13/6/16

Marx y el marxismo en América Latina

Karl Marx ✆ Cássio Loredano
Ramiro Hernández Romero   /   El objetivo es analizar algunos elementos del pensamiento Marx y Engels para después entrar en la influencia de una de las generaciones que le siguieron. Con el fin de encontrar la influencia y desarrollo en América Latina. La intención de acercarse a la vida de los autores, su postura militante y pensamiento plasmado en su obra, es para conocer los primeros acercamientos de dicho pensamiento y su posterior influencia en el subcontinente latinoamericano. Conocer los pensadores y sus postulados que se desarrollaron en Europa, son indispensables como punto de partida para el análisis del marxismo en el subcontinente. En este sentido vamos a conocer quiénes y cuáles fueron los protagonistas y postulados que son retomados en América Latina. Si bien sólo destacaré sólo algunos autores; de los cuales retomaré y consideraré sus condiciones históricas en los que fueron apropiados los postulados. En nuestro subcontinente emerge una cantidad de marxismos, que lejos de ser uno solo, se diversifican e inclusive se contraponen, y que a su vez se critican mutuamente. Muchas veces con el fin de que fuera una herramienta teórica para la búsqueda de libertad que tanto buscaron los pueblos o sectores sociales más diversos de la población latinoamericana. Sin embargo debo decir también que dentro del marxismo fue un medio de control político-social de una sociedad determinada, o lo que se intentó como una sociedad.
Marx, Engels y la primera generación del marxismo
Lo que se ha dado en llamar marxismo (o también llamado materialismo histórico) inicia con sus fundadores en la primera mitad del siglo XIX. Marx y Engels son los principales protagonistas del pensamiento. Los cuales criticaron por primera vez, y de manera coherente y radical lo que ahora se denomina con el término “capitalismo”. En un contexto en que el capitalismo a penas se posicionaba en el mundo, estos pensadores ponen las bases teóricas para comprender el mundo en que vivían; si bien no solo eso, sino que también crearon teóricamente los postulados para la lucha y emancipación social, y se involucraron también en el ambiente de luchas revolucionarias de la época.

El pensamiento de Marx deriva del pensamiento de Hegel. Fue un hegeliano de izquierda que “ajustó progresivamente cuentas con el legado filosófico de Hegel y Feuerbach y con la teoría política de Proudhon”[1]. En tanto que Engels fue más práctico y gran conocedor de la realidad social al involucrarse en la situación de la clase obrera de Inglaterra. Uno de los trabajos de investigación, con un enfoque antropológico aunque su autor no se catalogue como antropólogo, lo realiza precisamente en Inglaterra sobre las condiciones de explotación y miseria a los que fueron sometidos los obreros ingleses. Parece que esta obra la hizo cuando todavía no conocía a Marx. El primer gran análisis que realizaron juntos fue el Manifiesto Comunista. Un postulado político y de gran trascendencia para la época, que tenía la intención de alentar a las luchas obreras de 1848. Perry Anderson nos hace un recorrido breve sobre las actividades de Marx y Engels al decir:
Que a sus treinta y tantos años de edad fueron exiliados en Inglaterra por una contrarrevolución victoriosa; que Marx hizo el balance histórico de la revolución francesa que terminó en el segundo imperio, mientras Engels analizó el fracaso de la revolución alemana contemporánea; que Marx, solo en Londres, en una extrema penuria, se embarcó en la monumental tarea teórica de reconstruir el modo de producción capitalista como un todo, ayudado únicamente por la solidaridad intelectual y material de Engels, que vivía en Manchester; que después de quince años de labor se publicó el libro del capital, poco antes de que Marx cumpliera sus cincuenta años; que hacia el final del mismo periodo participó en la fundación de la I Internacional, luego dedicó mayores esfuerzos a dirigir su labor práctica como movimiento socialista organizado; que celebró la Comuna de París y aconsejó al partido obrero alemán recientemente unificado, estableciendo los principios generales de un futuro Estado proletario; que en los últimos años de vida de Marx y después de la muerte de este; Engels elaboró las primeras exposiciones sistemáticas del materialismo histórico que lo convirtieron en una fuerza política popular en Europa, y a sus setenta y tanto años de edad fue el espíritu rector del crecimiento de la II Internacional, en la cual el materialismo histórico se convirtió en la doctrina oficial de los principales partidos obreros.[2]
La influencia de la obra de Marx y Engels fue casi inmediata, no sólo en la misma Europa sino en otras partes del mundo; sin embargo, otra cosa fue el grado de influencia, porque en Europa la influencia y conocimiento de la obra que algunos revolucionarios y estudiosos pudieron alcanzar, fue limitada. Lo mismo podríamos decir sobre América Latina, o si no es que todavía más débil, porque un estudioso como Adolfo Sánchez Vázquez hablaban de esa limitación que se presentaron en nuestro subcontinente. En el caso de Europa, la influencia fue limitada en vida de Marx y después de su muerte. Esto se debió a la imposibilidad de conocer no solo a profundidad de su pensamiento, sino a la incapacidad de reunir completa su obra, entre otras cosas. Debemos decir que en aquel entonces estaba dispersa. Esto se consiguió con los años, pero para el periodo en que fallece Marx y posteriormente, no había esa facilidad.

