Karl Marx ✆ Cássio Loredano |
Ramiro Hernández Romero / El objetivo es analizar algunos elementos
del pensamiento Marx y Engels para después entrar en la influencia de una de
las generaciones que le siguieron. Con el fin de encontrar la influencia y
desarrollo en América Latina. La intención de acercarse a la vida de los
autores, su postura militante y pensamiento plasmado en su obra, es para
conocer los primeros acercamientos de dicho pensamiento y su posterior
influencia en el subcontinente latinoamericano. Conocer los pensadores y sus
postulados que se desarrollaron en Europa, son indispensables como punto de
partida para el análisis del marxismo en el subcontinente. En este sentido
vamos a conocer quiénes y cuáles fueron los protagonistas y postulados que son
retomados en América Latina. Si bien sólo destacaré sólo algunos autores; de
los cuales retomaré y consideraré sus condiciones históricas en los que fueron
apropiados los postulados. En nuestro subcontinente emerge una cantidad de
marxismos, que lejos de ser uno solo, se diversifican e inclusive se contraponen,
y que a su vez se critican mutuamente. Muchas veces con el fin de que fuera una
herramienta teórica para la búsqueda de libertad que tanto buscaron los pueblos
o sectores sociales más diversos de la población latinoamericana. Sin embargo
debo decir también que dentro del marxismo fue un medio de control
político-social de una sociedad determinada, o lo que se intentó como una
sociedad.
Marx, Engels y la primera generación del marxismo
Lo que se ha dado en llamar marxismo (o también llamado
materialismo histórico) inicia con sus fundadores en la primera mitad del siglo
XIX. Marx y Engels son los principales protagonistas del pensamiento. Los
cuales criticaron por primera vez, y de manera coherente y radical lo que ahora
se denomina con el término “capitalismo”. En un contexto en que el capitalismo
a penas se posicionaba en el mundo, estos pensadores ponen las bases teóricas
para comprender el mundo en que vivían; si bien no solo eso, sino que también
crearon teóricamente los postulados para la lucha y emancipación social, y se
involucraron también en el ambiente de luchas revolucionarias de la época.
El pensamiento de Marx deriva del pensamiento de Hegel. Fue
un hegeliano de izquierda que “ajustó progresivamente cuentas con el legado
filosófico de Hegel y Feuerbach y con la teoría política de Proudhon”[1]. En
tanto que Engels fue más práctico y gran conocedor de la realidad social al
involucrarse en la situación de la clase obrera de Inglaterra. Uno de los
trabajos de investigación, con un enfoque antropológico aunque su autor no se
catalogue como antropólogo, lo realiza precisamente en Inglaterra sobre las
condiciones de explotación y miseria a los que fueron sometidos los obreros
ingleses. Parece que esta obra la hizo cuando todavía no conocía a Marx. El
primer gran análisis que realizaron juntos fue el Manifiesto Comunista. Un postulado político y de gran trascendencia
para la época, que tenía la intención de alentar a las luchas obreras de 1848.
