Adriano
Nervo Codato | La historia intelectual del marxismo occidental en el siglo XX, antes de su ocaso como teoría social predominante de los análisis inspirados por la Historiografía, la Filosofía, la Economía, o la Sociología, conoció, a grosso modo, dos fases bien distintas. Acerca de la primera, Perry Anderson observó que, a diferencia del marxismo clásico, que conjugó el trabajo teórico con la actividad militante, el marxismo de los intelectuales universitarios promovió, a partir del período de entre-guerras, un “divorcio estructural” entre el pensamiento y la práctica revolucionaria, abandonando progresivamente los estudios sobre “la economía y la política por la filosofía”. La consecuencia más importante de esa opción fue la primacía “del trabajo epistemológico centrado esencialmente en los problemas de método”. Las discusiones de allí derivadas migraron a los análisis
sobre la “estética, o, en un sentido más lato, de las superestructuras
culturales” y su “primera expresión se dio en Alemania, en el Instituto de
Investigación Social de Frankfurt”. Con excepción de Gramsci, el marxismo
occidental se mantuvo indiferente a las cuestiones clásicas que movilizaron al
materialismo histórico: el “examen de las leyes económicas de la evolución del
capitalismo como modo de producción, el análisis de la máquina política del
Estado burgués [y de la] estrategia de la lucha de clases necesaria para
derribar” ese Estado. “Durante más de veinte años después de la II Guerra
Mundial, la producción intelectual del marxismo occidental en el dominio de la
teoría política o económica – en lo que hace a la producción de obras
importantes tanto en un campo como en el otro – fue casi inexistente” (Anderson,
1976: 38, 43, 121, 46, 61 y 63, respectivamente).
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