Miseria de la teoría
(1978) es, en su planteamiento y en sus objetivos, un texto de intervención
clarividente. E. P. Thompson comprendió que estaba asistiendo a una
desintegración catastrófica de la actividad teórica vinculada al antagonismo
político, una crisis definitiva de la tradición marxista tal y como había sido
entendida hasta entonces (Gray 1990:164). En vísperas de un contraataque
ideológico brillante y muy bien organizado de la derecha neoliberal, la
vanguardia intelectual de la izquierda parecía empeñada en inmolarse en su
propio altar especulativo. Por supuesto, a lo largo del siglo XX el marxismo
occidental rara vez se resistió a la tentación de un buen chapuzón en las
ciénagas de la abstracción y el teoreticismo. Pero a finales de los años
sesenta se dio un paso adicional y una parte significativa de la teoría social
radical rompió amarras con sus compromisos emancipatorios y se convirtió en un
pecio intelectual
a la deriva por la calma chicha del pensamiento académico.
a la deriva por la calma chicha del pensamiento académico.
El legado de Althusser desempeñó algún papel en este
proceso, aunque es materia de debate cuál fue su impacto real (Kaye 1989: 195;
Benton 1984). La retórica del estructuralismo marxista es tan autoparódica que
invita a la sobreinterpretación. En realidad, la propuesta teórica de Althusser
era más bien doméstica, cercana a las miserias cotidianas del Partido Comunista
Francés (Brohm 1975: 59). Pero la formidable caja de resonancia del
mandarinismo intelectual galo le dio un alcance para el que ni de lejos estaba
pensada ni preparada (Rancière 1974: cap. 2).
Louis Althusser ✆ Hossein Safish |
Perry Anderson intentó justificar la obra de Althusser por
sus subproductos. Consideraba que no podía ser tan deficiente una corriente
intelectual que había dado lugar a análisis empíricos como los de Guy Bois,
Michel Aglietta, Nicos Poulantzas, Pierre-Philippe Rey, Robert Linhart, Erik
Olin Wright o Göran Therborn. Creo que hoy mucha gente coincidirá en que el
interés de algunos de esos trabajos perdura a pesar de su bagaje
estructuralista y no gracias a él. Posiblemente el legado más vivo de Althusser
sea su reformulación de la teoría de la ideología, que ha desempeñado un papel
significativo en el renovado interés por esa área de estudios en la obra de
autores como Terry Eagleton o Slavoj Zizek. Pero no deja de ser llamativo que
la obra de Eagleton, que en los años setenta tenía una clara impronta
althusseriana (Montag 2003: 8), se haya ido aproximando al socialismo humanista
(Eagleton 2005).
Por otro lado, da la impresión de que la buena acogida que
tuvo Miseria de la teoría entre
algunos historiadores y científicos sociales tuvo más que ver con el espíritu
de revancha que con los méritos argumentativos del ensayo de Thompson. Hay muy
poca filosofía espontánea influyente. Prácticamente el único pensador
importante que ha escrito sin establecer un diálogo con la tradición ha sido
Wittgenstein. Thompson parece decidido a inventar su propia epistemología y eso
le condena a un solipsismo estéril. No es exagerado afirmar que Miseria de la teoría es una obra
fracasada que, de hecho, marcó el definitivo distanciamiento de Thompson del
marxismo (Palmer 2004:141; Thompson 2000:8). Thompson logra ridiculizar a
Althusser recurriendo a una larga serie de reproches poco deportivos y muy
agresivos. Su virulenta falta de empatía conceptual mina su propia
intervención. Las tesis althusserianas son oscuras pero en la interpretación de
Thompson quedan aún más desdibujadas. Althusser, seguramente, se lo tenía
merecido. Como ensayista alcanza cotas de pomposidad que sólo Talcott Parsons
había logrado hollar. Pero seguramente no es ese demente obsesionado por
subsumir la facticidad en nebulosas metafísicas (Benítez 1996: 161-169).
Miseria de la teoría
tiene un endiablado filo literario pero, en una lectura atenta, la
argumentación resulta farragosa, tan especulativa o más que muchos textos de
Althusser y completamente desproporcionada. Desde el título recuerda a Marx.
Concretamente al peor Marx, ese autor capaz de paralizar la escritura de El capital durante año y medio para
enfrascarse en una polémica desesperada con Karl Vogt por un motivo trivial
que, sin embargo, mereció que destilara su indiscutible talento para el insulto
a lo largo de cientos de páginas. A continuación expondré algunas tesis de
Althusser guiado por el principio de caridad hermenéutica y empleando un léxico
no althusseriano. El resultado es manifiestamente acontextual y no aspira a
mayor profundidad histórica o exegética. No obstante, creo que es una forma
útil de establecer las limitaciones generales de su propuesta filosófica y
analizar el alcance de las objeciones de Thompson. Mi objetivo es, finalmente,
mostrar que Thompson tenía a la mano una rica veta crítica que, tal vez a causa
de su animosidad, no supo aprovechar.
César Rendueles es profesor en
el Departamento de Sociología V de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ha editado dos antologías
de Karl Marx (El capital: una antología,
Madrid, Alianza, 2011 y Escritos de
materialismo histórico, Madrid, Alianza, 2012) y otra de Walter Benjamin
(Escritos políticos, Madrid, Abada, 2012). Su último libro Sociofobia (Capitán Swing, 2013) ha obtenido el premio del diario
El País al mejor ensayo de 2013.
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