Karl Marx ✆ Grau |
Esteban Mercatante |
El trabajo, como fuente única de generación de valor, y del plusvalor,
es el pilar de todo el edificio conceptual de El capital. No sorprende que
la teoría del valor haya estado bajo ataque casi desde que fue formulada, ya
que demuestra cómo la explotación es la base del capitalismo. Las críticas han
ido desde el intento de probar las inconsistencias en el desarrollo
conceptual de Marx, hasta el planteo de que una economía capitalista que se
habría transformado a tal punto, requeriría otras leyes para ser explicada. Ya
hemos discutido en oportunidades anteriores con planteos de esta
índole [1]. En este artículo discutiremos la tesis del “capitalismo
cognitivo”, que afirma que el capitalismo se habría transformado en una
economía del conocimiento, lo que significaría un cambio cualitativo en las
bases de la economía capitalista analizada por la economía política clásica y
el propio Marx [2]. Muchos autores que la defienden lo hacen abrevando en
conceptos de Marx, pero para cuestionar postulados centrales de su teoría del
valor.
Producción
de conocimiento y capital
Bajo el rótulo de “capitalismo cognitivo” se encierra la
idea de que el conocimiento es “el principal factor productivo” [3]. Lo
que se quiere decir es que la centralidad de la producción de valor, y de
ganancia, habría salido de la esfera de la producción de mercancías físicas. En
las ramas más dinámicas de la economía capitalista actual (informática,
máquinas herramienta complejas, biotecnología, nanotecnología, etc.) la
relevancia creciente de la aplicación de conocimiento habría desplazado a la explotación
de la fuerza de trabajo como fuente de valorización fundamental del capital.
Como es obvio, el metabolismo social no ha dejado de apoyarse para su
reproducción en una diversidad de producciones materiales en las que la
agricultura y la industria siguen siendo pilares elementales. Pero también
aquí, como vemos con los transgénicos, el rol de la producción de conocimiento
y su posterior aplicación en la producción, ha sido un elemento clave para
desarrollar nuevas potencias productivas (así como nuevos riesgos [4]). La
importancia adquirida por la investigación y desarrollo aplicados a la
producción se ve expresada en la manera en que los desarrolladores de
innovaciones son los que captan la mayor proporción de la plusvalía. Por
ejemplo, aunque el iPad y el iPhone de Apple son manufacturados en China y
utilizan componentes fabricados en Corea del Sur y otros países, es Apple quien
se lleva la gran tajada: sus ganancias representaban en 2010 el 30 % del
valor del producto en el caso del iPad,
y el 58 % en el del iPhone [5]. De
esta forma, el eslabón de la innovación, la investigación y desarrollo,
incrementó su capacidad de captar el valor de las cadenas productivas.
Para Yann Moulier-Boutang, hemos pasado a un régimen de
acumulación “en el cual el objeto de la
acumulación está principalmente constituido por el conocimiento que se
convierte en el recurso principal del valor” [6]. El autor considera
que bajo el capitalismo cognitivo “se
disuelve la tradicional frontera entre capital y trabajo” [7]. Tomando
la categoría de Marx de general
intellect [8] sostiene que este “hace ahora las veces de los viejos medios de producción”.
“¿Quién detenta la propiedad de los medios de producción?”,
se pregunta Olivier Blondeau, quien sostiene que “el intercambio de trabajo
abstracto e intercambiable por un salario” ha dado paso a una nueva relación,
en la que el asalariado “no puede ser plenamente expoliado” [9].
El trabajo no sería la fuente excluyente ni más relevante del valor, ni por
tanto del plusvalor. La ganancia se habría emancipado así de la necesidad de
explotación de la fuerza de trabajo. Estamos, como podemos imaginarnos, ante
una cuestión crucial para la teoría de Marx.
Sin embargo, sería erróneo considerar que este rol
acrecentado de la aplicación de conocimiento en la producción, que erosiona el
valor captado por los productores manufactureros directos en beneficio de otros
eslabones, debería replantear los términos de la teoría del valor desarrollada
por Marx.
