viejos países capitalistas, han aumentado rápidamente en los
llamados países emergentes. Por lo tanto, podríamos considerar que estos últimos
podrían tomar el relevo. Pero varios factores permiten afirmar que el relevo
también está camino de agotarse.
Existe una rarificación de la mundialización y
una ralentización del incremento del peso de los países emergentes. Algunos de
entre ellos, sobre todo en América Latina, vuelven a una inserción subalterna
en la división internacional del trabajo. El desarrollo de las "cadenas de
valor global" se ralentiza en función del incremento de los costes
salariales, sobretodo en China, y la ralentización del Norte debilita los
modelos exportadores del Sur. Este último punto es particularmente importante
en la medida en la que una buena parte de los incrementos de productividad
realizados en los países emergentes eran captados por los países del Norte.
¿Qué modelo social?
El problema del estancamiento secular permite
ir más allá de lo que se podría calificar como "cretinismo
keynesiano", característico de las contribuciones en el debate, que no
plantean el problema más que en términos de adecuación de las inversiones y del
ahorro o de la contradicción entre austeridad y crecimiento. La cuestión
fundamental es la tasa de beneficio. Lo que destruye a las sociedades, es la
búsqueda a todo precio del restablecimiento de la tasa de beneficio.
Hace 35 años, dos economistas, Jean Amado y
Christian Stoffaes/20, reflexionaron sobre los efectos sociales de las
transformaciones tecnológicas. Según ellos caminábamos hacia una
"socio-economía dual"; es decir, una organización de la sociedad en
que se podían distinguir dos grandes sub-conjuntos:
"De una parte, un sub-conjunto adaptado a las nuevas tecnologías, integrado en el espacio mundial, constituido de hombres modernos, aptos a dominar la información y las tecnologías punta, así como las lenguas extranjeras, que pasan una parte de su vida en el extranjero. De otra, un sub-conjunto que encarna la herencia de nuestras tradiciones culturales, constituida de organizaciones aisladas de la competencia internacional, en la que las tecnologías modernas pentran más lentamente, con una renta menor pero con un modo de vida más distendido y más clásico".
Los autores advertían, con una gran delicadeza
a la hora de elegir los términos, que "sería
un contrasentido o un error considerar los elementos y los miembros del sector
menos avanzado tecnológicamente como pertenecientes a una sub-raza o al
arcaísmo". Sin embargo este espíritu de tolerante no iba mucho más
lejos: "Aún será necesario que
quienes opten por seguir manteniéndose en el sector tradicional no reivindiquen
el mismo grado de mejoras, sobre todo en lo que respecta a los salarios, que
aquellos que sufren los rigores del imperativo tecnológico y de su contexto
industrial"
Ernest Mandel, en un texto de 1986 que merece
ser releído hoy en día/21, compartía este pronóstico pesimista en cuanto a la
utilización capitalista de la automatización, señalando, por otra parte, su
carácter contradictorio: "Su solución, es la de una sociedad dual que
dividirá el proletariado actual en dos grupos antagónicos: quienes continúan
participando en el proceso de producción de plus-valía, es decir, en el proceso
de producción capitalista (con una tendencia a la reducción de los salarios); y
quienes son excluidos de ese proceso y que sobreviven por medios diferentes a
la venta de su fuerza de trabajo a los capitalistas o al Estado burgués:
asistencia social, aumento de actividades "independientes",
campesinos en pequeñas parcelas o artesanos, vuelta al trabajo doméstico,
comunidades "lúdicas", etc., y que compran mercancías capitalistas
sin producirlas. Una forma transitoria de marginalización en relación al
proceso de producción "normal" se encuentra en el trabajo precario,
el trabajo a tiempo parcial y el trabajo sumergido que afecta particularmente a
las mujeres, a la juventud trabajadora, a la gente inmigrante, etc."
¿Cómo no ver en estos ejercicios de
prospección una imagen bastante fiel de la realidad actual? Porque está claro
que es esta lógica de fragmentación social la que viene actuando desde hace
muchos años y que la crisis no puede más que intensificarla:
"de un lado, la gente asalariada susceptible de ser movilizada en una guerra competitiva, de otra la gente asalariada (y los países) low-cost"/22. Este endurecimiento de las relaciones sociales no es sólo el efecto de la automatización capitalista de la que hemos visto que su potencial es ambiguo desde el punto de vista del capital. En cualquier caso, la automatización no engendra un progreso neutro y actualmente podríamos repetir en relación a los robots lo que decía Marx en relación a la máquina en el capítulo "Maquinismo y gran industria" en El Capital: "la máquina no actua sólo como un competidor cuya fuerza mayor reside en convertir en superfluo al trabajador. El capital la utiliza, y lo proclama abiertamente, como una un potencia enemiga"/23.
