Rosa Luxemburgo ✆ Kate Evans |
Michael Löwy
El planteamiento eminentemente dialéctico del Estado burgués
y de sus formas democráticas en Rosa Luxemburgo le permite escapar tanto de los
planteamientos social-liberales (¡Bernstein!) que niegan su carácter burgués,
como de los de un cierto marxismo vulgar que no tiene en cuenta la importancia
de la democracia. Fiel a la teoría marxista del Estado, Rosa Luxemburgo insiste
en su carácter de “Estado de clase”. Pero inmediatamente añade: “hay que tomar
esta afirmación no en un sentido absoluto y rígido, sino en un sentido
dialéctico”. ¿Qué quiere decir esto?
De una parte, que el Estado “asume sin duda funciones de
interés general en el sentido del desarrollo social”; pero al mismo tiempo, no
lo hace más que “en la medida en que el interés general y el desarrollo social
coinciden con los intereses de la clase dominante”. La universalidad del Estado
está por tanto severamente limitada y, en gran medida, negada por su carácter
de clase /1.
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Otro aspecto de esta dialéctica es la contradicción entre la
forma democrática y el contenido de clase: “Las instituciones formalmente
democráticas no son, en cuanto a su contenido, más que instrumentos de los
intereses de la clase dominante”. Pero no se limita a esta constatación que es
un locus clásico del marxismo; no solo no desprecia la forma democrática, sino
que muestra que ésta puede entrar en oposición con el contenido burgués: “Se
tienen pruebas concretas de ello: en cuanto la democracia tiene tendencia a
negar su carácter de clase y a transformarse en instrumento de los verdaderos
intereses del pueblo, las formas democráticas mismas son sacrificadas por la
burguesía y por su representación estatal” /2.
La historia del siglo XX está
atravesada de un extremo a otro de ejemplos de este tipo de “sacrificio”, desde
la guerra civil en España hasta el golpe de Estado de 1973 en Chile; no son
excepciones, sino más bien la regla. Rosa Luxemburgo había previsto, con una
agudeza impresionante, ya en 1898, lo que iba a ocurrir a lo largo del siglo
siguiente.
Dialéctica del Estado burgués
Contra la visión idílica de la historia como “Progreso”
ininterrumpido, como evolución necesaria de la humanidad hacia la democracia y,
sobre todo, contra el mito de un vínculo intrínseco entre capitalismo y
democracia, opone un análisis sobrio y sin ilusiones de la diversidad de los
regímenes políticos:
“El desarrollo ininterrumpido de la democracia que el revisionismo, siguiendo el ejemplo del liberalismo burgués, toma por la ley fundamental de la historia humana, o al menos de la historia moderna, se revela, cuando se le examina de cerca, como un espejismo. No se pueden establecer relaciones universales y absolutas entre el desarrollo del capitalismo y la democracia. El régimen político es cada vez el resultado del conjunto de factores políticos tanto internos como externos; en el interior de esos límites presenta todos los diferentes grados de escala desde la monarquía absoluta hasta la república democrática” /3.
Lo que no podía prever, por supuesto, son las formas estatales autoritarias bastante peores que las monarquías: los regímenes fascistas y las dictaduras militares, que se desarrollaron en los países capitalistas -tanto del centro como de la periferia- a lo largo del siglo XX. Pero tiene el mérito de ser una de las pocas personas, en el movimiento obrero y socialista, que desconfió de la ideología del Progreso, común a los liberales burgueses y a una buena parte de la izquierda, y en poner en evidencia la perfecta compatibilidad del capitalismo con formas políticas radicalmente antidemocráticas. (…).
No solo no hay afinidad particular entre la burguesía y la
democracia, sino que a menudo se producen los avances democráticos en lucha
contra esta clase:
“En Bélgica, en fin, la conquista democrática del movimiento obrero, el sufragio universal, es un efecto de la debilidad del militarismo y por consiguiente de la situación geográfica y política particular de Bélgica y, sobre todo, ese “trozo de democracia” está conquistado no por la burguesía, sino en su contra ” /4.
