25/4/16

Marxismo y filosofía al final del siglo XX

Este ensayo fue publicado inicialmente en la revista mexicana “Dialéctica”, N° 21, Julio de 1991

Karl Marx ✆ Eric
Gabriel Vargas Lozano   |   “Todo lo que surge es digno de perecer", decía  Mefistófeles en la obra clásica de Goethe. "Todo lo que un día fue real se torna irreal, pierde su necesidad, su razón de ser", escribía Engels comentando a Hegel en su célebre obra Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Y hoy, cerca del final del siglo X X y a partir de los cambios  económico-sociales que ha experimentado el sistema capitalista; del desarrollo de nuevas formas filosóficas; de descubrimientos científico-técnicos; y del derrumbe del llamado socialismo real, nos preguntamos: ¿y esto es verdad también para el marxismo en general y su filosofía en particular?

Si queremos ser coherentes, debemos responder afirmativamente. Toda concepción teórico-práctica, como es el caso del marxismo, deviene, cambia, se transforma o pasa a formar parte de la historia. Pero cuando se trata de explicar con toda objetividad dichos cambios, se requiere hacer varias distinciones: en primer término, la distinción entre la vigencia de la propia teoría (y dentro de ella, a su vez, entre el contenido científico, el ideológico y el filosófico) y las condiciones de recepción que propician eclipses cortos o largos, vinculados a los intereses dominantes en una sociedad dada. 

En otros términos, se requiere distinguir entre las manipulaciones académicas y políticas que, con frecuencia, son un efecto de las tendencias dominantes en una sociedad dada y la pregunta auténtica y radical sobre la validez o invalidez de un pensamiento. En efecto, hoy, a partir de la crisis del llamado socialismo real, así como de una sobreacumulación de contradicciones teóricas y prácticas en el seno de los movimientos socialistas, ha cobrado una nueva fuerza la vieja ideología extincionista de la muerte del marxismo. Es por ello que intentar hacer una evaluación objetiva del marxismo; examinar lo que está vivo y lo que está muerto; caracterizar sus posibilidades presentes y futuras, es para algunos una tarea ímproba y fuera de moda. Lo dominante hoy es acabar con el pensamiento marxista; desgarrarse las vestiduras públicamente en el caso de aquellos que sostuvieron tesis dogmáticas y ahora expresan con vehemencia el desencanto de su propio pasado; el considerar exclusivamente lo ausente en el pensamiento de los clásicos; el sustituir el marxismo por otras problemáticas y concepciones sin haber hecho el debido ajuste de cuentas; y, finalmente, despedirse del marxismo como los posmodernos se despiden de la modernidad; sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Y no lo son por las siguientes razones: primera, porque el derrumbe del socialismo realmente existente requiere ser explicado, y dicha explicación exige un conocimiento profundo del mismo marxismo; segunda, porque el marxismo que se desarrolló desde finales del siglo XIX hasta la fecha es múltiple y complejo, y por tanto exige un conjunto de precisiones; tercera, porque esta concepción realizó un sinnúmero de aportaciones en los campos científico, cultural y filosófico, y no basta barrerlas bajo la alfombra para decretar su desaparición; cuarta, porque los problemas y las contradicciones que propiciaron el desarrollo de esta teoría no han desaparecido (esto lo reconoce hasta Albrecht Wellmer), y en la medida en que éstos subsistan y se agraven, tanto en los países desarrollados, como en la periferia, en la cual se está ubicando también el antiguo socialismo real, el marxismo adquirirá, si es que sigue desarrollándose creativamente, un nuevo significado; y finalmente, en quinto lugar, porque las condiciones de evolución o inclusive de desaparición de una teoría que involucra varias dimensiones implican, por así decirlo, reglas de transformación diferenciadas. En otras palabras, si la concepción del marxismo implica contenidos ideológicos, científicos, sociales, políticos y filosóficos, su forma de desaparición, si ése fuera el caso, sería diferente. Se puede derrumbar una ideología que acompañó a los llamados regímenes del socialismo real, pero ello no implica necesariamente ni directamente la desaparición de los problemas filosóficos planteados por Marx. O bien, un conocimiento científico puede ser superado por otro más profundo y valedero, pero una proposición filosófica no es simplemente sustituida por otra. Lo que ocurre es que adquiere un carácter relativo, pero no siempre se vuelve caduca. En la filosofía los ejemplos son muchos: Aristóteles no desplaza a Platón, por más válidas que sean algunas de sus críticas, y de igual manera Hegel no desplaza a Kant, ni Nietzsche. o Wittgenstein, a Marx.

