José Revueltas ✆ Anahi Rivera |
Tal vez ningún militante comunista mexicano del siglo XX vivió la contradicción y la angustia como José Revueltas. Para Revueltas no debía existir la separación entre política y arte, entre escritor y militante; en demostrar que era posible suprimir tal separación gastó gran parte de sus energías vitales. Sin duda, Revueltas es el marxista más importante en la historia del comunismo en México. Su incansable actividad política desde los 13 años de edad hasta el día de su muerte, así como su obra teórico-política, sus reflexiones estéticas y su creación literaria, así lo confirman.
En este centenario de su natalicio, ¿qué tiene que decirnos hoy la obra de Revueltas? ¿Qué puede ensañarnos su vida y su pensamiento para enfrentar el mundo actual? ¿Qué hay en la narrativa de Revueltas que es crítica de la modernidad autoritaria del socialismo realmente existente y de la militancia comunista dogmática y ascética? ¿Qué hay en su obra en general que apunte hacia una crítica radical de nuestro tiempo-mundo y a la construcción de un “hombre nuevo”: creativo, crítico, anti-dogmático?
No podemos acercarnos a su obra como si ya no tuviera nada que decirnos, como si fuera una “cosa” que está ahí ya acabada y que puede ser retomada o abandonada arbitrariamente. Sólo podemos acercarnos a ella con una “actitud dialógica” en el sentido en que la entiende Mijail Bajtín, como “el diálogo ideológico real de la actualidad, es decir, la comunicación discursiva real en la que participa y en la que cobra sentido la obra en su totalidad” (Bajtín, 1982: 308). Dialogar con Revueltas requiere hacerlo desde un contexto y perspectiva específicos: la lucha por la libertad, la democracia y el socialismo en el México del siglo XXI. Sólo así, en un dialogo comprometido y militante, “cobra sentido la obra en su totalidad”.
Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido ✆ Santiago Solís |
Así mismo, es necesario reconocer con Henri Lefebvre que la
obra de Revueltas se inscribe en el mismo horizonte teórico e histórico y
“merece la misma reputación que los trabajos […] de los de la Escuela de
Frankfurt y de las demás escuelas marxistas ‘europeas’” (Lefebvre, 1982: 14).
Además de reflexionar sobre la dialéctica como método crítico de abordaje a la
realidad, la obra de Revueltas, al igual que la de otros marxistas
occidentales, se enfrentó al problema de tener que reflexionar desde y sobre la
estética para plantear la crítica teórica y política contra el dogmatismo
imperante en el movimiento comunista internacional. Y es desde esa reflexión
teórica sobre la estética y los problemas del arte que Revueltas levanta y
defiende la bandera de la “libertad humana”, aún en contra de los dogmas y los
poderes establecidos en los países “socialistas” y los partidos comunistas
oficiales, incluido el mexicano. Una vez considerado lo anterior, entraremos a
abordar algunas de las cuestiones fundamentales del pensamiento revueltiano en
el ámbito estético.
Los momentos
principales de una trayectoria
Por razones expositivas, es necesario establecer ciertos
“cortes” o periodización histórica en la trayectoria teórica y política de
Revueltas: 1) de 1949 (año de la publicación de Los días terrenales) a
1956 (año de reingreso al PCM y del XX Congreso del PCUS); 2) 1957 a 1960 (años
de la lucha interna y definitiva salida del PCM); y 1961 a 1967 (periodo en que
la concepción teórico-política y estética de Revueltas adquiere su forma más
acabada y coherente).
La militancia comunista de Revueltas inicia hacia 1929, a la
edad de 14 años, justo cuando PCM ingresaba en la clandestinidad. Este “rebelde
y lucífero joven”, como lo llamó Leopoldo Zea (1991) realizó distinto tipo de
tareas (organizativas, propagandísticas) dentro de las estructuras del sector
juvenil y luego dentro del partido comunista. Participó en la organización y
orientación de algunas huelgas de trabajadores agrícolas y fabriles en
distintas regiones del norte del país. Fue encarcelado en varias ocasiones a lo
largo de su militancia. En 1935 asistió como delegado al VII Congreso de la
Internacional Comunista, en Moscú. A raíz de la crítica a los procedimientos de
expulsión de Hernán Laborde y Valentín Campa y del desconocimiento de la nueva
dirección de Dionisio Encina, fue expulsado del PCM en 1943, junto con los
demás miembros de la célula “José Carlos Mariátegui”, entre quienes se
encontraba Efraín Huerta y otros escritores y periodistas. Revueltas siguió
militando políticamente, primero en el grupo marxista El Insurgente, y luego en
el Partido Popular (PP), dirigido por Vicente Lombardo Toledano.
1943 es el año en que publica y gana el Premio Nacional de
Literatura con su novela El luto
humano. 1943 es el año en que Stalin decide desaparecer la estructura
oficial de la Internacional Comunista para sostener la táctica mundial de que
“explotados y explotadores, formaban un mismo frente […] contra el fascismo
internacional” (Rodríguez y Márquez, 1973: 245), es decir, contra Hitler. 1943,
además, es cuando Revueltas desarrolla las primeras ideas para la redacción de
lo que será su obra literaria más importante y controvertida: Los días terrenales. Según sus propios
apuntes y cartas de la época, Revueltas pretendía en su novela recrear la
militancia comunista “a través de la vida cotidiana, común, antiheroica, de
hombres vivos y reales, que luchan por dar un significado apersonal a su
existencia”, situándola dentro de “una trama violenta, dura, llena de luces y
sombras”, además de desarrollar artísticamente la tesis de que “la vida del
hombre es limitada e inútil, individualmente. Sólo actúa y se manifiesta a
través de la clase y la sociedad. El hombre no tiene un fin, así como la
naturaleza no tiene un fin. La conservación del hombre constituye su propia
esencia” (Revueltas, 1987: 245-246). Después de varios años de elaboración y
reflexión crítica sobre su obra literaria anterior y su militancia comunista, Los días terrenales fue publicada
en el año 1949, generando casi inmediatamente reacciones contrarias en el
ámbito de la cultura y la política izquierdista.
Más que el contenido histórico-político y las referencias
personales a veces apenas veladas, son los personajes y sus situaciones, los
escenarios, tipos y tintes que “refigura” Revueltas en su narrativa los que
causaron la molestia, incomprensión y condena de los militantes izquierdistas
contra su novela. No les parecía “positivo”, ni “estimulante”, que una obra
literaria escrita por un comunista mostrara las contradicciones y
“deformaciones” morales, el dolor, la vileza y la abyección de los escenarios
de la vida cotidiana del lumpenproletariado
(prostitutas, mendigos, delincuentes comunes), el campesinado, el proletariado
industrial y los propios miembros del partido. Según los cánones del realismo
socialista, el proletario y el comunista debían aparecer siempre como la
encarnación de los ideales del mundo nuevo, como santos laicos del comunismo.
¿Por qué narrar el dolor humano, el luto humano? ¿Por
qué no mejor el optimismo triunfalista de las clases trabajadoras del realismo
socialista? En la narrativa revueltiana el militante comunista no aparece como
un “hombre nuevo”, impecable y puro, sino como un hombre común, con
sentimientos contradictorios, incertidumbres, incoherencias, claroscuros y
demás “impurezas”. Retratar así a los proletarios y a los militantes comunistas
provocaba en los intelectuales “filisteos” de la izquierda mexicana, como los
llamaba el propio Revueltas, el rechazo, la condena moral y política disfrazada
de crítica literaria, con el objetivo consciente de impedir cualquier tipo de
crítica al régimen soviético y su política internacional durante el dominio
estalinista. “No dar armas a los enemigos” significaba para ellos impedir la
crítica y la autocrítica entre comunistas, no sólo en la vida interna de los
partidos comunistas del mundo, sino también en el ámbito de la creación
artística.
