Karl Marx ✆ A.d. |
Paula Bach |
Reiteradas veces se hizo referencia en esta columna a la tesis del
estancamiento secular. En esta oportunidad nos dirigimos directamente a la
fuente. El ex secretario del Tesoro Norteamericano, Larry Summers, es quien la
enunció recientemente, exponiendo luego sus argumentos en Secular Stagnation: Fact, Causes and Cures. Summers actualiza la
hipótesis del extinto economista norteamericano Alvin Hansen, quién expuso por
primera vez la tesis en los años ’30. Sostiene Summers que durante los aproximadamente últimos
veinte años, la idea de la “Gran moderación” capturaba una situación económica
de apariencia normal. Sólo se ponía de manifiesto un nivel de crecimiento
netamente inferior a los índices alcanzados durante los años inmediatos a la
Segunda Posguerra. Pero la crisis de 2008 y la Gran Recesión barrieron con la
suposición de que las depresiones conservaban un mero interés arqueológico. Aunque
pasaron más de cinco años desde que la economía norteamericana alcanzó su punto
más bajo en 2009, su crecimiento sólo promedió desde entonces un 2%. Del mismo
modo y mientras los temores de la disolución de la Eurozona se disiparon, el
crecimiento durante los últimos años fue gélido y no se prevé nada mejor para
el período próximo. Summers señala que estos patrones son sorprendentes porque
se supone que tras superar una recesión, el crecimiento se acelere. Sin embargo
y por el contrario, tanto EEUU como Europa la producción efectiva actual es
mucho más baja que su potencial estimado en 2008. Para el caso de la Eurozona
esta distancia equivale a un 15%.
Este déficit de producción europeo es casi idéntico al
experimentado por Japón al momento de estallar la burbuja en los años ‘90.
Summers recapitula entonces y concluye que las dificultades que surgieron
durante los últimos años son en realidad de larga data, aunque fueron
enmascaradas por un desarrollo financiero insostenible. El crecimiento del
período 2003/7 no fue espectacular pero fue “adecuado” y coincidió con el
momento de la mayor burbuja de construcción de viviendas en un siglo. Previo al
2003 la economía se encontraba en la recesión de 2001 y antes había sido
impulsada por la burbuja de las punto com, durante la década del ’90. Lo
interesante es que sin estas burbujas y siempre según Summers, no hubiera
tenido lugar un crecimiento similar de la producción. Por el contrario el
crecimiento habría resultado “inadecuado” como consecuencia de una insuficiencia
tanto de demanda de inversión como de consumo.
La tesis
Los economistas esperan, por regla general, que luego de una
recesión las tasas de interés caigan, estimulando la demanda de crédito para inversión
y la creación de empleo. El argumento de Summers –cuya tesis hace foco en los
países capitalistas centrales-, consiste fundamentalmente en la constatación de
un fenómeno excepcional. Bajo las condiciones actuales, el nivel de tasa de
interés real que permitiría alcanzar el “pleno empleo” (al que los economistas
cifran en un 5% de desocupación…), exige un nivel de tasas de interés reales
más bajo de lo que los “mercados” o las intervenciones gubernamentales
efectivamente pueden lograr.
La resultante de esta situación es una baja demanda de
inversión y un crecimiento extremadamente pobre, a pesar de la permanencia
durante años de tasas de interés cercanas a cero. Hasta aquí Summers coincide
con la tesis de Hansen, aunque sostiene que el asunto se agrava debido a las
tendencias a la reducción de la inflación en Estados Unidos y a la deflación en
Europa, que dificultan aún más la reducción de las tasas de interés reales. De
este modo, la cuestión del estancamiento secular representaría un problema más
importante en el futuro que en el pasado y si se mantiene un empleo alto
durante los próximos años ello será a causa de una tasa de interés menor que la
histórica lo que guardará altos riesgos financieros.
Escasez de respuestas
o…toda demanda crea su propia oferta
Más allá de la verosimilitud de esta tesis, ¿Por qué los
capitalistas no invierten? O planteado el interrogante en los términos de
Summers ¿Por qué los capitalistas pretenderían una tasa de interés tan negativa
en términos reales, lo que en los hechos significa “cobrar” para invertir? Las
respuestas esenciales de Summers incluyen fundamentalmente los siguientes
argumentos. El primero de ellos, que discutimos en Lo
que es bueno para la humanidad no lo es para el capital, consiste en la
disminución del crecimiento poblacional. El segundo se relaciona con un escaso
crecimiento tecnológico que según Robert Gordon, otro adherente a la tesis
del estancamiento secular, se fundamenta en la escasa capacidad de la economía
de absorber y generalizar el conjunto de las innovaciones, y por tanto de
forjar revoluciones tecnológicas como las de antaño.
