Vincent Chanson & Frédéric
Monferrand | El libro de Jan Hoff Marx Global representa sin duda el
estudio más completo de las diferentes interpretaciones de la crítica marxiana
de la economía política desde los años 60 hasta la actualidad. En esta
entrevista, el autor presenta las cuestiones principales de este trabajo,
reexamina las grandes interpretaciones y propone descentrar nuestro enfoque de
Marx poniendo en primer plano algunos debates ampliamente ignorados en Europa o
en los Estados Unidos.
En tu libro, Marx Global1, propones una cartografía exhaustiva y ambiciosa de los debates en economía política marxista desde 1965. Puedes presentarnos los objetivos principales de esta obra? Por que las interpretaciones de Marx deben ser examinadas a la luz de su contexto de elaboración geográfico, social y político?
J.H.: El objetivo principal de Marx Global hace
referencia al contexto específico de Alemania, donde siempre ha habido una
cantidad considerable de investigaciones sobre Marx y su crítica de la economía
política. Hoy, existen tres revistas alemanas dedicadas no solamente al
marxismo en general (como es el caso, por ejemplo, de Actuel Marx) sino a
los “estudios marxianos” (o a la “marxología” como habría dicho Maximilien
Rubel). En Alemania, mucha gente sigue leyendo El Capital y
participan en debates que giran en torno a cuestiones metodológicas, la teoría
del valor, la teoría de las crisis, etc.
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En la Alemania Occidental (después de la Segunda Guerra
Mundial), este interés por Marx arraigó en el movimiento estudiantil de los
años 60, dentro del cual emergió una nueva consciencia de la pertinencia de las
investigaciones metodológicas sobre El Capital (en este aspecto, la
obra de Roman Rosdolsky fue crucial). La otra cara de la moneda de este debate
alemán floreciente es su “provincialismo”, exacerbado en las últimas décadas,
notablemente desde los años 80.
La mayor parte de los alemanes interesados en la crítica
marxiana de la economía política apenas han conocido las discusiones que se
desarrollaron en otros idiomas. Autores como Jaques Bidet, Enrique Dussel, Kozo
Uno, etc. generalmente no son ni leídos ni mencionados en el debate alemán.
Incluso la reciente literatura anglófona sobre Marx (pienso claramente en la
“dialéctica sistemática”, en la teoría de la forma-valor y en las discusiones
sobre las relaciones Marx-Hegel) es más bien desatendida en Alemania.
Escribí Marx Global como reacción a esta laguna,
teniendo en cuenta el lector alemán, con la esperanza que el debate alemán se
beneficie de una relación más estrecha y de un conocimiento más profundo de las
discusiones que se desarrollaban en el exterior del país. Como escribe Marx en
el prefacio del Libro I de El Capital “una nación puede y debe
aprender de las otras”. Esta célebre máxima debería igualmente aplicarse a los
debates alrededor de su teoría.
Por consecuente, el objetivo último del libro era contribuir
a la “universalización” de las discusiones sobre la teoría marxiana del valor y
del dinero, el método y la estructura de su proyecto, las categorías centrales como
“capital en general” y la comprensión específica de su objeto.
Algunos capítulos de tu libro están dedicados a las lecturas japonesas, sur-asiáticas y latinoamericanas de Marx. Que podemos aprender no solamente teóricamente sino también política y estratégicamente de este enfoque descentrado de las interpretaciones “occidentalo-centradas” de la crítica de la economía política?
J.H.: Japón es un ejemplo asombroso, sin duda el caso más
impresionante a escala mundial. Los estudios serios de El Capital comenzaron
a desarrollarse después de la Primera Guerra Mundial, tras el lanzamiento de la
primera edición completa en tres volúmenes (1920-1924). En el intervalo de unos
años, asistimos a una recepción masiva de la crítica de la economía política.
Aunque el marxismo fue oficialmente liquidado y numerosos intelectuales
influyentes como Fukumoto (en 1928) o Kawakami (en 1933) fueron arrestados por
razones políticas, se vendieron cientos de miles de ejemplares de El
Capital. En 1945, con la emancipación del marxismo japonés de la represión del
Estado, asistimos a un nuevo auge de este.
Comparamos con la Alemania Occidental: durante el periodo de
posguerra, aunque solo un puñado de marxistas podían (es decir, estaban
autorizados a) enseñar en (el marco de) la universidad, el estudio sistemático
de El Capital estaba ampliamente expandido en Japón y ocupaba una
posición de fuerza en el corazón mismo del mundo académico. Las diferentes
escuelas “heterodoxas” que vieron la luz durante los años 1950-1970 -la escuela
de Uno, la escuela- de la sociedad civil, la escuela de Hiromatsu- aún existen
en el presente.
