Karl Marx ✆ Harry Campbell |
Hernán Andrés Kruse | Luego de analizar la cuota y la masa de
plusvalía, Marx centra su atención en el concepto de la plusvalía relativa. Hasta
el momento Marx había venido considerando el tiempo de trabajo destinado a la
producción de un equivalente del valor de la fuerza de trabajo abonado por el
dueño de los medios de producción como una magnitud constante. Luego de cubrir
el tiempo de trabajo necesario (x cantidad de horas), el obrero está en
condiciones de trabajar más horas (2, 3, 4 horas, por ejemplo). La cantidad de
horas de trabajo que el obrero está en condiciones de trabajar luego de haber
cubierto el tiempo de trabajo necesario depende de la cuota de plusvalía y la
duración de la jornada laboral. El tiempo de trabajo necesario es constante;
sin embargo, la jornada laboral total es variable. La línea A - - - - - - - - -
- B - - C representa una jornada laboral de 12 horas (cada guión representa,
pues, una hora laboral). El segmento A-B representa las 10 horas de trabajo
necesario mientras que el segmento B-C representa el trabajo excedente. El
problema que se plantea ahora es cómo alargar el segmento B-C (el
acrecentamiento de la producción de plusvalía) sin alargar más la jornada
laboral total, es decir, la línea A-C. He aquí la manera como Marx analiza y
resuelve la cuestión. A y C constituyen los límites fijos de la jornada
laboral. El problema es si es posible prolongar la línea B-C (el trabajo
excedente) desplazando no el punto C (el punto final de la jornada laboral)
sino desplazando B hacia atrás, hacia A (el punto inicial). Marx responde que,
obviamente, que sí. A continuación, Marx agrega a la línea A-B el segmento
B´-B:
A- - - - - - - - - B´- B - - C. El nuevo segmento (B-B´) equivale a la
mitad del segmento B - - C, es decir, a una hora de trabajo. Si en la línea A-C
(jornada de 12 horas laborales) el punto B ocupa el lugar de B´, el segmento
B-C (el trabajo excedente) se prolonga hasta adquirir las dimensiones del
segmento B´- C, lo que significa que el trabajo excedente se incrementó un 50%
(antes era de 2 horas y ahora pasa a ser de 3 horas), manteniéndose intacta la
jornada laboral de 12 horas (A – C). Para que el trabajo excedente se prolongue
una hora es imprescindible que el trabajo necesario se comprima una hora (de A
– B a A – B´, de 10 horas a 9). Dice Marx: “En esas condiciones, la
prolongación del trabajo excedente lleva aparejada la reducción del trabajo
necesario; es decir, exige que una parte del tiempo de trabajo que el obrero
venía empleando para sí mismo se convierta en tiempo de trabajo invertido para
el capitalista. Lo que varía no es la longitud de la jornada de trabajo, sino
su división en trabajo necesario y trabajo excedente”. Cuanto más se exceda el
tiempo de trabajo excedente, mayor será la explotación del obrero. Cuanto más
se prolongue el segmento B´- C, mayor será el tiempo de trabajo empleado por el
obrero para satisfacer los intereses del capitalista o, si se prefiere, mayor
será el tiempo, dentro de la fábrica, en que el obrero es un esclavo.
Según Marx, la magnitud del trabajo excedente (B´- C o B –
C) va implícita, como algo dado, en los siguientes factores: el valor de la
fuerza laboral y la magnitud de la jornada de trabajo. El tiempo de trabajo
necesario para producir el valor de la fuerza de trabajo determina el tiempo de
trabajo que se necesita para reproducir su valor. Marx brinda el siguiente
ejemplo para dotar de claridad a su análisis. Si el valor de una hora de
trabajo asciende a medio chelín o 6 peniques y el valor diario de la fuerza
laboral asciende a 5 chelines, el obrero estará obligado a trabajar 10 horas
por día si pretende reponer lo que vale diariamente su trabajo desembolsado por
el dueño de los medios de producción o bien deberá producir el equivalente al
valor de todos los medios de vida que necesita para sobrevivir a diario. El
valor de la fuerza laboral del obrero va implícito en el valor de estos medios.
