31/1/14

Posneoliberalismo y proceso político en Ecuador

Monumento a Eloy Alfaro, Quito 
Francisco Hidalgo Flor  |  El presente texto se propone analizar los procesos políticos que vivió el Ecuador desde 1990 hasta la actualidad, asumiendo la perspectiva de tendencia de izquierda con anclaje en los movimientos populares. Para este análisis se toma como marco teórico el concepto de disputa de hegemonía. Se parte de reconocer como un solo proceso, pero con varios momentos políticos, aquel que arranca con el levantamiento indígena del Inty Raymi, y va hasta el triunfo electoral de Alianza País. Una interpretación específica se da al movimiento indígena, como protagonista integral de una reforma cultural, que sienta las bases para un nuevo proyecto social, y, por otro lado, las clases y capas medias urbanas, que sintetizan las demandas de ciudadanía. En el texto se caracteriza a la nueva situación como una dualidad, el entrecruzamiento de un proyecto de modernización del estado, con otro de reforma democrática. Se genera así una
condición de encrucijada, que arranca con el período 2006-2009, el cual presiona, a la izquierda con tradición y a los movimientos populares, a vislumbrar un viraje estratégico. Plantea que la síntesis de este proceso se encuentra en el proceso constituyente y los contenidos claves de la Nueva Constitución, que recoge en buena parte las demandas fundamentales de los movimientos populares y sociales, y los coloca en un proyecto común “hacia adelante”.

 Procesos políticos y hegemonía

Estamos frente a un proceso social y político diferente, frente al cual no se puede repetir más lo sabido. Los movimientos populares tratan de convertirse en actores claves, pero tienen limitaciones y dificultades. Algunas de ellas son constitutivas del proceso ecuatoriano, pero otras superan el contexto nacional y nos confrontan con el proyecto político y el bagaje histórico que los sustenta, esto es el contenido y el sentido de la propuesta socialista en un escenario de globalización capitalista. Para proceder con el análisis, en este artículo se adopta la perspectiva de disputa y crisis de hegemonía con fundamento en el legado gramsciano, en diálogo explícito con las novedades de la coyuntura local y global.

El concepto de hegemonía hace referencia a que un proyecto o estrategia de una clase social concreta, o de un círculo dirigente económico-político, requiere no solo del momento de la fuerza, de la capacidad de imposición, sino también generar momentos de adhesión, de construcción de consensos con un conjunto de clases y grupos sociales, que tornen viable dicho proyecto o estrategia. Solo esas adhesiones o consensos, entre varias clases y estratos sociales, son los que podrían garantizar una permanencia en el largo plazo a una propuesta económico–político– social, que no puede dejar de involucrar una reforma ético y moral.

Al tomar como referencia la teoría gramsciana, debemos reconocer la complejidad que ella implica, pues es Antonio Gramsci quien en uno de los esbozos sobre la problemática de la hegemonía1 propone los siguientes niveles: i) la cuestión del hombre colectivo y el individuo en el paradigma de la conducción política, o sea el moderno príncipe; ii) la cuestión de la revolución en contextos de sociedad civil fortalecida; iii) la cuestión de las ideologías como instrumento de la acción política. En el mismo Cuaderno 8, demanda un segundo nivel de análisis: el debate sobre revolución- reestauración, que puede conducir a una situación de revolución pasiva; y, la cuestión de la conciencia política de las clases trabajadoras .

Finalmente Gramsci precisa que: “el concepto de hegemonía sólo puede nacer después del advenimiento de ciertas premisas, a saber las grandes organizaciones populares de tipo moderno, que representan como las “trincheras” y las formas permanentes de la guerra de posiciones”.
 


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