Ernst Bloch ✆ A.d. |
Michael Löwy | Tuve
la suerte de conocer personalmente a Ernst Bloch. Nuestro encuentro tuvo lugar
en 1974, en su apartamento de Tübingen, situado no lejos de la escuela (el Stift) donde –como le gustaba recordar
en sus escritos– los jóvenes Hegel, Schelling y Hölderlin plantaron un árbol de
la libertad para festejar la Revolución francesa. Tenía ya 89 años, estaba
prácticamente ciego, pero con una impresionante lucidez.
Uno de sus comentarios en nuestra entrevista me sorprendió
mucho porque resume la obstinada fidelidad de toda una vida a la idea de la
utopía:
El mundo tal como existe no es verdadero. Existe un segundo concepto de verdad, que no es positivista, que no está basado en una constatación de la facticidad; sino que está cargado de valor (Wertgelanden), como por ejemplo en el concepto un verdadero amigo, o en la expresión de Juvenal Tempestas poetica, esto es, una tempestad como se encuentra en el libro, una tempestad poética, como nunca ocurre en la realidad, una tempestad llevada hasta el límite, una tempestad radical. Por lo tanto, una verdadera tempestad, en este caso referida a la estética, a la poesía; en la expresión un verdadero amigo se refiere a la esfera moral. Y si esto no corresponde a los hechos –y para nosotros, marxistas, los hechos no son más que momentos reificados de un proceso, y nada más–, en ese caso, tanto peor para los hechos (um so schlimmer für die Tatsachen), como decía el viejo Hegel.