Las generaciones que le siguieron en Europa no fueron mejores, surge en un contexto en que sus limitaciones también se manifestaban. En primer lugar fue un grupo reducido que, como dice Perry Anderson, llegaron a la obra de Marx en un periodo tardío de su desarrollo personal.[3] Los principales integrantes de esta primera generación fueron Labriola, Mehring, Kautsky y Plejanov. Según cuenta Anderson, todos provenían de regiones más atrasadas de Europa, y ninguno tuvo un papel destacado en la dirección de los partidos de sus países, sin embargo, se vincularon íntimamente con la vida política e ideológica.[4] De aquí conoceremos una cantidad de generaciones que le seguirán a esta primera generación. Sin embargo, la primera generación de marxistas, tuvieron quizá también una influencia en América Latina, Pero…qué pasa justamente en América Latina, cuándo se empiezan a ver los primeros rastros del pensamiento de Marx y qué parte de la obra se conoce en su primera influencia en el subcontinente. Preguntas que se pueden formular para iniciar un pequeño análisis.
El marxismo en América Latina
Podríamos partir desde las referencias y estudios que hace Marx y Engels en relación América Latina, que son muy escasas, pero deja una idea por dónde andaban estos luchadores sociales; además se nota una postura muy eurocentrista por parte de los autores en ese momento; eso lo podemos ver en la guerra de conquista de EU sobre México, así como en el texto en el que habla de Bolívar. Si bien no voy a profundizar en ello porque me parece que le quita sentido al argumento y análisis de lo que pretendo hacer, pero me parece pertinente mencionar solo como referencia.

Los primeros vestigios del marxismo en América Latina se observan a fines del siglo XIX, posiblemente poco después de la muerte de Marx. Cabe decir que, como veremos de ahora en adelante, emergieron varios marxismos que con el tiempo van a chocar política y teóricamente, es decir, una confrontación directa entre los militantes y sus marxismos. Según cuenta Adolfo Sánchez Vázquez, el primer marxismo llega a través de los obreros europeos inmigrados. La expresión del primer marxismo nace con el primer organismo del socialismo marxista al crearse el partido socialista argentino en 1895.[5] Coincide también con la primera traducción en lengua castellana o española de El Capital, hecha por Juan B. Bustos, el mismo que fundó aquel partido.[6] Es decir, se conoció primero El Capital, aunque también llegó leerse el Manifiesto Comunista. Según Sánchez Vázquez, el marxismo que llegó a América, es aquel que dominaba el Partido Socialdemócrata alemán y la Internacional socialista, lo cual va definir el primer marxismo. Esto lo menciono porque es de gran importancia, ya que es lo que se va a establecer las tierras latinoamericanas y que a lo largo del tiempo se impone y provoca asimismo una interesante oposición hacia estos postulados. Cuál es entonces ese primer marxismo que se deja ver en América Latina. Es la versión de una especie de eurocentrismo de Marx, es decir, mediante la imposición de la versión que Bustos generó con su obra Teoría y práctica de la historia publicada en 1909. Es una versión de un “marxismo reformista, evolucionista de la socialdemocracia alemana y, a la vez, un calco del eurocentrismo”.[7] Todavía en los años veinte es la imposición de un calco o copia de las propuestas de la socialdemocracia de la Segunda Internacional. Con el triunfo de la revolución rusa en 1917 se da una fuerte influencia en América Latina en el terreno de la conformación de partidos comunistas. En México se funda el partido Comunista en 1919. Nace con el consentimiento del Estado mexicano porque durante un tiempo el partido comunista mexicano apoyará las políticas de los gobiernos posrevolucionarios.

