Foto: Gerald Hubmann |
Flávio Aguiar | En
estos días hice una visita privilegiada. Acompañaba al profesor Jorge
Grespan, historiador de la USP/FFLCH, en su año sabático en Berlín, que
investiga sobre la idea de “representación social” en la obra de Marx, entre
otros temas relacionados. La visita en cuestión fue al profesor Gerald Hubmann,
director del proyecto MEGA que significa Marx/Engels Gesamtausgabe, término y abreviatura que se
pueden traducir como “Edición completa de las obras de Marx/Engels”.
La visita
tuvo lugar en su despacho, cuyas paredes están forradas con ediciones de todo
el mundo de las obras de Marx y Engels, bajo la atenta mirada de una cabeza de
bronce de Marx que se encontró en un almacén, donde había sido relegada tras la
caída del Muro de Berlín y el final de los Estados comunistas de la antigua
Europa del Este. MEGA, que fue planificado desde finales de los 80 y viene
siendo publicado desde principios de los 90 retoma, de hecho, un primer
proyecto similar, desarrollado en la antigua Unión Soviética antes de la
Segunda Guerra Mundial, sobre todo por el esfuerzo y el trabajo de
investigación de David Riazanov (1870-1938). Sin embargo el trabajo de Riazanov
chocó en las
purgas estalinistas. Acusado de “menchevique”, fue expulsado del
Partido Comunista en el año 1931 y, acusado de “trotskismo”, fue condenado y
ejecutado en 1938.
[Cuenta Riazanov: «Me
acuerdo que en 1900 yo había visto en Berlín esa biblioteca dispersa sin ningún
orden en varias habitaciones (…) Así es como desaparecieron miles de obras
pertenecientes a los creadores del socialismo científico. Ni siquiera se
tomaron el trabajo de verificar si no contenían, al margen, notas de lectura,
algunas huellas del trabajo intelectual de Marx o de Engels… Una parte de los
manuscritos que, normalmente, habría debido ser despachada a los archivos del
Partido Socialdemócrata en Berlín fue conservada por Bernstein, y la
correspondencia de Engels y la parte más importante de las obras que permanecen
desconocidas hasta la actualidad quedaron en Londres".]
Ya en aquella época los documentos de Marx y Engels que se
encontraban en Alemania habían sido transportadas a los Países Bajos, con el
ascenso de Hitler al poder. Cuando la Alemania nazi se lanzó contra los países
de Europa Occidental -Francia, Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, entre
otros- los documentos pasaron a Inglaterra.
Tras el final del conflicto regresaron a Amsterdam, y hoy en
día conforman el patrimonio de la Fundación Internacional Marx-Engels, con el Instituto Internacional de Historia Social. También hay
parte de los escritos de los dos autores en Moscú. Pero el centro neurálgico de
la reanudación del proyecto de una edición completa de todos los escritos de
Marx y Engels está a medio camino: Berlín, aunque también implica a centros de
estudios en Tréveris, también en Alemania, en Italia, Dinamarca, Japón, Moscú y
Ámsterdam.
El profesor Hubmann es discreto en el tono y en el lenguaje,
pero está visiblemente entusiasmado con su trabajo. Su primera tarea es aclarar
el tamaño de la empresa: hay miles y miles de documentos, notas, cuadernos,
cartas, panfletos, artículos de periódicos, de revistas, entradas de
enciclopedias, más allá de las ediciones conocidas de libros -miles en todo el
mundo.
Junto con Engels, Marx era un escritor de cartas compulsivo:
durante su vida tuvo más de 2.000 corresponsales asiduos, especialmente en
Europa y Estados Unidos. Como Engels, escribió artículos y entradas que no
firmaba. Por otro lado, hay artículos y entradas que se le han atribuido, pero
ahora podemos saber con seguridad, debido a las modernas técnicas filológicas
-y a la gran tradición filológica alemana-, que no son suyos.
Aquí llegamos a un punto crítico de la cuestión. Si nos
fijamos en muchos planes universitarios actuales de estudios lingüísticos y
literarios – sobre todo en Brasil- la filología puede parecer algo obsoleto.
Pero no para MEGA. Según el profesor Hubmann, una de las cualidades e intereses
de MEGA es el establecimiento riguroso de la autenticidad de los textos de Marx
y Engels, tal como se produjeron, con sus manchas, arañazos, garabatos,
bocetos, versiones, contraversiones, correcciones, vacilaciones; en fin,
el restablecimiento de los textos como originarios de un ser vivo en constante
cambio.
Aquí entramos en el filón vivo y delicado de la mina.
Porque, esta vez con más Marx que Engels, se publicarán algo así como 90
voluminosos tomos [se habla de 114 volúmenes, de los que 60 ya han aparecido],
de un modo algo diferente a lo que se ha fijado hasta el momento por las
sucesivas ediciones, digamos “partidarias”, de su obra. Esto no es negar el
valor de estas ediciones anteriores, empezando por las organizadas honestamente
por el propio Engels, ni desterrarlas. Se trata de ver a Marx dentro de una
perspectiva histórica, como un pensador y un perfil que se escapan por completo
a la idea de algo “fijo”.
