24/12/13

Karl Marx le explica a Engels la ‘Ley Wert’ en La Maison du Cigne, un bar de Bruselas, Bélgica

Fachada del Restaurant
La Maison du Cygne en Bruselas
José Mansilla  |   Es que me lo imagino. Marx y Engels sentados en La Maison du Cigne, [Ver abajo la Nota del Editor] en Bruselas, justo donde redactaron el Manifiesto Comunista, delante de dos pintas de cerveza y comentando el hecho.
- Karl, la que están liando en España con la nueva Ley de Educación – comenta Engels.
- Ya te digo, aunque bueno, se veía venir ¿eh? – contesta Marx.
- ¡Coño! ¿Y eso?
- A ver, está más claro que el agua del Volga. ¿Te tengo que hacer un dibujo o qué?
- Bueno, una breve explicación no me vendría mal, la verdad. Es que siempre te piensas que todos somos como tú… ¡Que intensito que eres…!
- Bueno, vale, no te enfades. Te cuento. Yo lo veo según dos puntos principales. El primero está basado en mi concepto de Relaciones Sociales de Reproducción. Ya sabes que ninguna sociedad puede producir continuamente, esto es, re-producir, sin reconvertir y transformar una parte de sus productos en medios de producción.  El ejemplo más claro de esto es la educación. El sistema de producción capitalista necesita, para continuar con el proceso de acumulación, introducir novedades tecnológicas, mejoras en la productividad, además de una clase trabajadora que sea capaz de participar de ese proceso. Esta es la
base de la educación y la formación públicas, la de convertir a los hombres y las mujeres en herramientas básicas del sistema productivo. Ahora bien, ¿qué pasa si, debido a una reestructuración del sistema productivo, digamos, el paso de una producción fordista, de fábrica, a otra post-fordista, más flexible y basada en los servicios, ya no es necesaria una mano de obra formada en determinadas actividades y procesos? ¡Está claro! Que el sistema educativo también necesita reestructurarse.  Pero es más, ¿qué pasa si el sistema de producción capitalista alcanza una fase donde los servicios financieros, y otros similares, alcanzan tal grado de desarrollo que se han convertido en una de las principales variables de producción mundial? Pues que la gente sobra, como dice mi amiga Saskia Sassen. ¿Para qué vamos a tener a gente formada e instruida en determinadas cuestiones, si dándole a una tecla en un ordenador de Nueva York generamos tanta riqueza y capital como en una fábrica a las afueras de Beijing? Es más, ¿qué pasa si la gente ya no es necesaria ni como consumidora, puesto que no se producen bienes o servicios de consumo? ¿Lo ves ahora Friedrich?

Placa conmemorativa en La Maison du Cygne para recordar a Karl Marx 
- ¡Ondia! Es verdad. Un ejemplo de eso, se  me ocurre, es la subida de tasas universitarias. ¿Para qué son necesarios universitarios si el sistema productivo ya no los requiere? O también, la creación de itinerarios educativos diferenciados a edades cada vez más tempranas. Así se avanza en una dualización y diferenciación social. Una reproducción de las propias élites. ¡Joer que mal se ha entendido a Darwin!
- Ya te digo. Pero espera, que aun hay más…
- ¿Mas?
- Sí. Porque a ver, si avanzamos en este sentido, el que tú has definido tan bien como dualizador, estamos creando grandes diferencias sociales, un gran salto entre las clases altas y burguesas y los trabajadores, precarios y excluidos. Hay un gran riesgo de caer en la anomia, en el desorden, la barbarie. Una gran olla a presión. Social, pero presión al fin y al cabo. Y esto no conviene para hacer negocios. Hay que buscar un pegamento social, algo que, vendido todo el patrimonio público y privatizados los servicios, sirva para mantener a la gente tranquila en el día a día. Digamos, una ideología. Y aquí, por antiguo que parezca volvemos a la religión y la moral conservadora. ¿No es que la Ley de Wert vuelve a introducir la enseñanza de la religión, bajo principios evangelizadores, en la escuela pública? ¿No es que en los servicios informativos de los medios de comunicación públicos te recomiendan que reces para encontrar trabajo? ¡Pues está claro! Se trata de que mediante una nueva/vieja moral, neoconservadora y estructurante, se acepten las nuevas condiciones, se queden todos tranquilos en casa sin protestar…
- ¡Joer lo que se aprende contigo! En eso no había caído.
- Y más cosas que no te cuento porque se me está calentando la cerveza. Anda, pide algo para picar que tengo hambre. ¡Estos belgas es que no te ponen ni unas aceitunitas para picar...!



Nota del Editor

La Maison du Cigne, hoy convertida en un gran restaurante mucho más lujoso que entonces. En el siglo XIX los cafés eran los lugares por excelencia para la tertulia y hasta para la conspiración. Y en aquella época, éste era un café-hostal que albergaba la animada tertulia de un grupo de jóvenes pertenecientes a la ‘Association Democratique’ que entre charla y charla fueron dando forma a lo que años más tarde serían el movimiento obrero y el socialismo.

En la puerta del restaurante, unas placas dan cuenta de estos acontecimientos. La que hace referencia a Karl Marx  no dice que aquí fue donde se leyó por primera vez el Manifiesto Comunista o que Marx y Engels hicieran del sitio una especie de incubadora de la revolución. Dice simplemente que aquí fue donde Marx recibió el año nuevo de 1847 a 1948.

Marx estuvo viviendo en Bruselas entre 1845 y 1848. Había venido con su esposa Jenny y con su hija Laura, y aquí nacieron otros dos de sus hijos. Venía huyendo de Alemania y de Francia de donde había sido expulsado por sus actividades revolucionarias. Para 1848 ya había llamado también aquí la atención lo suficiente por el mismo motivo y también tuvo que irse, esta vez a Londres. El Café del Cisne perdió un cliente y el recorrido entre la plaza y las Galerías un asiduo paseante.