Podemos decir que el conocimiento, cualquiera sea su nivel
de abstracción, conforma una percepción, teorización y comprehensión de la
realidad objetiva. El valor de uso del conocimiento es el destino que se le
puede dar a dicho conocimiento. Este valor de uso nuevo, ¿es además portador de
valor? Esto nos remite a la distinción realizada por Marx entre trabajo
productivo e improductivo, que rige tanto para los trabajos que realizan
procesos materiales objetivos, como para aquellos cuyo producto es el
conocimiento. En un caso como en otro podemos decir que si su producción es
organizada en forma capitalista, será una mercancía portadora de valor, y por
tanto de plusvalor efectivamente la producción y circulación de los productos
del conocimiento está en su abrumadora mayoría organizada en términos capitalistas
y no se basa, como pretenden nociones como la “nueva economía” y la “sociedad
de la información”, en un “empoderamiento” generalizado de quienes realizan
un trabajado productor de conocimiento. Por el contrario, en su
abrumadora mayoría están sujetos a la dominación del capital. Al igual que en
los demás terrenos de la producción, los medios de producción y los recursos
financieros están concentrados en manos de unos pocos propietarios. La
complejidad de las actuales investigaciones, con sectores como la
nanotecnología y la biotecnología entre otros, exigen recursos de capitales
gigantescos. Por eso, aunque el trabajo complejo que desarrollan los ingenieros
y científicos reciba una remuneración que es un múltiplo elevado de la de los
asalariados promedio, está también sometido a las condiciones de la
valorización capitalista. Es decir, que la condición bajo el cual el capital
contrata y pone a trabajar a esta fuerza de trabajo, es que en su producción
genere plusvalor, es decir, que produzca más valor de lo que el empresario debe
desembolsar para adquirir esa fuerza de trabajo.
Pero, ¿cómo puede medirse la productividad del trabajo
productor de conocimiento, y por lo tanto el valor y el plusvalor? Al igual que
en todo trabajo humano que elabora mercancías –ya sea que se trate de
mercancías físicas o no–, este nos presenta dos facetas: como trabajo concreto
y como trabajo abstracto. Y, como trabajo productor de valor queda reducido, en
cuanto trabajo abstracto, a una cantidad de gasto de energía humana indiferenciada,
una gelatina de trabajo como la definía Marx. Este trabajo reducido a su
dimensión abstracta es el trabajo considerado en su atributo de productor de
valor. Tenemos, entonces, en la producción de conocimiento, el fruto de un
trabajo que tiene el carácter bifacético que Marx encuentra en todas las
mercancías, y que desentraña en los primeros apartados del tomo I de El Capital.
Rige tanto para todo trabajo que elabora mercancías físicas
como para el trabajo mental, que la cantidad de valor materializada en una x cantidad
de tiempo está determinada por la relación entre la potencia de este trabajo
respecto del trabajo más simple [10]. En términos de trabajo abstracto, todos
los trabajos equivalen a una n veces ese trabajo simple, y por lo
tanto, el valor producido en una x cantidad de tiempo será igual a n multiplicado
por x. La posibilidad de esta reducción de trabajo complejo a trabajo
simple no está condicionada por el carácter objetivo, físico, de los productos
del trabajo. De esta forma, resulta completamente mensurable el valor generado
por el trabajo productor de conocimiento. Y también el plusvalor, que surge de
la diferencia entre el valor producido por la fuerza de trabajo durante la
jornada, y el valor que el capital debe desembolsar por ella.
Aunque la productividad en la producción de conocimiento no
puede medirse en términos de la relación entre unidades de producto y capital
desembolsado en una determinada cantidad de tiempo, sí es posible medirla en
términos de los efectos que tiene sobre los medios de producción en cuya
eficiencia colabora; así, la productividad del conocimiento puede medirse a
través de los incrementos de productividad del trabajo que permiten los nuevos
medios de producción que contribuye a desarrollar. Esto último nos muestra que
no solo no hay trastocamiento de las condiciones de valorización definidas por
Marx sino que al contrario, la importancia del conocimiento en la producción
capitalista contemporánea está determinada por su capacidad de elevar la
productividad del trabajo. Esto revela la unidad estrecha entre la producción
de conocimiento y las demás esferas de la producción de mercancías.
¿Conocimiento
de acceso gratuito?
Otra tesis central del capitalismo cognitivo es que el “conocimiento social gratuito es apropiado y
transformado en una fuente de ganancia privada” [11]. La referencia
sería a los contenidos de acceso libre, pero también a los efectos que tiene la
conectividad, creando una “red de cerebros cooperantes” con “externalidades
positivas” para el capital [12]. Como resultado de ambos efectos, según
esta línea de argumentación, “la explotación directa se está convirtiendo en
menos importante como fuente de la ganancia”. Ambas dimensiones mostrarían un
alejamiento “de la imagen que da Marx del
capitalismo clásico” [13].
Sin embargo, no es de ningún modo cierto que nos estemos
moviendo hacia un sistema en el que la producción (ya sea de conocimiento,
información o de valores de uso físico) se apoye de forma creciente en
conocimiento de acceso gratuito. Las aplicaciones de código abierto son una de
varias iniciativas para compartir conocimiento asegurando el acceso gratuito a
través de la red adoptadas por diversas organizaciones e individuos, el
creciente predominio de los gigantes de la informática y de desarrollo de
aplicaciones y software, por solo nombrar un ejemplo, se mueven en
sentido contrario. Los derechos de propiedad intelectual y las patentes, los
DRM (manejo de derechos digitales) y demás dispositivos de control se
multiplicaron como una forma de regular las condiciones de apropiación y
reproducción de los valores de uso, cuya circulación gratuita queda entonces
restringida.
