► La inversión como problema
del capital y las cuestiones de forma y contenido en la tesis burguesa del
“estancamiento secular”
► El discurso de Janet Yellen
ante el senado norteamericano
Paula
Bach | Rebobinando unos cuantos años desde nuestros
días hasta El Capital, es posible rastrear un concepto de alto poder
explicativo para la realidad actual. Aquel que destacan una y otra vez las
palabras de Marx y que refiere a la discordancia entre la forma y el contenido.
Hallar la relación correcta entre forma y contenido o dicho en otros términos,
comprender las leyes del movimiento de la apariencia, es lo que le permitió a
Marx superar los límites de la economía política clásica.
Ahora bien, Marx se ocupó de aclarar –entre
otras muchas cosas-, dos cuestiones. La primera de ellas es que las formas más
desarrolladas, permiten a la mirada científica, acceder a una compresión
superior no sólo de las formas más arcaicas sino, y muy particularmente, de la
realidad presente. La segunda es que esas mismas formas se encargan de velar
progresivamente el entendimiento de la realidad a la mirada del sentido común.
Tanto este dualismo como la relación entre forma y contenido, resultan sugestivos
a la hora de analizar factores que se ponen de manifiesto en nuestra
contemporaneidad.
La inversión como problema
Dentro de los múltiples movimientos que hacen
a la coyuntura de una economía mundial debilitada, destaca la recuperación
norteamericana, no vigorosa pero sostenida, frente a la anemia europea –con
algunas desigualdades internas- y la debilidad japonesa. Sobresale también la
crisis rusa -ahogada por las sanciones, la caída del precio del petróleo y la
guerra- así como la aún abierta discusión entre Grecia y la UE. Habrá que ver
en el corto plazo la dinámica de la economía de Estados Unidos favorecida por
el descenso de costos internos (salariales y energéticos) y perjudicada tanto
por la dinámica externa como por la creciente fortaleza del dólar.
Se juegan mucho Janet Yellen y la economía
norteamericana ante un eventual incremento de las tasas de interés en el curso
del año. También habrá que ver los posibles efectos de la aguda caída de costos
internos en España e incluso en Grecia, si finalmente el reaccionario acuerdo
con la UE se terminara consolidando. Sin embargo y más allá del corto plazo,
las “cuestiones de costos” parecen ser insuficientes para revertir la situación
económica estructural en los principales centros imperialistas. Con buen
criterio, Summers, Wolf y otros, plantean que las extremadamente bajas –en
términos históricos- tasas de interés que rigen en Estados Unidos, Europa y
Japón, ponen de manifiesto un exceso crónico del “ahorro” sobre la inversión.
En varios países centrales incluso las tasas de interés de corto plazo resultan
negativas en términos reales, lo que en los hechos significa que los gobiernos
se ven obligados a pagar por prestar.
En términos marxistas esta situación significa
que existe una apropiación creciente de plusvalía que no se reinvierte
productivamente y que por tanto no abona el proceso de acumulación ampliada del
capital. A decir verdad, este problema, es el núcleo duro de la tesis del
estancamiento secular.
Cuestiones de contenido (o cierta sensatez
burguesa)
A decir verdad un amplio espectro de teóricos
y políticos económicos de la burguesía como Summers, Gordon, Eichengreen, Wolf,
Davies, Krugman y otros más afectos a las “causas nobles” como Piketty,
hace ya un tiempo vienen planteando el problema del crecimiento débil como gran
dilema del capitalismo –focalizado fundamentalmente en los países centrales- y
no sólo a partir de la crisis de 2008. Si bien los distintos autores abordan el
problema desde diversos ángulos, la mayoría de ellos acaba verificando que el
asunto central que explica ese crecimiento débil de largo plazo es una escasa
inversión de capitales.
Algunos de los principales fundamentos de los
autores consisten en la disminución del crecimiento de la productividad, la
reducción del precio de los bienes de capital, el declinante
crecimiento poblacional y por último el incremento de la desigualdad como
factor que opera debilitando la demanda.
Summers considera que estas dificultades -que
se pusieron de manifiesto durante los últimos años-, resultan en realidad de
larga data, aunque durante las últimas décadas fueron enmascaradas por un
desarrollo financiero insostenible. De aquí desprende entonces la dicotomía
“estancamiento vs. burbujas”, en la que se debate el capital. Tomando el primer
término de la “ecuación” de Summers, la idea de “estancamiento
secular” representa si se quiere un “homenaje” que los teóricos de la
burguesía le rinden al marxismo, al leninismo y en particular a los trotskistas
que desde hace décadas venimos sosteniendo los límites –en sentido estratégico-
de la recuperación económica capitalista que siguió a la crisis de la década
del ’70.
La recuperación
de la tasa de ganancia que se produjo bajo el neoliberalismo así como
la reconquista de China y Europa del Este, resolvieron sólo parcialmente y
de una manera muy particular los problemas de la acumulación del capital que se
habían puesto de manifiesto en aquella década. Retornando sobre la discordancia
entre forma y contenido enunciada al inicio, vale la pena remarcar que es en el
dilema de la inversión o en los obstáculos para la reproducción en escala
ampliada del capital, donde deben buscarse los problemas de contenido, es
decir, aquellos que afectan en nuestros días a la producción de valor.