Perry Anderson nos hace un recorrido breve sobre las actividades de Marx y
Engels al decir:
Que a sus treinta y tantos años de edad fueron exiliados en Inglaterra por una contrarrevolución victoriosa; que Marx hizo el balance histórico de la revolución francesa que terminó en el segundo imperio, mientras Engels analizó el fracaso de la revolución alemana contemporánea; que Marx, solo en Londres, en una extrema penuria, se embarcó en la monumental tarea teórica de reconstruir el modo de producción capitalista como un todo, ayudado únicamente por la solidaridad intelectual y material de Engels, que vivía en Manchester; que después de quince años de labor se publicó el libro del capital, poco antes de que Marx cumpliera sus cincuenta años; que hacia el final del mismo periodo participó en la fundación de la I Internacional, luego dedicó mayores esfuerzos a dirigir su labor práctica como movimiento socialista organizado; que celebró la Comuna de París y aconsejó al partido obrero alemán recientemente unificado, estableciendo los principios generales de un futuro Estado proletario; que en los últimos años de vida de Marx y después de la muerte de este; Engels elaboró las primeras exposiciones sistemáticas del materialismo histórico que lo convirtieron en una fuerza política popular en Europa, y a sus setenta y tanto años de edad fue el espíritu rector del crecimiento de la II Internacional, en la cual el materialismo histórico se convirtió en la doctrina oficial de los principales partidos obreros.[2]
La influencia de la obra de Marx y Engels fue casi
inmediata, no sólo en la misma Europa sino en otras partes del mundo; sin
embargo, otra cosa fue el grado de influencia, porque en Europa la influencia y
conocimiento de la obra que algunos revolucionarios y estudiosos pudieron
alcanzar, fue limitada. Lo mismo podríamos decir sobre América Latina, o si no
es que todavía más débil, porque un estudioso como Adolfo Sánchez Vázquez
hablaban de esa limitación que se presentaron en nuestro subcontinente. En el
caso de Europa, la influencia fue limitada en vida de Marx y después de su
muerte. Esto se debió a la imposibilidad de conocer no solo a profundidad de su
pensamiento, sino a la incapacidad de reunir completa su obra, entre otras
cosas. Debemos decir que en aquel entonces estaba dispersa. Esto se consiguió
con los años, pero para el periodo en que fallece Marx y posteriormente, no
había esa facilidad.
Las generaciones que le siguieron en Europa no fueron
mejores, surge en un contexto en que sus limitaciones también se manifestaban.
En primer lugar fue un grupo reducido que, como dice Perry Anderson, llegaron a
la obra de Marx en un periodo tardío de su desarrollo personal.[3] Los
principales integrantes de esta primera generación fueron Labriola, Mehring,
Kautsky y Plejanov. Según cuenta Anderson, todos provenían de regiones más atrasadas
de Europa, y ninguno tuvo un papel destacado en la dirección de los partidos de
sus países, sin embargo, se vincularon íntimamente con la vida política e
ideológica.[4] De aquí conoceremos una cantidad de generaciones que le seguirán
a esta primera generación. Sin embargo, la primera generación de marxistas,
tuvieron quizá también una influencia en América Latina, Pero…qué pasa
justamente en América Latina, cuándo se empiezan a ver los primeros rastros del
pensamiento de Marx y qué parte de la obra se conoce en su primera influencia
en el subcontinente. Preguntas que se pueden formular para iniciar un pequeño
análisis.
El marxismo en América Latina
Podríamos partir desde las referencias y estudios que hace
Marx y Engels en relación América Latina, que son muy escasas, pero deja una
idea por dónde andaban estos luchadores sociales; además se nota una postura
muy eurocentrista por parte de los autores en ese momento; eso lo podemos ver
en la guerra de conquista de EU sobre México, así como en el texto en el que
habla de Bolívar. Si bien no voy a profundizar en ello porque me parece que le
quita sentido al argumento y análisis de lo que pretendo hacer, pero me parece
pertinente mencionar solo como referencia.
Los primeros vestigios del marxismo en América Latina se
observan a fines del siglo XIX, posiblemente poco después de la muerte de Marx.
