David Harvey |
◆ Cualquiera
pensaría que una corriente de economistas empíricos como Freeman o Kliman, que
demuestran la validez y consistencia de la teoría marxista, sería bienvenida y
acogida por los propios marxistas. Pero no lo es.
◆
De Ernest Mandel solo se utilizan las
palabras ‘capitalismo tardío’, pero nadie se ocupa de estudiar lo que está
pasando con ese capitalismo tardío en concreto.
◆ Los aportes del marxismo empírico deberían ser acogidos precisamente porque dan validez al marxismo frente al keynesianismo o el neoclasicismo o cualquier otra corriente
◆ Los aportes del marxismo empírico deberían ser acogidos precisamente porque dan validez al marxismo frente al keynesianismo o el neoclasicismo o cualquier otra corriente
Esteban Mora
La crítica de David Harvey en el nuevo libro [The Great Financial
Meltdown - Systemic, Conjunctural or Policy Created?] editado por
Turan Subasat contra la ley tendencial de la caída de la tasa de ganancia
señala con el dedo algo: una avanzada. Señala un conflicto entre la
corriente teórica y la corriente práctica del marxismo, más o menos en los
mismos términos esbozados por Perry Anderson en Consideraciones sobre el
marxismo occidental: el marxismo tiene una cara de notoriedad en Jameson,
Harvey o Callinicos, o desde Negri hasta Žižek. Leer el uso de conceptos
económicos marxistas por parte de Althusser o Negri demuestra su completa
incomprensión de la economía, pero nadie pone en duda sus aportes (esto no se
puede decir del propio Harvey, como lo demuestra su excepcional guía de
lecturas o acompañamientos a El Capital).
Solo que al parecer esta relación no es recíproca en la dirección inversa: la
tolerancia con teóricos o políticos en su incomprensión de la economía
marxista, no existe para con aquellos economistas que desean aportar al
marxismo.
Desde hace más de 30 años la discusión sobre la
transformación del valor en precios o la caída de la tasa de ganancia contra la
que arremete Harvey produjo una corriente basada en problemas empíricos de
economía marxista: no por nada Anderson y Kliman coinciden en el hiato que
existe después del trabajo de Sweezy, ya sea en la división entre una rama
teórica y una práctica que divide al marxismo clásico del occidental (para
Anderson), o en la casi desaparición de cualquier debate acerca de la supuesta
inconsistencia empírica de Marx (para Kliman). El problema es que así como se
escribió la historia del marxismo occidental, nadie está escribiendo la
historia de esta nueva corriente de economistas (que tiene como antecedentes a
Carchedi y otros), sino que al contrario: se le ataca. Cualquiera pensaría
que una corriente de economistas empíricos como Freeman o Kliman, que
demuestran la validez y consistencia de la teoría marxista, sería bienvenida y
acogida por los propios marxistas. Pero no lo es. Es atacada por múltiples
flancos (como lo demuestra también Kliman en su libro editado junto a Potts).
¿Pero por qué?
Más aún: la historia misma del marxismo occidental que
escribe Anderson es propia de ese fin del período clásico que él mismo señala:
se obvian una multitud de desarrollos científicos del marxismo en el período
entre las discusiones de Sweezy y la reaparición de la corriente empírica
atacada hoy por Harvey: la antropología económica de Godelier, Krader o
Meillassoux; la sociología que va desde Mannheim o Merton hasta C. Wright
Mills; la historia ligada al nombre e influencia de Albert Soboul, Christopher
Hill o Edward Thompson; los estudios culturales; o incluso los aportes más allá
de Europa y occidente, como el propio Mao Zedong, o economistas pro-‘bloque
socialista’ como Dobb, Lange o Boettke, etc. Todo esto sin contar la producción
de los propios partidos marxistas a lo largo y ancho de regiones como África o
Latinoamérica. Lo que murió con Sweezy dio nacimiento a esta especie de imagen
de ‘teórico marxista’ completamente separado de la discusión científica
económica, y de muchos otros ámbitos. Así como se puede dividir el marxismo en
sus múltiples y variadas ramas (desde el consejismo hasta el posadismo, o desde
el marxismo-leninismo hasta el marxismo analítico, pasando por el trotskismo o
el austro-marxismo, etc), o así como existe un marxismo clásico distinto de un
marxismo occidental (en términos de Anderson), así también se puede sostener el
prisma desde otro ángulo: existen dos grandes corrientes de marxismo divididas
entre la teoría y la práctica científica. El grande y difundido nombre de
Harvey se encarga de aplastar a esta corriente práctica del mismo modo en que
el marxismo se separa no solo de la política, sino de la ciencia.
