31/10/14

Indagando en los orígenes aristotélicos del pensamiento de Marx

“El hombre es por naturaleza un animal social” | Aristóteles
“Si el hombre es sociable por naturaleza, sólo en sociedad puede desarrollar su verdadera naturaleza, cuya fuerza debe ser medida, no con la del individuo particular, sino con la de la sociedad” | Karl Marx (1)
Aristóteles ✆ Raffaello 

Sofía Sanz Alonso   |   Veintitrés siglos después de su muerte, el genio de Aristóteles sigue aportando una luz esclarecedora y decisiva para comprensión de las ciencias sociales de ayer y de hoy. Parece indiscutible que el pensamiento de Aristóteles ha sido y sigue siendo uno de los fundamentales ejes rectores de la filosofía en Occidente y en parte de Oriente. Como supo apreciar en su día Dante, Aristóteles es maestro de los que saben y por tanto, también encontramos en Marx la impronta del filósofo ateniense. Por este motivo nos proponemos analizar, someramente algunos de los puntos de conexión que hemos podido observar en ambos pensadores, siguendo la estructura que presentamos a continuación.

1. El hombre como ser social

Para Aristóteles, el hombre es un zoon politikon, un animal social o político, en la medida en que necesita vivir en la polis, en la comunidad social y política para realizar sus propios fines: la vida buena, racional, virtuosa. De este modo, la comuni- dad se convierte en el “marco” necesario para que el hombre alcance sus fines: la ciudad subsiste (…) para el vivir bien. (2)

Pero también es importante resaltar la dimensión individual del hombre en el pensamiento de Aristóteles, puesto que el ideal más elevado, la vida teorética o contemplativa de la verdad, se sitúa en el ámbito del hombre individual. La vida racional se desarrolla, por tanto, a nivel individual, pero sólo es posible encomunidad (si no, uno se convierte en una bestia o en un dios). En definitiva, la felicidad a la que aspira el hombre, sólo se puede alcanzar a través del desarrollo de su naturaleza a la vez individual y social.

Esta doble dimensión también la encontramos en Marx. En primer lugar, la superación de la alienación de la sociedad capitalista implica el desarrollo del individuo social:
En esta transformación (…) [aparece como el pilar fundamental] la apropiación del hombre de su propia fuerza productiva universal, la comprensión y el dominio de la naturaleza por el conjunto de la sociedad;[supone] en resumen, el desarrollo del individuo social [el subrayado es nuestro]. Marx, Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 592 y sigs (3).
En segundo lugar (y unido a lo anterior), sólo en sociedad, el hombre puede, una vez destruidos todos los antagonismos, reencontrarse consigo mismo, autorrealizarse: sólo en sociedad puede [el hombre] desarrollar su verdadera naturaleza y por tanto, alcanzar sus fines. No obstante, ese retorno a su ser, ese retorno al hombre rico, dotado de todos sus sentidos (4) tiene también un carácter individual: es una libre expansión del individuo (5), pero de un individuo social:
A consecuencia de la transformación de la actividad individual en actividad inmediatamente general o social, los elementos materiales de la producción se despojan de esa forma de alienación. Estos elementos son puestos entonces como propiedad, como cuerpo social orgánico en el que los individuos se reproducen, por cierto, como seres aislados, pero también, al mismo tiempo, como seres sociales", Marx, Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 438 y sigs (6).
El individuo es ser social. La manifestación de su vida (…) es, por consiguiente, manifestación y afirmación de la vida social. Marx, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 538 y sigs (7).

2. Valor de uso y valor de cambio

Cada objeto de propiedad tiene un doble uso. Ambos son usos del mismo objeto, pero no de la misma manera; uno es propio del objeto y el otro no.

Por ejemplo, el uso de un zapato:
como calzado y como objeto de cambio. Aristóteles, Política, 1988, pág. 68
Aristóteles inaugura la distinción conceptual de valor de uso y valor de cambio, una distinción fundamental para todo sistema teórico de economía política hasta la época moderna. Así, aunque con importantes cambios en el contenido de su significado, esta división teórica, está presente tanto en los economistas clásicos como en Marx. De hecho, El Capital comienza explicando estos conceptos.

Para Marx, lo que constituye el valor de uso de un bien es la materialidad de la mercancía misma (8); y éste carácter de la mercancía no depende de que (…) cueste al hombre mucho o poco trabajo (9)elaborarla. El valor de uso es, por tanto, una magnitud cualitativa, que constituye el contenido material de la mercancía, cualquiera que sea la forma social de ésta.