En su libro Political Anatomy of Ireland, William Petty dice: “El valor del
salario medio de un día se determina por lo que el obrero necesita para vivir,
trabajar y perpetuarse” (1672, pág. 64). Por su parte, Malthus expresa: “El
precio de los medios de subsistencia equivale, en realidad, al costo de
producción del trabajo” (Inquiry into, etc. Rent, Londres, 1813, pág. 48, n).
La magnitud del trabajo excedente (la plusvalía o, si se prefiere, B´- C o B –
C) se obtiene achicando la longitud de la línea A – B (el tiempo de trabajo
necesario). Si a las 12 horas de trabajo (A – C) se le quitan 10 horas, quedan
dos, Y no es fácil comprender que, remarca Marx, “en las condiciones que
dejamos expuestas, pueda prolongarse el trabajo excedente más de dos horas”. El
capitalista puede tranquilamente pagar al obrero, en concepto de salario, una
cifra menor a 5 chelines: 4 chelines y medio, por ejemplo. Ahora bien, “para
reproducir este valor de 4 chelines y medio”, explica Marx, “bastarían 9 horas
de trabajo, con lo cual quedarían para el trabajo excedente 3 horas de las 12
en vez de 2 y la plusvalía sería de chelín y medio en vez de un chelín”. El
capitalista ganaría un chelín y medio expoliando impunemente al obrero. Pero
para el logro de este objetivo (la extensión del trabajo excedente y el
incremento de la plusvalía) el capitalista debe sí o sí “hacer descender el
salario del obrero por debajo del valor de su fuerza de trabajo”. Así lo
explica Marx: “Con los 4 chelines y medio que produce en 9 horas, este obrero
dispone de una décima parte menos de medios de vida que antes, y, en estas
condiciones, su fuerza de trabajo sólo puede reproducirse a duras penas. Por
este camino, el trabajo excedente (es decir la plusvalía) se prolongaría a
costa de rebasar sus límites normales, sus dominios se extenderían mediante una
usurpación del territorio reservado al tiempo de trabajo necesario”. El
segmento B´- C se correría más y más a la izquierda, achicando cada vez más el
segmento A – B (el trabajo necesario). Marx agrega: “Por el momento, este
método, que desempeña un papel muy importante en el movimiento real de los
salarios, queda excluido de nuestras consideraciones, por una razón: porque
aquí partimos del supuesto de que las mercancías, incluyendo entre ellas la
fuerza de trabajo, se compran y venden siempre por todo su valor. Sentado esto,
es evidente que el tiempo de trabajo necesario (A – B) para producir la fuerza
de trabajo o para reproducir su valor no disminuirá por el mero hecho de que el
salario del obrero quede por debajo del valor de su fuerza de trabajo, sino que
para ello será indispensable que disminuya este mismo valor”. Teniendo en
consideración la duración de la jornada de labor (12 horas, en el ejemplo de
Marx), el tiempo de trabajo excedente (B´- C o B – C) únicamente puede
prolongarse si se reduce el tiempo de trabajo necesario (A – B). Siguiendo el
ejemplo, Marx considera que para que el tiempo de trabajo necesario (A – B) se
reduzca de 10 horas a 9 horas (1/10) y, a raíz de ello, crezca el trabajo
excedente 1 hora (de 2 horas a 3), es esencial que el valor de la fuerza
laboral disminuya en la misma proporción (1/10). Si dicho valor disminuye en
1/10, entonces la misma masa de medios de vida deberá ser producida a partir de
ahora en 9 horas y no en 10, como sucedía hasta ahora. Para que ello suceda
debe aumentar la capacidad productiva del trabajo. Para que la masa de medios
de vida se produzca ahora en 9 horas es fundamental que el obrero incremente su
capacidad laboral. Un zapatero, con los medios concretos de que dispone, está
en condiciones de producir un par de botas a lo largo de la jornada laboral de
12 horas. Si pretende, en la misma jornada laboral, hacer dos pares de botas
(el doble) deberá necesariamente duplicar la capacidad productiva de su
trabajo. Para que ello suceda deberá utilizar nuevos instrumentos de trabajo o
aplicar nuevos métodos de trabajo (o ambas cosas a la vez). Para que el
zapatero produzca dos pares de botas en 12 horas de trabajo debe producirse,
enfatiza Marx, “una revolución en las condiciones de producción de su trabajo,
es decir, en su régimen de producción y, por tanto, en el propio proceso de
trabajo. Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un
cambio cualquiera sobrevenido en el proceso de trabajo, por virtud del cual se
reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una
mercancía, es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo
adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de
uso”. El aumento de la capacidad productiva del zapatero se traduce en la
posibilidad de hacer dos pares de botas en el mismo período de tiempo en el que
antes hacía sólo un par. A manera de colofón, dice Marx: “Así, pues, mientras
que hasta aquí, al estudiar la producción de la plusvalía, partimos siempre de
un régimen de producción dado, ahora que se trata de obtener plusvalía
convirtiendo el trabajo necesario en trabajo excedente, no basta, ni mucho
menos, que el capital se adueñe del proceso de trabajo en su forma histórica
tradicional, tal y como lo encuentra, limitándose a prolongar su duración. Para
conseguir esto, tiene que transformar las condiciones técnicas y sociales del
proceso de trabajo, y, por tanto, el mismo régimen de producción hasta aumentar
la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la
fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo
necesaria para la reproducción de ese valor. La plusvalía producida mediante la
prolongación de la jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta;
por el contrario, a la que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario,
con el consiguiente cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas
partes de la jornada de trabajo, la designo con el nombre de plusvalía
relativa”.