Si las nuevas tecnologías no han permitido
generar aumentos de productividad, si que han contribuido a la fragmentación
social. Y es en ese sentido en el que es necesario cuestionarlas, fundamentalmente
de dos maneras:
a. Planteando la cuestión de la repartición: no solo de las rentas sino también de las horas trabajadas, haciendo de la reducción de la jornada laboral el eje central del proyecto de transformación social;
b. Integrando el contenido del crecimiento y de la acumulación. En el régimen capitalista, la búsqueda del crecimiento a todo precio pasa siempre por la intensificación del trabajo, la puesta en competencia y la mercantilización de todo. Es el contenido de ese crecimiento el que hay que cuestionar desde dos puntos de vista: su adecuación a las necesidades sociales y el respeto a las restricciones medioambientales.
Este artículo constituye el desarrollo
de la contribución realizada en el Forum
Internacional organizado el 20,21 y 22 de mayo de 2015 en Lausana, Suiza.
Notas
1/ IMF, "Where are we headed? Perspectives on
potential output", World Economic Outlook April 2015, chapitre 3.
2/ Alvin
Hansen, "Economic Progress and
Declining Population Growth", The American Economic Review, vol.29
(1), Mars 1939.
3/ Richard
C Koo, "Balance sheet recession is
the reason for secular stagnation", dans: Coen Teulings et Richard
Baldwin (éditeurs), Secular Stagnation: Facts, Causes, and Cures, CEPR, 2014.
4/ Robert
J. Gordon, "Is U.S. Economic Growth
Over?", CEPR Policy Insight N° 63, Septembre 2012.
5/ Para una visión más concreta, ver: Michel
Husson, "Arithmétique du taux de
profit", note Hussonet N° 66, agosto 2014.
6/ El cálculo del "volumen" ha sido
materia de controversias teóricas que tratan sobre la imposibilidad de realizar
un cálculo independientemente de los precios, como lo postula la teoría
neo-clásica. Pero aquí se trata de un punto de vista más empírico que no
precisa de ese postulado sino sólo de convenciones parecidas a las que se
necesitan para calcular el volumen del PIB.
7/ Michel Husson, "Los límites del keynesianismo", VientoSur.info, 24 de
enero de 2015.
8/ Erik
Brynjolfsson et Andrew McAfee, "The
Second Machine Age", W. W. Norton & Company, New York, 2014.
9/ Carl
Benedikt Frey et Michael A. Osborne, "The
future of employment: how susceptible are jobs to computerisation?",
September 2013.
10/ "Les classes moyennes face à la
transformation digitale", Roland Berger Strategy Consultants, Octobre
2014.
11/ "Are robots about to take away 18
million jobs?" thelocal.de, 4 mai 2015.
12/ Robert
Solow, "We’d Better Watch Out",
New York Times Book Review, 12 Juillet 1987.
13/ Paul A.
David, "The Dynamo and the Computer:
An Historical Perspective on the Modern Productivity Paradox", The
American Economic Review, Vol. 80, No. 2, May 1990.
14/ Patrick
Artus, "Karl Marx is back”,
Flash Natixis, 4 janvier 2002.
15/ Michel Husson, "Derrière les mirages de la nouvelle
économie", dans : Espaces Marx, Capitalisme : quoi de neuf ?, Syllepse
2002.
16/
Lawrence Mishel, "The Missing
Footprint of the Robots", 13 Mai 2015.
17/ John G.
Fernald, "Productivity and Potential
Output Before, During, and After the Great Recession", Federal Reserve
Bank San Francisco, 2014.
18/ Daron
Acemoglu, David Autor, David Dorn, Gordon H. Hanson, and Brendan Price, "Return of the Solow Paradox? IT,
Productivity, and Employment in US Manufacturing", American Economic
Review: Papers & Proceedings 2014, 104(5).
19/ Michel Husson, "La fin de l’émergence du Sud ?", A l’encontre, 22 Mars
2015.
20/ Jean Amado et Christian Stoffaes, "Vers une socio-économie duale ?",
dans La Société française et la technologie, Commissariat général du plan,
Paris, 1980.
21/ Ernest Mandel, "Marx, la crise actuelle et l’avenir du travail humain",
Revue Quatrième Internationale n°20, mai 1986.
22/ Michel Husson, «Europe. Le tout-compétitivité contre les salaires », A l’encontre,
24 Décembre 2014.
23/ Karl Marx Le Capital, Livre I, Editions sociales, tome 2, p.116 ; Oeuvres, La
Pléiade, p.1292.
Título en francés:
“Stagnation séculaire: le capitalisme
embourbé?”