¿Es solo el caso de Bélgica, o más bien una tendencia
histórica general? Rosa Luxemburgo parece inclinarse por la segunda hipótesis,
considerando que la única garantía de la democracia es la fuerza del movimiento
obrero:
“El movimiento obrero socialista es hoy el único apoyo de la democracia, no hay otros. Se verá entonces que no es la suerte del movimiento socialista la que está ligada a la democracia burguesa, sino inversamente la de la democracia la que está ligada al movimiento socialista. Se constatará que las oportunidades de la democracia no están ligadas al hecho de que la clase obrera renuncie a la lucha por su emancipación sino, al contrario, al hecho de que el movimiento socialista sea suficientemente poderoso como para combatir las consecuencias reaccionarias de la política mundial y de la traición de la burguesía.
Cualquiera que desee el reforzamiento de la democracia deberá desear igualmente el reforzamiento y no el debilitamiento del movimiento socialista; renunciar a la lucha por el socialismo, es renunciar al mismo tiempo al movimiento obrero y a la democracia misma” /5.
En otros términos: la democracia es, a ojos de Rosa Luxemburgo, un valor esencial que el movimiento socialista debe salvar de sus adversarios reaccionarios, entre los que se encuentra la burguesía, siempre dispuesta a traicionar sus proclamas democráticas si sus intereses lo exigen (…).
La sorprendente afirmación según la cual la suerte de la
democracia está ligada a la del movimiento obrero y socialista fue también
confirmada por la historia de los decenios siguientes: la derrota de la
izquierda socialista -a causa de sus divisiones, de sus errores y de su
debilidad- en Italia, en Alemania, en Austria o en España, condujo al triunfo
del fascismo, con el apoyo de las principales fuerzas de la burguesía, y a la
abolición de toda forma de democracia durante largos años (en España, durante
decenios).
La relación entre el movimiento obrero y la democracia es
eminentemente dialéctica: la democracia tiene necesidad del movimiento
socialista y, viceversa, la lucha del proletariado tiene necesidad de la
democracia para desarrollarse:
“La democracia es quizás inútil, o incluso molesta para la burguesía hoy; para la clase obrera, es necesaria, incluso indispensable. Es necesaria, porque crea las formas políticas (autoadministración, derecho de voto, etc.) que servirán al proletariado de trampolín y de apoyo en su lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad burguesa. Pero es también indispensable porque es solo luchando por la democracia y ejerciendo sus derechos como el proletariado tomará conciencia de sus intereses de clase y de sus tareas históricas” /6.
La formulación de Rosa Luxemburgo es compleja. En un primer
momento parece afirmarque es gracias a la democracia como la clase obrera puede
luchar para transformar la sociedad. ¿ Querría esto decir que en los países no
democráticos esta lucha no es posible? Al contrario, insiste la revolucionaria
polaca, es en la lucha por la democracia como la conciencia de clase se
desarrolla. Piensa sin duda en países como la Rusia zarista -incluyendo
Polonia- donde la democracia no existe aún y donde la conciencia revolucionaria
se despierta precisamente en el combate democrático. Es lo que se verá, pocos
años más tarde, en la revolución rusa de 1905. Pero piensa también,
probablemente, en la Alemania guillermina, en la que la lucha por la democracia
está lejos de haber acabado, y encuentra en el movimiento socialista su
principal sujeto histórico. En cualquier caso, lejos de despreciar las “formas
democráticas”, que distingue de su instrumentalización y manipulación
burguesas, asocia estrechamente su destino al del movimiento obrero.
¿Cuáles son pues las formas democráticas importantes? En
1898, menciona sobre todo tres de ellas: el sufragio universal, la república
democrática, la autoadministración; más tarde -por ejemplo, a propósito de la
revolución rusa en 1918- añadirá las libertades democráticas: libertad de
expresión, de prensa, de organización. ¿Qué ocurre con el Parlamento? Rosa
Luxemburgo no rechaza la representación democrática como tal, pero desconfía del
parlamentarismo en su forma del momento: lo considera como “un instrumento específico del Estado de
clase burgués, un medio para hacer madurar y desarrollar las contradicciones
capitalistas” /7. Volverá sobre este debate pocos años más tarde, en
artículos polémicos contra Jaurès y los socialistas franceses, a los que
acusará de querer llegar al socialismo pasando por “la ciénaga apacible (…) de
un parlamentarismo senil”. La degradación de esta institución se revela en su
sumisión al poder ejecutivo: “La idea, en
si misma racional, de que el gobierno no debe dejar de ser el instrumento de la
mayoría de la representación popular, es invertida en su contrario por la
práctica del parlamentarismo burgués: a saber, la dependencia servil de la
representación popular a la supervivencia del presente gobierno”. Saluda,
en este contexto, a los socialistas revolucionarios franceses que han
comprendido que la acción legislativa en el Parlamento -útil para arrancar
algunas leyes favorables para los trabajadores- no puede sustituir a la
organización del proletariado para la conquista, por medios revolucionarios,
del poder político /8.
