Batalla de Beaumont |
El plebiscito fue decidido por Napoleón III para consolidar
el Imperio y contener la agitación republicana en el país. El 8 de mayo de 1870
el pueblo se vio invitado a dar su opinión sobre algunas reformas liberales del
Gobierno y las innovaciones que introducía en la Constitución. Se obtuvieron
así 7.358.786 votos por la nueva Constitución y, en consecuencia, por el
Imperio; 1.894.681 abstenciones. El plebiscito como una gran victoria del
emperador francés sobre la clase obrera francesa, y que fue la señal del
asesinato, no de un individuo, sino de naciones.
El 19 de julio de 1870 estalló la guerra entre la Francia
bonapartista y la Alemania de los junkers. Por parte de Alemania, la guerra era
defensiva, dirigida contra Francia, que quería la desmembración de Alemania y
estaba opuesta a la unidad de Alemania (la unidad nacional era la cuestión
esencial de la revolución burguesa en Alemania). Caracterizando así la guerra
por parte de Alemania, Marx y Engels exigían al mismo tiempo del partido obrero
alemán:
a) que estableciera una distinción severa entre los intereses nacionales alemanes y los intereses dinásticos prusianos;
b) que se opusiera a toda anexión de Alsacia y Lorena;
c) que exigiera la paz cuando en París un Gobierno republicano no patriotero hubiera tomado el poder;
d) que hiciera resaltar constantemente la unidad de los obreros alemanes y franceses, que no aprobaban la guerra y que no combatirían los unos contra los otros.
La clase obrera francesa se mueve, pues, dentro de
circunstancias sumamente difíciles. Todo intento de derribar el nuevo Gobierno
en la crisis actual, cuando el enemigo está casi a las puertas de París, sería
una locura desesperada. Los obreros franceses deben cumplir sus deberes como
ciudadanos, pero al mismo tiempo no deben dejarse llevar por los recuerdos
nacionales de 1792, como los campesinos franceses se han dejado engañar por los
recuerdos nacionales del Primer Imperio. No tienen que recapitular el pasado,
sino edificar el porvenir; que, con calma y resolución, utilicen las
comodidades de la libertad republicana para el trabajo de su propia
organización de clase. Esa les dotará de nuevas fuerzas hercúleas para la
regeneración de Francia y la realización de nuestra tarea común, la emancipación
del trabajo. De su energía y de su prudencia depende la suerte de la República.
Que las secciones de la Asociación Internacional de los
Trabajadores en cada país empujen a la acción las clases obreras. Si ellas
olvidan su deber, si se quedan pasivas, la terrible guerra actual no será más
que la leñera de conflictos internacionales todavía más sangrientos y conducirá
en cada nación a un nuevo triunfo, sobre el obrero, de los señores de la
espada, de la tierra y del Capital.
1. En su introducción a la traducción rusa de Cartas a Kugelmann, de Marx, Lenin escribía sobre ese tema:
1. En su introducción a la traducción rusa de Cartas a Kugelmann, de Marx, Lenin escribía sobre ese tema:
“Marx, en septiembre 1870, seis meses antes de la Comuna, había advertido a los obreros franceses: la insurrección será una locura —decía en el famoso Mensaje de la Internacional— Denunciaba por adelantado “las ilusiones nacionalistas sobre la posibilidad de un movimiento como el de 1792…” Pero cuando las masas se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, instruirse como ellas en el transcurso de la lucha y no dar lecciones burocráticas. Comprende que todo intento de estimar de antemano, con una precisión perfecta, las suertes de la lucha sería charlatanismo o pedantería incurable. Pone por encima de todo el hecho que la clase obrera, heroicamente, con abnegación e iniciativa, creó la historia del mundo. Marx consideraba la historia desde el punto de vista de los que la crean sin tener la posibilidad de descontar infaliblemente, de antemano, las posibilidades de éxito y no desde el punto de vista del intelectual pequeñoburgués que viene haciendo la moral: “hubiera sido fácil de prever…, no se hubiera tenido que correr el riesgo…”
En una obra suya, Lenin escribe igualmente:
“Marx sabía ver también que hay momentos de la historia en los cuales una lucha desesperada de las masas, hasta por una causa perdida de antemano, es indispensable por la educación ulterior de esas masas mismas y su preparación para una lucha siguiente.” (Lenin, Obras completas, edición francesa, t. X, pág. 488.)
2. Marx se refiere al desarrollo nacional de las masas en
Francia, en 1792, cuando luchaban contra la ofensiva de los ejércitos de la
contrarrevolución. Llama la atención sobre la transposición mecánica de la
contraseña “la patria en peligro” en el cuadro de la guerra francoprusiana.
“Pelear contra los prusianos para provecho de la burguesía sería una locura”
(Engels).
3. Para las elecciones a la presidencia (10 de diciembre),
Luis Bonaparte utilizó los sentimientos reaccionarios de los campesinos
franceses; los campesinos le dieron sus votos en recuerdo de Napoleón
Bonaparte, con cuyo nombre relacionaban, por error, las conquistas de la gran
Revolución Francesa.
4. Cualquiera que puedan ser los incidentes de la guerra de
Luis Bonaparte con Prusia, el clamor de muerte del Segundo Imperio ha tocado ya
en París. Terminará, como empezó, por una parodia. Pero no olvidemos que son
los gobiernos y las clases dominantes de Europa quienes han permitido a Luis
Bonaparte jugar durante dieciocho años la farsa feroz del Imperio Restaurado.
5. La Batalla de Sadowa (Bohemia), el 4 de julio de 1866,
tuvo un papel decisivo en la guerra austroprusiana. Después de la victoria de
Prusia sobre Austria, ésta se vio excluida de la Confederación germánica y una
gran parte del plan de unificación de Alemania de Bismarck se realizó; la
Confederación de Alemania del Norte estaba creada.
6. Por parte de Francia, la guerra era dinástica. Luis
Bonaparte intentaba, por guerras exteriores, fortalecer el edificio del Imperio
bonapartista y aplastar el movimiento revolucionario.
http://www.aporrea.org/ |