31/5/14

Karl Marx: Sobre la guerra franco-prusiana

Batalla de Beaumont
Manuel Taibo  |  Alemania llevaba la guerra contra Napoleón I en alianza con Rusia. Con la Santa Alianza, constituida después de las victorias contra Napoleón (1814-1815), la Rusia zarista adquirió una influencia considerable en lo que se refiere a política internacional, haciendo el papel de “gendarme de Europa”. Tienen que recordar que, después de la guerra de independencia contra el primer Napoleón, Alemania quedó durante muchas generaciones posternada a los pies del Zar. En cuanto a Prusia, se vio, según la expresión de Marx, siendo la “quinta rueda de la carroza de los Estados europeos”.

El plebiscito fue decidido por Napoleón III para consolidar el Imperio y contener la agitación republicana en el país. El 8 de mayo de 1870 el pueblo se vio invitado a dar su opinión sobre algunas reformas liberales del Gobierno y las innovaciones que introducía en la Constitución. Se obtuvieron así 7.358.786 votos por la nueva Constitución y, en consecuencia, por el Imperio; 1.894.681 abstenciones. El plebiscito como una gran victoria del emperador francés sobre la clase obrera francesa, y que fue la señal del asesinato, no de un individuo, sino de naciones.

El 19 de julio de 1870 estalló la guerra entre la Francia bonapartista y la Alemania de los junkers. Por parte de Alemania, la guerra era defensiva, dirigida contra Francia, que quería la desmembración de Alemania y estaba opuesta a la unidad de Alemania (la unidad nacional era la cuestión esencial de la revolución burguesa en Alemania). Caracterizando así la guerra por parte de Alemania, Marx y Engels exigían al mismo tiempo del partido obrero alemán:
a) que estableciera una distinción severa entre los intereses nacionales alemanes y los intereses dinásticos prusianos;
b) que se opusiera a toda anexión de Alsacia y Lorena;
c) que exigiera la paz cuando en París un Gobierno republicano no patriotero hubiera tomado el poder;
d) que hiciera resaltar constantemente la unidad de los obreros alemanes y franceses, que no aprobaban la guerra y que no combatirían los unos contra los otros.
La clase obrera francesa se mueve, pues, dentro de circunstancias sumamente difíciles. Todo intento de derribar el nuevo Gobierno en la crisis actual, cuando el enemigo está casi a las puertas de París, sería una locura desesperada. Los obreros franceses deben cumplir sus deberes como ciudadanos, pero al mismo tiempo no deben dejarse llevar por los recuerdos nacionales de 1792, como los campesinos franceses se han dejado engañar por los recuerdos nacionales del Primer Imperio. No tienen que recapitular el pasado, sino edificar el porvenir; que, con calma y resolución, utilicen las comodidades de la libertad republicana para el trabajo de su propia organización de clase. Esa les dotará de nuevas fuerzas hercúleas para la regeneración de Francia y la realización de nuestra tarea común, la emancipación del trabajo. De su energía y de su prudencia depende la suerte de la República.

Que las secciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores en cada país empujen a la acción las clases obreras. Si ellas olvidan su deber, si se quedan pasivas, la terrible guerra actual no será más que la leñera de conflictos internacionales todavía más sangrientos y conducirá en cada nación a un nuevo triunfo, sobre el obrero, de los señores de la espada, de la tierra y del Capital.
1. En su introducción a la traducción rusa de Cartas a Kugelmann, de Marx, Lenin escribía sobre ese tema:
“Marx, en septiembre 1870, seis meses antes de la Comuna, había advertido a los obreros franceses: la insurrección será una locura —decía en el famoso Mensaje de la Internacional— Denunciaba por adelantado “las ilusiones nacionalistas sobre la posibilidad de un movimiento como el de 1792…” Pero cuando las masas se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, instruirse como ellas en el transcurso de la lucha y no dar lecciones burocráticas. Comprende que todo intento de estimar de antemano, con una precisión perfecta, las suertes de la lucha sería charlatanismo o pedantería incurable. Pone por encima de todo el hecho que la clase obrera, heroicamente, con abnegación e iniciativa, creó la historia del mundo. Marx consideraba la historia desde el punto de vista de los que la crean sin tener la posibilidad de descontar infaliblemente, de antemano, las posibilidades de éxito y no desde el punto de vista del intelectual pequeñoburgués que viene haciendo la moral: “hubiera sido fácil de prever…, no se hubiera tenido que correr el riesgo…”
En una obra suya, Lenin escribe igualmente:
“Marx sabía ver también que hay momentos de la historia en los cuales una lucha desesperada de las masas, hasta por una causa perdida de antemano, es indispensable por la educación ulterior de esas masas mismas y su preparación para una lucha siguiente.” (Lenin, Obras completas, edición francesa, t. X, pág. 488.)
2. Marx se refiere al desarrollo nacional de las masas en Francia, en 1792, cuando luchaban contra la ofensiva de los ejércitos de la contrarrevolución. Llama la atención sobre la transposición mecánica de la contraseña “la patria en peligro” en el cuadro de la guerra francoprusiana. “Pelear contra los prusianos para provecho de la burguesía sería una locura” (Engels).

3. Para las elecciones a la presidencia (10 de diciembre), Luis Bonaparte utilizó los sentimientos reaccionarios de los campesinos franceses; los campesinos le dieron sus votos en recuerdo de Napoleón Bonaparte, con cuyo nombre relacionaban, por error, las conquistas de la gran Revolución Francesa.

4. Cualquiera que puedan ser los incidentes de la guerra de Luis Bonaparte con Prusia, el clamor de muerte del Segundo Imperio ha tocado ya en París. Terminará, como empezó, por una parodia. Pero no olvidemos que son los gobiernos y las clases dominantes de Europa quienes han permitido a Luis Bonaparte jugar durante dieciocho años la farsa feroz del Imperio Restaurado.

5. La Batalla de Sadowa (Bohemia), el 4 de julio de 1866, tuvo un papel decisivo en la guerra austroprusiana. Después de la victoria de Prusia sobre Austria, ésta se vio excluida de la Confederación germánica y una gran parte del plan de unificación de Alemania de Bismarck se realizó; la Confederación de Alemania del Norte estaba creada.

6. Por parte de Francia, la guerra era dinástica. Luis Bonaparte intentaba, por guerras exteriores, fortalecer el edificio del Imperio bonapartista y aplastar el movimiento revolucionario.
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