Por el contrario, el valor de cambio aparece como una relación cuantitativa, [es] la proporción en que se cambian valores de uso por valores de uso de otra (10). Para ello, hay que reducirlos necesariamente a un algo común [el subrayado es nuestro] respecto al cual representan un más o un menos, un algo común que no puede consistir en una propiedad geométrica, física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de las mercancías (11). Y es precisamente aquí, en la determinación de ese algo común donde se presentan las diferencias entre Marx y Aristóteles.

Para Aristóteles ese patrón común de medida del valor está vinculado a una cualidad subjetiva, vinculado a la satisfacción de necesidades:
Es por tanto, necesario que todos los bienes sean medidos por medio de un único patrón, como habíamos dicho más arriba. Y este patrón no es otro, en realidad, que la necesidad [el subrayado es nuestro], que es el vínculo universal (porque si los hombres no tuvieran necesidad de nada, o si sus necesidades no fueran parecidas, no habría ningún intercambio, o los intercambios serían diferentes). Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1983; pág. 117
Por el contrario, para Marx, ese patrón común es representado por una magnitud objetiva: el trabajo abstracto empleado para la producción de mercancías: si prescindimos del valor de uso de las mercancías, éstas sólo conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo (12); es decir, todas se pueden reducir al mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto. Por tanto, lo que determina la magnitud de valor (de cambio) de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente necesario (…) para su producción (13).

Aunque el valor de cambio revista la forma de dinero, la forma dinero es, únicamente, el reflejo en una sola mercancía de las relaciones de valor entre todas las mercancías (14), que son en trabajo abstracto. El dinero sólo es su forma específica de valor.

Además, el trabajo abstracto aparece en el modo de producción capitalista como una mercancía, una mercancía que posee la cualidad de ser fuente de valor y precisamente, más valor del que ésta misma posee; es decir, puede crear plusvalía (15). Para el capitalista, éste es el el valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo, su capacidad para crear plusvalía, que utilizará como capital para que le rinda una nueva plusvalía (16):
El trabajo materializado se conserva e incrementa mediante la absorción de trabajo vivo, convirtiéndose en un valor que engendra valor (17): se convierte en capital y funciona como tal. Marx, Resultados, 1865; PL, EC, II, pág. 417 y sigs (18).
Por último, debemos resaltar que la magnitud de valor cambia (…) al cambiar la capacidad productiva del trabajo (19) y ésta depende de una serie de factores como la destreza del obrero, de los medios de producción, del nivel de progreso de la ciencia, la organización social del proceso de producción…

Un aumento de la productividad del trabajo modifica la cantidad de trabajo abstracto necesario para la producción de los mismos valores de uso que antes. Si disminuye el tiempo de trabajo necesario al introducir, por ejemplo, nueva tecnología, y la jornada de trabajo sigue siendo la misma, aumenta la plusvalía o el tiempo de trabajo gratuito para el capitalista. Siempre se requiere cierta cantidad de trabajo excedente para hacer frente a posibles contingencias y progresiva expansión del proceso de reproducción (llamado acumulación desde el punto de vista capitalista). (20)

Así pues, el capital procura constantemente suprimir el tiempo de trabajo necesario (por lo tanto, reducir al trabajador a un mínimo, es decir, a convertir su trabajo en una pura fuerza de trabajo viva) (21).

3. Economía frente a crematística. Capitalismo frente a comunismo

Aristóteles distingue dos modos de adquisición: la economía o administración de la casa y la crematística. La economía tiene por fin último la vida buena, racional, en definitiva, la felicidad humana, mientras que la crematística persigue únicamente la acumulación de una riqueza ilimitada (entendida como abundancia de dinero), persigue por tanto, el máximo lucro.

Aquí volvemos a encontrar un punto de conexión ente Marx y Aristóteles, en la medida en que Marx habla de modos de producción que forman parte de la prehistoria humana (22), cuya última forma antagónica es el capitalismo; y de una nueva formación social, la sociedad comunista, que supone la superación de todas las contradicciones inherentes a los modos de producción anteriores, permitiendo al hombre experimentar su propia humanidad (23) y desarrollar incondicionalmente todas sus potencialidades (24).