Es por ello que hoy podemos y debemos preguntarnos, séase marxista o no, ¿qué es, en efecto, lo que ha perdido vigencia, tanto en la obra de Marx, como en el marxismo, y en qué sentido?; ¿se trata de toda la concepción en sus aspectos económico, político y filosófico?; ¿de un aspecto de ella?; ¿debemos hacer una distinción tajante entre la teoría, que permanecería intocada, y la práctica, que habría mostrado la falibilidad de los hombres, como podría decir alguien que mantuviera un optimismo heroico en tiempos de nihilismo posmoderno?

Un hecho es ya evidente. La esperanza de construir una sociedad nueva y distinta que parecía abrirse como una aurora en 1917 cayó como una estatua de mármol que se rompe en pedazos. El colapso se fue preparando durante décadas, primero, con el estalinismo; luego, con la crisis del movimiento comunista internacional, a raíz, entre otras cosas, de las revelaciones de Jrushov en el X X Congreso del PCUS; más tarde, con la represión de diversos movimientos reformistas o independentistas en Europa del Este; y, finalmente, con la crisis económica, social y política en que cae la URSS en las décadas de los setenta y ochenta, y el derrumbe de los regímenes del socialismo real en Europa del Este en 1989. Este derrumbe estrepitoso de todo un sistema social, económico, político e ideológico no puede menos que afectar profundamente, en primer lugar, a la realización práctica del ideal de una sociedad justa e igualitaria propuesta por Marx; en segundo lugar, al marxismo oficial, como concepción sustentadora de aquellos regímenes y con ella a la filosofía que la integraba; y en tercer lugar, al marxismo crítico, que sin haber aceptado nunca lo que ocurría en dichas sociedades, e inclusive reprobando sus prácticas, modalidades y concepciones, también se ve afectado por los acontecimientos. Pero antes de caracterizar este efecto, definamos lo que entendemos por marxismo.

A mi juicio, el marxismo está (o estuvo) constituido:
a) Por un conjunto de corrientes teóricas que tienen su origen en Marx y Engels, y que se desplazan en todas direcciones: ciencia social; ciencia natural; arte; literatura; filosofía y cultura. Se trató, entonces, de una concepción que tuvo una enorme influencia en todos los terrenos del saber y de la acción durante el siglo XX. A su vez, en este apartado debemos distinguir corrientes, escuelas, autores y problemáticas. 
b) Por una serie de concepciones político-ideológicas sobre el Partido, la lucha de clases y los movimientos que han buscado llegar al poder. 
c) Por diversas sociedades que se han reclamado como expresión del legado de Marx y Engels. Estos tipos de sociedades, aunque compartían rasgos comunes, eran diferentes por las características nacionales en que surgían: URSS, China, hace poco tiempo los países de Europa del Este, Vietnam, Yugoslavia, Cuba y otros.
En la obra de Marx se planteaba una relación indisoluble entre teoría y práctica: sin embargo, no siempre pudo realizarse, debido a diversas razones: bien fuera que la práctica desbordó con mucho a la teoría, sobre todo si ésta fue entendida de manera dogmática; bien porque en la teoría y en particular en la filosofía se desarrollan reflexiones que no siempre tienen un vínculo inmediato o directo con la práctica en alguno de sus sentidos; y, finalmente, porque, muchas veces, no se hizo la debida recreación teórico-práctica de las tesis iniciales de Marx frente a nuevas situaciones.

