30/5/14

Lectura sociológica de la precariedad del trabajo asalariado

Miguel Ángel Vite Pérez  |  finales de los años setenta del siglo xx y durante el siguiente decenio, se empezó a señalar —en algunos estudios de carácter sociológico y económico— el fin del trabajo ante la proliferación del desempleo y el subempleo, acompañados por el establecimiento de una política económica neoliberal, que desde un punto de vista general, intentaba transformar al mercado y a sus agentes, como productores o empresarios, en los nuevos protagonistas de un crecimiento económico vinculado con la supuesta expansión del comercio internacional.

Sin afán de polemizar, la crisis del trabajo asalariado remite a la situación compleja de la sociedad del trabajo, en la que el empleo asalariado se convirtió, en los países desarrollados, en el principal medio para obtener un conjunto de bienes y servicios, garantizados por un sistema de bienestar estatal y establecidos como derechos. Esto significa que el trabajo concedía un estatus de derechos frente a los inconvenientes creados por la propia dinámica económica capitalista: desempleo, enfermedad, pobreza.

Lo anterior obliga a pensar que la sociedad del trabajo se enfrenta a un problema, cuya causa no es el desarrollo de la ciencia y la tecnología en los procesos de producción, sino el proceso de descalificación de amplios grupos de trabajadores que viven una situación de fragilidad, la cual conduce a la ruptura del vínculo social y, en algunos casos, demanda la dependencia (en lugar de la asistencia) de los trabajadores sociales. En consecuencia, la fragilidad, como resultado del proceso de descalificación, conduce a considerar a la pobreza como una relación social: los pobres son etiquetados o estigmatizados debido a la relación establecida entre ellos y los programas estatales de ayuda social.

Por tanto, el supuesto de este artículo es que al dejar de definirse el trabajo asalariado como una relación social, se considera al trabajador como un consumidor individual y, en consecuencia, su bienestar es fruto del monto del salario que percibe. Ello impide considerar al trabajo asalariado como el principal articulador de la vida social que alguna vez hizo posible, por ejemplo, la implantación de los derechos sociales, y que al mismo tiempo fungía como el principal generador de solidaridad social, dando mayor fortaleza a las relaciones sociales. En cambio, la fragilidad de éstas conduce a la ruptura, definida de manera errónea como un estado en el que la exclusión social se considera como antesala de la reproducción del crimen.

Para exponer el supuesto señalado se revisan algunos planteamientos teóricos, que consideran que el trabajo es una relación social cuyo significado se encuentra en los derechos generados ante las consecuencias negativas de la propia dinámica económica capitalista, en la que el trabajador es una mercancía más. De esta manera, hay una problematización; es decir, un conjunto de prácticas discursivas y no discursivas, concretadas en instituciones, regulaciones, normatividades, programas de gobierno, deseos e ideales de los grupos que crean verdad y falsedad, expresadas mediante los discursos.

En otras palabras, la problematización tiene sus soportes, definidos como la condición objetiva de posibilidad, que implica recursos y capacidades de diferente tipo (económico, social, cultural) para que un individuo pueda relacionarse con los otros. Para el caso de México, el análisis se concentra en las nuevas condiciones objetivas que derivaron en la crisis de la relación asalariada, por la que ésta deja de ser fuente de derechos sociales, que propiciaron la llamada flexibilidad del mercado de trabajo. Desde un punto de vista metodológico, la idea de problematización remite a algunos hechos históricos de los que es resultado y, por tanto, interesa estudiar sólo aquellos acontecimientos que influyeron en su configuración actual.

En el caso del actual modelo económico mexicano, en términos generales se manifestó la derrota de una parte de la élite política que era partidaria de una política económica keynesiana, frente a la que está a favor de las medidas económicas monetaristas, caracterizadas por una reducida actividad económica y el aumento del desempleo, con un freno del desarrollo. La reflexión que se presenta se expone en tres partes: en la primera, mediante algunas consideraciones teóricas, se fundamenta el trabajo asalariado como una relación social; en el segundo apartado se ilustra, desde un punto de vista general, lo que ha pasado con la relación social en México; al final, se exponen algunas reflexiones.



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