El ataque contra Los días terrenales comenzó con
la alocución de Pablo Neruda en el Congreso de la Paz, realizado en México en
septiembre de 1949. El gran poeta chileno dice desconocer a Revueltas, su “antiguo hermano en comunes ideales y
combates”, afirma que su novela le produce una “dolorosa decepción” y que “en
ella se estanca el veneno de una época pasada, con un misticismo destructor que
conduce a la nada y a la muerte”.[3] Los ideólogos dogmáticos del PCM, con la confianza que
les da el juicio de Neruda, se lanzan por su parte a la “anatematización” de Los días terrenales. El 26 de abril de
1950, Enrique Ramírez y Ramírez, compañero del PP, publicó un artículo
denominado “Sobre una literatura de extravío”. En él, acusaba a Revueltas de
tener una “concepción nihilista” de la historia, de afirmar que el hombre es un
“ser inútil”, sin ninguna finalidad o razón de vivir, de querer hacer a los
hombres “libremente desdichados” y crear un mundo de hombres “desesperados y
solitarios”; para rematar diciendo que, con su novela, Revueltas tomaba partido
“contra el pensamiento materialista y racionalista, contra el humanismo, en
cualquiera de sus formas; y lo que es más, contra todo movimiento que se haya
propuesto o se proponga la liberación y la realización del hombre en la
tierra”.[4]
Un mes después, el 28 de mayo, en una entrevista realizada
por Oswaldo Díaz Ruanova, Revueltas manifestaba que en Los días terrenales,
más que pretender realizar una crítica a la moral del PCM, quiso “única y
exclusivamente, retratar la condición del hombre”. Pero ¿cuál es la “condición
del hombre” según Revueltas, en ese contexto y momento determinado? En esa
entrevista la deja entrever:
Yo no he visto ángeles en torno mío, ni creo que llegue a haberlos en el mundo futuro […] El bien y el mal pueden alternarse entretejiendo la vida de un hombre, y más frecuentemente convivir con él. Se puede desear el bien y hacer el mal […] No hay en el hombre […] sentimientos puros. A primera vista, un ser puede presentarse ante nosotros resignadamente, con una apariencia de santidad o, por lo menos, de humana dulzura. Pero a través de ella, el análisis nos permite descubrir sentimientos complejos, contradictorios, increíbles (Revueltas, 1978: 25).
Un nuevo ataque contra Revueltas y su obra se produjo el 8
de junio. Antonio Rodríguez, miembro del PCM, en un artículo publicado en El
Nacional, acusó al escritor de que con su novela y con su obra de teatro El
cuadrante de la soledad, pretendía demostrar “que el partido del proletariado
rebaja y aniquila la dignidad humana”, además de afirmar que Revueltas había
roto “definitivamente” con su pasado revolucionario, y que él, Rodríguez, se
avergonzaba de su amistad. Revueltas respondió a Rodríguez con una “Carta
abierta” el 10 de junio, afirmando que aunque “ya no pertenezco al partido
comunista, sigo siendo comunista y creo firmemente en el partido del
proletariado, en su triunfo y en el triunfo mundial del socialismo y del comunismo”.
Sin embargo, el encono del debate orilló a Revueltas a reconsiderar la
pertinencia de la defensa de su obra, por lo que el 15 de junio de 1950 anunció
en otra carta pública su decisión de solicitar al editor de Los días
terrenales su retiro de la circulación comercial, así como la suspensión
de El cuadrante de la soledad, que por esos días llegaba a casi cien
representaciones. En la misma carta, Revueltas afirma que el debate entre
“amigos y camaradas” provocó en él “un problema de conciencia ideológica y
artística” y que las “objeciones que en forma sistemática y objetiva” fueron
hechas a su obra “ameritan la necesidad de que proceda yo inmediatamente a una
revisión radical y exhaustiva de mi obra como escritor” (Revueltas, 1978:
29-32).
Es precisamente a partir de tal debate entre militantes de
izquierda que Revueltas se ve en la necesidad de profundizar sus concepciones
estéticas desde la perspectiva del materialismo histórico y la dialéctica
materialista. El intento más acabado de esa época de explicar ante sus
camaradas, clarificar para sí mismo y “autocriticarse” se encuentra en el
denominado “Esquema sobre las cuestiones del materialismo dialéctico y la
estética a propósito de Los días terrenales”, escrito el 20 de julio de
1950. En tal “Esquema”, dirigido en forma de carta a Vicente Lombardo Toledano
y Enrique Ramírez y Ramírez, Revueltas trata de mostrar su concepción
marxista-leninista aplicada al ámbito estético a través de las categorías de
contradicción, devenir, forma y contenido, estructura y superestructura,
reflejo de la realidad objetiva en la conciencia subjetiva, transformación,
realismo socialista, entre otras. En esta “autocrítica” Revueltas “reconoce”
que su novela es tributaria de los “principios nihilistas de la filosofía
existencial” y de un “contrabando vergonzante” del concepto heideggeriano de
“gratuidad” retomado por Sartre en su afirmación de que “el hombre es una
pasión inútil”, para terminar invalidando “cualquier lado positivo que pudieran
tener Los días terrenales [y afirmar que] es una novela donde se han
abandonado los principios fundamentales del realismo socialista” (Revueltas,
1978: 32-46).
Su hija Andrea ha escrito al respecto, que tal
“rectificación”, tal “autocrítica” y la actitud del escritor comunista durante
los siguientes años, muestra “cierta
falta de confianza de Revueltas en sí mismo y, en consecuencia, en su obra”
(Revueltas y Cheron, 1978: 12). Tal falta de confianza, llega a su grado más
alto en una conferencia titulada “Teatro, hombre y sociedad”, leída el 27 de
noviembre de 1953, en el que esgrimiendo los conceptos de necesidad y
racionalidad en la historia y la vida social como un “devenir progresivo y
ascendente”, Revueltas consideraba que a su novela “el peso de las cosas no
necesarias que decía le hizo perder toda realidad, toda necesidad,
convirtiéndolo en un libro irracional, negativo y desmoralizador” y afirmaba
que se sentía “satisfecho del justo y
merecido olvido a que condené ese libro” (Revueltas, 1978: 339-341).
Hacia febrero de 1955, durante el día de la incineración del
cuerpo de Frida Kahlo, Revueltas comenta a David Alfaro Siqueiros su intención
de regresar a las filas del PCM, quien le promete comentarlo ante la dirección
de ese partido. Después de una reunión con el secretario general, Dionisio
Encina, Revueltas fue aceptado nuevamente en el partido a principios de 1956,
para lo cual escribió una “Declaración política de reingreso al PCM”, en la que
volvió a sostener los términos de su “autocrítica” como escritor y militante
comunista. Decía ahí en actitud autocondenatoria:
Los días terrenales parten de una consideración negativa, antidialéctica, antimarxista, que es la de considerar al hombre como un ser sin finalidad alguna sobre la tierra. Los días terrenales juzgan al hombre valiéndose de la misma medida con que se juzgan los demás fenómenos de la naturaleza, es decir, como si el hombre fuera una entidad inconsciente. Aquí radica el error básico, mecanicista, que me hizo caer de lleno en una filosofía reaccionaria y pintar un mundo falso, lleno de seres abyectos, deshumanizados, extravagantes, enfermos moral y físicamente, para quienes no hay ninguna salida fuera del suicidio. Es lógico que una novela semejante no tenga otro resultado que un efecto desmoralizador y que no tienda —de igual modo que la literatura decadente actual, que es inspirada por el imperialismo y sufragada por él— sino a desarmar al proletariado, calumniar a los comunistas y a predicar la disolución y la quiebra de todos los valores. (Revueltas, 1984: 91).
Esta actitud “autocrítica” permanecerá en Revueltas hasta
septiembre de 1956, cuando todavía, en un folleto titulado “El realismo en el
arte”, en el que defendía al realismo socialista y atacaba la actitud de André
Breton y algunos surrealistas, preguntaba y se respondía:
“¿Cómo se autocritica el escritor, por su parte? [...] Si acepta, finalmente, observaciones y censuras de sus camaradas y de su partido, ¿no está demostrando que es un auténtico ejemplar de trabajador social, un ser que ama en verdad a sus semejantes y que quiere servirlos?” (Revueltas, 1978: 62).