En estos años se funda el partido comunista en Cuba, es decir, en 1925, en el que participó uno de los primeros militantes latinoamericanos muy entusiastas de la época: Julio Antonio Mella. Fue uno de los principales dirigentes del Partido Comunista mexicano llegó a enfrentarse con él, y con la oligarquía mexicana por el hecho de involucrarse en el cuestionamiento de este grupo social y hacia el sindicalismo corporativista del Estado. Este enfrentamiento tenía que ver también con el comportamiento eurocetrista y estalinista del partido que tachó a Mella como amenaza a la unidad. Mella fue uno de los teóricos del nacionalismo revolucionario. Su pensamiento que tiene la característica de haber nacido solamente en América Latina, fue presentado por el marxismo soviético como un eufemismo y condenado como síntoma del pensamiento burgués. Es quizá el primero en desprenderse del eurocentrismo y rusocentrismo del marxismo latinoamericano. La originalidad del pensamiento de Mella es que empieza a considerar la cuestión indígena como un problema clasista. Luego quizá lo profundiza Mariátegui bajo condiciones propias en Bolivia.[8] Momento en que la indiferencia y las deficiencias permeaban debido al eurocentrismo de los partidos comunistas, que lo tomaron de manera impasible. De hecho, y volviendo Sánchez Vázquez, en los años veinte la indiferencia de los partidos comunistas frente a los problemas de América Latina eran muy comunes.[9] Solo reconoce cierto carácter semicolonial de los países latinoamericanos, pero persistía su eurocentrismo de los partidos comunistas aglutinados en la Tercera Internacional. En este sentido me parece que otro de los marxistas en tomar una actitud crítica frente al marxismo eurocentrista y rusocentrista fue José Carlos Mariátegui. Aunque no hay que dejar de lado que en los años veinte se encontraban Aníbal Ponce en Argentina. Y desde otro ángulo de posición se encontraba Vicente Lombardo Toledano. Digo de otro ángulo porque simpatizaba con el marxismo rusocentrista.

Es pertinente ubicar los momentos que van surgiendo los marxismos y los marxistas, en este sentido me parece pertinente la propuesta de Michael Löwy al ubicar tres periodos del marxismo en América Latina en el siglo XX, que lo divide así:
1) un período revolucionario, de los años 20 hasta mediados de los años 30, cuya expresión teórica más profunda es la obra de Mariátegui y cuya manifestación práctica más importante fue la insurrección salvadoreña de 1932. En ese período, los marxistas tendían a caracterizar la revolución latinoamericana, simultáneamente, como socialista, democrática y antiimperialista;
2) el período stalinista, de mediados de la década de 1930 hasta 1959, durante el cual la interpretación soviética del marxismo fue hegemónica, y por consiguiente la teoría de revolución por etapas de Stalin, definiendo la etapa presente en América Latina como nacional-democrática;
3) el nuevo período revolucionario, después de la Revolución Cubana, que ve la ascensión (o consolidación) de corrientes radicales, cuyos puntos de referencia comunes son la naturaleza socialista de la revolución y la legitimidad, en ciertas situaciones, de la lucha armada, y cuya inspiración y símbolo, en su máximo nivel, fue Ernesto Che Guevara.[10]
En el primer periodo podemos encontrar a José Carlos Mariátegui. Él plantea quizá novedosamente y, como habíamos dicho, alejado de esa posición eurocéntrica, los problemas de América Latina y desde el ángulo de su propia historia. Según Sánchez Vázquez la originalidad de Mariátegui consiste en haber planteado en nuevos términos los problemas y soluciones del marxismo al latinoamericanizarlo por decirlo de alguna manera. Al constatarse por medio de los siguientes elementos: 1) en primer lugar al poner en tela de juicio la necesidad de una nueva teoría y práctica de esa latinoamericanización del marxismo y 2) Una interpretación de la realidad nacional, que precisamente enfrentara los problemas del Perú.[11] La realidad de Perú se distanciaba mucho de lo que el marxismo eurocéntrico y rusocéntrico manifestaban. Perú era un país atrasado y con un desarrollo industrial incipiente, en donde una población industrial y minera apenas existía. Pero también, y cabe decir, la importancia de su población, pues la conformaban en su mayoría por pueblos indígenas. Ante esa realidad Mariátegui entró en una renovación del marxismo, el cual, según Sánchez Vázquez, llega por varias vías: 1) Un alejamiento y supresión del marxismo europeo, es decir, una crítica al marxismo eurocéntrico para encarar la realidad del Perú en términos nacionales, 2) su actitud crítica frente a un marxismo cientificista y positivista y a un marxismo renovado, pertinente y más cerca de la realidad de su país.[12]