Cabe decir que, como veremos de ahora en adelante, emergieron varios marxismos
que con el tiempo van a chocar política y teóricamente, es decir, una
confrontación directa entre los militantes y sus marxismos. Según cuenta Adolfo
Sánchez Vázquez, el primer marxismo llega a través de los obreros europeos
inmigrados. La expresión del primer marxismo nace con el primer organismo del
socialismo marxista al crearse el partido socialista argentino en 1895.[5]
Coincide también con la primera traducción en lengua castellana o española de El Capital, hecha por Juan B. Bustos, el
mismo que fundó aquel partido.[6] Es decir, se conoció primero El Capital, aunque también llegó leerse
el Manifiesto Comunista. Según
Sánchez Vázquez, el marxismo que llegó a América, es aquel que dominaba el
Partido Socialdemócrata alemán y la Internacional socialista, lo cual va
definir el primer marxismo. Esto lo menciono porque es de gran importancia, ya
que es lo que se va a establecer las tierras latinoamericanas y que a lo largo
del tiempo se impone y provoca asimismo una interesante oposición hacia estos
postulados. Cuál es entonces ese primer marxismo que se deja ver en América
Latina. Es la versión de una especie de eurocentrismo de Marx, es decir,
mediante la imposición de la versión que Bustos generó con su obra Teoría y práctica de la historia publicada
en 1909. Es una versión de un “marxismo reformista, evolucionista de la
socialdemocracia alemana y, a la vez, un calco del eurocentrismo”.[7] Todavía
en los años veinte es la imposición de un calco o copia de las propuestas de la
socialdemocracia de la Segunda Internacional. Con el triunfo de la revolución
rusa en 1917 se da una fuerte influencia en América Latina en el terreno de la
conformación de partidos comunistas. En México se funda el partido Comunista en
1919. Nace con el consentimiento del Estado mexicano porque durante un tiempo
el partido comunista mexicano apoyará las políticas de los gobiernos
posrevolucionarios.
En estos años se funda el partido comunista en Cuba, es
decir, en 1925, en el que participó uno de los primeros militantes
latinoamericanos muy entusiastas de la época: Julio Antonio Mella. Fue uno de
los principales dirigentes del Partido Comunista mexicano llegó a enfrentarse
con él, y con la oligarquía mexicana por el hecho de involucrarse en el
cuestionamiento de este grupo social y hacia el sindicalismo corporativista del
Estado. Este enfrentamiento tenía que ver también con el comportamiento
eurocetrista y estalinista del partido que tachó a Mella como amenaza a la
unidad. Mella fue uno de los teóricos del nacionalismo revolucionario. Su
pensamiento que tiene la característica de haber nacido solamente en América
Latina, fue presentado por el marxismo soviético como un eufemismo y condenado
como síntoma del pensamiento burgués. Es quizá el primero en desprenderse del
eurocentrismo y rusocentrismo del marxismo latinoamericano. La originalidad del
pensamiento de Mella es que empieza a considerar la cuestión indígena como un
problema clasista. Luego quizá lo profundiza Mariátegui bajo condiciones
propias en Bolivia.[8] Momento en que la indiferencia y las deficiencias
permeaban debido al eurocentrismo de los partidos comunistas, que lo tomaron de
manera impasible. De hecho, y volviendo Sánchez Vázquez, en los años veinte la
indiferencia de los partidos comunistas frente a los problemas de América
Latina eran muy comunes.[9] Solo reconoce cierto carácter semicolonial de los países
latinoamericanos, pero persistía su eurocentrismo de los partidos comunistas
aglutinados en la Tercera Internacional. En este sentido me parece que otro de
los marxistas en tomar una actitud crítica frente al marxismo eurocentrista y
rusocentrista fue José Carlos Mariátegui. Aunque no hay que dejar de lado que
en los años veinte se encontraban Aníbal Ponce en Argentina. Y desde otro
ángulo de posición se encontraba Vicente Lombardo Toledano. Digo de otro ángulo
porque simpatizaba con el marxismo rusocentrista.