En febrero de 1956 se realizó el XX Congreso del Partido
Comunista de la Unión Soviética. Este Congreso hizo públicos algunos de los
crímenes del estalinismo: las purgas y los procesos judiciales, el
encarcelamiento, tortura, trabajos forzados y asesinatos de que fueron víctimas
cientos de militantes y revolucionarios comunistas de la Unión Soviética y de
otros países del mundo. Este hecho resultó fundamental en la historia del
movimiento comunista internacional, porque abrió cierto grado, aunque
igualmente controlado burocráticamente, de libertad para la crítica y la
construcción de las vías nacionales al socialismo.
En 1957 Revueltas realizó un viaje a Rusia para gestionar un
proyecto cinematográfico que venía acariciando desde 1955: la realización del
film La Santa, con guión y dirección suyos, además de la participación de
su hermana Rosaura representando la vida de Teresa Urrea, “la santa de
Caborca”, el cual nunca se logró concretar. Además de Rusia, Revueltas visitó
Berlín, Praga, Budapest y Trieste. En los escritos sobre cuestiones estéticas y
artísticas de ese año se percibe ya un cambio importante en la actitud de
Revueltas: la crítica al autoritarismo, al dogmatismo y al realismo socialista
recomienzan.
A raíz de la lectura de un artículo de Burov, Revueltas
comienza a desarrollar con mayor precisión sus ideas sobre el “método particular”
del “conocimiento estético”, y el “contenido estético de la realidad”. Según
Burov, el contenido específico de la obra de arte es “lo bello”, con lo que
Revueltas no está totalmente de acuerdo, pues sostiene que no sólo lo bello es
lo específico estético del hombre, sino que “el hombre y su ser estético está
impulsado también (como cualquier otro fenómeno) por la lucha de los
contrarios: belleza y fealdad, bondad y maldad, etcétera”. Para Revueltas lo
bello sería solamente un valor formal de la obra de arte, no su
contenido específico, de tal manera que “la belleza y la fealdad, la bondad y
la maldad, etcétera, constituyen el objeto en movimiento de la estética y
mediante su concatenación y adecuación tienden a suscitar los sentimientos
humanos adecuados, a través de la obra de arte, sin que ninguna de estas
nociones […] constituyan por sí mismas el todo del objeto […]” (Revueltas,
1978: 63-69). Esta concepción dialéctica del contenido estético de la realidad,
según Revueltas, “abre el camino para un mejor entendimiento (un entendimiento
multilateral) de la obra de arte y del trabajo artístico” (Revueltas, 1987b:
319).
A su paso por Europa del este, Revueltas escribió una carta
dirigida a los escritores comunistas de Budapest, en la que les llamaba la
atención sobre la actitud cobarde y oportunista de los escritores durante el
periodo estalinista: “[…] faltamos a
nuestros deberes con el partido y traicionamos la palabra, en tanto no tuvimos
valor de criticar al propio partido”. Y al tratar sobre el compromiso personal
del escritor con su obra literaria y su militancia política, las cuales debían
“marchar indisolublemente unidas”, el escritor mexicano afirmaba:
Se nos había dado al hombre como el material supremo de nuestro trabajo, al hombre vivo, doliente, esperanzado, patético, alegre, vencido, triunfante […] ¿Qué hicimos de este hombre, camaradas? Lo ocultamos, lo falsificamos […] Rebajamos la obra de arte –que en ese mismo momento dejaba de serlo- a la condición de una tarea táctica, con lo cual nos convertíamos nosotros mismos en unos burdos artesanos ideológicos (Revueltas, 1978: 76-79).
Aunque Revueltas recibe comentarios favorables a su carta
por parte de escritores y camaradas de los países socialistas de Europa del
este, y le mencionan la posibilidad publicarla, lo cual hubiera dado una
dimensión internacional a sus reflexiones sobre el papel del artista en la
construcción del socialismo, sus cartas y artículos escritos durante esa
temporada, nunca se publicaron en ninguno de los órganos de los partidos
comunistas de esos países.[5]
A su regreso a México, Revueltas y la célula “Carlos Marx” a
la que pertenecía, y en donde militaban además el poeta Eduardo Lizalde, el
filósofo Enrique González Rojo y el historiador Juan Brom, entre otros, se
dedicaron totalmente a la lucha teórica y política internas del PCM. Desde
1957, a raíz de la insistencia del Comité del D. F. y a la formación del
Partido Obrero Campesino de México (POCM) por parte de militantes expulsados
del PCM, el Comité Central del PCM reconoció a regañadientes la profunda crisis
interna que vivía el partido por lo menos desde 1940. Ante tal situación, José
Revueltas se dedicó a reflexionar teóricamente sobre el origen y desarrollo de
esa crisis interna. Hacia principios de 1958, Revueltas tiene ya esbozada su
tesis sobre la “inexistencia histórica del PCM” que después desarrollará
ampliamente en su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. En un documento
titulado originalmente “El Partido Comunista Mexicano ante la disyuntiva vital
de su existencia histórica”, que no fue aceptado para su discusión en el pleno
del Comité Central del partido, Revueltas llamaba a realizar una crítica y
autocrítica sin concesiones que fuera capaz de superar las inercias de lo que
denominó un “dogmatismo práctico” y que habían llevado al PCM a sustituir “la
necesidad de un conocimiento concreto de la clase obrera mexicana y, por ende,
la necesidad de descubrir los caminos propios y nacionales para establecer el
socialismo en nuestro país, por el concepto dogmático de considerarse a sí
mismo como la vanguardia política de la clase obrera”, con lo cual, abría
impedido su “autoconocimiento” como “conciencia deformada” y por lo tanto, su
verdadera transformación en “dicha vanguardia y en la conciencia organizada de
la clase” (Revueltas, 1984b: 71).
Posteriormente, y con motivo de la derrota del movimiento
ferrocarrilero de 1958-1959, Revueltas realizó una nueva crítica a la dirección
política del PCM, acusándola de no haber sido capaz de comprender la naturaleza
del movimiento, y por tanto, de dirigir adecuadamente al mismo. Por esas
fechas, en mayo de 1959, Revueltas escribe una carta al comunista italiano
Vittorio Vidali, en la cual se percibe su inquietud y malestar dentro del
partido. Dice ahí: “En el partido comunista no se nos deja opinar; nuestros
escritos no son publicados, y se trata de que el partido acuda a un congreso
amañado (como lo hace el PRI con los suyos), donde únicamente compareceremos,
todos los camaradas de la oposición, como simples reos a quienes se aplicará la
sanción correspondiente a su delito” (Revueltas, 1984b: 204-205). A raíz de la
cerrazón burocrática del Comité Central ante las críticas de Revueltas y ante
la misma incomprensión, censura y condena de la dirección del Comité del D.F.,
que en su VIII Convención emitió una resolución calificando las posiciones de
la célula “Carlos Marx” como “revisionistas y liquidacionistas”, sin discutir
tales posiciones y tales calificativos, Revueltas y los demás miembros de su
célula, deciden salir del PCM e ingresar al POCM. Según Revueltas, tal
resolución representaba “la cesación, el estrangulamiento de la lucha interna
[…] desterrando del PCM los principios leninistas de organización y la
posibilidad de que los militantes puedan luchar por dichos principios, sin la
amenaza de que se les expulse o se les condene al silencio, a la inactividad y
a la desmoralización” (Revueltas, 1984b: 147). Esta “cesación” de la lucha
interna se selló con el XIII Congreso del PCM, realizado en mayo de 1960, que
confirmó la expulsión “acordada” por el comité del D.F. de Revueltas y sus
compañeros, y elevó a la secretaría general del partido a Arnoldo Martínez
Verdugo.[6]
Después de una breve estancia en el POCM, entre abril y
septiembre de 1960, Revueltas y su grupo, entran en diferencias
irreconciliables con la dirección de ese partido, debido a que no son aceptadas
sus críticas al acercamiento del POCM a las posiciones lombardistas del PP. Al
retirarse del POCM, inmediatamente conforman el 4 de septiembre de 1960 la Liga
Leninista Espartaco (LLE), con el objetivo de crear las condiciones ideológicas
y programáticas para la conformación de un verdadero partido
marxista-leninista, capaz de convertirse en vanguardia política del
proletariado mexicano.