En ese proceso de renovación en que uno de los primeros marxistas como Mariátegui escribe Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, en el que estudia uno de los sujetos sociales del país para conocer los problemas particulares de Perú: el indio. En uno de los capítulos estudió el problema del indio y dice que para resolver el problema es ver el aspecto económico que lo condiciona, y no tanto en su aspecto administrativo. Este es quizá, entre otras cosas, un caso de un intento de rechazo al eurocentrismo y rusocentrismo.

En un periodo temprano también encontramos lo que Michael Löwy llamó exotismo, un fenómeno que también permea en la historia del marxismo en América Latina. Según Löwy el exotismo consiste en “absolutizar la especificidad de América Latina, su cultura, su historia o su estructura social. Extremado hasta sus últimas consecuencias, este particularismo ´indoamericano´ acaba por enjuiciar al propio marxismo, como una doctrina demasiado exclusivamente europea”.[13] Un ejemplo característico fue el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), bajo la dirección de Haya de la Torre que mantuvo una postura pertinente de adaptar el marxismo a los problemas que vivía en aquel entonces el subcontinente.

Ante una realidad de un marxismo ahistórico y rusocéntrico que se impone en tierras latinoamericanas, vinculados al Comintern dirigido por el dominio de Stalin, no dejaran de presentarse militantes como el italiano Vittorio Codovilla. El representa un marxismo que contrario a las condiciones particulares del subcontinente, diversifica la postura de los marxistas. Codovilla fue secretario del Partido Comunista argentino. Según Löwy, “Codovilla había entendido perfectamente que la revolución por etapas, era el fundamento inquebrantable de la estrategia del Comintern para América Latina, independientemente de los virajes tácticos a derecha izquierda”.[14] La postura rusocéntrica es clara. Esta orientación la habían seguido algunos militantes del Partido Comunista en Argentina. Y en otro país fue el Partido Comunista de El Salvador fundado por algunos otros militantes sindicales y Agustín Farabundo Martí; quien por cierto constituyó la primera organización de masas en 1932, periodo de una gran movilización.

La tradición marxista propia de América Latina se verá interrumpida con la gran influencia a partir del proceso de estalinización que inicia aproximadamente en los años treinta. Muchos de los partidos comunistas se adhieren a esta corriente, si se puede decir así. Un rusocentrismo a que va a imperó por un tiempo. Algunos de los partidos rompen con los dirigentes que se habían opuesto a los gobernantes latinoamericanos para aliarse al gobierno. Un caso particular se puede constatar con el acercamiento del PC mexicano al gobierno del general Manuel Ávila Camacho.[15] Sin embargo, y de acuerdo con Löwy, podemos encontrar algunas excepciones. En estos años Aníbal Ponce representa una corriente crítica y quizá enfrentada con el estalinismo. Una de sus obras más representativas, aunque podría haber otras, es Educación y luchas de clases publicada en 1937.[16] El rusocentrismo representado por el estalinismo, se mantuvo por muchos años. Inclusive con el advenimiento de la guerra fría que se concretó a partir de 1948. Las nuevas condiciones situaron a una mayor dificultad a los militantes de los PCs que enfrentaran un mayor enemigo más poderoso y más reaccionario durante el periodo de la guerra fría. Sin decir que después de la muerte de Stalin se modifica quizá la literatura marxista en América Latina, un prosovietismo que intenta distanciarse un poco de los años de auge. Producto de ello encontramos al historiador conocido en aquella época, al brasileño Caio Prado Junior quien publica su obra en 1953 titulada Historia económica de Brasil.[17]