Por tanto, encontramos, tanto en Marx como en Aristotéles sendos modos de producción que permiten alcanzar los fines que cada autor considera inherentes a la naturaleza humana, y otros dos modos de producción (o de artes de adquisición, en términos aristotélicos), que suponen la negación de los anteriores fines. Veamos, a continuación con más detalle cada uno de ellos.
3.1 Crematística y modo de producción capitalista
“Ella parece tener por objeto el dinero”,  Aristóteles, Política, 1988; pág. 71
“La producción de plusvalía, el lucro: tal es la ley absoluta de este modo de producción”, Marx, El Capital, Volumen I
Aristóteles habla de tres formas de crematística: el comercio de compra y venta, que tiene por objeto el máximo lucro (25); la usura al que considera el más antinatural de todos los negocios, puesto que en ella, la ganancia procede del mismo dinero (y no de aquello para lo que éste se inventó) (26); y el trabajo asalariado. Comercio, bancos y trabajo asalariado: los tres pilares del capitalismo.

Éste último factor mencionado por Aristóteles, el trabajo asalariado, ocupará un lugar central en el pensamiento de Marx: el capital, pues, presupone el trabajo asalariado; el trabajo asalariado presupone el capital. Se presuponen mutuamente; cada uno de ellos origina al otro (27).

Consideremos ahora la cuestión de la riqueza en la crematística y en el capitalismo. La crematística persigue una riqueza sin límites, entendiendo riqueza como abundancia de dinero (28), por ello, según Aristóteles, no se da en esta clase de crematística un límite en su fin (29), ya que su fin, el máximo lucro, es por definición ilimitado. No es difícil encontrar aquí los puntos de conexión entre la crematística y las dinámicas de acumulación de capital:

El capital tiene como finalidad inmediata no el valor de uso, sino el valor en sí, que no puede realizar sin la apropiación directa del tiempo de plustrabajo,que constituye su riqueza [el subrayado es nuestro]. Marx, Elementos fundamentales, 1857-1858; pág. 592 y sigs (30).

Por ello, el capital tiende constantemente a crear más plustrabajo. Su fin, el del capitalismo es la acumulación misma de capital, una magnitud móvil que se amplía con la producción misma. Pero precisamente, esta tendencia hacia la universalidad a la que el capital tiende sin cesar (31) para expandirse al máximo, encierra en sí misma los límites, que en determinada etapa de su desarrollo histórico lo impulsarán a su autodestrucción.

Por otra parte, esta riqueza ilimitada de dinero que persigue la crematística es, según Aristóteles, justamente censurada, pues no es conforme a la naturaleza, sino a expensas de otros, el individuo trabajador se aliena a sí mismo (…) para servir al enriquecimiento de otro a costa de su propia miseria (33).

Esto, que para Aristóteles es antinatural, en Marx se traduce en alienación. Explicaremos, a continuación, brevemente el signficado de alienación.

El trabajo es alienador en primer lugar, porque es un trabajo que se realiza para otra persona, no pertenece al propio trabajador, sino que pertenece a otro. El obrero pone su vida en el trabajo, pero el trabajo no es para él, adquiere una existencia propia, es independiente de él, es ajeno a su persona (34). En el proceso de acumulación (autovalorización) del capital, el trabajador crea valor, pero un valor que le es extraño, es ajeno a él, no es para él y por ello supone un proceso de empobrecimiento del obrero:su vida es el sacrificio de su vida (…) en su producción, produce su aniquilación (35).

En segundo lugar, es alienador porque el obrero no se realiza con su trabajo, el trabajo es exterior al obrero, no constituye una parte de su naturaleza; el trabajo en sí mismo no es la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer otras necesidades. En lugar de ser la esencia del hombre, es puro medio para su subsistencia. De este modo, la producción de la vida material (el trabajo) y la actividad personal, divergen tanto la una de la otra, que parece que la vida del trabajador es todo aquello que hace fuera de su trabajo. Por ello Marx considera que el trabajo es una actividad negativa de la actividad personal. Actividad laboral y autorrealización no sólo no coinciden, sino que divergen de tal forma que cuanto más intensamente trabaja, más pobre es su vida interior y menos se pertenece a sí mismo; el obrero sólo se encuentra a sí mismo fuera de su trabajo (36), y en consecuencia, se niega a sí mismo cuando está en él.

Podríamos decir, por tanto, que el trabajo es alienador en la medida en que el hombre no alcanza sus fines en cuanto a hombre, no vive de acuerdo con lo que Marx considera su naturaleza humana: la economía capitalista considera una forma alienada de relación social como la forma verdadera y original, la forma que corresponde a la naturaleza humana- (37)

Por lo tanto, en el modo de producción capitalista se niega, se equivoca, se invierte la auténtica naturaleza del hombre, puesto que ésta aparece de forma alienada; es más, se presenta, falsamente, como la verdadera naturaleza humana.