Es pertinente ubicar los momentos que van surgiendo los
marxismos y los marxistas, en este sentido me parece pertinente la propuesta de
Michael Löwy al ubicar tres periodos del marxismo en América Latina en el siglo
XX, que lo divide así:
1) un período revolucionario, de los años 20 hasta mediados de los años 30, cuya expresión teórica más profunda es la obra de Mariátegui y cuya manifestación práctica más importante fue la insurrección salvadoreña de 1932. En ese período, los marxistas tendían a caracterizar la revolución latinoamericana, simultáneamente, como socialista, democrática y antiimperialista;
2) el período stalinista, de mediados de la década de 1930 hasta 1959, durante el cual la interpretación soviética del marxismo fue hegemónica, y por consiguiente la teoría de revolución por etapas de Stalin, definiendo la etapa presente en América Latina como nacional-democrática;
3) el nuevo período revolucionario, después de la Revolución Cubana, que ve la ascensión (o consolidación) de corrientes radicales, cuyos puntos de referencia comunes son la naturaleza socialista de la revolución y la legitimidad, en ciertas situaciones, de la lucha armada, y cuya inspiración y símbolo, en su máximo nivel, fue Ernesto Che Guevara.[10]
En el primer periodo podemos encontrar a José Carlos
Mariátegui. Él plantea quizá novedosamente y, como habíamos dicho, alejado de
esa posición eurocéntrica, los problemas de América Latina y desde el ángulo de
su propia historia. Según Sánchez Vázquez la originalidad de Mariátegui
consiste en haber planteado en nuevos términos los problemas y soluciones del
marxismo al latinoamericanizarlo por decirlo de alguna manera. Al constatarse
por medio de los siguientes elementos: 1) en primer lugar al poner en tela de
juicio la necesidad de una nueva teoría y práctica de esa latinoamericanización
del marxismo y 2) Una interpretación de la realidad nacional, que precisamente
enfrentara los problemas del Perú.[11] La realidad de Perú se distanciaba mucho
de lo que el marxismo eurocéntrico y rusocéntrico manifestaban. Perú era un
país atrasado y con un desarrollo industrial incipiente, en donde una población
industrial y minera apenas existía. Pero también, y cabe decir, la importancia
de su población, pues la conformaban en su mayoría por pueblos indígenas. Ante
esa realidad Mariátegui entró en una renovación del marxismo, el cual, según
Sánchez Vázquez, llega por varias vías: 1) Un alejamiento y supresión del
marxismo europeo, es decir, una crítica al marxismo eurocéntrico para encarar
la realidad del Perú en términos nacionales, 2) su actitud crítica frente a un
marxismo cientificista y positivista y a un marxismo renovado, pertinente y más
cerca de la realidad de su país.[12]
En ese proceso de renovación en que uno de los primeros
marxistas como Mariátegui escribe Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, en el que estudia uno de
los sujetos sociales del país para conocer los problemas particulares de Perú:
el indio. En uno de los capítulos estudió el problema del indio y dice que para
resolver el problema es ver el aspecto económico que lo condiciona, y no tanto
en su aspecto administrativo. Este es quizá, entre otras cosas, un caso de un
intento de rechazo al eurocentrismo y rusocentrismo.
En un periodo temprano también encontramos lo que Michael
Löwy llamó exotismo, un fenómeno que también permea en la historia del marxismo
en América Latina. Según Löwy el exotismo consiste en “absolutizar la
especificidad de América Latina, su cultura, su historia o su estructura
social. Extremado hasta sus últimas consecuencias, este particularismo
´indoamericano´ acaba por enjuiciar al propio marxismo, como una doctrina
demasiado exclusivamente europea”.[13] Un ejemplo característico fue el APRA
(Alianza Popular Revolucionaria Americana), bajo la dirección de Haya de la
Torre que mantuvo una postura pertinente de adaptar el marxismo a los problemas
que vivía en aquel entonces el subcontinente.
