22/10/13

Introducción histórica a la Filosofía del Estado – I, II & III

Karl Marx ✆ Pascal Kirchmair
Luisa Ferrer  |  En el conocido texto de Bertolt Brecht sobre los pececillos y los tiburones, incluido en sus ‘Historias de Almanaque’, se plantea de un modo irónico el gran problema (aún sin visos de solución a corto plazo) del Estado, esto es, si la “Ley de la selva” no sigue vigente en las sociedades y estados modernos de forma más o menos encubierta, y nociones tales como derecho, justicia y democracia (los auténticos “valores” del sistema) no son sino meras palabras ocultadoras de una dominación más sutil, pero  no menos salvaje. Si con Aristóteles aceptamos que el hombre es un “animal político” y con Marx que la conciencia del hombre es de origen social, habrá que aceptar casi irremisiblemente que las primitivas sociedades humanas evolucionaron inevitablemente en estados entendidos éstos como la síntesis de cuatro elementos: 1) la población; 2) el poder político (las instituciones políticas y sus órganos); 3) el orden jurídico estatal y 4) el territorio nacional.

Para algunos autores, no es posible hablar propiamente de Estado hasta la modernidad, es decir, desde la adopción política del término por Maquiavelo en el siglo XV, pero nosotros vamos a defender que el Estado nace con entidad propia con la polis griega y la civitas romana que compartían las características de ser soberanas, poseer gobierno propio, ejército, moneda, tribunales y
órganos políticos autónomos.

Definimos Estado, entonces, como el cuerpo político de una nación (o varias) organizada, sometida a un gobierno –corporación a través de la cual el  Estado expresa su voluntad jurídica y administrativa– y a unas leyes comunes. En un estado pueden coincidir varias naciones y viceversa, una nación puede pertenecer a varios estados. Entendemos “nación” etimológicamente como la relación común de origen y nacimiento de un grupo de hombres destinados a vida común por la unidad de un territorio, origen, costumbres, tradiciones y lengua, con conciencia de tal comunidad y sometidos, normalmente, a un mismo gobierno. Mientras que el Estado tiene fundamento jurídico, la nación no lo tiene.

Acotados los principales términos de nuestra discusión, procederemos a dar un repaso por los principales hitos filosóficos de la concepción de Estado.

Desde Locke a Hegel

El período que se estudia pertenece históricamente a la implantación y desarrollo del régimen de producción burgués, que coincide con dos revoluciones: una de carácter económico, la revolución industrial iniciada en Inglaterra, que alumbra las condiciones materiales para el desarrollo de la producción burguesa (dominio de la máquina en el proceso de trabajo y planificación con métodos científicos de la explotación de la fuerza de trabajo), otra de carácter político, la revolución francesa, que alumbra las condiciones sociales (el parlamentarismo), para el dominio de la burguesía en el terreno político.

El Estado no se puede entender de una forma rígida y metafísica, sino como una realidad dialéctica que va adquiriendo su contenido en el desarrollo histórico, expresándose  idealmente en la cabeza de los diferentes pensadores de la época. El concepto es, en este sentido, el reflejo de las determinaciones reales, y no al revés, las épocas históricas reflejo de las ideas, opiniones ilusiones, aspiraciones, etc. de los agentes sociales. Así, el estado aparece ligado:

Durante el siglo XVI, al interés nacional. Como expresión de la formación y soberanía de la burguesía dentro de la frontera nacional: es la necesidad del nuevo Estado, del Estado Nación como reorganización y centralización del poder frente a la fragmentación del poder político medieval. Sus máximos exponentes son Maquiavelo y Hobbes.

Durante los siglos XVII y XVIII, al contrato social. Como expresión del pacto entre las clases sociales emergentes: es la necesidad del interés general que propugna la burguesía en relación al interés particular que representa la clase política en declive, la aristocracia. Sus representantes más importantes son Locke y Hume dentro de la escuela inglesa, Montesquieu y Rousseau de la escuela francesa, y Kant y Hegel de la escuela alemana.

Los precursores del socialismo moderno

François Nöel Babeuf (1760-1797) nació en Saint Quentin. Ocupó varios cargos administrativos. Apoyó con entusiasmo la Revolución francesa y en 1787 fue a París a proponer al gobierno un amplio plan de reforma fiscal. Al final del periodo del Terror, en la época del Directorio, arremetió contra la reacción termidoriana; con el pseudónimo de Gracchus Babeuf, publicó el periódico Tribun du peuple, desde donde atacaba a los enemigos de la revolución y defendía su programa comunista.

La derrota de los jacobinos y la ejecución de sus jefes había dejado una numerosa masa de partidarios descontentos que comienzan a reorganizarse para derribar al nuevo gobierno. La primitiva asociación de Babeuf, la Unión del Panteón, estaba formada por elementos sociales e ideológicos diversos, de entre los cuales el pequeño grupo íntimamente asociado a Babeuf se reorganizó para una conspiración secreta después de que el Directorio hubiese suprimido la Unión. El grupo de Babeuf, tras laboriosas negociaciones, se puso de acuerdo con los jefes clandestinos de los jacobinos que quedaban, para proyectar una sublevación.

La crisis económica que se produjo en Francia después del 9 termidor y de la muerte de Robespierre vino a exasperar a las masa populares y, muy especialmente, a los "sans-culottes" parisinos, a los obreros y a los indigentes, oprimidos todos por el recién instaurado Directorio burgués, e irritados, por otra parte, por el lujo de que hacían gala los especuladores y los "petimetres". En el apoyo de estas masas se centraban las esperanzas de éxito de los conspiradores.

La intención de los babounistas era apoderarse del poder con el pequeño grupo de jefes revolucionarios que habían formado, tras lo cual establece­rían un gobierno revolucionario apoyado por los partidarios, principalmente obreros, que tenían en las sociedades locales de París. La tarea principal de la dictadura revolucionaria, así constituida, sería la adopción de las medidas económicas y sociales necesarias para el establecimiento de la República de los Iguales.

Los conspiradores fueron traicionados la víspera de la proyectada revuelta por uno de sus asociados militares, que desde el principio trabajó como espía del Directorio. Babeuf y otros dirigentes fueron arrestados y la conspiración quedó abortada.