Revueltas visita Cuba entre mayo y noviembre de 1961. El
entusiasmo de Revueltas es inmenso ante la agitación perenne que vive el pueblo
cubano en la construcción de la nueva sociedad. Es invitado por el Instituto
Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) para la realización de un
taller con jóvenes cineastas, además de alistarse como miliciano para la
realización de guardias nocturnas y llevar a cabo una serie de conferencias
sobre literatura y cuestiones estéticas. Es tal el impacto de la Cuba
revolucionaria sobre José Revueltas, que llega a considerar seriamente quedarse
a residir definitivamente en la isla. Justo durante los días en que un
repentino y loco enamoramiento de una joven que asiste al taller
cinematográfico lo envuelve, y en los que Revueltas se siente “vivir
históricamente”, escribe en su diario una reflexión que será en cierto sentido
“premonitoria”:
He decidido, pues, no regresar a México, quedarme aquí a vivir esta historia directa […] Mi trabajo en México ya dejó de tener un sentido histórico por cuanto a lo que yo pudiera hacer en lo futuro ya no rebasará mi actividad pasada, ya no añadirá ninguna cosa nueva al proceso: será una simple repetición, una simple forma de sobrevivirme convertido en una especie de autorrecuerdo […] Mis compañeros de la Liga deberán comprender el problema […]: yo ya les ‘heredé’ lo que podía heredarles como fusión histórica de lo que se salva de mi generación política, con la generación de nuevos comunistas mexicanos que ellos representan […] Terminaré para convertirme en un estorbo para su desarrollo y mucho menos que de estímulo, mi presencia no hará otra cosa que inducirlos, de modo fatal, a una competencia, primero subconsciente, en mi contra, pero que no puede sino culminar en graves deformaciones del trabajo político y serios peligros para la perspectiva revolucionaria de nuestro movimiento en el país. (Oh, Dios. Diana resulta terriblemente joven para mí. Será mejor olvidarse del problema) (Revueltas, 1987b: 105-106).
Ya de regreso en México, Revueltas vive periodos de
inestabilidad emocional, económica y política que no interrumpen, sin embargo,
su frenética actividad creadora e intelectual. Entre 1962 y 1963 los debates
dentro de la LLE abren las heridas de nuevos cismas. Así, debido a
ciertas faltas disciplinarias relacionadas con su consumo de alcohol, y a
discrepancias respecto a la libertad de expresión del “ideólogo” de una organización
comunista, Revueltas, Lizalde y otros camaradas cercanos saldrán expulsados
también de la Liga Leninista Espartaco en junio de 1963.[7]
En los escritos y ensayos de esta época (1961-1967), se nota
una mayor coherencia y firmeza en las concepciones estéticas de Revueltas. Sin
embargo, es posible contrastar los planteamientos teóricos de dos conferencias
impartidas en Cuba, una de agosto de 1961, titulada originalmente “El contenido
ideológico de la creación artística y sus problemas”, y otra titulada “El
materialismo dialéctico y los problemas de la expresión artística”, impartida
el 10 de noviembre de 1961 en la Unión de Escritores y Artistas Cubanos.
En lo que respecta a la primera, Revueltas desarrolla sus
argumentos dentro de la línea más “ortodoxa” o “dogmática” de interpretación
del materialismo dialéctico de la época. En esta conferencia resuenan sus planteamientos
de su periodo de “autocrítica”, en que Revueltas pretendía defender el
contenido “realista” de las obras de arte socialista apelando a su necesidad y
racionalidad históricas, que no podían ir en contra del desarrollo histórico
ascendente, “progresivo”, que demostraba el triunfo del socialismo en el mundo.
En esta conferencia de agosto de 1961, Revueltas sintetiza así su concepción
sobre el “arte revolucionario”:
a) Arte realista por cuanto a la racionalidad dialéctica del desarrollo (de lo inferior a lo superior, de lo viejo a lo nuevo, de lo caduco a lo naciente).
b) Humanista por cuanto a la tendencia dominante del desarrollo objetivo en tanto que afirmación y perpetuación del hombre.
c) Dialéctico por cuanto refleja la realidad en sus contradicciones y en el carácter revolucionario que reviste como negación de la negación. (Revueltas, 1978: 85-86).
En la segunda conferencia, la de noviembre de 1961,
Revueltas inició su intervención haciendo referencia “de paso” a un “fenómeno
que por su parte merece un examen de psicología social […] un nuevo tipo de
angustia […] la angustia de escritor del partido” (Revueltas, 1978: 354). Esa
“angustia de partido” que Revueltas había experimentado desde antes de 1943 y
que forma parte del “patético material” que le ayudará a conformar la
psicología de algunos de sus personajes novelísticos más importantes, como
Gregorio en Los días terrenales o el intelectual comunista Jacobo
Ponce, en Los errores. Ya entrando en materia, Revueltas considera que uno
de los problemas teóricos fundamentales de una estética marxista es determinar
la existencia de un “contenido estético objetivo de la realidad exterior”, y
considera que “el desenvolvimiento de la estética del materialismo dialéctico
fue paralizado en absoluto precisamente por la negación de la existencia
objetiva del contenido estético”. Según Revueltas, la ideología oficial del
realismo socialista afirmaba que “el contenido estético de la realidad es
subjetivo, es nada más un reflejo de nuestras sensaciones en la realidad. Esta
negación de la existencia objetiva de lo estético arrebataba a la estética su
materia, su base de sustentación.” Siguiendo los cánones de tal concepción
dogmática, según Revueltas, “el arte no reflejaba el contenido estético
objetivo de la realidad, sino aquello que se le señalaba desde fuera de la
realidad como lo que en ésta debía de considerarse ‘bello’, ‘sublime’,
‘aleccionador’, ‘estimulante’, ‘positivo’”, atribuyendo así, a la realidad
misma, una cierta finalidad “extrahumana, teleológica”. Para Revueltas, está
concepción del arte y de la realidad que termina resaltando siempre y
unilateralmente al “héroe positivo” lleno de condecoraciones del realismo
socialista, resultaban inaceptables desde la posición crítica del materialismo
dialéctico.
Los conceptos
fundamentales: contenido estético de la realidad y tendencia
Pero, ¿cómo entiende, entonces, Revueltas el “contenido
estético de la realidad” a partir del cual debe trabajar el artista? Dice el
escritor:
El contenido estético de la realidad objetiva […] es un contenido histórico que resulta de una acumulación de experiencia humana que se trasmite de generación en generación, con una cierta independencia relativa respecto a las fases y etapas del desarrollo social […] el contenido estético de la realidad objetiva existe por los hombres, es un contenido humano pero independiente de los hombres por cuanto su existir se rige por leyes objetivas cuya vigencia es más perdurable que las formas contingentes, particulares o singulares del existir social de los seres humanos a lo largo de su desarrollo” (Revueltas, 1978: 163).
Destaquemos tres elementos de este concepto: a) el contenido
estético de la realidad como contenido histórico, es decir, resultado de la
acumulación de experiencia humana a través de la historia; b) es un contenido humano
relativamente independiente de las fases y formas histórico-sociales; c) el
contenido estético se rige por ciertas leyes objetivas que lo hacen “más
perdurable” que tales formas sociales contingentes del devenir histórico.
Para explicar mejor e identificar como se entrelazan estos
aspectos de su concepción estética, Revueltas habla de la “tendencia trágica” y
del “asunto dramático” de la realidad objetiva, ejemplificados en un verso de Romeo
y Julieta de Shakespeare: “sólo tu nombre es mi enemigo”. Como se sabe,
Romeo y Julieta no pueden realizar su amor debido a que pertenecen a familias
enemigas; es decir, el “nombre”, el apellido, y todo lo que en términos de
posición y conflicto de clases y sectores sociales significa, es lo que impide
la realización de esa potencia humana que es el amor. Cuando Revueltas habla de
la tendencia conflictiva del “asunto dramático” en Romeo y Julieta,
aclara que “ningún hecho de la vida real [como este de los amantes de Verona
que sirvió de base a la elaboración artística no sólo de Shakespeare, sino
también de otros dramaturgos y poetas] ocurre deliberadamente para que los
dramaturgos tengan ‘asuntos’ con los que escribir sus obras; un hecho de la
vida real es dramático en sí mismo, de un modo objetivo,
independientemente de que la dramaturgia exista”. Así, para Revueltas, en la
realidad histórica y social existe una materia dramática objetiva y particular
con la que trabaja el dramaturgo; pero Revueltas insiste: “lo particular de
la materia dramática (objetiva y subjetiva) consiste en que expresa una
tendencia conflictiva […] que se nos da objetivamente dentro de la realidad
dramática determinada” (Revueltas, 1978: 360-362).