Ante una realidad de un marxismo ahistórico y rusocéntrico
que se impone en tierras latinoamericanas, vinculados al Comintern dirigido por
el dominio de Stalin, no dejaran de presentarse militantes como el italiano
Vittorio Codovilla. El representa un marxismo que contrario a las condiciones
particulares del subcontinente, diversifica la postura de los marxistas. Codovilla
fue secretario del Partido Comunista argentino. Según Löwy, “Codovilla había entendido perfectamente que
la revolución por etapas, era el fundamento inquebrantable de la estrategia del
Comintern para América Latina, independientemente de los virajes tácticos a
derecha izquierda”.[14] La postura rusocéntrica es clara. Esta orientación
la habían seguido algunos militantes del Partido Comunista en Argentina. Y en
otro país fue el Partido Comunista de El Salvador fundado por algunos otros
militantes sindicales y Agustín Farabundo Martí; quien por cierto constituyó la
primera organización de masas en 1932, periodo de una gran movilización.
La tradición marxista propia de América Latina se verá
interrumpida con la gran influencia a partir del proceso de estalinización que
inicia aproximadamente en los años treinta. Muchos de los partidos comunistas
se adhieren a esta corriente, si se puede decir así. Un rusocentrismo a que va
a imperó por un tiempo. Algunos de los partidos rompen con los dirigentes que
se habían opuesto a los gobernantes latinoamericanos para aliarse al gobierno.
Un caso particular se puede constatar con el acercamiento del PC mexicano al
gobierno del general Manuel Ávila Camacho.[15] Sin embargo, y de acuerdo con
Löwy, podemos encontrar algunas excepciones. En estos años Aníbal Ponce
representa una corriente crítica y quizá enfrentada con el estalinismo. Una de
sus obras más representativas, aunque podría haber otras, es Educación y luchas
de clases publicada en 1937.[16] El rusocentrismo representado por el
estalinismo, se mantuvo por muchos años. Inclusive con el advenimiento de la
guerra fría que se concretó a partir de 1948. Las nuevas condiciones situaron a
una mayor dificultad a los militantes de los PCs que enfrentaran un mayor
enemigo más poderoso y más reaccionario durante el periodo de la guerra fría.
Sin decir que después de la muerte de Stalin se modifica quizá la literatura
marxista en América Latina, un prosovietismo que intenta distanciarse un poco
de los años de auge. Producto de ello encontramos al historiador conocido en
aquella época, al brasileño Caio Prado Junior quien publica su obra en 1953
titulada Historia económica de
Brasil.[17]
Un nuevo periodo del marxismo en América Latina que intenta
conocer sus propios problemas, y quizá de manera radical, se dio con el triunfo
de la revolución cubana en 1959. Este acontecimiento inició un nuevo periodo
revolucionario. Al generar un nuevo contexto que obligó renovar el marxismo. El
cual retomó algunos de los puntos importantes del marxismo desarrollados en el
pasado. Por ejemplo, la obra de Mariátegui y de Mella son sacadas de la bodega
guardadas por el rusocentrismo y el eurocentrismo, y son usados por el nuevo
contexto. Uno de más destacados marxistas latinoamericanos que surge de la
revolución cubana fue Ernesto Che Guevara. Un personaje que tuvo poco después
una fuerte influencia en América Latina y que a su vez fue influenciado por las
condiciones materiales del subcontinente. Quizá fue el único de los militantes
que en la época del 26 de julio fue marxista. Según Löwy, conoció por primera
vez el marxismo en 1954 a través de su mujer Hilda Gadea, militante del ala
izquierda del APRA peruano y de Alianza de la Juventud Democrática ligada al
Partido Guatemalteco del Trabajo. Hilda tenía textos de Marx y Engels en su
vivienda, y fue cuando el Che entró en contacto con el pensamiento de Marx y
Engels, y posiblemente de lo que hoy llamamos marxismo.[18] El descubrimiento
de Marx por el Che fue una herramienta que complementaba su experiencia en la
lucha social que presenció y participó en Guatemala; pero sobre todo, como la
forma de reconocer profundamente la miseria, la dominación y explotación de los
pueblos que hasta ese momento conoció. Los líderes de la revolución cubana, y
la revolución misma, tuvieron una fuerte influencia en el subcontinente y en el
mundo, pero quizá el de mayor importancia fue el pensamiento del Che. El cual
llegó a considerarse como un movimiento bajo la denominación de guevarismo. La
influencia se dio sobre todo hacia los nuevos movimientos guerrilleros que
florecieron en gran parte de América Latina, e inclusive en EU. Su pensamiento
es interesante y amplio que no lo podría resumirlo aquí, pero que me parece
pertinente citar uno de los postulados que van a tener una importancia en el
pensamiento universal. El primero y el único que voy a citar, es la idea del
hombre nuevo que pretendía construir en América Latina. Dice el Che que: “el
hombre nuevo como objetivo final de la revolución y el rechazo de los métodos
económicos de construcción del socialismo fundados en las armas melladas que
nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad,
el interés material individual como palanca”.[19] Debo decir que el castrismo
tuvo también una fuerte influencia, que se genera a partir de los aportes del
pensamiento de Fidel Castro. Quizá los dos se conjuntan como inspiración de la
luchas revolucionaria desde la década de los sesenta.