Ahora bien, lo que nos interesa aquí es: ¿qué ocurrió en el caso de la filosofía?

Mucho se ha escrito sobre la aportación filosófica de Marx y no lo repetiré aquí. Las posiciones se extendieron, desde aquellos que negaron la existencia o inclusive pertinencia de una filosofía en el autor de El capital, hasta aquellos que afirmaron que lo descubierto por Marx había sido un nuevo pensamiento revolucionario que, sin dejar de ser filosófico, superaba dicho status, y, naturalmente, aquellos que concibieron la filosofía marxista de diferentes maneras.

La razón de que se hubiesen presentado tantas posiciones se debió al carácter peculiar en la historia del saber con que se presentó la teoría de Marx como una teoría de intención práctica, y de igual manera, al silencio del Marx maduro sobre el contenido filosófico de una teoría que principalmente asume una forma histórica, económica y política.

A mi juicio, Marx era un filósofo, tanto por sus aportaciones en este campo, como por las consecuencias de su obra en la filosofía misma.

¿Cuáles fueron algunos de sus principales planteamientos?
a) Crítica del sistema capitalista como una forma que produce enajenación; fetichismo; deshumanización.

b) Una concepción filosófica de la historia.

c) La propuesta de un racionalismo práctico.

d) El planteamiento y profundización del concepto de ideología.

e) El concepto de relación entre teoría y práctica.

f) Una serie de ideas de lo que podría ser la sociedad futura. 
g) El condicionamiento de la teoría. 
h) El concepto de revolución.

i) La formación de un nuevo método para las ciencias sociales.

j) Una ontología del ser social.

k) Una nueva concepción del hombre.

l) Una teoría de los modos de apropiación del mundo. 
m) La concepción de las ciencias naturales como ciencias productivas.
Marx no creó, ni tampoco se proponía crear, un sistema filosófico al estilo de Kant o Hegel. Se trataba de fundar algo nuevo radicalmente.
Pero, al hacerlo, produjo una revolución en filosofía. Esta revolución radica en:
a) haber situado la filosofía como parte integrante de la explicación, legitimación o crítica del sistema social, oponiéndose a las concepciones autónomas de la disciplina;

b) El haber producido un pensamiento interdisciplinario transgrediendo la división del trabajo teórico
c) haber formulado una nueva concepción de la razón en sentido práctico;

d) haber concebido la filosofía como una autoconciencia de las clases subalternas en un sentido emancipatorio; y, finalmente,

e) haber ocasionado, con su silencio acerca del sentido de la nueva filosofía, una serie de interpretaciones que permitieron enriquecer el marxismo, a pesar de que, con frecuencia, estas interpretaciones recayeran en contradicciones y antinomias.
En efecto, en relación con esto último, durante este siglo se desarrollaron nuevas proposiciones filosóficas en los campos de la ética, la estética, la teoría del conocimiento; la filosofía de la ciencia; la filosofía política; la ontología; la filosofía de la historia y la historia de la filosofía. Los nombres son bien conocidos, y no se requiere hacer una lista que pudiera omitir alguno de ellos.

De igual forma, el marxismo fue interlocutor o se interrelacionó con una gran cantidad de concepciones, como el existencialismo, el neokantismo, el positivismo lógico, el historicismo, la filosofía del lenguaje, el estructuralismo, la fenomenología.

Ahora bien, en todo esto se debe hacer dos distinciones: primero, la distinción entre la filosofía oficial, que se llamó materialismo dialéctico, y, segundo, el marxismo crítico al que pertenecieron Lukács, Korsch, Gramsci, Rosa Luxemburgo y toda una serie de vertientes del llamado marxismo occidental. Y en éste cabe señalar una serie de posiciones, con frecuencia antinómicas, que formaron parte de las polémicas en este campo.

Examinemos, entonces, en primer lugar, el materialismo dialéctico.

¿En qué consistía esa concepción y cuáles eran sus rasgos más característicos?