Pero incluso considerando el “conocimiento social gratuito”
que sí existe, como es el software libre que es aprovechado por diversos
capitales en sus procesos productivos, esto tampoco conlleva un cambio en las
condiciones de valorización del capital. Sencillamente se ha convertido en un
presupuesto de la producción que el capital obtiene sin requerir desembolsos
adicionales, porque accede a él gratuitamente. Pero esta reducción de costos no
es lo mismo que una generación positiva de plusvalor. El conocimiento o las
aplicaciones de acceso gratuito que tienen efectos en la producción de bienes y
provisión de servicios representan así una disminución de los costos de dicho
capital; si pueden tener efectos sobre la tasa de ganancia del capital es
porque reducen los desembolsos en lo que Marx define como capital
constante [14].
Valor y
ganancia en las plataformas digitales
En la última década y media presenciamos la explosión de
internet; grandes corporaciones proveen a través de ella, de forma gratuita,
múltiples servicios, desde el correo electrónico hasta distintas aplicaciones.
Estas empresas han multiplicado su valor desde su salida a la bolsa, mostrando
una perspectiva de ganancias muy atractiva para los accionistas. Google por
ejemplo multiplicó 16 su valor accionario en 11 años. Facebook salió a bolsa en
2012 y hoy vale más del doble.
¿Qué relación podemos ver entre las ganancias de estas
empresas y la ley del valor? Google, por ejemplo, basa su estrategia de
negocios en la “minería de datos”a una escala gigantesca. Sus principales
ingresos provienen –aunque no exclusivamente– del “trabajo” de los usuarios al
utilizar YouTube, GoogleDocs, Gmail, realizar una búsqueda, leer noticias,
utilizar sus juegos o el sistema operativo Android. Los usuarios no pagan por
ninguno de estos servicios, pero generan información al utilizarlos.
Con el uso de las plataformas cibernéticas los usuarios
acceden a contenidos y servicios útiles, como ocurre con otros medios a los que
también se accede de forma gratuita (televisión, radio). Podemos decir que esos
servicios –y en algunos casos las aplicaciones– a las que los usuarios acceden
gratuitamente son el producto de un trabajo necesario, y realizado en
condiciones capitalistas es un trabajo productor de valor; vale entonces lo que
hemos analizado arriba. Pero no es esto lo que venden las plataformas, sino que
brindan estos servicios para “producir” la “mercancía” que van a vender: los
datos-perfiles capturados por el uso de la plataforma, “como espacios
publicitarios seguros, predecibles y meticulosamente adecuados a cada usuario
en tiempo real” [15]. Lo que venden las empresas, la transformación de
información y datos en perfiles publicitarios, es un servicio que cumple como
función “facilitar y direccionar la publicidad aumentando su efectividad,
con el fin de reducir el tiempo de circulación de las mercancías publicitadas”.
Lo que sustenta la rentabilidad de las empresas, entonces, es un trabajo cuya
función es operar en la esfera de la circulación de los capitales que contratan
los servicios de Google para facilitarla venta de sus mercancías (de vuelta, lo
mismo vale acá como en la venta de publicidad en la que basan su negocio las
emisoras de radio o TV) [16]. Los capitales que se vinculan con Google en
la circulación adquiriendo sus “mercancías” pagan las ganancias de Google con
plusvalía extraída a sus obreros para colocar publicidad en las plataformas –es
decir, mantienen con esta la misma relación que con cualquier otro capital que
funciona en la esfera comercial y que obtiene sus ingresos de la plusvalía
generada en otros sectores–. Sin embargo, hay una peculiaridad. Lo que pagan
los capitales que contratan empresas como Google no solo –ni siquiera
mayormente– es el producto de un trabajo improductivo, sino que solventan el
trabajo productivo de las plataformas digitales (es decir el que se destina a
generar los contenidos por parte de las plataformas o por terceros y el que
asegura el funcionamiento de las redes y organiza el acceso a esos contenidos)
al mismo tiempo que pagan por el trabajo improductivo, que es el destinado a la
producción de datos-perfiles. De esta forma, las plataformas digitales realizan
un trabajo generador de valor, pero que no es pagado por quienes consumen los
valores de uso que este genera, sino por quienes adquieren los espacios
publicitarios basados en los datos-perfiles que los usuarios contribuyen a
crear.
