29/12/13

‘La formación de la clase obrera en Inglaterra’: E. P. Thompson y la crisis del marxismo

Fernando Díez Rodríguez  |   Este artículo aborda la importante y fundamental obra de E. P. Thompson desde la perspectiva de la crisis del marxismo en los años 1960, y la manera cómo esta crisis se refleja en el autor y en la obra. La novedad y la influencia de la obra más conocida de E. P. Thompson tienen que ser entendidas en este contexto específico y crítico, así como el intento revisionista que lleva a cabo como reacción a la crisis del marxismo. Tal revisionismo nos conduce a su apasionada lectura de William Morris. Mediante ésta, descubre una tradición alternativa al marxismo ortodoxo, tanto para investigar la historia de las clases, como para redefinir su propia idea del anti-capitalismo. Esta tradición alternativa fue considerada por E. P. Thompson compatible con las ideas originales de Karl Marx. La Formación de la clase obrera en Inglaterra se publicó en 1963. Su aparición supuso una profunda inflexión en el campo de la historia social y especialmente en las investigaciones sobre la clase obrera. Durante décadas éstas se habían limitado al estudio de las organizaciones de clase (sindicatos y partidos políticos), los conflictos protagonizados por los obreros, el examen de las diferentes doctrinas socialistas, las biografías de líderes del movimiento obrero y las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora. La aparición de la obra de Thompson contribuyó en gran medida a que ya nada fuera igual. Las investigaciones sobre la clase y, más en
general, sobre el trabajo transitarán en el futuro una senda bien diferente que nuestro autor supo adelantar y señalar. El mismo título de la obra anunciaba ya un punto de vista novedoso y aun perturbador. Por primera vez un historiador que se declaraba marxista se planteaba la necesidad de investigar cómo se forma una clase obrera. Es decir, parecía romper con la idea de que la clase venía realmente dada con la aparición y consolidación del modo de producción que la creaba, y asumía como un reto singular de la investigación que la clase se formaba y, además, que la comprensión del proceso de su formación exigía una concienzuda y extensa pesquisa. Esto se completaba con la idea de que dicha formación era un fenómeno singular, con un importante sesgo idiosincrásico, así que la relevancia de factores determinantes de tipo general no parecía explicar convenientemente la aparición histórica de la clase. Como afirma Bryan Palmer (2004: 112), “el libro (La Formación) sacó a la historia obrera de las profundidades de un largo sueño dogmático”.

Sobre esta obra se ha dicho casi todo lo que podría decirse, pero que se cumpla en este año el cincuenta aniversario de su publicación pide la celebración de su aparición, el recuerdo de su impacto historiográfico y la constatación de la huella viva que ha dejado en todos los que nos hemos interesado por la historia social. La Formación, más que ninguna otra obra renovadora de la historia social coetánea, removió este terreno y lo hizo no sólo por la manera muy novedosa de hacer la historia de la clase, con importantes innovaciones en la utilización de fuentes y en el tono y forma de la escritura, sino también por el sesgo contestatario con el que se llevaba a cabo la investigación, poniendo en tela de juicio y trasgrediendo principios teóricos inamovibles de la tradición intelectual que se tenía a sí misma por garante exclusiva de la historia de la clase obrera. Y esto se hacía reclamando el autor para su obra un lugar en tal tradición.

La Formación fue tan impactante e influyente por lo que tenía de heterodoxa. La textualidad de la misma y los breves comentarios teóricos que su autor incorporaba, de forma bastante aleatoria, apuntaban a una recomposición de elementos fundamentales de la tradición marxista difícilmente admisible. Además, un detenido análisis del texto mostraba serias inconsistencias teóricas que se derivaban, en buena medida, del difícil ensamblaje entre la manera como su autor establecía efectivamente la formación de la clase en su investigación y los presupuestos marxistas a los que decía mantenerse fiel. Lo cierto es que estos defectos de la obra pueden ser vistos, desde la perspectiva actual, como parte de su impacto e influencia, también de su éxito. Revelan insuficiencias teóricas y aun argumentativas y son responsables de algunas de las partes más débiles del texto. Pero más allá de esto la obra brilla en la viveza y sugestión intelectual de muchos de sus análisis, en la frescura y amplitud de tonos de su narratividad y en la manera única como sabe transmitirnos algo importante de la vida y la experiencia de una clase, vista hasta entonces como una especie de constructo disecado en el que si algo faltaba eran precisamente los seres humanos que poblaban sus filas.

La sustancia heterodoxa de la obra es la savia por la que fluyen los elementos de su condición rompedora e innovadora. Y este carácter está íntimamente relacionado con la crisis que su autor vive con respecto al marxismo, con su ruptura con el marxismo ortodoxo de la época y la necesidad de elaborar una alternativa revisionista en la que pueda seguir sintiéndose como el marxista que sigue queriendo ser. La Formación refleja este movimiento. La Formación, todavía más, levanta acta del mismo. La investigación sobre la clase obrera inglesa se beneficia ampliamente de la ruptura de su autor con las rigideces de la ortodoxia, pero también trasluce las serias limitaciones teóricas del revisionismo thompsoniano.

En este artículo nos centraremos en la dificultosa relación que La formación de la clase obrera en Inglaterra mantiene con el marxismo. Vamos a considerar este hecho singular como una manifestación más, de época, de la profunda crisis de esta corriente de teoría social en tanto movimiento estructurado visible e identificable como tal. Una crisis que se alarga en un dilatado y tormentoso proceso crítico que destaca por su extraordinaria, y difícilmente esperable, duración. Desde esta perspectiva abordaremos la obra y el autor. La Formación es, además de muchas otras cosas, un texto significativo de esta crisis en un estado terminal de la misma, y sólo se comprende completamente en este preciso contexto. Thompson es, por su parte, un marxista que vive dramáticamente los estertores tanto de una singular tradición histórica del anticapitalismo, como de la principal ilusión política que esta tradición alumbró. En una primera y breve parte recordaremos al lector lo relativamente temprana que fue la crisis del marxismo, así como su más que largo periplo temporal; un periplo que hay que entender como una dilatada supervivencia siempre sustentada por fenómenos históricos que alargaron artificialmente su duración. Subrayaremos que ya desde los comienzos se plantearon algunas cuestiones importantes que tendrán su reflejo, casi cincuenta años más tarde, en la tardía disidencia thompsoniana y en la relectura revisionista que nuestro autor hace de la teoría. La segunda parte versará sobre las principales divergencias de Thompson con la corriente principal del marxismo de su tiempo. Los asuntos principales de su reacción y de su ruptura y la profunda impronta que graban en las páginas de La Formación. La tercera parte se centrará en el descubrimiento de William Morris por nuestro autor y en lo mucho que tal descubrimiento contribuyó a la elaboración de la posición revisionista de Thompson. Terminará esta parte con unas breves reflexiones sobre las huellas específicas que el revisionismo de Thompson, de filiación morrisoniana, deja en La Formación

Fernando Díez es doctor en Historia, es profesor titular del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. Autor de Viles y Mecánicos, La sociedad desasistida, Utilidad, deseo y virtud, ha dedicado su investigación a la historia social e intelectual del trabajo y a la historia de las políticas sociales.


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