Aunque, como es natural, existió una evolución de ésta en el socialismo real, tomaré como una muestra significativa la ponencia del filósofo búlgaro Nikolai Iribadzhakov titulada "El materialismo dialéctico: el alma viva del marxismo", presentada en el coloquio internacional realizado en 1983 en Madrid, como conmemoración del centenario de la muerte de Marx.1

Del análisis crítico que podemos hacer del trabajo del filósofo búlgaro se desprende que:

1. Se trató de una concepción acrítica de las obras de Marx, Engels y Lenin, principalmente. Sus textos se convirtieron en la última palabra, en una verdadera escolástica. Se sometieron a una exégesis de la exégesis. Esta postura privó al marxismo de su elemento autocrítico y renovador. Marx, Engels y Lenin eran los científicos, los revolucionarios y los estrategas geniales incapaces de equivocarse. Sus obras y tesis fueron convertidas en legitimaciones ideológico-políticas de los regímenes autoritarios que dominaron durante ese periodo. Hoy, al modificarse la situación, se eliminan sus obras en forma tan acrítica como la que dominó cuando se leían con devoción.

2. Se rechaza toda intervención ajena de otras concepciones filosóficas: Freud, Weber, Sartre, Wittgenstein, Heidegger, Foucault. Como contrapartida, podemos decir que muchas de las mejores concepciones del marxismo han estado vinculadas a otras corrientes, como en los casos de Lukács, Bloch o Gramsci, para nombrar sólo algunos.

3. Se crean dos disciplinas: materialismo histórico y materialismo dialéctico. La primera como ciencia de la historia y la segunda como filosofía. Esta división no se encontraba en la obra de Marx. La filosofía era concebida como ciencia de las ciencias. Ya muchos autores se han encargado de destacar la tesis de que la filosofía no es una ciencia, en el sentido de las ciencias particulares, y no puede ser sostenida como tal, puesto que existe una serie de reflexiones filosóficas que no se reducen a su relación con ella.

4. Se concibe el marxismo como expresión directa a la clase proletaria, recayendo en un sociologismo. Como es sabido, con el desarrollo de la sociología del conocimiento y de la ciencia, el vínculo se hace más complejo. Además, la filosofía, por su naturaleza, tiende a plantear concepciones más universales, sin que ello signifique que se elimine su relación con las sociedades divididas en clases.

5. El marxismo así concebido se presenta como la única teoría científica. Se desconocen, explícitamente, otras novedades científicas o se ubican bajo esta concepción omniabarcante.

6. Se concibe como opositores a todos los que no estuvieran de acuerdo con las tesis del materialismo dialéctico. Son revisionistas o neomarxistas. Se mezclan opositores con críticos: Monod, Bunge, Timpanaro, Colletti, Cerroni, Althusser; Cornforth, Della Volpe, R. Wüliams, Me Lennan, Me Bride; y naturalmente todos los existenciaíistas, como Sartre; y franefurtianos, como Marcuse, Adorno y Horkheimer. En lugar de considerar la teoría en forma compleja, debatible y corregible. Quisiera agregar aquí que el marxismo crítico jamás se difundió en la URSS o en los países llamados socialistas, privando así a su población de las armas necesarias para enfrentar las actuales crisis.

7. No se acepta la tesis de que Marx se concentró más en las ciencias sociales, y se le convierte en el verdadero autor de la dialéctica de la naturaleza.

8. Se trata de un intento de construir todo un sistema filosófico autosubsistente con una función de cosmovisión.

9. Es antiutópica, ya que la idea de construir una nueva sociedad tenía que derivar científicamente de la sociedad anterior.

10. Se parte de la tesis de que es una filosofía basada en la estrategia de partido, y, por tanto, su crítica conduce a un ataque a la conducción estatal. El debate filosófico se convierte, de hecho, en un problema político.

Esta concepción fue muy influyente en los ámbitos de la educación y la política en América Latina, y por supuesto en otras partes del mundo. Todo el marxismo critico, desde Lukács hasta Marcuse, se opuso a esa versión en diversos grados. Las criticas mencionadas concentran muchas de las posiciones adoptadas desde hace décadas.