Según Revueltas,
“Shakespeare elevó la tendencia trágica al más alto nivel ideológico de las relaciones humanas, para que entonces la imposibilidad absoluta de su realización objetiva […] en la realidad social de su tiempo, al producirse el gigantesco choque emotivo, revelara las esencias humanas más puras, despojadas de su contenido de clase […] Relaciones humanas vueltas a su humanidad, desenajenadas de su alienación a la sociedad de clases, a la propiedad privada y a la prehistoria del hombre, en la que todavía se encuentra el género humano”. Consciente de la admiración de Marx hacia la obra de Shakespeare, Revueltas remarca eso de “relaciones humanas despojadas de su contenido de clase”, “desenajenadas”, con toda intención para polemizar con “los celosos guardianes de los textos sagrados del ‘marxismo’”, que no conciben la existencia de contenidos “ideológicos” o “superestructurales”, no determinados por la “estructura económica” de la sociedad.Dice Revueltas:
“no se crea que con esto se quiera preconizar el hecho de que la obra de arte deba volverse de espaldas a los problemas de la sociedad y de la historia: todo lo contrario. La tragedia de Romeo y Julieta refleja la sociedad de su tiempo, las relaciones sociales de su tiempo y las clases sociales existentes, en suma, el contenido de clase que informaba a esa sociedad. Shakespeare no hacía otra cosa que oponer lo verdaderamente humano del hombre, las relaciones humanas verdaderas, a ese conjunto social donde tales relaciones no pueden ser posibles”. Revueltas afirma que la “perdurabilidad” de la obra del dramaturgo inglés, se explica en que “eligió el choque más profundo de lo trágico: lo humano y lo antihumano que se excluyen”, es decir, el amor como esencia humana y la propiedad privada y las clases sociales como negación de esa esencia, “tomando esta antinomia como la expresión suprema de una lucha antagónica”. Esa “perdurabilidad” de la obra de Shakespeare, se debe a que “la tónica dominante de la obra es entonces lo humano y no lo contingente social”, no la determinación del “contenido de clase de su obra” (Revueltas, 1978: 162-172).
De lo anterior se desprende que el concepto de tendencia es
fundamental en la concepción estética de Revueltas. Es posible identificar su
uso como categoría estética en esta conferencia de 1961, en el prologo a la
segunda edición de Los muros del agua, en las respuestas al cuestionario
que le envía al periodista argentino Mario Schneider en agosto de 1962, y en
distintos ensayos y conferencias entre 1965 y 1966, en especial, en el pequeño
ensayo titulado “Mi posición esencial” de junio de 1966. Dice el escritor
en el prólogo mencionado:
La realidad necesariamente debe ser ordenada, armonizada dentro de una composición sometida a determinados requisitos. Pero estos requisitos tampoco son arbitrarios; existen fuera de nosotros: son, digámoslo así, el modo que tiene la realidad de dejarse que la seleccionemos. Dejarse la realidad que la seleccionemos. ¿Qué significa esto? Significa que la realidad tiene un movimiento interno, que no es ese torbellino que se nos muestra en su apariencia inmediata, donde todo parece tirar en mil direcciones a la vez. Tenemos entonces que saber cuál es la dirección fundamental, a qué puntos se dirige, y tal dirección será, así, el verdadero movimiento de la realidad, aquel con el que debe coincidir la obra literaria. Dicho movimiento interno de la realidad tiene su modo, tiene su método, para decirlo con la palabra exacta. (Su “lado moridor”, como dice el pueblo). Este lado moridor de la realidad, en el que se la aprehende, en el que se la somete, no es otro que su lado dialéctico: donde la realidad obedece a un devenir sujeto a leyes, en que los elementos contrarios se interpenetran y la acumulación cuantitativa se transforma cualitativamente (Revueltas, 1961: 18-19).
En la respuesta a las preguntas de Schneider, Revueltas
explica el movimiento de su método en Los días terrenales, es
decir, la forma en que tenía que resolverse artísticamente la contradicción
real entre militantes comunistas, “como individuos”, y un partido comunista
“extraño” e incapaz de adecuarse a la realidad del país:
El movimiento novelístico de esta contradicción […] su tendencia de desarrollo, no podía ser, entonces, sino […] una tendencia positiva por cuanto al mantenimiento de la contradicción real, su proyección literaria no podía ser otra que la de un resultado emotivo deprimente, angustioso, amargo, en la novela. El camino no deprimente, el camino esperanzado hubiera sido el de escoger la tendencia negativa de la contradicción, o sea, aquello que la negara, aquello que anunciara una transform ación del partido en una cosa diferente, superior. Pero las premisas de esta negación de la negación no estaban dadas aún en la realidad objetiva, no era posible inventarlas […] sin caer en el amañamiento de la realidad y en los recursos tramposos de los predicadores. Los personajes de Los días terrenales, de tal suerte, no ven su propia solución, como individuos, sino en una especie de autoacabamiento, de autofagia moral, catarsis que les permite no dejar de ser comunistas ante sus propios ojos, aunque sin ellos mismos darse cuenta, en la vida sean unos comunistas deformados […] por su concepción dogmática del ser de un comunista (Revueltas, 1978: 102-103).
De igual manera, en el ensayo titulado “Mi posición
esencial”, Revueltas sintetiza su concepción sobre la tendencia intrínseca de
la novela. Según el escritor la tendencia de una novela no depende de los
propósitos éticos del autor, ni puede ser introducida desde afuera, como en el
realismo socialista, el realismo romántico de un Eugène Sué o el naturalismo a
lo Emile Zolá, sino que depende
“de la dirección que por sí mismos asumen los materiales mediante el impulso de su propia naturaleza […] El santo será perverso, sádico o lo que sea –incluso santo- desde su santidad; la prostituta será noble o pura o lo contrario, desde su realidad prostituida”; además de sostener que la novela “no puede tomar a las masas, a las clases, a las sociedades, sino a través de los seres y las cosas concretos”, es decir, como individualidades, “y esto siempre dentro de sus contradicciones, su incertidumbre, su intencionalidad perpetuamente frustrada” (Revueltas, 1978: 236-237).
Ahora bien, subsiste el problema sobre la selección de los
materiales a ser recreados literariamente por el escritor. Tal asunto es
fundamental y recibe por parte de Revueltas una atención especial durante sus
reflexiones sobre estética. Ya desde la entrevista de mayo 1950 antes
mencionada Revueltas aclara cómo realiza tal proceso de selección de sus materiales.
Dice ahí: “Del área inmensa de la realidad, el escritor desprende un personaje
y lo instala en el centro de una situación, para someterlo a leyes dramáticas.
La atmósfera que forma el novelista, los escenarios que prefiere, las tintas
que elige y los tipos que maneja forman su propia estética. Y es su estética lo
que manifiesta su actitud ante la vida y el mundo” (Revueltas, 1978: 24). Así
mismo, en el “Esquema” “autocrítico” de julio de 1950, Revueltas identifica
cierto proceder específico de la estética materialista a este respecto. Dice el
autor: “La estética materialista es crítica no sólo por cuanto a transformar la
realidad exterior sobre la que opera, sino por cuanto a seleccionar los
materiales de esa realidad” (Revueltas, 1978: 36). ¿Cómo y de dónde selecciona
sus materiales el creador artístico? Según Revueltas, el contenido de la obra
de arte
[…] no puede tomar a la realidad, para coincidir con ella, sino tal como es, en movimiento y con todas sus relaciones […] El contenido, sin embargo, no puede apropiarse toda la realidad; no puede tomar de la realidad sino la parte que le corresponde estéticamente […] La realidad del contenido, ante todo, tiene que ser válida artísticamente y ser escogida entre las realidades más duraderas (sintéticas), dentro de su periodo; es decir, debe tomar realidades síntesis (Revueltas, 1978: 40).