La revolución cubana, como mencioné arriba, tuvo sobre el
pensamiento revolucionario una renovación del marxismo que influyó sobre los
nuevos movimientos. Estos nuevos movimientos se dieron con la creación de una
cantidad de organizaciones guerrilleras en casi todo el subcontinente. Podría
enumerar solo algunas para no detenerme en este asunto. En un primer momento
aparecerán organizaciones como las FALN, el MIR en Venezuela, las FAR, el MR-13
en Guatemala, entre otras muchas. Expresiones que dieron lugar, primero, en el
campo, teniendo, aunque con poco éxito, alianzas con el campesinado. En un
segundo momento, después de las derrotas de las primeras organizaciones, inicia
un nuevo repunte del movimiento guerrillero a fines de los sesenta,
presentándose ahora en las urbes o en las zonas urbanas. Las cuales se van a
mantener hasta los setentas, e incluso relacionadas posteriormente con las
revoluciones que se dieron en Nicaragua y El Salvador a fines de los setentas y
principios de los ochenta respectivamente.
La renovación del marxismo por el nuevo contexto se da
también en las universidades. Algunos de los intelectuales influenciados por
los nuevos acontecimientos renuevan lo que algunos llaman ciencia social
marxista. Entre estos intelectuales podemos destacar a Alonso Aguilar, Arturo
Anguiano, Arnaldo Córdova, entre otros.[20] En ese contexto surgieron
intelectuales marxistas que no solo van a escribir desde su torre de marfil,
sino van a estar involucrados en la lucha social, e inclusive fueron militantes
de particos comunistas o socialistas. El caso interesante es Ruy Mauro Marini.
A causa de su militancia política y social, tuvo que huir primero, de la
dictadura militar de Brasil, para después pasar en Chile y finalmente
establecerse en México. No sin contar con la participación activa de las luchas
sociales y su militancia en el MIR chileno por ejemplo. En ese contexto
surgieron una gran cantidad de ensayos sobre problemáticas que vivía América
Latina. Los cuales generaron algunas posturas divergentes que entre los
intelectuales-militantes entraron en discusión o debate. Algunos como el caso
de Agustín Cueva consideró que el subcontinente predominó un feudalismo, con
ciertas relaciones de un capitalismo sui generis. Acaso que este mismo autor
critica la postura contra los que afirman que “dado que la América Latina de
los años sesenta en adelante era predominantemente y cada vez más capitalista a
juicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de contrincantes y de
actualidad”[21].
La revolución cubana que influyó profundamente en el
subcontinente no se da de la nada. Hubo acontecimientos que intentaban cambiar
las condiciones, y que posteriormente influyeron de alguna manera a la
revolución en Cuba. El bogotazo en 1948 que se presenció después del asesinato
de Jorge Eliécer Gaytan tuvo una gran trascendencia histórico-política en el
subcontinente. En el que precisamente Fidel Castro obtuvo su primer
experimento. En él se dio cuenta de la importancia de la movilización de las
masas. Otro acontecimiento fue la revolución en Guatemala en la que participó
otro de los líderes del movimiento 26 de julio cubano: Ernesto Che Guevara.