El debate latinoamericano parece más familiar y bastante
similar a las discusiones llevadas a cabo en Europa occidental. Desde los años
1960-1970, diferentes corrientes de pensamiento marxista se disputaban la
hegemonía, y la cuestión de saber si se era pro o anti-Althusser estaba
generalmente en el centro de las controversias. Entre los estudios marxianos
latinoamericanos, destaca el proyecto de lectura sistemática de los diferentes
“borradores” de la obra central de Marx (esto es, de los Grundrisse a El
Capital pasando por los Manuscritos de 1861-1863) llevado a cabo por
Enrique Dussel entre 1985 y 1990. El debate contemporáneo sobre Marx en
Latinoamérica es muy activo, especialmente en Brasil. La recepción brasileña
reciente de Marx se ha enriquecido con la publicación, en 2011, de la primera
edición completa de los Grundrisse en portugués.
De ahora en adelante, está claro que la discusión de la
crítica de la economía política es imposible de llevar a cabo desde un punto de
vista eurocéntrico. En mi libro, he intentado mostrar que los países no
europeos aportan un amplio abanico de contribuciones muy elaboradas a la
discusión de la teoría de Marx que no pueden simplemente ser ignoradas por los
actores del debate europeo.
La categoría de “marxismo occidental” elaborada por Perry Anderson sigue siendo pertinente? O necesitamos un nuevo tipo de topografía teórica?
J.H.: El término “marxismo occidental” popularizado por
Perry Anderson es, en mi opinión, más bien problemático. Por otro lado, la
definición que ofrece me parece bastante vaga. El principal problema que
señalaría es que un tipo de categorización geográfica está asociada a criterios
que remiten a un contenido más estrictamente conceptual. Algo que hace el
mantenimiento del término, a mi parecer, muy delicado. Observemos algún caso
concreto que muestre como el uso de esta categoría suscita una serie de
problemas.
Georg Lukács y Karl Korsch son tradicionalmente considerados
como los padres fundadores de esta tradición, pero estos dos teóricos fueron
también influyentes (a través de Kazuo Fukumoto) durante el primer periodo de
recepción del marxismo en Japón. Ahora bien, es pertinente utilizar esta
categoría de “marxismo occidental” para caracterizar una cierta corriente del
marxismo japonés de los años 1920?
Una cuestión similar podría plantearse a propósito del
marxismo latinoamericano, en lo que concierne por ejemplo la reformulación de
la teoría marxiana como “filosofía de la praxis” por parte del filósofo
mexicano Adolfo Sánchez Vázquez en los años 1960. Podemos circunscribir este
enfoque a las coordenadas del “marxismo occidental”?
E incluso, el humanismo marxista es tradicionalmente
considerado como inscrito en el espectro teórico del “marxismo occidental” (a
pesar del hecho que el anti-humanismo althusseriano sea también, según
Anderson, parte de esta tradición), pero podemos decir tanto de la basta
discusión sobre el humanismo marxista que se produce en China durante los años
80… Y qué pasa con varias corrientes de Europa del Este cuyas lecturas de Marx
parecen bastante cercanas del “marxismo occidental”, como por ejemplo la
Escuela de Budapest o el Grupo Praxis?
En todos estos casos, es difícil trazar una línea de
demarcación clara entre “Marxismo occidental” y “Marxismo no-occidental”, al
menos cuando se concentra en el contenido teórico de diversas interpretaciones
de Marx antes que en su proveniencia geográfica.
Podríamos decir que, retrospectivamente, pudo existir en los años 60 una matriz conceptual común, en el plano de la crítica de la economía política, entre el althusserismo en Francia, el operaismo en Italia y lo que se elaboraba por parte de ciertos sectores de la Teoría Crítica en Alemania (Backhaus, Reichelt, Krahl)?
J.H.: Si examinamos esta cuestión más de cerca, puede
resultar difícil delimitar y responder con un “sí” o un “no”. Pero es
ciertamente posible identificar puntos de convergencia, de tensión y similitud
entre estas corrientes.
De entrada, parece bastante difícil señalar un uso común de
las obras de Marx desde un punto de vista filológico o bibliográfico, excepto
el hecho que todas estas corrientes se refieren al Marx de madurez, el de la
crítica de la economía política, antes que al joven Marx (pero esto de maneras
cada vez diferentes). El operaismo así como la Neue Marx Lektüre (parcialmente
influenciada por la Teoría Crítica frankfurtiana) tienen en común la
insistencia en ciertos textos, realmente descubiertos y discutidos en esta
época, como los Grundrisse; aunque en Francia, no es por parte de
Althusser sino más bien de cierta “ultra izquierda” (Rubel, Camatte,
Dangeville) o del trotskismo (el joven Jean Marie Vicent) que los Grundrisse fueron
en un primer tiempo estudiados.
