9/9/16

Dialéctica y marxismo: el joven Marx y Hegel

Foto-mural del joven Karl Marx
Santiago de Chile 
Juan Dal Maso
Habíamos señalado en el artículo anterior que en su Fenomenología del Espíritu Hegel había presentado la dialéctica como la estructura contradictoria de la experiencia de la conciencia, articulada alrededor de la relación entre certeza y verdad. El recorrido que empezaba con la experiencia de la consciencia más elemental llegaba hasta al “Saber Absoluto” que era la realización de la identidad entre sujeto y sustancia (proclamada en el prólogo de la obra) a través de un largo proceso de “interiorización” (recuerdo que a su vez reordena conceptualmente, resumiéndolo, el recorrido de la historia y la cultura de la humanidad).

Esa identidad, sería el punto de partida de su posterior Ciencia de la Lógica, que presenta las categorías lógicas sujetas a un devenir. Este devenir tiene la forma de un movimiento de sucesivas contradicciones que se superan y elevan a un nivel superior y que constituye no sólo una exposición de las leyes del pensamiento, sino también una metafísica. Por eso postulaba una doctrina del ser, una de la esencia y una del concepto, que implica el pasaje de la lógica objetiva a la subjetiva.

El carácter más “frío” de este texto ha llevado a algunos autores marxistas a contraponerlo con la Fenomenología del Espíritu que sería más “subjetivista”, pero la contraposición no tiene sentido en los términos de Hegel. Son dos momentos dentro del mismo sistema. El crecimiento de su fama como filósofo se dio junto con el progreso de su carrera universitaria, pasando de Jena a Heidelberg y luego a Berlín.

Su reivindicación del Estado prusiano le ha valido el mote de conservador e incluso hasta de reaccionario. Esto no sólo es forzado sino que resulta relativamente anacrónico. La idea central del “Estado ético” propugnada por Hegel (semejante a lo que luego se llamaría estado intervencionista) es la de un organismo que represente el interés general contra el individualismo del mercado, cuestión “utópica” en una sociedad capitalista, pero no necesariamente “reaccionaria”. Jacques D’Hondt, estudioso y biógrafo de Hegel, destaca la simpatía de éste hacia las políticas del canciller Karl August von Hardenberg, (1750-1822) quien dentro de los marcos del famoso “atraso alemán” denunciado posteriormente por Marx, había seguido una orientación progresista.

Más allá de las interpretaciones, es un hecho que la idealización por Hegel del Estado prusiano no impidió que éste combatiera su herencia. Luego de su muerte en 1831, tuvo lugar un largo proceso de descomposición de la primacía de sus ideas en el ámbito intelectual. Dentro de este proceso, se destaca la división entre derecha e izquierda hegeliana. Esta última era considerada una amenaza por los sectores más reaccionarios. Expresión de ello fue el llamado por parte del monarca Federico Guillermo IV a un ya envejecido Schelling para dar clase en la Universidad de Berlín en 1841 y “terminar con la simiente de dragones” que Hegel había sembrado. No fue posible.

Karl Marx (1818-1883 ) y Friedrich Engels ( 1820-1895 ) fueron partícipes de la escena de la izquierda hegeliana a comienzos de la década de 1840. Inspirados por Ludwig Feuerbach (1804-1872), que postulaba como tarea de la nueva filosofía la transformación de la teología en antropología, es decir poner en el centro al hombre real, desde un materialismo que recogía las tradiciones del materialismo inglés y francés pero sin orientación social ni política, Marx y Engels emprendieron la crítica de la izquierda hegeliana, para crear la filosofía de la praxis y el materialismo histórico.

La historia es conocida. Destacaremos en estas líneas en particular el tratamiento por el joven Marx de dos momentos del sistema hegeliano: la filosofía del Estado y la Fenomenología, de los que se puede desprender algunas conclusiones sobre el modo en que Marx consideraba la dialéctica de Hegel y empezaba a trazar su propio pensamiento dialéctico, sobre el que volveremos más adelante a propósito del Marx “maduro”.