Un nuevo periodo del marxismo en América Latina que intenta conocer sus propios problemas, y quizá de manera radical, se dio con el triunfo de la revolución cubana en 1959. Este acontecimiento inició un nuevo periodo revolucionario. Al generar un nuevo contexto que obligó renovar el marxismo. El cual retomó algunos de los puntos importantes del marxismo desarrollados en el pasado. Por ejemplo, la obra de Mariátegui y de Mella son sacadas de la bodega guardadas por el rusocentrismo y el eurocentrismo, y son usados por el nuevo contexto. Uno de más destacados marxistas latinoamericanos que surge de la revolución cubana fue Ernesto Che Guevara. Un personaje que tuvo poco después una fuerte influencia en América Latina y que a su vez fue influenciado por las condiciones materiales del subcontinente. Quizá fue el único de los militantes que en la época del 26 de julio fue marxista. Según Löwy, conoció por primera vez el marxismo en 1954 a través de su mujer Hilda Gadea, militante del ala izquierda del APRA peruano y de Alianza de la Juventud Democrática ligada al Partido Guatemalteco del Trabajo. Hilda tenía textos de Marx y Engels en su vivienda, y fue cuando el Che entró en contacto con el pensamiento de Marx y Engels, y posiblemente de lo que hoy llamamos marxismo.[18] El descubrimiento de Marx por el Che fue una herramienta que complementaba su experiencia en la lucha social que presenció y participó en Guatemala; pero sobre todo, como la forma de reconocer profundamente la miseria, la dominación y explotación de los pueblos que hasta ese momento conoció. Los líderes de la revolución cubana, y la revolución misma, tuvieron una fuerte influencia en el subcontinente y en el mundo, pero quizá el de mayor importancia fue el pensamiento del Che. El cual llegó a considerarse como un movimiento bajo la denominación de guevarismo. La influencia se dio sobre todo hacia los nuevos movimientos guerrilleros que florecieron en gran parte de América Latina, e inclusive en EU. Su pensamiento es interesante y amplio que no lo podría resumirlo aquí, pero que me parece pertinente citar uno de los postulados que van a tener una importancia en el pensamiento universal. El primero y el único que voy a citar, es la idea del hombre nuevo que pretendía construir en América Latina. Dice el Che que: “el hombre nuevo como objetivo final de la revolución y el rechazo de los métodos económicos de construcción del socialismo fundados en las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca”.[19] Debo decir que el castrismo tuvo también una fuerte influencia, que se genera a partir de los aportes del pensamiento de Fidel Castro. Quizá los dos se conjuntan como inspiración de la luchas revolucionaria desde la década de los sesenta.

La revolución cubana, como mencioné arriba, tuvo sobre el pensamiento revolucionario una renovación del marxismo que influyó sobre los nuevos movimientos. Estos nuevos movimientos se dieron con la creación de una cantidad de organizaciones guerrilleras en casi todo el subcontinente. Podría enumerar solo algunas para no detenerme en este asunto. En un primer momento aparecerán organizaciones como las FALN, el MIR en Venezuela, las FAR, el MR-13 en Guatemala, entre otras muchas. Expresiones que dieron lugar, primero, en el campo, teniendo, aunque con poco éxito, alianzas con el campesinado. En un segundo momento, después de las derrotas de las primeras organizaciones, inicia un nuevo repunte del movimiento guerrillero a fines de los sesenta, presentándose ahora en las urbes o en las zonas urbanas. Las cuales se van a mantener hasta los setentas, e incluso relacionadas posteriormente con las revoluciones que se dieron en Nicaragua y El Salvador a fines de los setentas y principios de los ochenta respectivamente.

La renovación del marxismo por el nuevo contexto se da también en las universidades. Algunos de los intelectuales influenciados por los nuevos acontecimientos renuevan lo que algunos llaman ciencia social marxista. Entre estos intelectuales podemos destacar a Alonso Aguilar, Arturo Anguiano, Arnaldo Córdova, entre otros.[20] En ese contexto surgieron intelectuales marxistas que no solo van a escribir desde su torre de marfil, sino van a estar involucrados en la lucha social, e inclusive fueron militantes de particos comunistas o socialistas. El caso interesante es Ruy Mauro Marini. A causa de su militancia política y social, tuvo que huir primero, de la dictadura militar de Brasil, para después pasar en Chile y finalmente establecerse en México. No sin contar con la participación activa de las luchas sociales y su militancia en el MIR chileno por ejemplo. En ese contexto surgieron una gran cantidad de ensayos sobre problemáticas que vivía América Latina. Los cuales generaron algunas posturas divergentes que entre los intelectuales-militantes entraron en discusión o debate. Algunos como el caso de Agustín Cueva consideró que el subcontinente predominó un feudalismo, con ciertas relaciones de un capitalismo sui generis. Acaso que este mismo autor critica la postura contra los que afirman que “dado que la América Latina de los años sesenta en adelante era predominantemente y cada vez más capitalista a juicio de todos, el debate tendió a languidecer por falta de contrincantes y de actualidad”[21].