En un apunte de diciembre de 1962, Revueltas deja constancia
de cómo se realiza tal proceso de selección de materiales en la conciencia
desgarrada del escritor:
"La materia de un escritor es su propia materia personal (¡Dios mío!, claro está que no su materia privada, las gentes que trata, etcétera). Esto será siempre difícil de entender porque los demás referirán siempre el problema a la materia vulgar (inclusive menos que a las gentes de esa materia, las amantes, los deseos, las lujurias, las estupideces, las pasiones supuestas, etcétera), repito, menos que a la materia vulgar misma, a la que le suponen esas malas gentes (en su totalidad, inclusive los buenos) que son sus personajes. Entonces el lector fácil e incómodo (y estúpido) se remitirá siempre a esos personajes, incluso a los mejores, en busca de una identidad cuyo sitio está en el lugar más insospechado: esto es, en el escritor mismo como un ser lleno del dolor total de lo bueno y de lo malo, confundiéndolo del modo más triste, más desolado y sangrante (Revueltas, 1987b: 146-147).
Y haciendo una analogía con el mito de Prometeo para
explicar la incomprensión por parte de los lectores y de las mujeres que
pretenden amar al escritor, dice en el mismo apunte: “Pueden creer que el
escritor se autodevora o que ellas complementan esa autodevoración. ¡Dios! No
saben que, simplemente, se autoalimenta” (Revueltas, 1987b: 147).
¿Cómo se manifiestan ambos elementos: la tendencia
conflictiva o trágica y la selección de los materiales o “contenido estético de
la realidad”, en la narrativa de Revueltas? En el entorno social y la vida
cotidiana de sus personajes: los militantes comunistas que viven las
contradicciones de la lucha por crear una sociedad y un hombre nuevos y la
inercia y permanencia de la sociedad burguesa que se pretende transformar. Se
podría decir, incluso, que los militantes comunistas “encarnan” tal
contradicción. Los militantes comunistas, tomados como individuos en su vida
cotidiana, son precisamente estas “realidades síntesis”.
Si como afirmaba Revueltas los escenarios, los tintes, la
atmósfera en la que sitúa a sus personajes el novelista constituye “su propia
estética”, y ésta es lo que manifiesta su “actitud ante la vida y el mundo”,
¿por qué Revueltas elige esos personajes y esos escenarios? ¿Cuál es su
intención “política”? De acuerdo a su concepción sobre la tendencia
conflictiva del contenido estético de la realidad, su objetivo sería,
según nuestra perspectiva, mostrar una naturaleza humana contradictoria: desde
lo más vil, abyecto, grotesco, hasta lo más sublime, santo, puro. ¿Por qué la
vileza? Porque muestra que “en el corazón de cada hombre dormita un cerdo”
(Bataille, 1997: 287), a contracorriente de la visión puritana,
ascético-cristiana, del militante modelo: coherente consigo mismo, sin
contradicciones internas, puro, abnegado, etcétera. Concebir al militante
comunista como “realidad sintética”, significa reconocer que en nosotros
confluyen las contradicciones del ayer y del mañana, el antagonismo entre la
sociedad burguesa y el pasado del hombre y la construcción del “hombre nuevo”
socialista. Nosotros no somos ya el hombre nuevo, como hubiera querido el Che
Guevara, sólo encarnamos el agonismo, la lucha terrible y maravillosa por
su construcción.
En esta actitud estético-política, Revueltas coincide en
cierto modo con la reflexión poética de un viejo conocido suyo, el poeta
Roberto Fernández Retamar, el mismo que lo invitara a Cuba en 1968 a fungir
como jurado del concurso de narrativa de Casa de las Américas. “Usted tenía
razón, Tallet, somos hombres de transición”, escribe Fernández Retamar
haciendo referencia a los versos del poema “Proclama” de otro poeta
cubano, José Zacarías Tallet. Si somos hombres de transición o “de la estirpe
de los hombres puente”, como dice Tallet, eso significa que en nosotros
“conviven”, desgarrándose, los valores y las ideas del “viejo mundo” con las
ideas y los valores del “mundo nuevo”, que también sobre nosotros tendrán que
transitar los hombres mejores que vendrán. Nuestra batalla interna es síntoma
de las posibilidades e imposibilidades de futuro.
Los nodos
problemáticos
a) La crítica al realismo socialista
La crítica al realismo socialista como ideología estética
atraviesa la obra madura de Revueltas, desde Los días terrenales hasta Los
errores y sus últimos escritos sobre estética. Sin embargo, su formulación
teórico-crítica encuentra en algunos ensayos de 1965 -1967 su mejor expresión.
A partir de la lectura atenta de los Manuscritos económico-filosóficos de
1844 de Marx, de algunos fragmentos de La sagrada familia de
Marx y Engels y del primer volumen de la Estética de Georg Lukács, el
escritor desarrolla elementos teóricos fundamentales para una crítica del
dogmatismo imperante en el “materialismo dialéctico” como ideología oficial del
los partidos comunistas del mundo.
En “Problemas del
conocimiento estético”, publicado en 1967, Revueltas reafirma su tesis de
la existencia objetiva del contenido estético de la realidad, existencia real
que el dogmatismo niega al considerar que el arte no es sino “parte de la
superestructura ideológica de una sociedad dada” y lo estético sólo un
“sentimiento subjetivo que interpreta la realidad”. Según ésta perspectiva, “la
obra artística deberá orientarse en todo caso hacia una interpretación progresista
de la realidad, pues la realidad misma en sí, la naturaleza y la historia,
demuestran que el movimiento de la dialéctica es una sucesión de fases cuyo
desarrollo, a través de la lucha de los contrarios y su transitoria
interpenetración […] se produce, siempre e inevitablemente, como un paso de lo
viejo a lo nuevo y de las formas inferiores a las superiores”. Para Revueltas
esta versión del materialismo histórico y dialéctico se sustenta sobre dos
deformaciones: 1) “reduce las relaciones entre la base social y la
superestructura ideológica al escueto logicismo de una derivación causal”; y 2)
“transforma la dialéctica objetiva en una burda teleología, donde las leyes del
desarrollo se desenvuelven por su propio impulso […] hacia una finalidad
preestablecida”. Para la concepción crítica de Revueltas, estas
simplificaciones causaron un gran daño político y paralizaron totalmente “el
desarrollo creador del materialismo dialéctico”, además de que sobre ellas “se
erigió el edificio de la teoría reaccionaria que se conoce como realismo
socialista” (Revueltas, 1978: 154-155).
En este ensayo, Revueltas ya ha abandonado totalmente
aquella interpretación “materialista” de que el arte para ser “racional” y
“necesario” debe manifestarse, siempre, en todo caso, como “paso de lo
viejo a lo nuevo”, de lo “inferior a lo superior”, dentro de una sucesión
ininterrumpida de fases progresivas hacia un fin preestablecido: el inexorable
advenimiento del socialismo. Es desde esta interpretación dogmática,
“reaccionaria”, desde la que esgrimieron sus antiguos compañeros de lucha la
“crítica” a su novela Los días terrenales. Después de quince años, con la
publicación de Los errores en 1964, Revueltas estaba de vuelta,
completamente convencido de la justeza de su posición estético-crítica, ahora
era capaz de reconocer la “dolorosa injustica” (Revueltas, 1978: 126) que había
cometido contra su obra y contra sí mismo.