El mismo Roberts (quien hace una réplica a Harvey) se
encarga de mencionar a Grossman y Mattick (nosotros agregaríamos a Mandel),
como de los pocos que sostuvieron discusiones empíricas frente al debate tal y
como lo había dejado planteado Sweezy. De hecho aunque existen antecedentes
como Carchedi, es en conjunto con Mandel que Freeman desarrolla a finales de
los 70’s algunos de los trabajos que dan pie a la discusión del problema de la
transformación del valor en precios y la tasa de ganancia que Harvey parece
odiar. Es interesante que en efecto los últimos trabajos de Mandel estén tan
enterrados lejos del conocimiento de los propios marxistas, en la misma medida
que estos son capaces de alumbrar posibles vías de actualización de la teoría
marxista a la situación actual (de hecho, creemos que su Teoría económica
marxista en dos volúmenes es lo único que puede sacar del atolladero al
marxismo en sus explicaciones obsoletas y fosilizadas de lo que está pasando
hoy). De Mandel se utilizan solo las palabras ‘capitalismo tardío’, pero nadie
se ocupa de estudiar lo que está pasando con ese capitalismo tardío en
concreto. Se asume que el capitalismo de hoy es una continuación de teorías
(como la teoría clásica del imperialismo) que la realidad empírica está
demostrando como incorrectas, del mismo modo que Harvey desecha la comprobación
empírica de la caída de la tasa de ganancia que se realizan en los debates
entre todas estas corrientes y economistas (desde Husson hasta Duménil y Levy,
o desde Moseley hasta Shaikh). Cualquier mínimo análisis concreto y serio sobre
la economía de hoy, apunta a una reversión de los patrones clásicos
de teorías que los marxistas sostienen contra su pecho con adoración. ¿Será que
se trata de uno y el mismo giro? ¿Será que Harvey es simplemente uno de los
últimos vestigios de un clasicismo marxista que se niega a dejar ir a
Lenin o incluso a Marx, y que por eso debe sacar los dientes contra lo que a
todas luces debería ser bienvenido como una corriente más, o incluso una de las
mejores corrientes en la defensa de la validez científica del marxismo? ¿Se
confirma nuevamente lo que decimos acerca de estas teorías empíricas del
marxismo siendo mucho más heterodoxas y mucho menos obsoletas que
incluso teorías supuestamente “nuevas”, pero que se encargan de repetir los
errores que dejó sellados Sweezy por tantos años, hasta la aparición de Kliman?
Tan solo un ejemplo: Roberts hace unos meses escribía sobre
un seminario con la participación de Callinicos, Carchedi, Duménil y Levy, él
mismo, etc. Los participantes concluyeron a partir de la discusión empírica,
que había unanimidad entre todos ellos acerca de la caída de la tasa de
ganancia como causa de la crisis del 2008. ¿No es este evento un hecho
valiosísimo en la historia del marxismo, que está sucediendo frente a nuestros
ojos, en este momento de nuestra historia, y que tiene además todos los
atributos de la discusión colegiada, el análisis científico y el diálogo entre
distintas corrientes e interpretaciones? ¿Por qué no celebrar estos
acontecimientos? ¿No representa un ejemplo de “Ilustración radical” en el
seno de la reacción y el neo-oscurantismo del siglo XXI? Esto evidencia el
carácter reaccionario de la crítica de Harvey, y de la corriente
teórica y clasicista que es hegemónica desde el nacimiento del
marxismo occidental, y de la cual él es heredero. Los economistas que están
trabajando los problemas empíricos de la tasa de ganancia o del problema de la
transformación, deben solidarizarse contra estos ataques del mismo modo en que
están de acuerdo en la precisión empírica de la caída de la ganancia. El resto
del marxismo (incluyendo el marxismo teórico mismo, e incluido el propio Harvey
en la medida que decida darle la bienvenida a estos desarrollos) debe celebrar
la existencia de estos eventos y de esta generación de autores como uno de los
momentos más altos del desarrollo del marxismo. Sin duda uno de los sucesos más
emocionantes en un mundo doloroso lleno de noticias e informaciones horrendas
provenientes desde todas partes y que no queremos ni siquiera ver más. Pero no
podemos perder la cabeza y darle demasiados aires: frente a nosotros tenemos la
mordaz crítica de Harvey. Un leviatán en la forma del clasicismo marxista.
Haciendo la labor de supresión y sepultamiento. ¿Por qué? Admito que no lo sé.