Pero agregaría que tampoco la cuestión es tan simple. Dentro de los países autodenominados socialistas (y con frecuencia bajo el rótulo genérico de marxismo-leninismo, bien fuera por convencimiento propio o por obligación impuesta por las circunstancias) hubo también reflexiones y teorizaciones diferentes que tuvieron escasa difusión fuera de esos países. Para sólo poner un ejemplo, quisiera destacar aquí la aportación de una filósofa cubana infortunadamente fallecida, pero de la cual nos quedó, entre otros, su libro Filosofía, ciencia y valor,2 quien hizo una interpretación del significado de la filosofía del marxismo en un sentido original y diferente de las tesis oficiales que he mencionado. Zaira Rodríguez sostuvo, por ejemplo, que la filosofía "constituye una suerte de autoconciencia de la cultura de una época histórica determinada, cuyos contenidos se plasman en las estructuras del pensamiento teórico, a través de las cuales esa época se piensa a sí misma". 3 Para ella, la filosofía no sería ciencia en sentido estrecho, pero tampoco una de las formas valorativas de la conciencia social exclusivamente. El conocimiento filosófico es de naturaleza diferente al conocimiento científico-particular y a la ideología. En la filosofía se sintetizarían los aportes de la actividad práctica-material, teórico-cognoscitiva y práctica valorativa de la humanidad, y por tanto sería una forma peculiar de asimilación práctico-espiritual de la realidad. Zaira se apoyó en una serie de filósofos soviéticos y checos no conocidos en otras lenguas.

Ahora bien, ¿hasta qué punto la concepción oficial del socialismo real podía fundarse en las obras de Marx y Engels? Esto nos lleva a un problema que también involucra al marxismo crítico y a diversas interpretaciones poco cuidadosas o muy influidas por las versiones estalinistas, hechas por filósofos o científicos sociales, desde Weber, Popper, Russell, Schumpeter, Aron, hasta Habermas.

Las obras de Marx y Engels, por la riqueza que implican, por su carácter original, porque constituyen pensamientos en movimiento y evolución, pero también por sus errores, equivocaciones y ambigüedades, son polisémicas, y, por ello, abiertas a diversas lecturas. Desde luego que no todas las lecturas son posibles, pero sí un conjunto de ellas. Sobre las obras de Marx y Engels operaron diversos conflictos de interpretación que atañen, no sólo al problema de la precisión conceptual o la modificación del sentido de sus textos a partir de los manuscritos no publicados durante mucho tiempo, sino también debido a los presupuestos ontológicos, epistemológicos o políticos desde los cuales se leyeron unos u otros textos. Pero además, a diferencia de lo que ocurrió con un Aristóteles, un Kant o un Hegel, su dimensión práctica involucró necesariamente elementos deformantes o conformantes que muchas veces dejaron sus textos irreconocibles. De aquí que si bien, repito, no toda lectura es posible, sí son posibles diversas lecturas que pueden prolongar sus equívocos, sus contradicciones, sus aciertos o sus vacíos teóricos. En este sentido, considero que no hay un Marx esencial que nadie hubiera descubierto, sino que hay nuevos sentidos en que puede ser interpretada su obra, a partir de los presupuestos que se empleen y de acuerdo a la forma en que se integren en una reflexión específica. Un ejemplo reciente de ello es la interesante y rica interpretación hermenéutica de Paúl Ricoeur de La ideología alemana a propósito de los conceptos de ideología y utopía.

Por lo anterior, podemos decir que también hay una interpretación posible de Marx que se derrumba con el materialismo dialéctico. Por ejemplo, esta concepción se basó en las tesis de la división dicotómica entre estructura y superestructura; las creaciones culturales e ideológicas como un puro efecto de la base material; la división de la historia en dos épocas: una en la que operaría la lucha de unos contra otros, como en el caso de la naturaleza, y otra en que se impondría, como dice Marx en los Grundrisse, el reino de la libertad; la sucesión lineal de las sociedades en la historia; el carácter ideológico de la democracia en el capitalismo como ocultador de la dominación. Éstas y otras formulaciones se encuentran en textos de Marx y Engels que fueron partes integrantes de una ideología vulgarizada del marxismo y que fueron atacados por un marxismo crítico a partir de otros textos de los propios Marx y Engels, como la interrelación dialéctica de las estructuras sociales en el sistema; el carácter dominante que adquieren formas como la religión, la política y la propia ciencia natural como fuerza productiva; la no reductibilidad del arte, la ciencia o la filosofía a la base económica; la evolución desigual y combinada de las sociedades; el carácter radicalmente democrático de la Comuna de París, etcétera.