El realismo dialéctico de Revueltas no tenía nada que ver
con el realismo socialista, como el mismo lo expresaba al afirmar que para
pertenecer a éste último, “mis obras deberían terminar con un canto de
esperanza en el hombre futuro; con grandes luces de aurora roja en el telón de
fondo y una orquesta que interpretase ‘La Internacional’” (Revueltas, 1978:
25-26). Tal simplificación grotesca, según Revueltas, implicaba un
“rebajamiento ideológico” de la obra de arte a simple “tarea táctica”
(Revueltas, 1978: 79), es decir, a propaganda.
b) El arte como anticipación de la desenajenación del ser humano
Es en ese mismo ensayo de 1967, donde Revueltas llama la
atención sobre una categoría fundamental para una estética materialista: la
libertad. La libertad como valor ético y como categoría del conocimiento que se
relaciona de manera imprescindible, con tres ámbitos de la vida social, que
Revueltas rescata de la concepción estética de Lukács: la vida cotidiana, inmediata,
del ser humano, la ciencia y el arte. Y siguiendo algunos fragmentos de 1844 de
Marx, Revueltas destaca esta inmediatez del hombre para su propia concepción
estética. Dice Marx: “El hombre en tanto que ser sensible y objetivo es, pues,
un ser sufriente y, porque siente su sufrimiento, un ser apasionado […] Pero el
hombre no es solamente un ser natural, sino además un ser natural humano, es decir
[…] un ser genérico, ya ese título debe manifestarse y afirmarse en su ser
tanto como en su saber” (Marx citado por Revueltas, 1978: 158). De este y otros
fragmentos de Marx, Revueltas despliega su argumentación para fundamentar
porqué la estética materialista debe detenerse ante la inmediatez sufriente del
hombre, independientemente del tipo de sociedad en la que viva. Para Revueltas
la contradicción inicial entre la “materialidad inmediata del hombre y su
pasión sufriente” puede y debe desarrollarse “en la filosofía, en el arte y en
la desenajenación de la historia”.
Al enfocar teóricamente esta contradicción entre el ser
humano inmediato como ser genérico en relación con los otros seres
humanos, salta a la vista, según Revueltas, el “enorme significado que tiene la cotidianeidad para
el reflejo estético”. Es en la cotidianeidad donde el hombre concreto otorga
sentido a cada uno de sus actos y adquiere conciencia, aunque parcial, de los
conflictos particulares a los que se enfrenta en la sociedad enajenada.
Permítasenos nuevamente citarlo ampliamente:
La estética toma, pues, de lo cotidiano los valores singulares, individuales, del hombre, en oposición a las esencias del mismo y aún más, sirviéndose de sus propios instrumentos: la pasión y el sufrimiento cotidianos. De este modo resuelve, en la obra de arte, la antinomia objetiva que se produce entre el pensamiento abstracto más elevado y las intuiciones y representaciones simples de la inmediatez, la antinomia entre individuo y sociedad (cualquier sociedad, incluso la socialista) y, en consecuencia, representa la primera desenajenación real humana del hombre: la libertad absoluta de disfrutar una obra de arte individualiza al ser social; y como al mismo tiempo este goce-sufrimiento-pasión representa la absoluta libertad creadora del artista, tal interrelación hace de la libertad el goce inmediatamente sensible y objetivo del hombre, como objeto de sí mismo, en su ahora yaquí subvertidos respecto a una realidad inmediata inhumana o no humana. Es decir representa la desenajenación del hombre de su inmediatez material y le restituye su verdadera y objetiva espiritualidad de espíritu genérico. La crítica de la estética […] se convierte en crítica de la enajenación y de la ética (Revueltas, 1978: 157-162)
Así pues, la obra de arte, en su relación completa de
creación y disfrute, representa la primera forma real de la desenajenación
humana, o en otras palabras que son del propio Revueltas: la anticipación de la
desenajenación humana. De ahí la relación indisoluble entre arte y libertad, pues
ambas son una “determinación humana” no reducible a sus condicionamientos
inmediatos: las clases sociales, la política, la propiedad, etcétera. Dice
Revueltas en el “Esquema teórico para un ensayo sobre las cuestiones del arte y
la libertad”, de agosto de 1966: “…en tanto actividad del pensamiento
histórico-crítico, el arte trasciende tal reflejo y se emancipa de sus
condicionantes inmediatos: sociedad, lucha de clases, política, etcétera. El
arte pues, como tal arte, sólo puede aparecer y perdurar a través de una
determinación humana superior a la de las realidades inmediatas de la
realidad social y política en la que se desenvuelve. Tal determinación
humana no es otra que la libertad”. Al ser el hombre concreto el
objeto tanto del arte como de la libertad, éstas no pueden realizarse sino como inconformidad,
como “crítica de su objeto […] sea cual fuere el contexto histórico y social en
que tal hombre esté situado. El arte deviene así en negación dialéctica de toda
historia y toda sociedad enajenadas” (Revueltas, 1978: 186), inclusive de la
sociedad e historia socialistas.
Lo humano del hombre está enajenado en la sociedad de clases
y la lucha por el socialismo es ya el comienzo de la superación de esa
enajenación humana. Así lo entiende Revueltas cuando afirma que “el arte
de nuestros días puede y podrá reflejar lo humano de una manera incomparable,
porque estamos en el umbral de la verdadera desenajenación humana” (Revueltas,
1978: 172). Sin embargo, y a pesar de esa confia nza o aparente “optimismo” de
Revueltas, “lo humano” en la lucha por la construcción del socialismo no se
condensa en las características del “héroe positivo” del realismo socialista:
puro, abnegado, ejemplar, intachable, ascético, coherente consigo mismo en todo
momento, etcétera. Lo humano sigue siendo esa “condición humana” en que el bien
y el mal no son absolutamente distinguibles y separables, en que la mezcolanza
de sentimientos del individuo, incluido el militante comunista, lo arrebata de
toda necesidad racional y teleológica en su acción y vida cotidiana; lo humano,
aun en la lucha por el socialismo, sigue siendo luz y sombra infinitamente
entrelazada en el corazón del hombre.
Esa es una interpretación posible, actual, de la “angustia
de partido” de que hablaba Revueltas. Nosotros no podemos callarnos, traicionar
la palabra, ni deformar la crítica y la autocrítica hasta convertirla en
criminal burocratismo, como en los tiempos sombríos que a los comunistas del
siglo XX les tocó vivir. Las contradicciones suscitadas en la lucha por el
socialismo y durante el tránsito al comunismo, adquieren características
distintas a las contradicciones vividas en la enajenación capitalista. La
contradicción entre libertad individual y necesidad social o colectiva no se
resuelve de manera inmediata y automática con lo toma del poder por la clase
trabajadora y/o el partido de vanguardia. La creación artística, como expresión
y búsqueda de la libertad y plenitud humanas, manifiesta de manera especial
esta contradicción. Tenemos que reconocer, sin dogmatismos, que tales
contradicciones que no se resuelven con “el socialismo” o el “Estado obrero”,
sino que incluso pueden agudizarse. Los casos de persecución, asesinato y
censura contra numerosos artistas de diversos países “socialistas” así lo
demuestran, y ante los cuales Revueltas asumió una actitud valiente y consecuente,
al denunciarlos lúcidamente y manifestar su solidaridad como escritor y
comunista.[8] Como no se cansó de insistir el propio Revueltas: el
socialismo no es sólo socialización y desarrollo de las fuerzas productivas; es
fundamentalmente “desenajenación humana”: libertad.