A medida que el mundo académico y político que se
autoproclama posmoderno tiende casi compulsivamente a “reinventar la rueda”,
hay quienes proclaman que el Marx que está emergiendo de este laberinto de
documentos es un Marx no, o incluso anti, marxista. Todo lo contrario. Tal vez
el Marx que está emergiendo de este universo es el más “marxista” de todos,
porque completamente envuelto, como autor de los textos, en el torbellino de
dudas, rectificaciones y nuevas evaluaciones de los momentos históricos,
siempre es -eso sí- un formulador de preguntas pertinentes y agudas, más que el
congelador de respuestas listas para ser archivadas como una lectura ortodoxa
de los versículos de una biblia pagana.
Cuando le preguntó si este inquieto Marx sería un pensador
que tendría connotaciones románticas -no en el sentido de idealización, sino en
el sentido de querer restablecer un “espíritu humano”- el profesor
Hubmann responde que sin duda es así en lo que se llama tradicionalmente el
“joven Marx”, estudioso y comentarista de Hegel, Kant, Feuerbach. Este Marx
sigue los “movimientos del espíritu”, como si se tratara de un hegeliano après
la-lettre, pero ya perseguido por los “movimientos de la historia”, ese
hormigón cuyo análisis permite más preguntas que respuestas rápidas, revisando
todo su pensamiento a cada paso.
A medida que el pensador, agitador, periodista, ensayista y
polemista Marx madura, pasa de la filosofía a la política y a la economía, pero
al mismo tiempo ampliando su espectro de intereses, y sus manuscritos revelan
esta ampliación de la perspectiva, tanto en el sentido de campos
abordados -química, biología, geología, entre muchos otros- como en la
variación de su foco privilegiado, la práctica que nunca perdió: tiene el foco
en elaborar su pensamiento. Por ejemplo, subraya el profesor Hubmann, es claro
para cualquiera que siga esta trayectoria que el Marx de la segunda mitad del
siglo XIX cambia su foco de interés del capitalismo clásico -inglé – por el
entonces innovador de los EE.UU.; crece el interés de Marx por su
expansión, por la expansión territorial del capitalismo en el oeste de los
Estados Unidos, por el papel que desempeña el crédito.
También aumenta su conciencia sobre los aspectos fugaces y
cambiantes de la preparación de un (cualquier) pensamiento, y del suyo propio.
Por ejemplo, en el caso de una obra compleja como la “consagrada” a La
idelogía alemana, se puede ahora ver más claramente que, en primer lugar,
es incompleta, es decir, no la encaraba como un “libro definitivo”; y, en
segundo lugar, que se compone de una serie de notas dispersas, inconclusas. Uno
no puede dejar de mirarla a la luz tanto de la afirmación de ambos de que, una
vez informados sobre las cuestiones que trataban pensadores que intentaban
continuar la línea de Hegel, “abandonaron” el conjunto de documentos “a la crítica
de las roedoras ratas”. Tal afirmación no deja de tener un cierto tono irónico,
pues el estado real de los documentos de hoy es roído, por las ratas, el tiempo
e incluso la humedad.
Preguntado por si esta nueva concepción de Marx y de su
trabajo -donde hay tanto de deconstrucción de los estereotipos como de
reconstrucción de una trayectoria semoviente- tienen algo que aportar sobre la
crisis contemporánea, el profesor Hubmann destaca una gran tradición en su
pensamiento:”haría preguntas y más preguntas, dentro de su gran tradición
analítica”. Es decir, el interés del pensamiento de Marx siempre se ha centrado
más en el análisis instigador de las coyunturas, en el esfuerzo también
pragmático por abordar las cuestiones de la política cotidiana de su tiempo,
que en la fijación de las ortodoxias encaradas dogmáticamente.
Aunque revolucionario y volcado hacia una utopía a alcanzar
(con perdón de la palabra, que es del autor de este breve resumen de una
conversación tan rica, no del maestro Hubmann), el pensamiento, y con él la
praxis política de Marx (y Engels), era plenamente consciente de las
dificultades de una visión completa de los campos del conocimiento humano, más
pertinente por cuanto abocado al fracaso, y estaba permanentemente decantado
por una trayectoria concreta entre las posibles que se colocaban en la
construcción diaria de una alternativa al triunfo del pensamiento conformista.
En palabras de este articulista, el Marx que surgió de la
conversación y que probablemente surgirá de los prometidos volúmenes es y será
menos apocalíptico y teleológico, más profético y analítico, en el sentido de
un crítico del estado del arte de su tiempo y de un favorecedor de nuevos
horizontes, en lugar de encerrarlos con acabados catecismos.
Al final de nuestra conversación, el profesor Hubmann mostró
su grata sorpresa por el creciente interés que la obra de Marx ha disfrutado en
Brasil. Y la completó con una alegría enfática, diciendo que la nueva edición brasileña
de la obra (como una sinfonía inconclusa, un trabajo en progreso)
conocida como La ideología alemana, de Boitempo Editorial, se encuentra entre las mejores del
mundo, si no la mejor de todos los tiempos.
Traducción de Anaclet Pons para
© Clionauta