La lectura del dia-mat partió también de los vacíos teóricos existentes en el pensamiento de los clásicos sobre el destino del Estado en el socialismo; sobre la dictadura del proletariado y sobre la organización económica de la futura sociedad, y los interpretó como legitimación de las realidades fácticas.

Naturalmente, en todo esto se encuentra también la interpretación de Lenin, que también integra esta ideología con sus afirmaciones premarxistas en Materialismo y empiriocriticismo,  su concepción de la relación partido e intelectuales portadores de la conciencia de clase, en ¿Qué hacer?; y su concepción, tan urgente como provisional, de la oposición entre democracia burguesa y democracia proletaria, y del Estado en el capitalismo como mero instrumento de las clases dominantes, en El Estado y la revolución.

Todo un marxismo posterior en las obras de Milliband, Mandel, Poulantzas, Offe; Ollin Wright; Góran Therborn; James O'Connor, han profundizado y planteado diversas formas de entender la función del Estado en el capitalismo.

Algunos ejemplos de una evolución teórica en el pensamiento de Marx, que no fue tomada en cuenta, no sólo por el materialismo dialéctico, sino también por múltiples intérpretes, y que aún hoy siguen repitiendo, son los siguientes:

En el famoso "Prólogo" a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859, que se trata de una formulación esquemática, provisional e incompleta, pero que, sin embargo, fue utilizada en forma indiscriminada, Marx dice:
A grandes rasgos, podemos designar, como otras tantas épocas progresivas de la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.4
De esta cita pueden desprenderse , y de hecho se hizo así por tirios y troyanos, tanto un a concepción lineal de la historia, que Marx no sostiene en trabajos como los Grundrisse, y una concepción ideológica de la historia que puede matizarse con otras citas de Marx , pero que en todo caso no es sostenible.

En efecto, en una carta fechada a fines de 1877 y dirigida a la redacción del periódico ruso Anales de la Patria dice:
A mi crítico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa Occidental en una teoría filosófica histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran... Esto es hacerme demasiado honor, y al mismo tiempo, demasiado escarnio... He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que, aun presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y conducen, por tanto, a resultados completamente distintos. Estudiando cada uno de estos procesos históricos por separado, y comparándolos luego entre sí, encontramos fácilmente la clave de esos fenómenos, resultados que jamás lograríamos, en cambio, con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho de ser una teoría suprahistórica. 5
También podemos citar la diferencia existente entre lo formulado en el Manifiesto del Partido Comunista en 1848 y la crítica que hicieran en el prólogo a la edición rusa de ese mismo libro por su limitación eurocéntrica; los textos optimistas en los que se refería a la implantación del capitalismo en la India o respecto de la invasión norteamericana a México, y los textos posteriores en contra de la invasión francesa y su crítica a los resultados desastrosos de la modernización capitalista impuesta.

Y también la existencia de una aceptación del optimismo ilustrado del siglo XVIII en la década de los cuarenta, pero también una notable crítica al carácter destructivo de las fuerzas productivas y a los efectos negativos del progreso, posteriormente.

Sin embargo, no fue tanto Marx, con algunas de sus formulaciones esquemáticas, lo que propició la concepción del materialismo dialéctico, sino diversas concepciones de Engels. Las tesis de Engels, al querer vincular los descubrimientos de Marx a los que se realizaban en el campo de la ciencia natural, propiciaron una interpretación naturalista, positivista y cientificista del marxismo. Toda esta interpretación ha caducado indefectiblemente.