La revolución cubana que influyó profundamente en el subcontinente no se da de la nada. Hubo acontecimientos que intentaban cambiar las condiciones, y que posteriormente influyeron de alguna manera a la revolución en Cuba. El bogotazo en 1948 que se presenció después del asesinato de Jorge Eliécer Gaytan tuvo una gran trascendencia histórico-política en el subcontinente. En el que precisamente Fidel Castro obtuvo su primer experimento. En él se dio cuenta de la importancia de la movilización de las masas. Otro acontecimiento fue la revolución en Guatemala en la que participó otro de los líderes del movimiento 26 de julio cubano: Ernesto Che Guevara. Según Agustín Cueva, el Che concluye después de este acontecimiento que: “la izquierda sólo puede triunfar a condición de organizar a armar a las masas, para garantizar y profundizar con ellas el proceso revolucionario”.[22] Otro acontecimiento que se suma a este contexto revolucionario fue la revolución boliviana de 1952. Los tres fueron importantes para la acumulación histórica de una serie de experiencias que se expresó en la revolución cubana.

Los años posteriores a estos acontecimientos, o particularmente en los setenta, el marxismo en América Latina entra en un nuevo proceso. Sobre todo de un contexto en el que asumen nuevos sectores dominantes tan reaccionarios, a partir de las dictaduras en Chile después del derrocamiento de Salvador Allende y del golpe de estado en Uruguay. En el nuevo contexto Agustín Cueva nos enumera algunas de las líneas de investigación:
El marxismo latinoamericano desarrollará cuatro líneas de principales de investigación, que a la vez son de necesario cuestionamiento sobre: a) el carácter de los nuevos regímenes, especialmente del Cono Sur; b) los cambios operados en el estado latinoamericano; c) la necesidad de restablecer la democracia y las vías para conseguirlo; d) los marcos globales de interpretación de la realidad latinoamericana.[23]
En estos años entró un nuevo proceso quizá más complejo, pues se presenciaron varios acontecimientos quizá apuestos entre sí que dificultarían al marxismo latinoamericano. Por un lado el triunfo de la revolución sandinista en 1979 reactiva las luchas revolucionarias en América Latina después de pasar por un proceso de grandes derrotas guerrilleras, así como de gobiernos que intentaron implantar el socialismo. Pero no solo fue el sandinismo en estos años, también lo fueron las luchas en El Salvador y Guatemala, y algo inesperado, el triunfo de la revolución en Granada. Si bien la revolución en Granada fue frustrada por la invasión estadounidense que destituyó al gobierno revolucionario de Bishop, dio un nuevo marco de atención revolucionaria.