Según Agustín Cueva, el Che concluye después de este acontecimiento que: “la
izquierda sólo puede triunfar a condición de organizar a armar a las masas,
para garantizar y profundizar con ellas el proceso revolucionario”.[22] Otro
acontecimiento que se suma a este contexto revolucionario fue la revolución
boliviana de 1952. Los tres fueron importantes para la acumulación histórica de
una serie de experiencias que se expresó en la revolución cubana.
Los años posteriores a estos acontecimientos, o
particularmente en los setenta, el marxismo en América Latina entra en un nuevo
proceso. Sobre todo de un contexto en el que asumen nuevos sectores dominantes
tan reaccionarios, a partir de las dictaduras en Chile después del
derrocamiento de Salvador Allende y del golpe de estado en Uruguay. En el nuevo
contexto Agustín Cueva nos enumera algunas de las líneas de investigación:
El marxismo latinoamericano desarrollará cuatro líneas de principales de investigación, que a la vez son de necesario cuestionamiento sobre: a) el carácter de los nuevos regímenes, especialmente del Cono Sur; b) los cambios operados en el estado latinoamericano; c) la necesidad de restablecer la democracia y las vías para conseguirlo; d) los marcos globales de interpretación de la realidad latinoamericana.[23]
En estos años entró un nuevo proceso quizá más complejo,
pues se presenciaron varios acontecimientos quizá apuestos entre sí que
dificultarían al marxismo latinoamericano. Por un lado el triunfo de la
revolución sandinista en 1979 reactiva las luchas revolucionarias en América
Latina después de pasar por un proceso de grandes derrotas guerrilleras, así
como de gobiernos que intentaron implantar el socialismo. Pero no solo fue el
sandinismo en estos años, también lo fueron las luchas en El Salvador y
Guatemala, y algo inesperado, el triunfo de la revolución en Granada. Si bien
la revolución en Granada fue frustrada por la invasión estadounidense que
destituyó al gobierno revolucionario de Bishop, dio un nuevo marco de atención
revolucionaria.
Sin embargo en aquellos años se produce también una
reestructuración o transformación del proceso político de los gobiernos de las
potencias mundiales. En EU e Inglaterra ascienden al poder nuevos grupos que
serían mucho más conservadores. En aquel país durante el periodo del presidente
Carter se modifica las relaciones que permite la entrada de estos “nuevos”
grupos. En Inglaterra Thatcher representa un personaje sumamente conservador y
reaccionario que impone nuevas reglas económicas en su país conocidas como
neoliberales. Al mismo tiempo que se da una especie de reformismo e inclusive
de derechización de los partidos comunistas en Europa. Algo que no es ajeno en
América Latina. Todo esto es producto no sólo de la crisis de la llamada
izquierda (o las izquierdas), sino gran parte del pensamiento occidental. Según
Agustín Cueva, se pueden ubicar expresiones similares al eurocomunismo en
América Latina al comenzar la década de los setenta. Un ejemplo de ello es el
libro de un exguerrillero venezolano llamado Teodoro Petkoff, su trabajo lo
titula Proceso a la izquierda.[24]
Manifiesta una postura muy acorde a lo que en aquellos años muchos de los
comunista europeos se estaban expresando. Esta expresión vuelve a presentar una
especie de eurocentrismo que dio pie a un proceso de confusión y conformismo en
los militantes o luchadores sociales de América Latina. De hecho gran parte de
los militantes de izquierda estaban en retirada, y sin problemas algunos se
insertaban en el discurso filosófico conservador de lo que llaman “post”.