Nuevas
formas de una misma contradicción
Como vemos, no tenemos motivos para apurarnos a descartar la
actualidad de la obra magna de Marx. Lo cual no significa que las fuerzas
productivas crecientemente socializadas y la importancia de la aplicación de la
ciencia en la producción no creen formidables dificultades al capitalismo. Como
sostiene Michel Husson, el capital afronta “cada
vez más dificultades para dar una forma mercantil a valores de uso nuevos,
inmateriales y potencialmente gratuitos” [17].
Esto lo entrevió Marx tempranamente. En los Grundrisse afirmaba que con el
avance “del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de
la aplicación de esta ciencia a la producción”, “el robo de tiempo de trabajo
ajeno sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable
comparado con este fundamento” [18]. Pero bajo condiciones de producción
capitalistas “la riqueza no puede independizarse de su forma aunque el
desarrollo de las fuerzas productivas choque progresivamente con esa forma”. La
riqueza actual no puede abandonar su forma a menos que deje de ser riqueza en
el sentido específicamente capitalista es decir, robo de trabajo
ajeno [19].
El Capital, que
parte del análisis de la mercancía, expresión más simple de las formas que
adquiere el trabajo social en este modo de producción para develar sus secretos
fundamentales, conserva su vigor para hablarnos del capitalismo del siglo XXI.
[1] Ver Paula Bach, “El
sector servicios y la circulación del capital: una hipótesis”, Lucha
de clases 5, 2005 y Paula Bach, “Valor,
forma y contenido de la riqueza en Marx y en Antonio Negri: una diferencia
sutil pero esencial”, Estrategia Internacional 17, 2001.
[2] Entre quienes defienden esta tesis podemos
mencionar a Yann Moulier-Boutang, Carlo Vercellone, así como a los principales
exponentes del operaísmo y posoperaísmo italiano Paolo Virno y Tony Negri.
[3] AA.VV., Capitalismo cognitivo,
propiedad intelectual y creación colectiva, Madrid, Traficantes de sueños,
2004, p. 18.
[4] Ver Santiago Benítez-Vieyra y Matías Ragessi, “Transgénicos:
la biodiversidad en manos del capital”, IdZ 15, noviembre
2014.
[5] Kenneth L. Kraemer, Greg Linden y Jason Dedrick, “Capturing Value in Global Networks: Apple’s
iPad and iPhone”, http://www.sciencespo.fr,
julio 2011.
[6] Yann MoulierBoutang, “Nouvelles frontières de l’économie politique du capitalism cognitif”, éc/artS 3,
2002.
[7] Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, Nueva York, John Wiley & Sons, 2011.
[8] Marx utiliza este concepto en el fragmento sobre
las máquinas en Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política (1857-1858). Grundrisse, vol. 2, México DF, Siglo
XXI, 1976, pp. 216- 230. Marx señalaba la creciente aplicación de la ciencia al
proceso productivo, objetivada en el sistema de máquinas, de tal forma que “el
conocimiento o el knowledge social
general se ha convertido en fuerza productiva inmediata”.
[9] Olivier Blondeau, “Génesis y subversión del capitalismo informacional”, en Capitalismo
cognitivo, ob. cit., pp. 35-6.
[10] “Por más que una mercancía sea el producto del
trabajo más complejo su valor la equipara al producto del trabajo simple y, por
consiguiente, no representa más que determinada cantidad de trabajo simple”
(Karl Marx, El capital Tomo
I, México DF, Siglo XXI, 1976, pp. 54-5).
[11] Tessa Morris-Susuki, “Robots y capitalismo”, en Jim Davis, Michael Stack, Thomas A.
Hirschl, Cutting Edge: Technology, Information
Capitalism and Social Revolution, Londres, Verso, 1997, p. 63.
[12] Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, ob. cit., p. 55.
[13] Tessa Morris-Susuki, “Robots y capitalismo”, ob. cit., p. 63.
[14] Marx define así la parte del capital que existe
bajo la forma de medios de producción y cuyo valor no cambia de magnitud en el
proceso de producción. Es decir, se trata de todo aquel desembolso que no está
destinado a la compra de fuerza de trabajo.
[15] Andrés Rabosto, “Apuntes para una crítica de los estudios de la web”, Hipertextos
2, Vol. I, Buenos Aires, enero/junio de 2014.
[16] Ver Paula Bach, “El sector…”, ob. cit.
[17] Michel Husson, “¿Hemos entrado en el “capitalismo cognitivo?”, Lucha
de Clases 2, mayo 2004.
[18] Karl Marx, Elementos…, ob. cit., pp. 227/8.
[19] Paula Bach, “Valor,
forma…”, ob. cit.
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