9/3/14

Dialéctica e Historia | El Marxismo de Walter Benjamin

Walter Benjamin
✆ Maira Kalman
 
Ariane Díaz  |  Es sobre todo a partir de los ‘80 que los escritos de Benjamin son editados en Argentina, comienzan a pulular por las aulas universitarias y se convierten en objeto de intervenciones variadas en distintos coloquios y publicaciones 1. En 1992 un Simposio internacional dedicado al crítico con sede en Buenos Aires tuvo ponencias para todos los gustos. En el libro publicado Sobre Walter Benjamin. Vanguardias, historia, estética y literatura. Una visión latinoamericana, que reúne varias de las intervenciones allí realizadas y cuyo título da cuenta de la amplitud de temas tratados, resaltan dos ejes: por un lado, quienes toman a Benjamin como antecedente del posestructuralismo y hacen base en el lenguaje, sobre todo en el texto “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres” de 1916, y por el otro, quienes se centran en su concepción de la historia, basándose sobre todo en sus tesis “Sobre el concepto de la historia” de 1940, su último texto.

El furor no parece haber retrocedido en los ’90 y 2000: desde programas de materias y seminarios universitarios, pasando por nuevos coloquios, los intelectuales de las más variadas posiciones políticas han escrito sobre él 2. Benjamin, al igual que otros pensadores del marxismo occidental 3y en buena medida igual que lo fuera Gramsci en los ‘60/‘70, es tomado por buena parte de la intelectualidad nacional como contrafigura del liberalismo tradicional por su marxismo, pero también del “marxismo clásico”
por su visión heterodoxa, aunque ciertamente, en una lectura más tardía y menos política que la realizada con Gramsci4. Mientras la temática “postestructuralista” parece haber sido dejada de lado, y si bien sus conceptos dedicados a la crítica artística y cultural siguen siendo profusamente analizados, en estos últimos años el problema de la historia y su particular afiliación al marxismo aparecen cada vez más como ejes por los que se lo rescata

Sin embargo, ya desde los ’80 y ’90 la obra de Benjamin venía siendo analizada en fuerte discusión con aquellas teorías posestructuralistas que intentaron ganarlo como antecedente (moda que no fue sólo argentina) por intelectuales que rescatan a Benjamin desde una perspectiva marxista como inspiración para una política activa, que lo sitúan en su contexto histórico, en sus posiciones frente a los hechos políticos del período y en sus relaciones con las corrientes marxistas de la época: tal es el caso de Terry Eagleton, Susan Buck-Morss, Daniel Bensaïd y Michel Löwy.

Este contexto histórico es uno de los más convulsivos del siglo XX: enmarcado entre la revolución rusa, el  crack del ’29 y dos guerras mundiales, la nación alemana experimentó en pocos años, además de ser el eje de ambas guerras, una efímera república de Weimar carcomida por la crisis económica, tres intentos revolucionarios fallidos y finalmente el ascenso del nazismo. La intelectualidad fue fuertemente sacudida por estos eventos, y un sector de la misma, joven generación formada mayormente en una tradición neokantiana pero influenciada por el marxismo, constituyen parte del llamado “marxismo occidental”, cuyas diferencias con el “clásico”, según la conocida descripción de Anderson, fueron un paulatino corrimiento de los temas económicos y políticos a los artísticos, y la creciente separación entre el desarrollo de la teoría marxista y la clase obrera, en parte por la situación política en que se vieron inscriptos (con el stalinismo ya afianzado y dominando el conjunto de los partidos comunistas) y cada vez más como concepción teórica misma, en el caso de los más conocidos miembros de la Escuela de Frankfurt, Adorno y Horkheimer. En este sentido Anderson los caracteriza de conjunto como un “producto de la derrota”: “El fracaso de la revolución socialista fuera de Rusia, causa y consecuencia de su corrupción dentro de Rusia, es al trasfondo común a toda la tradición teórica de este período. Sus obras principales fueron crea- das, sin excepción, en situaciones de aislamiento político y desesperación” 5

Benjamin, formado con varios referentes neokantianos, influenciado en su juventud por el romanticismo alemán y el mesianismo judío, hará su primer acercamiento al marxismo hacia mediados de los ‘20 a partir de la lectura de Historia y conciencia de clase de Lukács y de la relación entablada con Asja Lacis, comunista rusa y funcionaria en el terreno artístico de la URSS. Aunque la relación previamente establecida con Scholem, teólogo del judaísmo, y posteriormente con Brecht, famoso dramaturgo comunista de un teatro vanguardista y “didáctico”, marcarán también su obra, la mayoría de sus trabajos serán escritos en estrecha relación con los miembros de la Escuela de Frankfurt. A esta corriente suele afiliarse a Benjamin, quien si bien no fuera miembro pleno del Instituto, si fue parte de sus preocupaciones comunes, trabajó estrecha- mente con sus miembros y publicó en su revista, aunque no sin importantes diferencias: Benjamin no dio el paso al escepticismo y la reclusión en la teoría que sí dieron los más conocidos miembros de esta escuela. Y ello no sólo fue así, creemos, porque su muerte temprana no le haya permitido ver desarrollos históricos posteriores, sino por diferencias políticas y teóricas que mostró en sus intercambios: ya señalamos en una nota anterior varias de lasdiferencias que se plantearon en el análisis cultural de la época en cuanto a las posibilidades liberadoras otorgadas al arte, el análisis de la cultura de masas, el avance de la técnica, la evaluación de las vanguardias históricas, además de distintas “simpatías” no compartidas por sus pares de Frankfurt, como el aprecio de la obra de Trotsky o la discutida amistad con Brecht 6. Tomaremos en esta nota ahora dos conceptos centrales de Benjamin y de toda discusión sobre el marxismo, su concepción de la dialéctica y de la historia

Notas del presente extracto

1. Ver Wamba Gaviña en Massuh y Fehrmann (comps.), Sobre Walter Benjamin, Bs. As., Alianza, 1993, p. 209.
2. Sarlo en 1995 llama a “Olvidar a Benjamin” frente a las manipulaciones de que es objeto en la Academia que lo refrita a favor de la moda de los “estudios culturales”. En 2001 reúne este trabajo y otros en  Siete ensayos sobre Benjamin (Bs. As., FCE, 2000). Tarcus lo ha usado como figura inspiradora de un “marxismo trágico argentino” a contracorriente, en contraposición a una historiografía de la izquierda partidaria que considera unilineal y teleológica (El marxismo olvidado en Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Bs. As., El cielo por asalto, 1996). Forster resume varias lecturas en relación a Benjamin: frente a la derrota de los ‘70, dice, si algunos lo usaron como escape de la política hacia la Academia, otros (su grupo) lo usarían como forma deautocrítica para pensar la “catástrofe” de la que fueron partícipes. Benjamin les habría permitido abandonar la “vulgata marxista” sin tener que hacerse posmodernos (“Lecturas de Benjamin: entre el anacronismo y la actualidad” en Rayando los confines).
3. Similar operación realizan recientemente el grupo del “marxismo abierto” en torno a la figura de Adorno y de la idea de la dialéctica negativa. Ver Holloway y otros (comps.), Negatividad y revolución, Bs. As., Herramienta, 2007.
4. Ver en esta misma revista Dal Maso, “La revolución diplomatizada”
5. Consideraciones sobre el marxismo occidental, México, Siglo XXI, 1998, p.57.
6. Díaz, “De la utopía a la manipulación” en Lucha de Clases Nº 7, junio 2007. Ver en esta misma revista la reseña del libro de Wizisla dedicado al tema Brecht.
 


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