Por último, Marx y Aristóteles coinciden en el papel que le atribuyen al dinero. Ya hemos visto como la acumulación ilimitada de riqueza, entendida como dinero, es para Aristóteles el fin de la crematística; es decir, el dinero y su incremento, se convierten en este arte de adquisición, en un fin en sí mismo y no un medio para el intercambio. Lo mismo sucede en el capitalismo, en el que, el dinero, convertido en capital, se convierte también en fin en sí mismo: con capital se compra la mercancía fuerza de trabajo, de la que se extrae plusvalor, que a su vez, se vuelve a transformar en capital, pero un capital incrementado con respecto al inicial (K-M-K+): el capital es trabajo muerto que, como vampiro, sólo se nutre chupando trabajo vivo y cuya vida es más pletórica cuanto más chupa (38). El capital, por tanto, se conserva e incrementa absorbiendo trabajo vivo.

En el modo de producción capitalista, se produce únicamente para obtener plusvalía, para expandir el capital inicial. el capital tiene como finalidad inmediata no el valor de uso, sino el valor en sí [...], que constituye su riqueza.

Además, el dinero , este esclavo amarillo, prostituta de la humanidad como lo califica Shakespeare (39), cumple una función alienadora en el capitalismo: la perversión y confusión de todas las cualidades humanas y naturales, la conciliación de incompatibles, ésta es la fuerza divina del dinero, es la de una esencia como esencia del hombre enajenada…el dinero es la riqueza de la humanidad en forma extrañada (40).
3.2. Economía y comunismo 
“Cosas distintas son la crematística y la riqueza según la naturaleza”, Aristóteles, Política, 1988, pág. 71
“El comunismo como superación positiva de la propiedad privada, y por tanto, de la autoalienación humana, significa la apropiación real de la naturaleza humano por y para el hombre (…) Es el retorno completo del hombre a sí mismo en tanto ser social, vale decir, como ser humano”, Marx, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 533 y sigs (41).
Tanto la economía aristotélica como el comunismo comparten el hecho de ser los modos de producción que para cada autor permiten al hombre alcanzar sus fines.

Por una parte, la crematística, arte de adquisición natural para los que administran la casa y la ciudad, tiene por fin último la vida racional, fin de los hombres. Para ello, subsiste con objeto de completar la autosuficiencia natural de los hombres:

Debe facilitar o bien procurar que exista el almacenamiento de aquellas cosas necesarias para la vida y útiles para la comunidad de una ciudad o de una casa,[puesto que] la verdadera riqueza proviene de éstos.Aristóteles, Política, 1988, pág. 67

Pero es ésta, una riqueza limitada, ya que está relacionada con lo necesario para la vida buena y virtuosa, con la autosuficiencia del hombre. Por ello, aunque pueda compartir medios como el comercio o el dinero con la crematística, no comperte fines. Es decir, mientras en la crematística el comercio sirve como un medio para acumular la máxima cantidad de dinero, en la economía el intercambio sólo se utiliza para completar autosuficiencia humana y el dinero únicamente cumple una función de mediación para el intercambio, pero no es el objeto del mismo (que es la autosuficiencia y en última instancia, la vida racional). Por tanto, aunque ambas, economía y crematística utilicen el mismo medio, se distinguen por los fines que persiguen: vida buena, una y máximo lucro, la segunda.

En definitiva, de los dos artes de adquisición que distingue Aristóteles, uno es por naturaleza y otro es antinatural; uno permite al hombre realizar sus fines y el otro no.

Este mismo esquema lo vemos, en esencia, repetido en Marx cuando habla de modos de producción alienadores, negadores de la naturaleza humana y de una nueva formación social, una nueva sociedad en la que el hombre se despoja de toda alienación y se reencuentra con su verdadera naturaleza en el reino de la libertad (42), donde la producción será calculada con miras a la riqueza de todos (43) y el tiempo de trabajo necesario se adecuará (…) a las necesidades del individuo social (44).