Sin embargo en aquellos años se produce también una reestructuración o transformación del proceso político de los gobiernos de las potencias mundiales. En EU e Inglaterra ascienden al poder nuevos grupos que serían mucho más conservadores. En aquel país durante el periodo del presidente Carter se modifica las relaciones que permite la entrada de estos “nuevos” grupos. En Inglaterra Thatcher representa un personaje sumamente conservador y reaccionario que impone nuevas reglas económicas en su país conocidas como neoliberales. Al mismo tiempo que se da una especie de reformismo e inclusive de derechización de los partidos comunistas en Europa. Algo que no es ajeno en América Latina. Todo esto es producto no sólo de la crisis de la llamada izquierda (o las izquierdas), sino gran parte del pensamiento occidental. Según Agustín Cueva, se pueden ubicar expresiones similares al eurocomunismo en América Latina al comenzar la década de los setenta. Un ejemplo de ello es el libro de un exguerrillero venezolano llamado Teodoro Petkoff, su trabajo lo titula Proceso a la izquierda.[24] Manifiesta una postura muy acorde a lo que en aquellos años muchos de los comunista europeos se estaban expresando. Esta expresión vuelve a presentar una especie de eurocentrismo que dio pie a un proceso de confusión y conformismo en los militantes o luchadores sociales de América Latina. De hecho gran parte de los militantes de izquierda estaban en retirada, y sin problemas algunos se insertaban en el discurso filosófico conservador de lo que llaman “post”. Quienes sin bases o fundamentos afirmaban la inexistencia del sujeto histórico y revolucionario, mucho de ello plasmado en los análisis que lo posmodernos llamaron los grandes relatos. Es el periodo que muchos exmarxistas como el caso de Octavio Ianni, sin que según él dejara de ser marxista, celebrara con bombos y platillos la existencia de la globalización (neoliberal). Globalización que nunca se mencionaban su calificativo; es decir, se dejaba de lado la cuestión de “neoliberal”. Cabría decir, por último, que es un neoliberalismo dominado por Estados Unidos.
Conclusiones
El marxismo en América Latina parte en Europa a partir de sus propios fundadores. Marx y Engels que dan la bases para el proceso de lo que ahora llamamos marxismo. Con ellos procedió una nueva generación que le siguió. Un grupo reducido que llegó a la obra de Marx en un periodo tardío de su desarrollo personal. Los principales integrantes de esta primera generación (como Labriola, Mehring, Kautsky y Plejanov) dieron los siguientes pasos para el desarrollo del marxismo. Esta generación y otras que le siguieron quizá tuvieron una fuerte influencia en América Latina. No solo hacia con los que fueron receptores en el subcontinente, sino a través de los inmigrantes europeos. Con la llegada del marxismo en América Latina, la recepción lo interpreta de diversas maneras, que en ocasiones no tomó en cuenta las condiciones históricas del subcontinente, sino desde el punto de vista de Europa y la URSS. Sin embargo, hubo otras en las que se reivindicó su propia experiencia. Los casos son tempranos. Julio Antonio Mella y José Carlos Mariátegui son propios de ello. Si bien poco después se impone un proceso de eurocentrismo y rusocentrismo, o para ser más claros, el estalinismo; que controló la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos. Pero esto dura hasta que se renueva el marxismo cuando triunfa la revolución cubana. El nuevo contexto hace mirar al pasado con más fervor, interés y profundidad para estudiar los aportes de los primeros marxistas latinoamericanos. Apoyándose para enfrentar el nuevo reto y en el nuevo contexto, deriva una serie de expresiones revolucionarias: las luchas guerrilleras y la militancia intelectual y académica. En los años setenta y ochenta las condiciones cambian. Las revoluciones en Centroamérica, el reformismo y derechización de los comunistas convergen en un panorama bastante diferente donde el conservadurismo se impone y consigue “triunfar” bajo un poder reaccionario y asesino. Es el periodo en que inicia una política económica llamada neoliberal. En donde algunos de los marxistas arrepentidos de insertan, ya sea desde la política, ya sea desde la filosofía.
Bibliografía
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Löwy, Michael, El pensamiento del Che Guevara, México, Siglo XXI, 2007.
Sánchez Vázquez, Adolfo, De Marx y el marxismo en América Latina, México, Itaca, BUAP, 1999.
Notas
[1] Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, España, 2012, p. 8.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., p. 11.
[4] Ibíd., p. 12.
[5] Adolfo Sánchez Vázquez, De Marx y el marxismo en América Latina, Itaca, BUAP, México, 1999, p. 125.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd., p. 126.
[8] Julio César Guanche (compilador), Julio Antonio Mella, Ocean Sur, México, 2009, p. 6.
[9] Ibíd., p. 128.
[10] Michael Löwy, El marxismo en América Latina, disponible en https://drive.google.com/file/, consultado el día 29 de abril de 2016, pp. 9-10.
[11] Adolfo Sánchez Vazquez, op. cit., p. 130.
[12] Ibíd., pp. 133-135.
[13] Michael Löwy, El Marxismo en América Latina, Era, México, 1982, p. 12.
[14] Ibíd., p. 24.
[15] Ibíd., p. 32.
[16] Ibìd., p. 23.
[17] Ibíd., p. 44.
[18] Michael Löwy, El pensamiento del Che Guevara, México, Siglo XXI, 2007, p. 7.
[19] Ernesto Che Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”, en Obra revolucionaria, México, Era, 1973, p. 630- 631.
[20] Michael Löwy, op. cit., p. 53.
[21] Agustín Cueva, Entre la ira y la esperanza y otros ensayos de crítica latinoamericana, México, CLACSO, Siglo XXI, pp 188.
[22] Ibíd., 186.
[23] Ibíd., p. 190.
[24] Ibid., p. 193.
http://www.rebelion.org/