Las contradicciones de la democracia burguesa: militarismo, colonialismo
Las democracias burguesas “realmente existentes” se
caracterizan por dos dimensiones profundamente antidemocráticas, estrechamente
ligadas: el militarismo y el colonialismo. En el primer caso, se trata de una
institución, el Ejército, jerárquico, autoritario y reaccionario, que
constituye una especie de Estado absolutista en el seno del Estado democrático.
En el segundo, se trata de la imposición, por la fuerza de las armas, de una
dictadura a los pueblos colonizados por los imperios occidentales. Como
recuerda Rosa Luxemburgo en Reforma o revolución su carácter de clase obliga al
Estado burgués, incluso si es democrático, a acentuar cada vez más su actividad
coercitiva en terrenos que no sirven más que a los intereses de la burguesía,
“a saber el militarismo y la política aduanera y colonial” /9. La denuncia de
esta “actividad coercitiva”, militarista e imperialista, va a ser uno de los
principales ejes de la crítica dirigida por Rosa Luxemburgo al Estado burgués.
Desde el punto de vista capitalista,
“el militarismo actualmente se ha vuelto indispensable desde un triple punto de vista: 1) le sirve para defender intereses nacionales en competencia contra otros grupos nacionales; 2) constituye un terreno de inversión privilegiado, tanto para el capital financiero como para el capital industrial; y 3) le es útil en el interior para asegurar su dominación de clase sobre el pueblo trabajador. […]. Dos rasgos específicos caracterizan el militarismo actual: es en primer lugar su desarrollo general y concurrente en todos los países; se le diría empujado a aumentar por una fuerza motriz interna y autónoma: fenómeno aún desconocido hace algunos decenios; es luego el carácter fatal, inevitable de la explosión inminente, aunque se ignore la ocasión que la desencadenará, los Estados que serán afectados en primer lugar, el objeto del conflicto y todas las demás circunstancias” /10.
Como se ve, Rosa Luxemburgo había previsto, ya en 1898, una
guerra mundial suscitada por la competencia entre potencias capitalistas
nacionales y por la dinámica incontrolable del militarismo. Es también una de
esas intuiciones fulgurantes que atraviesan el texto de Reforma o revolución,
aunque, por supuesto, no pudiera prever “las circunstancias” del conflicto.
Militarismo en el interior y expansión colonial en el
exterior están estrechamente ligados y conducen a un declive, una degradación,
una degeneración de la democracia burguesa:
“A causa del desarrollo de la economía mundial, de la agravación y de la generalización de la competencia en el mercado mundial, el militarismo y la política de las grandes flotas, instrumentos de la política mundial, se han convertido en un factor decisivo de la vida exterior e interior de los grandes Estados. Sin embargo, si la política mundial y el militarismo representan una tendencia ascendente de la fase actual del capitalismo, la democracia burguesa debe entonces lógicamente entrar en una fase descendente. En Alemania, la era de los grandes armamentos, que data de 1893, y la política mundial inaugurada por la toma de Kiao-Tcheu /11, han tenido por compensación dos sacrificios pagados por la democracia burguesa: la descomposición del liberalismo, y el paso del Partido del Centro de la oposición al gobierno” /12.
El análisis de Rosa Luxemburgo es aún más amplio: se da
cuenta de que el peso creciente del Ejército en la vida política de las
democracias burguesas resulta no solo de la competencia imperialista sino
también de un factor interno de las sociedades burguesas: el ascenso de las
luchas obreras. En un artículo antimilitarista de 1914, pone en evidencia dos
tendencias profundas que refuerzan la preponderancia política de las
instituciones militares en los Estados burgueses:
“Estas dos tendencias son, de un lado, el imperialismo que conlleva un crecimiento masivo del ejército, el culto de la violencia militar salvaje y una actitud dominadora y arbitraria del militarismo respecto a la legislación; del otro lado, el movimiento obrero que conoce un desarrollo igualmente masivo, acentuando los antagonismos de clase y provocando la intervención cada vez más frecuente del ejército contra el proletariado en lucha” /13.
