Fernando Díez
Rodríguez | Este artículo aborda la importante y
fundamental obra de E. P. Thompson desde la perspectiva de la crisis del
marxismo en los años 1960, y la manera cómo esta crisis se refleja en el autor
y en la obra. La novedad y la influencia de la obra más conocida de E. P.
Thompson tienen que ser entendidas en este contexto específico y crítico, así
como el intento revisionista que lleva a cabo como reacción a la crisis del
marxismo. Tal revisionismo nos conduce a su apasionada lectura de William
Morris. Mediante ésta, descubre una tradición alternativa al marxismo ortodoxo,
tanto para investigar la historia de las clases, como para redefinir su propia
idea del anti-capitalismo. Esta tradición alternativa fue considerada por E. P.
Thompson compatible con las ideas originales de Karl Marx. La Formación de la clase obrera en Inglaterra se publicó en 1963. Su aparición supuso una profunda inflexión en el campo de la historia social y especialmente en las
investigaciones sobre la clase obrera. Durante décadas éstas se habían limitado
al estudio de las organizaciones de clase (sindicatos y partidos políticos),
los conflictos protagonizados por los obreros, el examen de las diferentes
doctrinas socialistas, las biografías de líderes del movimiento obrero y las
condiciones materiales de vida de la clase trabajadora. La aparición de la obra de Thompson contribuyó en gran
medida a que ya nada fuera igual. Las investigaciones sobre la clase y, más en
general, sobre el trabajo transitarán en el futuro una senda bien diferente que
nuestro autor supo adelantar y señalar. El mismo título de la obra anunciaba ya
un punto de vista novedoso y aun perturbador. Por primera vez un historiador
que se declaraba marxista se planteaba la necesidad de investigar cómo se forma
una clase obrera. Es decir, parecía romper con la idea de que la clase venía
realmente dada con la aparición y consolidación del modo de producción que la creaba,
y asumía como un reto singular de la investigación que la clase se formaba y,
además, que la comprensión del proceso de su formación exigía una concienzuda y
extensa pesquisa. Esto se completaba con la idea de que dicha formación era un
fenómeno singular, con un importante sesgo idiosincrásico, así que la
relevancia de factores determinantes de tipo general no parecía explicar
convenientemente la aparición histórica de la clase. Como afirma Bryan Palmer
(2004: 112), “el libro (La Formación)
sacó a la historia obrera de las profundidades de un largo sueño dogmático”.
Sobre esta obra se ha dicho casi todo lo que podría decirse,
pero que se cumpla en este año el cincuenta aniversario de su publicación pide
la celebración de su aparición, el recuerdo de su impacto historiográfico y la
constatación de la huella viva que ha dejado en todos los que nos hemos
interesado por la historia social. La
Formación, más que ninguna otra obra renovadora de la historia social
coetánea, removió este terreno y lo hizo no sólo por la manera muy novedosa de
hacer la historia de la clase, con importantes innovaciones en la utilización
de fuentes y en el tono y forma de la escritura, sino también por el sesgo
contestatario con el que se llevaba a cabo la investigación, poniendo en tela
de juicio y trasgrediendo principios teóricos inamovibles de la tradición
intelectual que se tenía a sí misma por garante exclusiva de la historia de la
clase obrera. Y esto se hacía reclamando el autor para su obra un lugar en tal
tradición.
La Formación fue
tan impactante e influyente por lo que tenía de heterodoxa. La textualidad de
la misma y los breves comentarios teóricos que su autor incorporaba, de forma
bastante aleatoria, apuntaban a una recomposición de elementos fundamentales de
la tradición marxista difícilmente admisible. Además, un detenido análisis del
texto mostraba serias inconsistencias teóricas que se derivaban, en buena
medida, del difícil ensamblaje entre la manera como su autor establecía
efectivamente la formación de la clase en su investigación y los presupuestos
marxistas a los que decía mantenerse fiel. Lo cierto es que estos defectos de
la obra pueden ser vistos, desde la perspectiva actual, como parte de su
impacto e influencia, también de su éxito. Revelan insuficiencias teóricas y
aun argumentativas y son responsables de algunas de las partes más débiles del
texto. Pero más allá de esto la obra brilla en la viveza y sugestión
intelectual de muchos de sus análisis, en la frescura y amplitud de tonos de su
narratividad y en la manera única como sabe transmitirnos algo importante de la
vida y la experiencia de una clase, vista hasta entonces como una especie de
constructo disecado en el que si algo faltaba eran precisamente los seres
humanos que poblaban sus filas.
La sustancia heterodoxa de la obra es la savia por la que
fluyen los elementos de su condición rompedora e innovadora. Y este carácter
está íntimamente relacionado con la crisis que su autor vive con respecto al
marxismo, con su ruptura con el marxismo ortodoxo de la época y la necesidad de
elaborar una alternativa revisionista en la que pueda seguir sintiéndose como
el marxista que sigue queriendo ser. La
Formación refleja este movimiento. La
Formación, todavía más, levanta acta del mismo. La investigación sobre la
clase obrera inglesa se beneficia ampliamente de la ruptura de su autor con las
rigideces de la ortodoxia, pero también trasluce las serias limitaciones
teóricas del revisionismo thompsoniano.
En este artículo nos centraremos en la dificultosa relación
que La formación de la clase obrera en
Inglaterra mantiene con el marxismo. Vamos a considerar este hecho singular
como una manifestación más, de época, de la profunda crisis de esta corriente
de teoría social en tanto movimiento estructurado visible e identificable como
tal. Una crisis que se alarga en un dilatado y tormentoso proceso crítico que
destaca por su extraordinaria, y difícilmente esperable, duración. Desde esta
perspectiva abordaremos la obra y el autor. La
Formación es, además de muchas otras cosas, un texto significativo de esta
crisis en un estado terminal de la misma, y sólo se comprende completamente en
este preciso contexto. Thompson es, por su parte, un marxista que vive
dramáticamente los estertores tanto de una singular tradición histórica del
anticapitalismo, como de la principal ilusión política que esta tradición
alumbró. En una primera y breve parte recordaremos al lector lo relativamente
temprana que fue la crisis del marxismo, así como su más que largo periplo
temporal; un periplo que hay que entender como una dilatada supervivencia
siempre sustentada por fenómenos históricos que alargaron artificialmente su
duración. Subrayaremos que ya desde los comienzos se plantearon algunas
cuestiones importantes que tendrán su reflejo, casi cincuenta años más tarde,
en la tardía disidencia thompsoniana y en la relectura revisionista que nuestro
autor hace de la teoría. La segunda parte versará sobre las principales
divergencias de Thompson con la corriente principal del marxismo de su tiempo.
Los asuntos principales de su reacción y de su ruptura y la profunda impronta
que graban en las páginas de La Formación.
La tercera parte se centrará en el descubrimiento de William Morris por nuestro
autor y en lo mucho que tal descubrimiento contribuyó a la elaboración de la
posición revisionista de Thompson. Terminará esta parte con unas breves
reflexiones sobre las huellas específicas que el revisionismo de Thompson, de
filiación morrisoniana, deja en La Formación.
Fernando Díez es doctor en
Historia, es profesor titular del Departamento de Historia Contemporánea de la
Universidad de Valencia. Autor de Viles y Mecánicos, La sociedad desasistida,
Utilidad, deseo y virtud, ha dedicado su investigación a la historia social e
intelectual del trabajo y a la historia de las políticas sociales.
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