4/3/14

Filosofía política y crítica de la sociedad burguesa: el legado teórico de Karl Marx

Karl Marx ✆ John Minnon
Atilio A. Boron  [2011]  |  Sólo los espíritus más ganados por el fanatismo o la ignorancia se atreverían a disputar el aserto de que Marx fue uno de los más brillantes economistas  del siglo XIX, un sociólogo de incomparable talento y amplitud de conocimientos y uno de los filósofos más importantes de su tiempo. Pocos, muy pocos, sin embargo, se atreverían a decir que Marx también fue uno de los más significativos filósofos políticos de la historia. Parece conveniente, en consecuencia, dar comienzo a esta revisión de la relación entre Marx y la filosofía política tratando de descifrar una desconcertante paradoja: ¿por qué razón abandonó Marx el terreno de la filosofía política –campo en el cual, con su crítica a Hegel, iniciaba una extraordinaria carrera intelectual– para luego migrar hacia otras latitudes, principalmente la economía política?

La pregunta es pertinente porque, como decíamos, en nuestra época es harto infrecuente referirse a Marx como un filósofo político. Muchos lo consideran como un economista (“clásico”, hay que aclararlo) que dedicó gran parte de su vida a refutar las enseñanzas de los padres fundadores de la disciplina –William Petty, Adam Smith y David Ricardo– desarrollando a causa de ello un impresionante sistema teórico. Otros, un sociólogo que “descubrió” las clases sociales y su lucha, algo que el
propio Marx descartara en famosa carta a Joseph Weidemeyer. No pocos dirán que se trata de un filósofo, materialista para más señas, empeñado en librar interminables batallas contra los espiritualistas e idealistas de todo cuño. Algunos dirán que fue un historiador, como lo atestigua, principalmente y entre muchos otros escritos, su prolija crónica de los acontecimientos que tuvieron lugar en Francia entre 1848 y 1851. Casi todos lo consideran, siguiendo a Joseph Schumpeter, como el iracundo profeta de la revolución. Marx fue, en efecto, todo esto, pero también mucho más que esto: entre otras cosas, un brillante filósofo político. Siendo así, ¿cómo explicar esa sorprendente mutación de su agenda intelectual, que lo llevó a abandonar sus iniciales preocupaciones intelectuales para adentrarse, con apasionada meticulosidad, en el terreno de la economía política? ¿Cómo se explica, en una palabra, su “deserción” del terreno de la filosofía política? ¿Regresó a ella o no? Y en caso de que así fuera, ¿tiene Marx todavía algo que decir en la filosofía política, o lo suyo ya es material de museo? Estas son las preguntas que trataremos de responder en nuestro trabajo.

Un diagnóstico concurrente

Estos interrogantes parecen ser particularmente trascendentes dado que existen dos opiniones, una procedente del propio campo marxista y otra de fuera de sus fronteras, que confluyen en afirmar la inexistencia de la teoría política marxista. De donde se desprendería, en consecuencia, la futilidad de cualquier tentativa de recuperar el legado marxiano. El famoso “debate Bobbio”, lanzado a partir de un par de artículos que el filósofo político turinés publicara en 1976 en Mondoperaio, proyectó desde el peculiar ángulo “liberal socialista” de Bobbio el viejo argumento acerca de la inexistencia de una teoría política en Marx, posición ésta que fue rechazada por quienes en ese momento eran los principales exponentes del marxismo italiano, tales como Umberto Cerroni, Giacomo Marramao, Giuseppe Vacca y otros. (Bobbio, 1976) Curiosamente, la crítica bobbiana inspirada en la tradición liberal –de un liberalismo desconocido en tierras americanas, democrático y por momentos radical, como el de Bobbio– se emparentaba con la postura del “marxismo oficial”, de estirpe soviética, y algunos extraños aliados. Los partidarios de esta tesis no rechazaban por completo la existencia de una filosofía política en Marx –algo que hubiera atentado irreparablemente contra su concepción dogmática del marxismo– pero sostenían que su relevancia en el conjunto de la obra de Marx era del todo secundaria. En el fondo, la “verdadera” teoría política del marxismo se hallaba presente en ese engendro intelectual anti-marxista y anti-leninista que se dio a conocer con el nombre de “marxismo-leninismo.” No deja de ser una ironía que el “marxismo oficial” –¡verdadera  contradictio in adjectio  si las hay!– suscribiera íntegramente la tesis de uno de los más lúcidos teóricos neoconservadores, Samuel P. Huntington, cuando afirmara que “en términos de la teoría política del marxismo... Lenin no fue el discípulo de Marx sino que éste fue el precursor de aquél.” (Huntington, 1968: p. 336)

Una versión mucho más sutil de la tesis elaborada por los oscuros académicos soviéticos fue adoptada por intelectuales de dudosa afinidad con los burócratas de la Academia de Ciencias de Moscú. Entre ellos sobresale Lucio Colletti, un brillante teórico marxista italiano que en los noventa habría de terminar tristemente su trayectoria intelectual poniéndose al servicio de Silvio Berlusconi y su reaccionaria Forza Italia. En un texto por momentos luminoso y en otros decepcionante Colletti, concluye su desafortunada comparación entre Rousseau y Marx diciendo que:
“la verdadera originalidad del marxismo debe buscarse más bien en el campo del análisis social y económico, y no en la teoría política. Por ejemplo, incluso en la teoría del estado, contribución realmente nueva y decisiva del marxismo, habría que tener en cuenta la base económica para el surgimientodel estado y (consecuentemente) de las condiciones económicas necesarias para su liquidación. Y esto, desde luego, va más allá de los límites de la teoría política en sentido estricto.” (Colletti, 1977: p. 148).
En esta oportunidad queremos simplemente dejar constancia de la radicalidad del planteamiento de Colletti, sin discutir por ahora la sustancia de sus afirmaciones. La exposición que haremos en el resto de este capítulo se encargará por sí sola de refutar sus tesis principales. De momento nos limitaremos a señalar la magnitud astronómica de su error cuando sostiene, en el pasaje arriba citado, que la problemática económica del surgimiento y eventual liquidación del estado es un tema que trasciende “los límites de la teoría política en sentido estricto.” Como veremos más adelante, el solo planteamiento de la cuestión desde una perspectiva que escinde radicalmente lo económico de lo político no puede sino conducir al grosero error de apreciación en que cae Colletti. Porque, en efecto, ¿cuáles la tradición teórica que considera a los hechos de la vida económica como “externos” a la política? El liberalismo, más no así el marxismo. Ergo: Colletti desestima esa contribución “nueva y decisiva del marxismo”, la teoría del estado desde una tradición como la liberal cuyo punto de partida es la reproducción, en el plano de la teoría, del carácter fetichizado e ilusoriamente fragmentario de la realidad social. Al aceptar las premisas fundantes del liberalismo, Colletti coherentemente, concluye que todo lo que remita al análisis de las vinculaciones entre el estado y la vida económica o, dicho con más crudeza, entre dominación y explotación, queda fuera de la teoría política “en sentido estricto”. Al hacer suyoel axioma crucial del liberalismo, la separación entre economía y política, Colletti queda encerrado en el callejón sin salida de dicha tradición teórica con todos sus bloqueos y puntos ciegos
 


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