II
Marx distingue entre plusvalía absoluta y plusvalía
relativa. La plusvalía absoluta es la que se produce a raíz de la prolongación
de la jornada laboral mientras que la plusvalía relativa es la que se produce al
reducir el tiempo de trabajo necesario y el consiguiente aumento del tiempo de
trabajo excedente.
Para que disminuya el valor de la fuerza de trabajo, el
incremento de su capacidad productiva debe afectar a aquellas ramas
industriales cuyos productos determinan dicho valor. El valor de una mercancía
depende de dos factores fundamentales: por un lado, de la cantidad de trabajo
que le imprime la manera con que dicha mercancía es arrojada al mercado; por el
otro, de la masa laboral contenida en sus medios de producción. El valor de la
mercancía X depende tanto del trabajo de quien la produce como del valor de los
medios de producción que emplea en el proceso de producción de tal mercancía.
Dice Marx: “El aumento de la capacidad productiva y el correspondiente
abaratamiento de las mercancías en aquellas industrias que suministran los
elementos materiales del capital constante, los instrumentos de trabajo y los
materiales para la elaboración de los medios de vida necesarios, contribuyen,
por tanto, a hacer bajar el valor de la fuerza de trabajo. En cambio, si se da
en ramas de producción que no suministran medios de vida necesarios ni medios
de producción para fabricarlos, el aumento de la capacidad productiva deja
intacto aquel valor”. Cuando baja el valor de una mercancía, baja de manera
proporcional el valor de la fuerza de trabajo (aquel valor baja “en la
proporción en que esa mercancía contribuye a reproducir la fuerza de trabajo”).
Las camisas constituyen un medio de vida necesario, pero uno más entre muchos
otros. En consecuencia, el abaratamiento de las camisas sólo disminuye dentro
del presupuesto que el trabajador destina al gasto de camisas. Según Marx, la
totalidad de los medios de vida necesarios se compone de diversas mercancías
producto de diferentes industrias, y lo que vale cada una de tales mercancías
es apenas una parte alícuota del valor de la fuerza laboral. La disminución del
valor de la fuerza de trabajo es fruto de la disminución del tiempo de trabajo
necesario para su reproducción; por su parte, la disminución total del tiempo
de trabajo necesario equivale a la totalidad de las disminuciones sufridas por
las ramas de producción mencionadas. Dice Marx: “Para los efectos de nuestro
análisis, este resultado general es considerado como si fuese resultado
inmediato y fin inmediato en cada caso concreto. Cuando, por ejemplo, un
determinado capitalista abarata las camisas intensificando la capacidad
productiva del trabajo, no es necesario que su intención sea, ni mucho menos,
disminuir proporcionalmente el valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, el
tiempo de trabajo necesario, pero sólo contribuyendo de algún modo a este
resultado contribuirá a elevar la cuota general de plusvalía. No hay que
confundir las tendencias generales y necesarias del capital con las formas que
revisten”.
