Karl Marx ✆ Stanislav Belovski |
Julián Sabogal Tamayo
Los especialistas en temas ambientales, marxistas y no
marxistas, discuten sobre las contribuciones de Karl Marx al análisis de los
problemas ambientales. Este artículo es un aporte a esa discusión. La economía
política de Marx y la economía ecológica se sitúan en dos niveles de
abstracción diferentes y se ocupan de dos objetos distintos; la primera se
centra en el valor como relación social y la segunda explica el valor sobre
bases físicas. La economía ecológica estudia la riqueza material, Marx estudió
la forma social de la riqueza en el capitalismo. Aquí se precisan sus
diferencias.
Marx buscaba mostrar el carácter histórico del modo de
producción capitalista, mientras que la economía ecológica se ocupa de las
relaciones materiales con la naturaleza y de los riesgos que el crecimiento
económico impone a la sostenibilidad. Ambas disciplinas utilizan un enfoque
complejo, pero Marx recurre a Hegel para establecer la relación entre la
esencia y la apariencia de los fenómenos, entre valor y precio, entre plusvalía
y ganancia, mientras que la economía ecológica se preocupa por la complejidad
de las manifestaciones externas e inmediatas de la economía. Para Marx y los
marxistas el problema ambiental es inherente al sistema y, por tanto, no tendrá
solución en este marco, mientras que la economía ecológica no plantea, al menos
en forma explícita, la responsabilidad del capitalismo. Por último, se muestra
la importancia de la solidaridad teórica entre ambas disciplinas y sus
posibilidades. El marxismo aporta una comprensión del sistema y de las causas
esenciales del problema, la economía ecológica aporta estudios concretos e
indicadores para medir la producción física y su impacto sobre la naturaleza.
El propósito de Marx era demostrar el carácter histórico de
la sociedad capitalista y entenderla como modo de producción. Antes existieron
otros tipos de sociedad y, por tanto, era factible que después existiera una
nueva, a la que llamó comunismo. En París, cuando dirigía los Anales Franco-alemanes, el joven Marx lo
expresó así:
El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución (Marx, 1993, 147).
Ya en esa época, 1844, planteó la posibilidad de otra
sociedad distinta a la capitalista. Había roto con sus antiguos compañeros, los
hegelianos de izquierda, y concluido que la crítica social no se debía centrar
en la religión ni en la filosofía sino en la economía y, en particular, en la
propiedad privada, su esencia. Su propuesta de superar la propiedad privada
significaba cambiar la sociedad en su aspecto esencial. La sociedad capitalista
desnaturaliza al ser humano, al menos a una parte: los obreros, porque los
aliena. La eliminación de la propiedad privada implicaría el regreso del hombre
a su condición de ser social, su verdadera esencia. La superación del capitalismo
lo devolvería a su condición de ser natural y social. Desde ese momento, Marx
dedicó sus esfuerzos a explorar la posibilidad histórica del paso del
capitalismo al comunismo. En el prólogo a Contribución
a la crítica de la economía política, publicado en 1859, después de
escribir los borradores de la primera versión de su gran obra El Capital –los Grundrisse–, definió claramente el concepto de modo de producción y
su carácter histórico. “En la producción
social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas
necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción
corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas materiales de
producción” (Marx, 1968, 3).
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Julián
Sabogal Tamayo es Magister en Economía, profesor titular de la Universidad de
Nariño, profesor emérito, miembro de número de la Academia Colombiana de
Ciencias Económicas, director del grupo de investigación Desarrollo Endogénico.
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