23/12/13

Confesiones de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante

  • En Mayo 2013 tuve el placer de hablar ante el 6° Festival Subversivo de Zagreb sobre este tema. El esquema usado en mi charla fue publicado en esa fecha. Finalmente ahora he conseguido escribir la conferencia entera y desarrollar significativamente algunos puntos. [1]
Karl Marx ✆ Pincho
Yanis Varoufakis  |  Europa está experimentando un desplome, que difiere substancialmente de una recesión capitalista «normal» superable mediante una reducción de salarios que ayude a restablecer los beneficios. 

Yanis Varoufakis
Ese deslizamiento duradero, a largo plazo, hacia una depresión asimétrica y una desintegración monetaria pone a la izquierda radical frente a un terrible dilema : ¿deberíamos aprovechar esta profunda crisis capitalista –esas que se dan una vez por siglo— como una oportunidad para promover el desmantelamiento de la Unión Europea, dada la adhesión entusiasta de ésta al credo y a las políticas neoliberales? ¿O deberíamos aceptar que la izquierda no está preparada para un cambio radical, y promover, en cambio, la estabilización del capitalismo europeo? Este trabajo argumenta que, por poco atractiva que pueda sonar esta última proposición a los oídos de un pensador radical, el deber histórico de la izquierda, en esta coyuntura particular, es estabilizar el capitalismo;
salvar al capitalismo europeo de sí mismo y de los inanes dirigentes que llevan inexorablemente a la catástrofe a la eurozona. A partir de su experiencia personal y de su propia trayectoria intelectual, el autor explica por qué Marx debe continuar ocupando un lugar central en nuestro análisis del capitalismo, pero también por qué debemos ser erráticos en nuestro marxismo. Además, el trabajo explica por qué un análisis marxista de ambas cosas, del capitalismo europeo y de las condiciones actuales de la izquierda, nos obliga a trabajar a favor de una coalición más amplia, incluso con fuerzas de derecha, con el objetivo de resolver la crisis de la eurozona y estabilizar la Unión Europea. Sugiero, en suma, en este trabajo que, en el contexto de la calamidad europea, los radicales deberíamos esforzarnos por minimizar el sacrificio humano reforzando las instituciones públicas de Europa y, así, ganando tiempo y espacio para desarrollar una alternativa genuinamente humanista.

Introducción | Una confesión radical

El capitalismo conoció su segundo espasmo global en 2008, desencadenando una reacción que llevó a Europa a una espiral que amenaza con engullir a los europeos en una vorágine de depresión, cinismo, desintegración y misantropía poco menos que permanentes. Durante los últimos tres años he tenido la oportunidad de hablar ante las audiencias más diversas sobre el dilema europeo. Ante miles de manifestantes antiausteridad en la Plaza Sintagma de Atenas, ante personal del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, ante los diputados verdes de Nueva York, ante escolares en suburbios pobres griegos y norteamericanos, ante los diputados del Parlamento de Londres, con los activistas de Syriza en Tesalónica, ante fondos de riesgo en Manhattan y en la City de Londres: es tan larga la lista, como persistente es el abandono, por parte de los dirigentes europeos, del humanismo y la razón. A pesar de la extremada diversidad de la audiencia, mi mensaje ha sido consistente: la crisis actual de Europa no es meramente una amenaza para los trabajadores, los desposeídos, los banqueros, los grupos particulares, clases sociales o, incluso, naciones. No; las políticas dominantes hoy en Europa constituyen una amenaza para la civilización tal como la conocemos.

Si mi pronóstico es correcto y la crisis europea no es sólo una recesión cíclica más que se corregirá no bien la tasa beneficio se recupere tras el inevitable recorte salarial, la cuestión que se le plantea a la izquierda radical es la siguiente: ¿tenemos que alegrarnos de este hundimiento global del capitalismo europeo y aprovecharlo como una oportunidad para substituir el capitalismo por un sistema mejor?¿O debería, al contrario, llenarnos de preocupación y obligarnos a una campaña a favor de la estabilización del capitalismo europeo? Mi respuesta ha sido inequívoca durante los últimos tres años, y la naturaleza de esa respuesta la revela la enorme diversidad de la lista, antes mencionada, de las audiencias sobre las que he intentado influir. Según yo veo las cosas, la crisis europea no está en proceso de gestación de una alternativa progresista, sino preñada por fuerzas radicalmente regresivas con capacidad para causar un inhumano baño de sangre y de cegar por varias generaciones las esperanzas de cualquier movimiento progresista.

Por tener y manifestar esas opiniones he sido acusado por voces radicales bien intencionadas de “derrotista”; de tardío menchevique que no se cansa de luchar por objetivos que tienden a salvar el indefendible sistema socioeconómico actual. Un sistema que representa, precisamente, todo lo que un radical de izquierda debería condenar y combatir: una Unión Europea transnacional antidemocrática, irreversiblemente neoliberal, extraordinariamente irracional, una UE que ha perdido prácticamente toda capacidad de evolucionar hacia una comunidad genuinamente humanista en la que las naciones europeas puedan respirar, vivir y desarrollarse. Debo confesar que esta crítica hace daño. Y me duele, porque contiene bastante más que un adarme de verdad.

Comparto desde luego el punto de vista de que la Unión Europea es un cártel fundamentalmente antidemocrático e irracional, que ha llevado a los pueblos de Europa por el camino de la misantropía, el conflicto y la recesión permanente. También suscribo la observación crítica de que yo he hecho campaña por un programa fundado en el supuesto de que la izquierda ha sido claramente derrotada. De modo que, sí, por supuesto, he de reconocer que habría deseado que mi campaña hubiera sido de otro tipo: harto más me habría gustado a mí promover un programa radical, cuya razón de ser fuera reemplazar el capitalismo europeo por un sistema diferente, más racional; y no tener que hacer campaña por la estabilización de un capitalismo europeo que no cuadra con mi concepción de lo que es una Sociedad Buena.

Llegados a este punto, acaso sea pertinente hacer una confesión secundaria: confesar que...las confesiones tienden a ponerse al servicio de uno mismo. Desde luego, las confesiones están siempre cerca de lo que John von Neumann dijo una vez de Robert Oppenheimer al oír que su antiguo director en el Proyecto Manhattan se había convertido en un activista antinuclear confesando estar avergonzado de su contribución a la carnicería de Hiroshima y Nagasaki. Estas fueron las cáusticas palabras de Von Neumann:
«Confiesa el pecado para ganar la gloria»
Afortunadamente, no soy Oppenheimer; no será demasiado difícil evitar la autopromoción mediante la confesión de varios pecados. Mi confesión será más bien como una ventana desde que examinar minuciosamente mi punto de vista sobre un capitalismo europeo repugnante, afligido por la crisis y profundamente irracional, cuya implosión, a pesar de sus muchos defectos, debería evitarse a toda costa. Es una confesión con la que convencer a la izquierda radical de que tenemos una misión contradictoria: evitar la caída libre del capitalismo europeo para ganar el tiempo necesario para formular su alternativa.



http://www.sinpermiso.info/