De ahí la reivindicación por parte de Revueltas de la
“libertad irrestricta del conocimiento estético”, en una actitud parecida a la
asumida entonces por marxistas “occidentales” como Adorno y Marcuse que
consideraban al arte como un reducto de la libertad humana en la sociedad
contemporánea. Al respecto afirmaba el escritor mexicano:
El arte y la literatura deben ser libres dentro de las relaciones concretas de la sociedad, precisamente para poder negar estas relaciones sin tener que pedir el visto bueno de las autoridades. Si yo leo a Poe en libertad, debe dársele esa misma libertad a Poe para que siga escribiendo desde el fondo de todas las tabernas capitalistas o socialistas del mundo, e impedirle que muera tirado en alguna sórdida callejuela de Pekín o de Baltimore, de Moscú o Tirana. Si este o aquel estudiante u obrero, de uno u otro de los países socialistas, tiene libertad para leer a Mayakovski, ya no debe existir razón ni causa alguna para que vuelva a suicidarse Mayakovski (Revueltas, 1978: 132).
c) Arte y política revolucionarios como “humanización de la naturaleza”
Llevando al terreno de la reflexión estética las intuiciones
marxianas sobre las ciencias naturales y las ciencias humanas como una sola
ciencia, Revueltas comentaba:
Algún día, como lo asienta Marx, ‘las ciencias naturales englobarán […] a la ciencia del hombre, así como la ciencia del hombre, englobará a las ciencias naturales: no habrá más que una ciencia’. En un desarrollo de este pensamiento de Marx podría añadirse: no habrá más que una política y un arte. ¿Quiere decir entonces que el arte debe renunciar a toda política? Sería incurrir en una actitud mecanicista, antidialéctica, el afirmarlo. De lo que se trata es de rescatar al arte […] de toda aquella política que no conduzca hacia el rescate mismo del hombre […] el arte como naturaleza humanizada en la expresión más alta de los sentimientos; el arte real será necesariamente revolucionario y avanzado, así carezca de contenido político, o aun de cualquier clase de contenido político (Revueltas, 1978: 199).
Esta formulación de Revueltas, nos coloca ante el problema
de cómo considerar un arte verdaderamente revolucionario, habiendo desechado ya
las pretensiones “optimistas”, “positivas”, “aleccionadoras”, “políticamente
correctas”, del realismo socialista. El arte verdadero, según lo expuesto hasta
aquí de la concepción estética revueltiana, supone un contenido “humano”
específico, más allá de las divisiones e “ideologías” de clase. La
interpretación de Revueltas sobre el amor como esencia humana en la tragedia de
Shakespeare así lo demuestra. El amor entre Romeo y Julieta sería ese contenido
humano específico que iría más allá de sus determinaciones de clase. Sin
embargo, ¿esta concepción de “lo humano” no entraría en contradicción con
aquella formulación de la “condición humana” como contradicción y complejidad de
los sentimientos? ¿Qué es, entonces, la naturaleza humana y cómo se expresa en
el arte?
Marx desarrolla la idea de que la historia natural del
hombre es la historia del volverse humano el hombre, de la humanización de su
naturaleza, humanización que implica la contradicción y la lucha a lo largo de
esa historia natural. Simplificando un poco, la naturaleza humana sería esa
contradicción y complejidad irreductibles de los sentimientos y pasiones del
hombre en la vida social, esas luces y sombras que lo guían y lo atormentan en
su práctica vital; la humanización de esa naturaleza sensible encontraría,
entonces, en el arte verdadero su expresión “más alta” y plena. Hay que
rescatar al arte de toda política que no conduzca al rescate del hombre, dice
Revueltas. ¿Por qué el realismo socialista, como política estética o arte
político, no rescataba al hombre? Porque lo pensaba ya acabado en el ideal del
proletario comunista, lo reducía a pura positividad, ocultaba la complejidad de
su naturaleza contradictoria, se autocomplacía al mostrarlo puro y abnegado,
como un santo.
El comunismo, como inicio de la historia plenamente humana,
de la historia de los hombres consciente y libremente asociados, no puede ser
reducido a esa condición de santidad laica tan dependiente todavía del ideal
cristiano de vida, y del cual el propio Revueltas se sirve reiteradamente para
su creación filosófico-literaria. El “reino de la libertad” sólo puede ser
anticipado como “desarrollo libre de las individualidades, y por ende […]
reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde
entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al
tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos” (Marx, 1983:
229). El arte como humanización, como “crítica y autocrítica del hombre”
(Revueltas, 1978: 199), es praxis revolucionaria; de ahí que el contenido
político explícito de la obra de arte resulte vano e innecesario. Aún así, la
unidad real de arte y política ocurrirá sólo cuando las fuerzas del hombre no
estén disgregadas en fuerzas individuales y fuerzas sociales,[9] cuando sean plenitud humana en el comunismo.
En esa lucha por superar la enajenación de las fuerzas
sociales del hombre se debatió José Revueltas hasta el final de sus días. Sus
esfuerzos por superar el dogmatismo y crear el partido de la clase trabajadora
en México, así como su obra literaria y sus reflexiones teóricas sobre estética
formaron parte del mismo proyecto de vida, de una vida que, como escribió en su
diario, “ya no tiene, en absoluto, el menor interés de pertenecerse a sí misma
por cuanto a su papel (o digamos, ‘importancia’) político personal” (Revueltas,
1987b: 106). Así es, la vida y la obra de Revueltas ya no se pertenece a sí
misma, es parte ahora de la gran herencia humana y comunista que nos toca
cuidar y recrear.
Notas
[1] El autor es Licenciado en Ciencias Políticas y
Administración por la UNAM. Ha publicado diversos artículos de investigación
relativos a la salud de los trabajadores y las transformaciones del capitalismo
contemporáneo, entre los que destacan: El trabajador universitario: entre el
malestar y la lucha. Educação & Sociedade, Campinas, Brasil,
vol.30, n.107, mayo-agosto de 2009, pp. 373-387; La sociedad del riesgo y las
inequidades en la salud de los trabajadores. Rev. Salud pública,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, junio de 2012, 14 sup (1): 43-55; Uso
de computadoras personales, condiciones de trabajo y salud de Trabajadoras(es)
de un diario informativo. Revista Salud de los trabajadores, Maracay,
Venezuela, julio-diciembre de 2012, Vol. 20(2), 215-222. Actualmente
cursa la Maestría en Historia de México, en el Instituto de Investigaciones
Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
[2] Las obras estupendas de Edith Negrín, Entre la
paradoja y la dialéctica. Una lectura de la narrativa de José Revueltas,
México, UNAM-COLMEX, 1995 y de Evodio Esclante, José Revueltas. Una
literatura del “lado moridor”, México, Era, 1979, son fundamentales y
paradigmáticas en ese tipo de crítica literaria.
[3] Palabras de Pablo Neruda, citadas en Revueltas, José, Cuestionamientos
e intenciones, México, Era, 1978, pp. 330-331.
[4] Enrique Ramírez y Ramírez, citado en Revueltas, José, Cuestionamientos
e intenciones, México, Era, 1978, pp. 334-338.
[5] En su biografía sobre Revueltas, Álvaro Ruiz Abreu
confunde el sentido de esta carta al afirmar que es una “respuesta comprometida
de un escritor que defiende el realismo socialista contra la tesis del arte
libre sostenida por Sartre y otros […] ¿Y el escritor? Debía ser fiel al
Partido y por tanto pintar al ‘héroe positivo’ en cualquier circunstancia”. La
confusión proviene de asumir acríticamente que en esta “Carta” Revueltas
mantiene la misma postura que en el folleto “El realismo en el arte”, escrito
en México unos meses antes, de no notar que Revueltas se siente comprendido y
más libre entre los camaradas de Europa que entre los mexicanos y de no
reconocer que Revueltas ya ha reconocido las posibilidades de crítica abiertas
con el XX Congreso del PCUS. Cfr. Ruiz Abreu, José Revueltas: los muros de
la utopía, México, Cal y Arena, 1992, pp. 287-291.
[6] Martínez Verdugo fue el último secretario general del PCM
hasta el momento de su desaparición en 1981. Cfr. Martínez Verdugo,
Arnoldo (ed.), Historia del comunismo en México, México, Grijalbo, 1985.
[7] Para los motivos de su expulsión de la LLE, es útil
consultar Revueltas, José, “Documentos sobre la expulsión de la LLE” en Textos
políticos III, México, Era, 1984c, pp. 57-68.
[8] Algunos de los casos de artistas censurados y perseguidos
por los regímenes del socialismo realmente existente ante los cuales Revueltas
levantó la voz fueron: los escritores soviéticos Sinyavsky y Daniel en 1966 y
el poeta cubano Heberto Padilla en 1969 y 1971.
[9] “[…] sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus
‘forces propes’ como fuerzas sociales y cuando, por tanto, no
desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo
entonces se lleva a cabo la emancipación humana”: Marx, Karl, “Sobre la cuestión
judía” en Marx y Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos
de la primera época, México, Grijalbo, 1967, p. 38.
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