Esta “violencia militar salvaje” se ejerce, en el marco de
las políticas imperialistas, ante todo sobre los pueblos colonizados, sometidos
a una brutal opresión que no tiene nada de “democrática”. La democracia
burguesa produce, en su política colonial, formas de dominación autocrática,
dictatorial. En un artículo de 1902 sobre Martinica, Rosa Luxemburgo denunciaba
las masacres del colonialismo francés en Madagascar, las guerras de conquista
de los Estados Unidos en Filipinas, o de Inglaterra en África o, en fin, las
agresiones contra los chinos cometidas, en buena entente, por franceses e
ingleses, rusos y alemanes, italianos y americanos /14.
Volverá a menudo sobre los crímenes del colonialismo, en
particular en La acumulación del capital (1913). Retomando el hilo de la
crítica implacable de la política colonial del capítulo sobre la acumulación
primitiva en el volumen I de El Capital, observa sin embargo que no se trata de
un momento “inicial” sino de una tendencia permanente del capital: “Aquí no se
trata ya de una acumulación primitiva, el proceso continúa hasta nuestros días.
Cada expansión colonial está necesariamente acompañada de la guerra obstinada
del capital contra las condiciones sociales y económicas de los indígenas, así
como del pillaje violento de sus medios de producción y de su fuerza de
trabajo”. Resulta de ello la ocupación militar permanente de las colonias y la
represión brutal de sus levantamientos, cuyos ejemplos clásicos son el
colonialismo inglés en India y el francés en Argelia /15. De hecho, esta
acumulación primitiva permanente prosigue aún hoy, en el siglo XXI, con métodos
distintos del colonialismo clásico, pero no menos feroces.
Notas
2/ Ibid., p. 43. (58)
3/ Ibid., p. 67-68. (77)
4/ Ibid., p. 67. (77)
5/ Ibid., p. 70. (80)
6/ Ibid., p. 76. ( 84)
7/ Ibid., p. 43. (59)
8/ Rosa Luxemburgo, Le Socialisme en France 1898-1912, Œuvres complètes – Tome III, Toulouse/Marseille, Smolny/Agone, p. 223 para la primera cita y misma obra éditions Belfond, 1971, p. 228 para la segunda.
9/ Rosa Luxemburgo, Réforme sociale ou révolution ?, in Œuvres I, op. cit., p. 42., (58).
10/ Ibid., p. 41. (57)
11/ La factoría de Kiao-Tchéu (península de Shandong, ciudad principal de Tsing-Tao o Qingdao) fue el principal punto de apoyo alemán en China. Su toma en 1897-1898 fue una etapa importante de la nueva “política mundial” (Weltpolitik) realizada por el emperador Guillermo II [ndlr].
12/ Ibid., p. 69. (78) (En la oposición en el momento de la creación del Imperio alemán y del Kulturkampf, el partido católico Zentrum (“centro”) se suma progresivamente a la mayoría gubernamental a partir de los años 1880, a la vez contra el ascenso del socialismo y a favor de la nueva política colonial ndlr)
13/ Rosa Luxemburgo, « Le revers de la médaille » [avril 1914], in L’État bourgeois et la Révolution, op. cit., p. 41.
14/ Rosa Luxemburgo, « Martinique » [1902], Gesammelte Werke 1/2, Berlin, Dietz Verlag, 1970, p. 250-251.
15/ Rosa Luxemburgo, Die Akkumulation des Kapitals [1913], Gesammelte Werke 5, Berlin, Dietz Verlag, 1990, p. 318-319.
Traducción de Faustino Eguberri para Viento Sur
Título original: “La
critique de la démocratie bourgeoise chez Rosa Luxemburg – Sur la dialectique
de l’État bourgeois”
Publicado originalmente en el número 59 de la Revue Agone, Révolution
et Démocratie. Actualité de Rosa Luxemburgo.
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