A diferencia de este marxismo, se desarrolló, como hemos mencionado, lo que he denominado como marxismo crítico. Este marxismo llevó con frecuencia a confusiones al utilizar una determinada terminología con diversos significados. Un ejemplo fue el uso, por parte de Althusser, del concepto "materialismo dialéctico", a pesar de otorgarle un sentido radicalmente distinto al tradicional en la escuela soviética.

En el marxismo crítico se desarrollaron diversas vertientes, entre las que sobresalen: la humanística, la epistemológica, la ontológica, la ideológico-política, la filosofía de la praxis en sus diferentes vertientes; 10 la reflexión sobre el pensamiento utópico, la reflexión sobre la filosofía de la cultura y múltiples diálogos con el existencialismo (Sartre), los frankfurtianos (Adorno, Marcuse, Horkheimer), los estructuralistas (Godelier), los analíticos y funcionalistas (Cohén, Elster), los posfrankfurtianos (Habermas); la teología de la liberación (I. Ellacuria, Jon Sobrino y otros); y en últimas fechas, la filosofía de la liberación (Enrique Dussel). En relación con estas últimas, no pocas veces se reclamaron como marxistas, o al menos en el espíritu de Marx.

El marxismo crítico no es una unidad; implica, no sólo variaciones, sino complejas interpretaciones que, con frecuencia, se oponen entre sí. Algunas de las causas por las cuales surgieron contradicciones y aporías fueron las siguientes:

En primer lugar, los presupuestos de los cuales partían en su interpretación del marxismo. Della Volpe partía de la tradición neopositivista; Althusser, de la interrelación de las corrientes desarrolladas por Bachelard, Canguilhem y Foucault; otros, del historicismo absoluto, como decía Gramsci; y otros más, de la filosofía del lenguaje; Heidegger, etcétera. Estos presupuestos ontológicos, epistemológicos, metodológicos y políticos los llevaron por vías diversas.

En segundo lugar, interrelacionado con lo anterior, la interpretación sobre el sentido que tenían los conceptos utilizados por los clásicos. Esto ocurre con los conceptos de ciencia e ideología. A propósito del concepto marxiano de ciencia, habrá que recordar el notable ensayo de Manuel Sacristán titulado "El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia", en donde explica cómo el autor de El capital partía de una concepción peculiar que implicaba una inspiración y una crítica de las nociones de science, kritik y wissenschafl. Estas nociones no fueron explicadas en su sentido original por muchos intérpretes.

En relación con el concepto de ideología, Marx utiliza en forma explícita un sentido negativo, pero se encontraba en su obra una serie de presupuestos que exigía implícitamente uno positivo, como lo utilizó la tradición posterior.

La tercera razón fue la forma de entender la evolución del pensamiento de Marx. La forma de publicación de los manuscritos y el dominio de otras interpretaciones impidieron, por mucho tiempo, la correcta apropiación, primero, de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, y luego de los Grundrisse, así como de otros inéditos. En el caso de América Latina, adicionalmente, se ocultaron durante mucho tiempo las incorrectas apreciaciones de Marx y Engels sobre Bolívar o sobre la invasión norteamericana a México, y, posteriormente, su rechazo a la invasión francesa.

La cuarta razón fueron las tensiones originadas por la problemática originada. Antonio Gramsci, por ejemplo, incidió en un vacío de Marx y del marxismo de su tiempo: el funcionamiento concreto de la ideología, de la política, de los intelectuales, de la cultura, de la hegemonía en un bloque histórico. Esto lo llevó a crear nuevas categorías y a ampliar el significado de lo superestructural con respecto a la base económica.

Finalmente, la quinta razón fue el vínculo que se establecía entre teoría y praxis. En algunas ocasiones se consideraba que esa relación se establecía espontáneamente; en otras, por mediación de los intelectuales como conciencia de clase atribuida, y en otras más, el sujeto portador del potencial revolucionario era cambiado de la clase obrera a otros sectores oprimidos, como fue el caso de Marcuse.

