12/3/14

Una mirada marxista a la crisis de la vida urbana en Chile

  • Para Marx el fetichismo era una de las grandes amenazas del sistema capitalista. El hecho que en los últimos años el paseo de muchas familias se haya desplazado desde las plazas públicas hacia los shopping malls habla de un importante triunfo para el neoliberalismo y la ciudad como herramienta de generación de lucro. La gente prefiere los espacios de consumo masivo antes que los de encuentro social. 
Francisco Vergara Perucich  |  Durante años en nuestro país se demonizó al marxismo. Esta línea intelectual llegó a ser vinculada con conductas impropias para una sociedad que se decía moderna. Si bien es cierto que muchos eventos violentos se desencadenaron enarbolando la bandera de Marx, también es cierto que muchos de los problemas que vive la sociedad actual fueron anticipados por él en sus textos. La crisis de representación política actual está haciendo eco en muchos lugares del mundo y es en la ciudad donde se manifiestan estas discrepancias. Mediante estos breves apuntes pretendo contribuir a los esfuerzos de quienes pensamos que el estudio del marxismo es un insumo ideológico
fundamental para alcanzar la añorada justicia social. Particularmente me interesa pensar la productividad de abordar las ideas de Marx desde una perspectiva urbana, a modo de repensar los problemas que en la época actual aquejan a la ciudad en que vivimos. La lucha de clases de la que hablaba Marx está muy presente en la forma urbana de nuestras ciudades y bien vale la pena reflexionar al respecto.

Si bien sus textos nunca fueron decididamente sobre la ciudad, una serie de pensadores utilizaron sus ideas para comprender los fenómenos de urbanización de la sociedad post-industrial. Entre ellos podemos contar a Henri Lefebvre, David Harvey, Jordi Borja y por supuesto a Federico Engels, su más cercano colaborador y amigo. Este último en 1872 ya anticipaba que la acumulación de capital a través del desarrollo urbano detonaría una serie de efectos nocivos para la justicia social que no se resolverían a través de reformas urbanas, sino requerirían de una verdadera revolución urbana. Para Engels, no realizar esta revolución urbana era un camino directo hacia el empobrecimiento de la clase obrera.

La desigualdad espacial es muy fácil de ver en Santiago. Con aproximadamente seis millones de habitantes es la ciudad más segregadora de la OCDE, en donde la desigualdad no solo se ha manifestado en la calidad de vida de las personas que la habitan, sino también en la forma de relacionarse entre ellas. La “cuna”, o si se prefiere, el área urbana en donde cada cual ha sido se criado, continúa siendo un parámetros que determina quiénes son las personas consideradas como exitosas según nuestro modelo de sociedad. De ahí que en el último año apareciera el slogan que trataba de destacar la trayectoria de Laurence Golborne a la hora de ser candidato presidencial: “El que viene de Maipú y llegó a ser gerente general de empresa”; porque como el sentido común nos sugiere, el modelo imperante determina que sea casi imposible para alguien que ha nacido lejos del barrio alto, llegar a dichos cargos.

Para Marx, el fetichismo era una de las grandes amenazas del sistema capitalista. El hecho que en los últimos años el paseo de muchas familias se haya desplazado desde las plazas públicas hacia los shopping malls habla de un importante triunfo para el neoliberalismo y la ciudad como herramienta de generación de lucro. La gente prefiere los espacios de consumo masivo antes que los de encuentro social. El urbanista marxista Henri Lefebvre planteaba que resultaba fundamental que la ciudad no fuera vista como una serie de objetos deseables y aspiracionales, sino mas bien, como un conjunto de relaciones sociales. En nuestro país, por el contrario, la idea de la casa propia como gran objetivo de vida instalado por años a través de algunos medios y de discursos políticos, termino precisamente por convencer a una generación entera de que tener una casa propia era sinónimo de éxito. Las relaciones personales o disfrutar de las cosas sencillas no eran tan importantes como el deseo de la casa propia. Esta convicción social ya instalada es altamente conveniente para el negocio inmobiliario y para los grandes grupos empresariales, pero no tanto para la construcción de una sociedad colectiva y armónica. Sólo el año pasado, la venta de viviendas generó ingresos al rubro de la construcción por 500 billones de dólares, similar a lo que ingresó a las arcas fiscales por el cobre.

Otro de los interesantes puntos que se desprenden de la producción intelectual de Karl Marx vinculables a la ciudad es el deterioro que produce en las personas el hecho de vivir expuestos a una constante competencia por instalarse como actores urbanos válidos y en el sistema. En el afán de los habitantes de la ciudad por validarse dentro del sistema existente, es que aparece el choque entre los que tienen todo y los que tienen nada, donde los primeros tienden a dominar el destino de los segundos. Esto produce un constante resentimiento entre los diversos actores de la ciudad, activando lo que Marx llamaba la conciencia de clases. Por lo que la marcha, la protesta, la impugnación pública en busca de derechos ciudadanos se hace más recurrente en aquellas ciudades, como Santiago, donde la vida diaria es más fácil para unos que para otros.

En mi opinión, el punto más importante que se desprende desde los escritos de Marx esta en que es la sociedad en su mayoría la que debe decidir lo que se hace con el futuro de las ciudades. Por lo tanto, el desarrollo urbano debiese estar en manos de quienes viven en la ciudad. En la actualidad, el desarrollo urbano en Chile está liderado por el mercado. Ni siquiera nuestros gobernantes tienen la capacidad de producir procesos de transformación espacial. El aparato estatal destinado a la planificación del territorio fue desarmado en dictadura para permitir que fuera la inversión privada la que diera forma a nuestras ciudades. Los efectos de dicha estrategia son evidentes en Santiago Centro, donde la proliferación de edificios de más de 20 pisos es total, destruyendo la imagen y calidad espacial del lugar en donde se fundó nuestro país. La capacidad que tiene la mayoría de los chilenos para incidir en el futuro de nuestras ciudades es prácticamente nula. Los espacios de nuestras ciudades se tornan neutrales y genéricos.

Lo que he puesto en esta columna son sólo apuntes y reflexiones muy resumidas. Pero revisitar el marxismo ofrece una serie de nuevas lecturas sobre la “cuestión urbana” que pueden ser de alto interés para los años que se vienen. Para todos quienes se interesan por el futuro de nuestras ciudades, revisitar a Marx con una mirada urbana resulta fundamental para comprender una serie de fenómenos de exclusión y segregación que están ocurriendo en Chile.