12/11/13

La actualidad del Manifiesto Comunista | Tres tesis sobre la mundialización del capital, trabajo y lucha de clases

Ilustración de la portada de una edición
 del Manifiesto Comunista ©  Eduardo del Río
(Rius), dibujante y escritor mexicano
Facsímil del primer borrador
del Manifiesto Comunista
Renán Vega Cantor  [1999]  |  Al confrontar las múltiples facetas del pensamiento de Marx y Engels, tal y como aparece en el Manifiesto Comunista, se deben evitar dos extremos frecuentes: de una parte, considerar que la mayor parte de sus análisis son letra muerta y no tendrían nada que aportar al mundo de hoy; de otra parte, dar por sentado en forma ingenua que nada ha cambiado en la última parte del siglo y que las cosas siguen siendo idénticas –concepción que es profundamente ahistórica– a  como lo eran en tiempos de Marx y Lenin y que, por consiguiente, debemos contentarnos con repetir en forma dogmática y canónica las afirmaciones de los clásicos del marxismo, sin preocuparnos por indagar cuál es su correspondencia con la realidad contemporánea.

Porque una cosa es que, evidentemente, las transformaciones objetivas del capitalismo mundial en el último cuarto de siglo han supuesto modificaciones significativas de las clases sociales, del trabajo, de la clase obrera, de los estados, etc., que sólo mentes muy
obtusas y sectarias se negarían a reconocer. Pero otra bien distinta es que, en aras de la novedad se enmascare el capitalismo, cambiándole de nombre por una parte y, por otra, se diga que las contradicciones básicas de la “nueva” sociedad –y ya es bastante si se llegase a reconocer que está atravesada por contradicciones– ya no tienen nada que ver con la lógica del capital. De esa forma, entonces, se entrarían a privilegiar las  “contradicciones” simbólicas, los imaginarios, los medios de comunicación, las identidades parciales, los consensos, el pluralismo etc., presentando todo eso como la expresión de las nuevas relaciones sociales –que de nuevas no tienen nada– y sin ningún tipo de nexo con el “viejo orden” capitalista. Eso, por supuesto, no quiere decir que todas esas cuestiones no sean importantes y no deban ser estudiadas; lo que resulta muy discutible es que se intenten separar del capitalismo, más aún cuando la relación social capitalista abraza a todo el mundo.

Al hablar del legado del Manifiesto Comunista, es pertinente recuperar un tipo de análisis y un lenguaje que hoy, es necesario repetirlo, a pesar de las transformaciones del capitalismo, permite acercarse de una forma mucho más coherente y seria a la comprensión de los mecanismos básicos del mundo actual, que lo que nos prometen y anuncian la diversidad de “nuevos” paradigmas –o mejor, paradogmas.

Primera tesis: Tal y como lo vislumbró el Manifiesto Comunista hace un siglo y medio, en la actualidad asistimos a la plena mundialización del capital, lo que ha significado la planetarización de las contradicciones propias de la relación social capitalista.
La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones.
La burguesía al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita... Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas partes del mundo...Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba a sí mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones, Manifiesto Comunista, 1, p. 761.
Cuando se leen el Manifiesto Comunista y El Capital –libros a los que hoy prácticamente todo el mundo considera obsoletos y pasados de moda– es sorprendente la frescura del cuadro social y económico que allí se analiza. Es como si Marx y Engels fueran autores contemporáneos y nos estuvieran describiendo lo que está aconteciendo hoy en uno y otro rincón del planeta. Justamente, en términos generales, al margen de detalles secundarios que obviamente han cambiado, este es el aspecto más fuerte y perenne de la obra de Marx. La idea central, planteada en una forma simplificada, es que el capital es una relación social que tiene unas características históricas propias.

Entre tales características sobresalen la universalización de las relaciones mercantiles, a partir de las cuales hasta los seres humanos y/o su fuerza de trabajo se han convertido en una mercancía; la extracción de plusvalía como fuente de valorización del capital, plusvalía que se convierte en el origen de la ganancia y en la razón de ser de la sociedad capitalista, mediante la imposición de relaciones despóticas en los lugares de trabajo; la extracción de plusvalía origina una polarización social, que se manifiesta en la lucha entre distintas clases sociales o fracciones de clase; el capitalismo utiliza distintos procedimientos –entre ellos la ciencia y la tecnología– para aumentar la extracción de plusvalía y valorizar el capital; la relación capitalista se despliega en el plano internacional rompiendo las barreras y los frenos que intentaban obstaculizarla.

Cuando se trata de examinar la situación actual del mundo, lo que se debe verificar es si las características esenciales del capitalismo, señaladas por Marx en la segunda mitad del siglo XIX, se han modificado o no. Con respecto al aspecto más epidérmico, la generalización de la mercancía, con el cual se inicia el análisis del primer tomo de El Capital, es evidente que la mercancía se ha extendido en una forma tal que hasta de pronto ni el mismo Marx lo había imaginado. El capitalismo ha mercantilizado no sólo todas las relaciones sociales, los productos de la naturaleza, los sentimientos, sino incluso los propios órganos humanos y hasta el material genético. ¿Acaso no existe el más repugnante y criminal comercio de sangre humana, de órganos, de ojos y córneas, de niños, de mujeres? ¿Acaso hoy no se puede hablar de un capital genético que supone la conversión en mercancía de la biodiversidad planetaria, de los ríos, de las plantas? Hoy son mercancías todas las cosas, desde las más microscópicas –como los genes– hasta las más descomunales, como los satélites artificiales. Si la mercantilización se ha generalizado de tal manera, es posible decir que, por lo menos en el reino de las apariencias, ¿el sistema que domina el mundo es el capitalismo.
 


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