Quienes sin bases o fundamentos afirmaban la inexistencia del sujeto histórico
y revolucionario, mucho de ello plasmado en los análisis que lo posmodernos
llamaron los grandes relatos. Es el periodo que muchos exmarxistas como el caso
de Octavio Ianni, sin que según él dejara de ser marxista, celebrara con bombos
y platillos la existencia de la globalización (neoliberal). Globalización que
nunca se mencionaban su calificativo; es decir, se dejaba de lado la cuestión
de “neoliberal”. Cabría decir, por último, que es un neoliberalismo dominado
por Estados Unidos.
Conclusiones
El marxismo en América Latina parte en Europa a partir de
sus propios fundadores. Marx y Engels que dan la bases para el proceso de lo
que ahora llamamos marxismo. Con ellos procedió una nueva generación que le
siguió. Un grupo reducido que llegó a la obra de Marx en un periodo tardío de
su desarrollo personal. Los principales integrantes de esta primera generación
(como Labriola, Mehring, Kautsky y Plejanov) dieron los siguientes pasos para
el desarrollo del marxismo. Esta generación y otras que le siguieron quizá
tuvieron una fuerte influencia en América Latina. No solo hacia con los que
fueron receptores en el subcontinente, sino a través de los inmigrantes
europeos. Con la llegada del marxismo en América Latina, la recepción lo
interpreta de diversas maneras, que en ocasiones no tomó en cuenta las
condiciones históricas del subcontinente, sino desde el punto de vista de
Europa y la URSS. Sin embargo, hubo otras en las que se reivindicó su propia
experiencia. Los casos son tempranos. Julio Antonio Mella y José Carlos
Mariátegui son propios de ello. Si bien poco después se impone un proceso de
eurocentrismo y rusocentrismo, o para ser más claros, el estalinismo; que
controló la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos. Pero esto dura
hasta que se renueva el marxismo cuando triunfa la revolución cubana. El nuevo
contexto hace mirar al pasado con más fervor, interés y profundidad para
estudiar los aportes de los primeros marxistas latinoamericanos. Apoyándose
para enfrentar el nuevo reto y en el nuevo contexto, deriva una serie de
expresiones revolucionarias: las luchas guerrilleras y la militancia
intelectual y académica. En los años setenta y ochenta las condiciones cambian.
Las revoluciones en Centroamérica, el reformismo y derechización de los
comunistas convergen en un panorama bastante diferente donde el conservadurismo
se impone y consigue “triunfar” bajo un poder reaccionario y asesino. Es el
periodo en que inicia una política económica llamada neoliberal. En donde
algunos de los marxistas arrepentidos de insertan, ya sea desde la política, ya
sea desde la filosofía.
Bibliografía
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occidental, Siglo XXI, España, 2012.
Cueva, Agustín, Entre la ira y la esperanza y otros
ensayos de crítica latinoamericana, México, CLACSO, Siglo XXI.
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disponible en https://drive.google.com/file/bbKYevHI7pb1gxdndtcGZ4YXM
Löwy, Michael, El Marxismo en América Latina, México,
Era, 1982.
Löwy, Michael, El pensamiento del Che Guevara, México,
Siglo XXI, 2007.
Sánchez Vázquez, Adolfo, De Marx y el marxismo en
América Latina, México, Itaca, BUAP, 1999.
Notas
[5] Adolfo
Sánchez Vázquez, De Marx y el marxismo en América Latina, Itaca, BUAP,
México, 1999, p. 125.
[10] Michael
Löwy, El marxismo en América Latina, disponible en https://drive.google.com/file/,
consultado el día 29 de abril de 2016, pp. 9-10.
[19] Ernesto Che
Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, en Obra revolucionaria,
México, Era, 1973, p. 630- 631.
[21] Agustín
Cueva, Entre la ira y la esperanza y otros ensayos de crítica
latinoamericana, México, CLACSO, Siglo XXI, pp 188.
http://www.rebelion.org/ |