Karl Marx © Deutsche Telekom |
Sebastián
Campanaro | Podría ser una "ley de vuelta al ruedo
de los autores clásicos": cuando la cosa anda mal en la economía,
resucitan los estudios de John Maynard Keynes. Pero cuando la mano viene muy
complicada, son los escritos de Karl Marx los que recobran protagonismo. En las
últimas semanas, las ideas del autor de El
capital se discuten con una intensidad que hace tiempo no tenían en
seminarios -locales y en el exterior- y en producciones periodísticas
especiales. El marco que inspira este revival es un crecimiento global bajo
desde la crisis de 2007-2008, una tasa de desempleo elevada y persistente en
las economías desarrolladas y una desigualdad en ascenso.
El libro en boga por estos días, El capitalismo del siglo XXI, del profesor de la Escuela de
Economía de París Thomas Piketty -que fue comentado en esta sección dos semanas
atrás-, predice décadas de un crecimiento mundial anémico, del orden del 1,5%
promedio anual, que fosilizarán una distribución del ingreso muy regresiva, con
un dominio de las "grandes fortunas" similar al del siglo XIX, previo
a la revolución industrial. Si bien el análisis de Piketty difiere del de Marx,
ambos coinciden en su visión muy crítica del capitalismo global:
"El marxismo está de moda. Se discute en The New York Times, y a Marx lo citan desde Amado Boudou hasta Nouriel Roubini o Kenneth Rogoff, sin pasar por alto que tenemos un ministro de Economía que sabe mucho del tema -dice Mercedes D'Alessandro, doctora en economía de la UBA-. Lo más inspirador que tiene la teoría marxista es el rol que le asigna a la conciencia en el proceso económico. Si tanto repetimos que el pensar es lo que nos diferencia del animal, ¿por qué el pensamiento no es el que regula nuestra actividad productiva como humanidad? ¿Por qué dejarlo todo en manos del "mercado", como si fuera un dios ajeno que, además, reproduce cada vez más desigualdad?"
Para Federico Wahlberg, docente de economía de la UBA, "en este contexto de crisis económica
en los Estados Unidos y Europa, el marxismo vuelve a ser una referencia para comprender
sus motivos, y muestra que el origen hay que buscarlo en la economía real y su
caída de la tasa de ganancia. Las crisis son producto del sistema de conjunto,
del capitalismo, no de unos pocos especuladores avaros y descontrolados".
En los años dorados del crecimiento económico en occidente
-el período de la Guerra Fría-, las ideas de Marx parecían equivocadas en tanto
el desempleo era muy bajo, la porción de salarios sobre el total de ingresos
estaba en ascenso y los estados discutían cómo mejorar las redes de protección
social, y no un replanteo del sistema capitalista. "Pero hoy, luego de la mayor crisis en 80 años y con 650.000
puestos de trabajo en los Estados Unidos menos que antes de la recesión, da la
sensación de que vuelve un mundo que Marx hubiera conocido", sostuvo
Doug Henwood, editor del Left Business Observer, en una producción de The New
York Times en la cual se les preguntó a cinco especialistas si la visión de
futuro de Marx estaba siendo validada. La respuesta de los entrevistados, entre
los que opinaron Bradford De Long y Tyler Cowen, fue en su mayor parte
negativa. Para Cowen, por caso, el problema de la economía de EE.UU. reside en
la baja productividad de algunos sectores -como salud y educación- y no en una
debilidad sistémica.
Dos meses atrás, Sean McElwee escribió una muy divertida
nota en la revista Rolling Stone donde proclamaba que "desde el iPhone 5 hasta la globalización de las empresas, la vida
moderna está repleta de evidencia sobre los pronósticos de Marx". El
artículo resaltaba que la caracterización de que el capitalismo es un sistema
inherentemente caótico y propenso a las crisis estaba presente en los escritos
del pensador alemán; al igual que la globalización de los negocios (que
anticipó 100 años antes de que empezara a ocurrir); la participación de los
salarios en baja o los "apetitos imaginarios" de consumo, que nos
llevan a pensar que necesitamos desesperadamente un iPhone 5 cuando las
diferencias con el modelo anterior no nos cambian la vida. "Marx se equivocó en un montón de cosas. Pero su visión tiene
elementos muy positivos para el mundo de hoy. Cuando argumentó a favor de un
impuesto progresivo al ingreso en el Manifiesto Comunista, ningún país lo
tenía, y hoy está generalizado", dice McElwee.
La producción del NYT recibió una crítica extensa en el blog
Naked Keynesianism, firmada por el economista argentino Matías Vernengo, que
investiga en la Universidad de Bucknell. Para Vernengo, es injusto asociar las
ideas de Marx al fracaso de la Unión Soviética: "De hecho, Marx tenía poco
para decir sobre el comunismo, y muchas de sus propuestas en el Manifiesto
Comunista hoy son políticas bien establecidas en las sociedades más
civilizadas. Uno podría sugerir que los avances en el Estado de bienestar en el
mundo desarrollado están asociados a sus ideas. El éxito de Suecia, por así
decirlo, es tanto una medida del éxito de las ideas políticas de Marx como el
fracaso de la Unión Soviética lo sería de su fracaso intelectual".
"Ser marxista no
es repetir dos eslóganes sobre la lucha de clases. Es una forma de entender la
realidad", dice D'Alessandro, quien en su tesis de doctorado estudió la
crisis de 2007-2008 desde distintas visiones, entre ellas, la marxista (el
trabajo termina con una frase de Lenin): "Vos decidís si vas por el
«proletarios del mundo uníos» o cantás -tarde o temprano- la oda a la
eficiencia y te despedís con un «Hasta la quinta derivada siempre»".
D'Alessandro también es DJ, y sugiere acompañar estas reflexiones con el disco
Vórtice Marxista, de Babasónicos, o con el tema "Marx & Engels",
de Belle & Sebastian.
En general, el mundo académico estudioso del marxismo
rechaza este tipo de planteos de si el intelectual alemán "estaba en lo
cierto o no": lo consideran una simplificación que esconde muchos prejuicios.
Como dijo el historiador del pensamiento económico Robert Heilbroner, fallecido
en 2005: "Volvemos a Marx no porque
sea infalible, sino porque es inevitable".
"Varios de
nosotros seguimos investigando y debatiendo sobre el legado científico y filosófico
de los grandes autores del pasado” -dice Pablo Levín, profesor de la UBA-.
Marx ocupa entre ellos un lugar eminente, especialmente en la síntesis
bosquejada en su proyecto (de origen proudhoniano) de socialismo científico. En
ese proyecto reside la aguda vigencia histórica de Karl Marx. Como en la fábula
de La Fontaine ("El labrador y sus hijos"), el legado de Marx no es
un tesoro enterrado, sino una lección de trabajo y un concepto a desarrollar.