La forma (y las palabras de Janet)
Sostiene Summers que sin las burbujas
sucesivas de los años ’90 y 2000, el nivel de crecimiento económico de aquellas
décadas, habría resultado “inadecuado” como consecuencia de la insuficiencia
tanto de la demanda de inversión como de consumo.
Resulta que las “burbujas” especulativas –el
segundo término de la ecuación de Summers-, constituyen la forma particular en
la que se pone de manifiesto un contenido determinado de producción de valor,
definido por las dificultades para la reproducción ampliada del capital.
Así la deslocalización de la producción en los
países centrales y la huída hacia regiones de alta valorización y escasa
acumulación como China, la lucha “incansable” por el plusvalor absoluto con
todas las expresiones políticas de ella derivadas, la liberalización e
internacionalización del capital, la recompra de acciones entre las mismas
empresas como contratara de esa escasa acumulación ampliada, los créditos
masivos al consumo como novedad histórica –y como punción de los bancos sobre
el plusvalor- entre otros varios aspectos, se encuentran en la base del modo
cada vez más engañoso en que el valor se pone de manifiesto a través de la
forma de precio.
Dicho de otro modo, la forma de precio que
habita en las masas de capital denominado ficticio, se aleja cada vez más de su
sustancia, el valor. Y a propósito del mundo de las formas o de las
apariencias, la presidenta de la Fed acaba de dar un mensaje al senado
norteamericano. La palabra “paciencia” se convirtió en el eje de las
editoriales de múltiples diarios del mundo. Es que como en un juego infantil
Janet avisó que “todo” depende del día en el que ella y la Reserva, retiren la
palabra “paciencia”.
Ese día, los “mercados” sabrán que faltarían
dos reuniones para que la Fed tome la decisión fatídica de aumentar las tasas
de interés. La “videoeconomía”
y las palabras, actúan claramente sobre la coyuntura manejando las
“expectativas” y por tanto los movimientos de superficie de los grandes
capitales. Sería falso decir que esta “economía video”, no es real, sí lo es y
en un grado impensable desde la óptica de unas pocas décadas atrás. Y es que en
esas formas se pone de manifiesto aquel contenido.
De hecho la introducción en el mercado de
masas gigantescas de dinero (una inyección de puros precios o, si se quiere, de
pura forma, abusando un poco de los términos) evitó que la crisis del 2008
siguiera el curso de la crisis del ’30, aunque por supuesto, sin resolver el
fondo del asunto. Pero “el lobo” está, la ley del valor o la “norma” opera en
última instancia y así sucede en las crisis cuando los precios de las acciones,
los derivados y todo tipo de activos se derruban y se acercan progresivamente a
los valores.
La ley del valor o el contenido, se pone
entonces de manifiesto tal como se impone la ley de gravedad –como dice Marx-
cuando a uno se le viene la casa encima. La dicotomía “burbuja vs. estancamiento”
es en última instancia expresión de la relación específica entre forma y
contenido del capital en nuestro tiempo presente.
“Homenajes”
Y esta cuestión de la forma y el contenido,
repica sobre lo que se designó “homenajes” de la burguesía a lo que por años
hemos venido sosteniendo desde el trotskismo.
La burguesía acostumbra hacer homenajes
tardíos y reaccionarios de un tipo similar al que decía Lenin que los
monopolios le rinden al socialismo. Llama la atención que Piketty termine
reivindicando de hecho –no en la intención, es claro- a Rosa Luxemburgo a casi
100 años de su asesinato. Lástima que nos quiera encantar con la idea de que
aquello que provocó guerras mundiales, revoluciones, crisis violentas y
masacres, pueda resolverse ahora con algún que otro impuesto.
Llama la atención que Krugman, Summers y el
mismo Piketty, entre otros, descubran justo ahora las virtuales propiedades
“benéficas” de las guerras.
No es una novedad, ya lo había advertido Keynes en su momento. Y dicho sea de
paso, también Keynes rindió “homenaje” a la teoría de Lenin y Trotsky
asimilando en gran parte (para sus fines, claro) el contenido de la
época. La búsqueda de los resultados de la “guerra sin guerra” es, a decir
verdad, un oxímoron de la teoría económica burguesa.
Deriva de la imposibilidad de comprender que
un contenido tal, se manifiesta necesariamente bajo dicha forma. Este “deseo”,
amén de su imagen “pacifista”, es profundamente reaccionario. En su imposible
intento reformista en gran escala y de largo plazo, en su naturalización
fanática del capitalismo, niega la verdadera naturaleza del capital abriendo
finalmente paso…a las guerras. Deriva en última instancia de la -siempre
imposible- búsqueda del contenido sin la forma.
Es probable que esa desvinculación entre forma
y contenido que invariablemente lleva a los economistas –y lamentablemente también,
a gran parte de la izquierda- a recrear fórmulas impotentes, tenga su origen
teórico en la ya muy lejana imposibilidad de la economía política clásica de
resolver el problema del valor, aún cuando lo había dejado planteado.
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