Partiendo de lo expuesto precedentemente respecto a la
plusvalía relativa, Marx observa lo siguiente. Si en 1 hora de trabajo se
produce un valor de medio chelín (6 peniques), en 12 horas se produce un valor
de 6 chelines. Durante la jornada de trabajo (12 horas) se elaboran 12 piezas
de mercancías siendo de 6 peniques el valor de los medios de producción,
materias primas, etc., consumidos para elaborar cada una de las 12 piezas
mencionadas. En este contexto, cada pieza fabricada tendrá un costo de 1
chelín, los medios de producción tendrán un valor de 6 peniques y el valor
nuevo creado por su fabricación ascenderá a 6 peniques. Suponga el lector que
el capitalista está en condiciones de producir, al cabo de las 12 horas de
trabajo, no 12 piezas sino 24, es decir, el doble. Permaneciendo invariable el
valor de los medios de producción cada mercancía pasaría a valer 9 peniques (6
peniques corresponden al valor de los medios de producción y los 3 peniques
restantes al nuevo valor añadido por el trabajo invertido). Si bien se duplicó
la fuerza productiva (24 piezas en vez de 12) la jornada laboral continúa
produciendo un nuevo valor de 6 chelines, pese a que ahora se distribuye entre
el doble de productos que antes (24 piezas de mercancías). Al haber el doble de
productos que antes a cada uno de ellos le corresponde 1/24 del valor total
(antes le correspondía el 1/12 de dicho valor), es decir 3 peniques en lugar de
6 peniques. Según Marx, cada mercancía poseería un valor individual que sería
inferior a su valor social, “costaría menos tiempo de trabajo que la gran masa
del mismo artículo producido en las condiciones sociales medias”. Cada pieza
tiene un costo de 1 chelín, lo que representa 2 horas de trabajo social. Con el
cambio del régimen de producción el costo baja a 9 peniques, lo que significa
que únicamente encierra 1 ½ horas de trabajo. Pero el valor real de la
mercancía proviene de su valor social y no de su valor individual, es decir,
que se mide por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción.
En consecuencia, si el capitalista decide vender la mercancía a 1 chelín (su
valor social), la estará vendiendo a 3 peniques por arriba de su valor
individual, garantizando una plusvalía de 3 peniques que Marx la tilda de
extraordinaria. Por otro lado, la jornada laboral de 12 horas ahora garantiza
una producción de 24 piezas de la mercancía fabricada (antes sólo podía
fabricar 12). Si el capitalista pretende vender las 24 piezas necesitará que la
demanda sea el doble que cuando producía 12 piezas. Si las demás circunstancias
permanecen invariables el productor sólo podrá hacer ingresar las 24 piezas si
reduce el precio. El productor se verá obligado a vender sus mercancías por
encima de su valor individual pero por debajo de su valor social, lo que le
permitirá obtener de cada pieza vendida una plusvalía extraordinaria de 1
penique. Concluye Marx: “Y este beneficio extraordinario le favorece, aunque su
mercancía no figure entre los medios de vida indispensables y aunque, por
tanto, no contribuya a determinar el valor general de la fuerza de trabajo.
Como se ve, aun prescindiendo de esta circunstancia, todo capitalista
individual tiene sus motivos para abaratar las mercancías intensificando la
fuerza productiva del trabajo”.
La producción mayor de plusvalía que obtiene el capitalista
es fruto de la reducción del tiempo de trabajo necesario y la consiguiente
prolongación del tiempo de trabajo excedente. El ejemplo que brinda Marx es el
siguiente. El tiempo de trabajo necesario se extiende por 10 horas; un día de
fuerza de trabajo (el trabajo del obrero) vale 5 chelines; el trabajo excedente
se extiende por 2 horas; durante el día la plusvalía producida es de 1 chelín.
El capitalista está ahora en condiciones de producir 24 piezas que vende cada
una a 10 peniques, lo que significa que está en condiciones de vender
diariamente las 24 piezas a 20 chelines. Como los medios de producción valen 12
chelines se repone el capital constante desembolsado con el 14 2/5 de las piezas
vendidas, lo que significa que las 12 horas de trabajo se traducen en las 9 3/5
piezas restantes. Y como el trabajo del obrero vale 5 chelines, de esas 9 3/5
piezas 6 representan el tiempo de trabajo necesario y las restantes 3 3/5, el
trabajo excedente. En condiciones sociales medias, la proporción entre ambos
trabajos, el necesario y el excedente, era de 5:1, ahora tal proporción es de
5:3. A idéntico resultado, enfatiza Marx, se arriba de la siguiente manera. El
producto de la jornada laboral (12 horas) vale 20 chelines. De ese valor, 12
chelines constituyen el valor de los medios de producción. Los restantes 8
chelines expresan en dinero el valor en que se traduce la jornada laboral.