Como resultado de la tendencia al desarrollo de las fuerzas productivas materiales en el capitalismo, se crearán al mismo tiempo las condiciones objetivas y subjetivas para su destrucción. Cuando esto suceda, cuando se haya abolido la propiedad privada de los medios de producción y por tanto, se hayan superado todos los antagonismos, cuando el trabajo no sea únicamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital (45), cuando el hombre haya organizado el mundo humanamente y el trabajo vuelva a ser su esencia; sólo entonces se constituirá la base material de un sociedad humana libre en la que el hombre reencontrado con su verdadera naturaleza humana, podrá autorrealizar su individualidad como un hombre total (46).
4. Conclusión: La importancia de los fines 
“Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección, parecen tender a algún bien”, Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1983, pág. 1
Lo que resume, en definitiva, el aristotelismo de Marx, es el lugar central que otorga (aunque no de una manera explícita) a los fines. Son éstos de una importancia crucial en la teoría de Marx, no sólo en su concepción de la historia, sino en toda la dimensión ética y social de su pensamiento. Ahora bien, estos fines humanos tienen un carácter histórico y social determinado, no son fines ni ideales platónicos; son, en definitiva, fines que se deben alcanzar mediante la transformación revolucionaria consciente del hombre deshumanizado, a través de la praxis, que tendrá como resultado la recuperación de su verdadera naturaleza.

Lo que permite distinguir a Marx entre modos de producción prehistóricos y la sociedad comunista, que supone la ruptura total con lo anterior, es el hecho de que los primeros niegan los que considera los verdaderos fines del hombre, su auténtica humanidad, su naturaleza, que se materializará en la sociedad comunista. El capitalismo, como última forma antagónica, es visto, por tanto, como la negación de todos los valores que caracterizan a la naturaleza humana.

Por el contrario, la consideración del comunismo como humanismo, nos indica cual que es la verdadera naturaleza del ser humano y por tanto, el fin al que deben tender los hombres, para lo cual es necesario la abolición del régimen del capital, cúspide de la inhumanidad (47), separación de todo lo humano.

Comunismo-capitalismo es, por tanto, la oposición entre humanismo y negación de lo humano; entre el retorno del hombre a sí mismo y alienación; entre el deber ser, y lo que es; entre el ideal y la realidad que debe ser transformada.

En resumidas cuentas, a mi parecer, aquí se encuentra el fundamental legado aristotélico de Marx. Ambos comparten una visión teleológica de la naturaleza humana; eso sí, en Marx existe junto a otra dimensión descriptiva, analítica e histórica, que otorga al marxismo su carácter científico. Al igual que en el maestro griego, cuya teoría gira en torno a los fines (todo existe en la medida en que es fin), para Marx, es la adecuación a los fines del hombre lo que hace del comunismo afirmación (48), porque es la negación de la negación; es la negación del capitalismo, aniquilador de la verdadera esencia humana. Son estos fines, los del ser humano, los que impulsan a Marx a formular toda una compleja teoría que desvela las contradicciones del modo de producción capitalista para forjar uno nuevo; son estos fines los que impulsan a transformar el mundo en un mundo humano; un mundo en el que el interés privado del hombre se confunda con el interés humano y en el que la producción tenga por objeto la riqueza de todos.