Harvey por supuesto no es considerado clasicista. Pero sus
aportes no se desmarcan de éste en ningún modo. Su ‘nuevo imperialismo’ es
simplemente un recuento de eventos históricos recientes, y su ‘acumulación por
desposesión’ es simplemente el cambio de estrategia por parte de la burguesía, en
la solución de la contradicción entre relaciones de producción y fuerzas
productivas a través de un neoliberalismo de corte más clásico (o heredero de
éste sin lugar a dudas) en vez de un liberalismo keynesiano o social: en vez
del capitalismo de Estado (Varga) se escoge el toyotismo (Lipietz), o en vez
del capitalismo monopolista el capitalismo tardío, etc. Este cambio de
estrategia burguesa se da precisamente no por el neoliberalismo, sino que el
neoliberalismo es su consecuencia: es la caída de la tasa de ganancia la que
obliga a este reacomodo. No por nada esa comprobación empírica del marxismo que
se da precisamente hoy (gracias a los debates entre todas las interpretaciones
del problema de transformación y la tasa de ganancia, o la relación entre las medidas
empíricas de ganancia y acumulación, etc) es la que niega Harvey. Y no por nada
el ‘nuevo imperialismo’ de Harvey comparte con el último
libro de Smith [Imperialism
in the Twenty-First Century: Globalization, Super-Exploitation, and
Capitalism's Final Crisis] publicado este año, el simplemente
insistir en la validez de esquemas clásicos mientras el estudio concreto de la
realidad los contradice: para Harvey solo existe una diferencia en la
acumulación flexible (Piore y Sabel), cuando incluso ésta flexibilización que
él proclama se basa precisamente en romper con el esquema clásico del marxismo
(ej.: la desindustrialización de las metrópolis que el mismo Harvey señala con
su ‘desposesión’), o solo existe una financiarización à la Chesnais, cuando la realidad muestra la entrada de las
periferias del Sur en la competencia frente a los mercados monopólicos en el
mercado mundial (ej.: la exportación de capitales y las multinacionales del
“Tercer mundo” que vemos hoy). ¿Por qué sucede esto? Esto por supuesto no se
explica.
Por último: Harvey tiene la razón en un aspecto, y nos
colocamos de su lado. La defensa de Roberts parece implicar una defensa de la
monocausalidad. Pero esto se debe al problema de la ley de la caída de la tasa
de ganancia como tendencia, y su relación con contratendencias. Tanto Harvey
como Roberts asumen que la ley es absoluta en un sentido general, solo que uno
la crítica y el otro la defiende. Harvey señala que el tomo III y precisamente
los capítulos sobre contratendencias a la ley, se salen del ámbito del capital
en general, y por lo tanto son contingentes y no pueden representar una ley
absoluta. Roberts contesta correctamente que el asumir el consumo de la
totalidad de las mercancías más bien implica el carácter no-contingente de la
ley (lo que quiere decir que la competencia por sí misma no es diferente de la
perspectiva de capital en general, y más importante aún: que la competencia y la anarquía de la
producción no es la que produce la sobreproducción y el subconsumo). Pero
Roberts no explica los elementos (señalados desde Rosdolsky) que se salen del
capital en general, y pertenecen al nivel de abstracción de “muchos capitales”
o competencia. La razón es muy sencilla: hay un trayecto desde lo abstracto
hasta lo concreto en los tres tomos de El capital, pero también existe un paso
desde la ley del valor-trabajo y el plusvalor en el tomo I, y la mistificación
de la ganancia y precios de producción. Rosdolsky señala precisamente cómo el
tomo II es un primer paso en el trayecto que va desde el plusvalor (en el tomo
I) hasta la ganancia (en el tomo III). Esto contradice la famosa proposición
del trayecto de lo abstracto a lo concreto, y es lo que hace a Harvey preferir
el tomo I sobre el tomo III, ya que parte de la forma general del capital hacia
su complicación aparencial (y también propiamente formal, como lo cita
Rosdolsky), y esto significa que parte de la determinación del plusvalor hacia
su mistificación a través de la ganancia y precios de producción, etc. Pero
Harvey cree que esto quiere decir que el capital en general del tomo I es el
único con valor de ley, cuando más bien es la interrelación dialéctica de los
tres tomos de El capital lo que permite anclar las disquisiciones del tomo III
con las del tomo I. Por esto no hay sistema
dual bortkiewicziano (precisamente el que engañaría a Sweezy): el tomo
I y el tomo III no están separados, sino que son parte de un mismo proceso de
desarrollo. Esto lo defiende en su último libro Moseley, con la pequeña
diferencia que considera el capital en general del tomo I como equivalente de
su totalidad, y el tomo III de la competencia como su particularidad, etc. Pero
más allá de este detalle, es la mejor formulación de la continuidad entre los tomos, y no
su separación. La ley entonces no es absoluta en un sentido total, sino en el
sentido de Engels: una ley que es absoluta no por ser invariable ni abarcarlo
todo, sino por ser real, y que en sentido hegeliano, implica también una
relatividad de su indeterminación, etc.
Solo diremos lo siguiente: creemos que los aportes del
marxismo empírico deberían ser acogidos precisamente porque dan validez al
marxismo frente al keynesianismo o el neoclasicismo o cualquier otra corriente.
No dije ni siquiera que el marxismo fuera superior ni una ‘ciencia primera’:
digo que demuestra su validez para utilizarse como método tanto como cualquier
otra perspectiva. En ese sentido, si se quiere crear un diálogo ya no solo
entre corrientes marxistas, sino también entre distintas corrientes económicas
y posicionar los aportes de Marx, entonces se vuelve necesario darle cabida a
todas las propuestas. Pero también sabemos que tiene que poderse criticar los
posicionamientos: ese es precisamente el objetivo de este pequeño texto.
Título original: “Crítica
a Harvey”
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