El tercer aspecto explicativo para Summers, uno de los más
interesantes, se basa en la tendencia a la disminución del precio de los bienes
de capital. Señala que los precios de la tecnología informática continúan declinando
a alta velocidad a la vez que dan cuenta de una parte cada vez mayor de la
inversión de capital. Marx fundamentó este fenómeno como una de las tendencias
que contrarrestan la caída de la tasa de ganancia en el capitalismo.
Si en este punto Summers está en lo cierto, un factor -que
como todo economista sabe- es ventajoso para el capital, en las condiciones
actuales de “estancamiento secular”, estaría contribuyendo a alimentar una
escasa acumulación ampliada o inversión de capital. Por, último, el incremento
de la desigualdad que opera debilitando la demanda, no podía estar ausente
entre los argumentos de Summers. Una antigua ley económica denominada Ley de
Say, que fue demolida argumentalmente por Marx, dice en términos muy sencillos
que en la economía toda oferta crea su propia demanda. En lo que se puede
entender como una ironía bastante sagaz, Summers termina diciendo que la dudosa
Ley de Say tal vez tenga un corolario más legítimo: “la falta de demanda crea
la falta de oferta” o dicho de otro modo, el estancamiento secular generará más
estancamiento.
Todos los caminos
conducen a Roma
Los economistas suelen hallar pocas respuestas a sus propios
interrogantes o quizá se plantean pocos interrogantes. Esta escasez, se explica
en general por su adherencia fanática al modo de producción capitalista al que
consideran un dato más de la existencia natural de todas las cosas. De modo tal
que también las crisis y los “estancamientos seculares” son parte de esa
naturaleza. Extrañamente, no obstante, lo único que queda por fuera de este
orden natural para los economistas y cuando del capitalismo se trata, es
aquello de que todo lo que nace merece perecer…Sin embargo existe un dato de la
“naturaleza” del impulso capitalista de cuya esencia natural han renegado
incluso los más grandes economistas burgueses. Ya Keynes se preguntaba si no
existiría alguna manera de reproducir en los términos de la paz, las
condiciones de las guerras que tan dinámicos índices de crecimiento económico
arrojaban a su fin.
Hace poco Krugman recordaba en su libro Acabemos ya con esta crisis, un chiste banal de su autoría en el
que argumentaba que Estados Unidos necesitaba un amago de invasión alienígena
para provocar un gasto masivo y lograr una recuperación vigorosa…Summers
recuerda que cuando Hansen proclamó el riesgo de estancamiento secular a fines
de la década del ’30, se le vino literalmente la guerra encima. Su predicción
quedaba sofocada por el auge de la economía durante y después de la Segunda
Guerra Mundial. Ciertamente, dice Summers, es posible que algún acontecimiento
exógeno mayor ocurra, elevando el gasto o disminuyendo el ahorro en el camino
de un incremento de las tasas de interés de “pleno empleo” en el mundo industrial
volviendo irrelevantes sus propias apreciaciones.
Recurrentemente recuerda que salvo una guerra, no resulta
obvio de qué tipo de eventos podríamos estar hablando. Caso contrario, indica,
la mayoría de las razones que exigen la caída de la tasa de interés de “pleno
empleo”, es probable que continúen al menos durante la próxima década. Summers,
como mucho antes Keynes y como hace poco Krugman, no se atreve a poner de
manifiesto las verdaderas conclusiones de su razonamiento, proponiendo en
cambio, nuevas soluciones impotentes. Como decíamos en China:
de Giovanni Arrighi al general norteamericano Clark, Marx fue explícito
en este asunto al señalar que las guerras son la fuerza militar partera de la
trasformación de la sociedad capitalista mundial.
En un contexto de crecientes tensiones geopolíticas y de las
guerras realmente existentes, es cierto que la falta de claridad sobre los
posibles contendientes y el actual nivel de globalización del capital, actúan
como factor retardatario en el sentido de la definición de una nueva
conflagración capitalista mundial. Lo que es seguro es que este sistema que
lleva la guerra en su naturaleza –como en el extremo lo reconocen las
tribulaciones de sus fanáticos defensores- terminará debatiéndose entre
conflictos armados y el socavamiento –siempre violento- de sus bases, que
entrañan su propia destrucción.