Notas

(1) En: RUBEL, M. (ed); Páginas escogidas de Marx para una ética socialista, Volumen 2: Revolución y socialismo; Buenos Aires, Amorrutu Editores, 1970; pp. 209-210
(2) ARISTÓTELES, Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS, Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 49
(3) En: RUBEL, M. (ed); op. Cit.; pág. 239
(4) MARX, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 538 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit.; pág. 219
(5) MARX, Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 592 y sigs.; en: RUBEL,M. (ed); op. Cit.; pág. 239
(6) En: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 46
(7) En: RUBEL, M. (ed); op. Cit.; pág. 219
(8) MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen I; México, Fondo de Cultura Económica; 1968; pág. 4
(9) Idem
(10) Idem
(11) Idem; pág.5
(12) MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen I; México, Fondo de Cultura Económica; 1968; pág.5
(13) Idem; pág. 7
(14) Idem; pag. 96-97
(15) El tiempo de trabajo del obrero se divide en trabajo necesario, tiempo en el que reproduce el valor de su fuerza de trabajo, y en trabajo adicional o plustrabajo, tiempo en el que genera plusvalía. Es decir, la plusvalía es el valor que el trabajo del obrero asalariado crea después de cubrir el valor de su fuerza de trabajo. Por ejemplo, si un trabajador emplea 10 horas de trabajo para producir 20x y recibe como salario el equivalente a 10x Tarda 5 horas en producir esta cantidad), se diría que el trabajo socialmente necesario de ese trabajador son cinco horas y durante las cinco horas restantes de su jornada está produciendo plusvalía para el capitalista.
(16) Por ello, sostiene Marx que la producción de plusvalia es el principal resorte que mueve el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo
(17) El trabajo creador de valor de cambio se caracteriza finalmente por el hecho de que las relaciones sociales entre personas, por así decirlo, se presentan invertidas, como relación social entre las cosas. (MARX, Contribución a la crítica de la economía política, pág. 23; citado en: RUBIN, Isaak I.; Ensayos sobre la teoría marxista del valor; Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974) . Es decir, las relaciones de producción en el capitalismo revisten la forma de relación entre cosas. Esto es denominado fetichismo del capital.
(18) En: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 47
(19) MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen I; México, Fondo de Cultura Económica; 196; pág. 7
(20) MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen III; pág. 871 y sigs.; en: MARX, K.; Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 177
(21) MARX, Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 715 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 44
(22) MARX: “Prólogo a la contribución de la economía política”, en Introducción General a la crítica de la economía política. 1857 , México, Pasado y Presente, 1984; pp. 66-68
(23) MARX, La Sagrada Familia, 1845; MEW, II; pág. 138; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 209
(24) MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen III; pág. 871 y sigs.; en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 279
(25) ARISTÓTELES, Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS, Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 70
(26) Idem; pág. 74
(27) TAC (1849) MEGA I/6; pág. 485; en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 168
(28) ARISTÓTELES, Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS, Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 70
(29) Idem; pág. 71
(30) En: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 240
(31) MARX, Elementos fundamentales, 1857-1858; pág. 311 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pp.199-200
(32) ARISTÓTELES, Política, Op. Cit.; pág. 74
(33) MARX, Elementos fundamentales, 1857-1858; pág. 438 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit.; pp. 43-44
(34) MEF (1844) MEGA, I/3, pp.83-84, en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 192
(35) MARX, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 450 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit; pág. 210
(36) Todas las anteriores en: MEF (1844) MEGA, I/3, pp.83-86; en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pp. 191-192
(37) MARX, Estudios económicos de los cuadernos de notas de Marx (1844-1845) MEGA I/3, pp. 536-537; en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 193
(38) MARX, El Capital; citado en: ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS. INSTITUTO DE ECONOMÍA; Manual de Economía Política; México, Grijalbo, 1956
(39) Citado en: MARX, K.; Manuscritos de París. Anuarios franco-alemanes 1844; Barcelona, Crítica (Grupo Editorial Grijalbo); 1978; pág. 406
(40) Ídem; pág. 408
(41) En: RUBEL, M. (ed); Op. Cit; pg. 222
(42) MARX, El capital, Volumen III; en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 278
(43) MARX, Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 592 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); Op. Cit; pág. 241
(44) Ídem; pág. 240
(45) CPG (1875); en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 282
(46) MARX, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 538 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); Op. Cit; pág. 219
(47) MARX, La Sagrada Familia; citado en: RUBIN, Isaak I.; Ensayos sobre la teoría marxista del valor; Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974
(48) MARX, Manuscritos, 1844; MEW, EB, I, pág. 544 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); Op. Cit; pág. 223

Bibliografía
Bibliografía básica
ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea (versión y notas de GÓMEZ ROBLEDO, Antonio), México, UNAM, 1983
ARISTÓTELES, Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS, Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988
MARX, Karl; El capital, crítica de la economía política, Volumen I; México, Fondo de Cultura Económica; 1968
MARX, K.; Sociología y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978 ( título orig.: Selected Writings in sociology and social philosophy; selección de textos de T.B Bottomore y M. Rubel)
MARX, K.; Manuscritos de París. Anuarios franco-alemanes 1844; Barcelona, Crítica (Grupo Editorial Grijalbo); 1978
RUBEL, M. (ed); Páginas escogidas de Marx para una ética socialista, Volumen 2: Revolución y socialismo; Buenos Aires, Amorrutu Editores, 1970
Bibliografía complementaria
ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS. INSTITUTO DE ECONOMÍA; Manual de Economía Política; México, Grijalbo, 1956
BECKER, W.; La teoría marxista del valor, Barcelona, Editorial Alfa, 1972
BIANCHI, M., La teoría del valor desde los clásicos a Marx; Comunicación, Serie B, 1976
RUBIN, Isaak I.; Ensayos sobre la teoría marxista del valor; Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974
SCHMITT, Alfred; El concepto de naturaleza en Marx, Madrid, Biblioteca del Pensamiento Socialista, 1977
 





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http://www.redalyc.org/