La coyuntura política es en cada uno de estos tres países
singular, lo que hace complicada la idea de una “matriz conceptual común”:
Althusser seguirá fiel al Partido Comunista Francés que fue durante un periodo
suficientemente largo un verdadero partido de masas, mientras que la primera
ola de la Neue Marx Lektüre era cercana al ala antiautoritaria y
extraparlamentaria del movimiento estudiantil (representado por Hans Jürgen
Krahl y otros) y guardó siempre sus distancias con el minúsculo Partido
Comunista Alemán.
Desde el punto de vista teórico, también hay que tener en
cuenta que ciertos teóricos asociados a la Escuela de Frankfurt como Alfred
Schmidt criticaron rápidamente a Althusser cuando su pensamiento llegó a Alemania.
En comparación con otros países de Europa occidental (Reino Unido, España),
Althusser tuvo mucha menos influencia en Alemania Occidental durante los años
1970. Sin embargo, reconozcamos que Althusser y la Neue Marx Lektüre comparten
una misma insistencia en la pertinencia de una lectura epistemológica de Marx.
La asociación más célebre ente Althusser y el operaismo es
probablemente la invitación hecha a Antonio Negri para dirigir un seminario
parisino a finales de los 70, seminario que acabaría con la publicación de Marx
más allá de Marx. Finalmente, el operaismo fue introducido en Alemanía
Occidental durante los años 70, pero su recepción alimentó más las discusiones
políticas que los debates especializados sobre Marx.
Tu libro acaba con una discusión de las teorías marxistas de la crisis. Cuales son las principales divergencias entre las diferentes concepciones marxistas de las crisis en general y los diferentes análisis de la crisis actual del modo de producción capitalista en particular? Podríamos interpretar la actual recuperación del interés por la “teoría de la forma-valor” como una voluntad de elaborar una teoría crítica unificada y sistemática de las crisis?
J.H.: Primeramente, mencionemos una cierta matriz canónica
que proviene de los diferentes enfoques de la teoría marxista de las crisis
ubicados entre la vuelta de siglo XIX al XX hasta los años 30. A saber,
diferentes concepciones relativamente célebres y más o menos opuestas:
interpretaciones de las crisis en términos de subconsumo o de desproporción,
teoría de la sobreacumulación y diversas teorías del derrumbe.
En un segundo momento, a partir de de los años 1960-1970,
aparecen nuevos enfoques: teoría del profit squeeze, enfoques relacionados
con la escuela de la Regulación, tentativas diversas de combinar Marx y Minsky.
En Japón se traza una vía propia con un amplio debate sobre la teoría de las
crisis desde 1929 (Kuruma, Uno/Itoh, Tomizuka).
En todos los casos, soy bastante escéptico sobre la
pertinencia y la utilidad de una gran teoría unificada y sistemática de la
crisis. De todos modos, observemos con más precisión que hay en la obra misma
de Marx.
He llegado a la conclusión que Marx tuvo razón en no
considerar la crisis como un sujeto autónomo a tratar aisladamente y “en sí”,
sino más bien como el reverso de la inmensa dinámica de acumulación del
capital, como el reverso de la pulsión del capital a realizarse más allá de sus
propios límites. La crisis no es nada más que el punto de inflexión del proceso
cíclico de acumulación donde la autovalorización (Selbstverwertung) del valor
se encuentra enfrentado a sus propios límites internos. El Capital de
Marx posee una arquitectura compleja, es una totalidad estructurada que
comprende diferentes niveles de abstracción. La crisis se refiere al proceso de
acumulación del capital en múltiples niveles. De entrada, Marx no nos ha dejado
una explicación o un único y sistemático capítulo referente a su teoría de las
crisis, pero intentó tratar esta cuestión según sus diferentes aspectos y
contextos, y según los diferentes niveles de abstracción de su
conceptualización -partiendo de la teoría de la circulación simple hasta la
teoría del crédito en el libro III.
Para concluir, pienso que las lecturas de Marx que tratan
eso que podemos calificar de “teoría de la forma-valor” poseen una pertinencia
real para la teoría de las crisis. La teoría marxiana del valor y de la forma-valor
está relacionada internamente a su concepto de dinero -por ello algunos
investigadores alemanes hablan de “teoría monetaria del valor” (monetäre
Wertheorie) en Marx-, sabiendo que las nociones de dinero y crédito son
fundamentales en la concepción marxista de las crisis. A nivel internacional,
algunos investigadores se apoyan precisamente en el examen de las estrechas
relaciones que pueden existir entre estas categorías con el objetivo de
reformular el concepto marxiano de la crisis (podríamos citar, por ejemplo, el
investigador sur-coreano No-Wan Kwack).
Traducción para Marxismo
Crítico de Ivan Gordillo