En 1843, Marx escribe una crítica de algunos parágrafos de los Fundamentos de la filosofía del Derecho de Hegel en especial aquellos referidos al Estado, por lo que el texto es conocido como Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, texto publicado por el marxólogo soviético David Riazanov en 1927.

En ese texto, Marx critica el modo idealista de construcción de la mediación dialéctica por parte de Hegel, en su análisis de las relaciones entre familia, sociedad burguesa y Estado. Mientras que la forma real de abordar este problema podría ser que la familia y la sociedad burguesa son la base del Estado, Hegel postulaba que eran formas finitas en las que se expresaba la Idea o el Espíritu del Estado. Marx caracteriza este procedimiento como propio de un “misticismo lógico, panteísta”, que presenta la realidad empírica como real pero no por sí misma sino por un fundamento místico trascendente a la realidad (la Idea o el Espíritu). El trabajo de Marx no se limita a estos argumentos, quizás los más conocidos, pero su tratamiento en profundidad excede el espacio y objetivo de estas líneas. En general estas críticas, muy duras contra el idealismo de Hegel y su procedimiento de transformar los sujetos reales (familia, sociedad) en predicados de un “predicado abstracto” (Idea o Espíritu) han sido tomadas como referencia por las corrientes marxistas antihegelianas del Siglo XX.

Sin embargo, en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, publicados también de manera póstuma en 1932 (cuya preparación estuvo asimismo a cargo de David Riazanov), Marx hace una valoración que sin ser contraria a la que comentamos antes, introduce otros elementos, centrando su análisis en la Fenomenología del Espíritu. Los Manuscritos son conocidos especialmente por su tratamiento de la cuestión de la alienación o enajenación: bajo el dominio de la propiedad privada, el proceso de producción, los productos del trabajo y los otros seres humanos se vuelven para el trabajador algo extraño y hostil.

Marx destaca distintos aspectos de la labor filosófica de Feuerbach (con quien ajustaría cuentas luego en La Ideología Alemana, también publicado póstumamente), quien había señalado que para Hegel la negación de la negación (famosa “ley” de la dialéctica) consistía en un movimiento conservador según el cual Hegel “negaba” la religión con la filosofía y después la restauraba mediante el pensamiento especulativo. Aunque Marx compartía lo sustancial de esta crítica, discrepaba con Feuerbach, en tanto este no analizaba la “negación de la negación” en aquello que tiene de positivo: ofrecer la forma abstracta del movimiento de cambio histórico. Desde esta óptica, Hegel había hecho algo grandioso al concebir la dialéctica de la negatividad como “principio motor y generador”.

Ahora bien, para Marx el error de Hegel consistía en concebir la enajenación del ser humano concreto (a través de procesos como la riqueza o el estado) no como enajenación del ser humano real sino como un proceso del pensamiento abstracto que se objetiviza en la sociedad y el Estado y vuelve a su unidad posteriormente, de modo que la contradicción a resolver no tiene que ver con el ser humano real sino con un movimiento del pensamiento especulativo en sí mismo.

No obstante esta crítica, Marx señalaba como un mérito de Hegel que éste había postulado al trabajo como un elemento central en el proceso de “autoproducción” del propio género humano. Al subrayar esta centralidad del trabajo, Hegel se ubicaba desde el punto de vista de la economía política moderna.

Marx aludía a la conocida “dialéctica del amo y el esclavo” expuesta en la Fenomenología del Espíritu, en la que el amo depende del trabajo del esclavo para gozar de su posición privilegiada y de este modo el que realmente modifica la realidad y el que puede ser libre es el esclavo y no el amo.

Por último, Marx destacaba que en su intento místico de compendiar en su sistema todo el pensamiento abstracto, presentándolo como un proceso de un continuo superarse de categorías anteriormente presentadas como fijas e inmutables, Hegel planteaba, sin duda de una forma compleja y mistificada, hasta dónde podía llegar el pensamiento abstracto, es decir, sus límites y la necesidad de superarlos.

Estas reflexiones críticas serían retomadas en textos posteriores de Marx como las Tesis sobre Feuerbach y La Ideología Alemana, en los que sentaría las bases de su propia concepción, calificada por el propio Marx como un “nuevo materialismo”.