Según Marx, “esta expresión en dinero rebasa la expresión en dinero del trabajo
social medio de la misma clase, puesto que 12 horas de éste sólo se traducen en
6 chelines”. Cuando la fuerza productiva del trabajo es excepcional, éste actúa
como trabajo potenciado, lo que significa que en el mismo espacio temporal está
capacitado para crear valores mayores de los que sería capaz de crear el
trabajo social medio de la misma clase. No obstante, el capitalista continúa
efectuando el mismo cálculo: un día de fuerza de trabajo vale 5 chelines. A
raíz de ello, el obrero sólo necesita trabajar 7 1/5 horas para reproducir este
valor, cuando antes necesitaba trabajar 10 horas, lo que significa que ahora su
trabajo excedente (el trabajo que ejecuta para beneficiar al capitalista) es 2
4/5 horas mayor y la plusvalía producida se incrementa en 2 chelines (de 1 a
3). El capitalista está en condiciones, en virtud de los nuevos métodos de
producción que aplica, de apropiarse de una parte mayor de la jornada laboral
(de robarle más al obrero, en suma) en comparación con el resto de sus colegas
de la misma rama industrial. El capitalista no hace más que imitar al capital
en el proceso global de la plusvalía relativa. Ahora bien, esta plusvalía
extraordinaria (el gran robo del que es víctima el obrero) se esfuma tan pronto
se generaliza el nuevo método de producción, haciendo desaparecer la diferencia
entre lo que vale individualmente cada mercancía (ahora más barata) y su valor
social. Dice Marx: “La misma ley de la determinación del valor por el tiempo de
trabajo, que los capitalistas dotados de métodos nuevos perciben en el hecho de
poder vender sus mercancías por menos de su valor social, obliga a sus
competidores, por la fuerza de la concurrencia, a implantar los nuevos métodos
de producción. Como se ve, todo este proceso sólo afecta a la cuota general de
plusvalía cuando la intensificación de la fuerza productiva del trabajo abarata
aquellas ramas de producción y aquellas mercancías que figuran entre los medios
de sustento necesarios influyendo, por tanto, en el valor de la fuerza de
trabajo”.
Según Marx, hay una relación inversa entre el valor de las
mercancías y la fuerza productiva del trabajo. Ello significa que cuando
aumenta la fuerza productiva del trabajo, disminuye el valor de las mercancías
(y viceversa). Lo mismo acontece con el valor de la fuerza de trabajo
(determinado por los valores de las mercancías). En cambio, hay una relación
directa entre la plusvalía relativa y la fuerza productiva del trabajo. Ello
significa que cuando aumenta la fuerza productiva del trabajo aumenta la plusvalía
relativa (y viceversa). Para Marx, una jornada laboral de 12 horas siempre
produce el mismo producto de valor de 6 chelines, siempre y cuando permanezca
invariable el valor del dinero y “cualquiera que sea la proporción en que esta
suma de valor se reparta entre la equivalencia de valor de la fuerza de trabajo
y la plusvalía”. Cuando aumenta la fuerza productiva, disminuyen el valor de
los medios diarios de producción y el de un día de fuerza de trabajo; en
consecuencia, al bajar de 5 chelines a 3, habrá un aumento de la plusvalía de 1
a 3 chelines. Y si antes eran necesarias 10 horas de trabajo, ahora sólo lo
serán 6 horas. Ello significa que se habrán recuperado 4 horas que se
incorporarán al ámbito de la plusvalía. El capital, sentencia Marx, tiene una
tendencia constante a reforzar la productividad del trabajo para lograr el
abaratamiento de las mercancías y los obreros.
En definitiva, “en la producción capitalista, la economía
del trabajo mediante el desarrollo de su fuerza productiva no persigue como
finalidad, ni mucho menos, acortar la jornada de trabajo. Tiende simplemente a
acortar el tiempo de trabajo necesario para la producción de una determinada
cantidad de mercancías”.