En el siglo XX , pero en especial en las últimas décadas, se presentaron innumerables debates sobre la relación entre teoría y práctica, ciencia e ideología, determinismo e indeterminismo en la historia, condicionamiento social del conocimiento, cientificidad o no de la obra de Marx, el carácter del humanismo, el lugar del individuo, la naturaleza de la enajenación, la forma de entender el concepto de racionalidad, la noción de progreso y de modernidad, entre muchos otros.

Este marxismo crítico ha aportado extraordinariamente, pero no todo en él es, a mi juicio, válido. Por ello se requiere hacer una reconstrucción y una renovación creadoras del marxismo en general y de su filosofía en particular. Esta reconstrucción implica:

1. Una lectura crítica de los clásicos a la luz de todas las transformaciones actuales. En este sentido, el filósofo polaco Adam Schaff, en un ensayo titulado "Qué es lo vivo y qué es lo muerto en el marxismo”,  considera que sigue siendo válida la teoría de la enajenación que no solo ha podido servir en el análisis del sistema capitalista, sino también en la crítica del llamado socialismo real; una concepción del individuo en su relación con la sociedad, aunque Schaff le da una acepción peculiar. Sostiene que el individuo es el conjunto de las relaciones sociales. Pero finalmente Schaff considera que envejece, tanto la teoría de la forma de entender la relación entre Estado y cada una de estas tesis necesita un largo y detenido examen que no podemos hacer ahora.

2. Se requiere mantener e incrementar el diálogo crítico con todas las corrientes filosóficas. Muchas preocupaciones y problemáticas han sido ampliadas y desarrolladas por otras concepciones, de tal modo que, en mi opinión, el marxismo no puede pretender ser una concepción que tenga respuesta para todo. Esta idea fue desarrollada por el materialismo dialéctico sin éxito. Ahora bien, esto no quiere decir que en Marx o Engels no puedan encontrarse elementos importantes útiles para diversas formas de conocer y valorar.

De igual manera, considero que se debe rechazar toda lectura que pretenda insistir en aquellas malinterpretaciones del pensamiento de Marx que sólo pretendan crear una imagen fácilmente rebatible. Un ejemplo de esto es la interpretación que han hecho, tanto Habermas, como sus discípulos, del marxismo como un productivismo; la sustitución de los sujetos históricos a quienes estaba destinada la teoría marxista por el género humano; la conversión de lo que hoy se puede llamar la utopía socialista en un diálogo libre de dominio que no establece las condiciones políticas de su realización; y el sostenimiento de un eurocentrismo inaceptable. Esto no quiere decir que Habermas no plantee, a mi juicio, propuestas interesantes para superar el debate entre las llamadas ciencias nomotéticas y las ideográficas; en torno a la legitimación del capitalismo tardío; sobre el concepto de racionalidad; sobre el giro lingüístico de la filosofía; y sobre el denominado mundo de la vida.

3. Se requiere una recuperación minuciosa de lo desarrollado por el marxismo. Por ejemplo, en nuestro medio, obras tan importantes como la Ontología del ser social, o el que fuera, tal vez, el último escrito de Lukács: "La democratización hoy y mañana " (publicado en 1985), y que constituyen reflexiones, tanto sobre la democracia en el capitalismo, como sobre la naturaleza del estalinismo, a raíz de la invasión a Checoslovaquia, no son conocidos ni han sido valorados. Y así ocurre con muchos otros textos, como la importante obra de I. Mészáros, The Power of Ideology.

4. Se requiere repensar el lugar de la filosofía como reflexión crítica que se nutre de las ciencias y de los valores, pero que no se reduce a ellos.

5. Marx propuso un pensamiento interdisciplinario, un ideal de conocimiento integrado a la práctica, que Manuel Sacristán consideraba en su texto "¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI " que perduraría más allá de esta época.

En esta dirección, compartimos la tesis de que, si bien es cierto que la metodología positivista lógica y sus variantes propusieron una serie de recursos conceptuales, mecanismos de prueba y formas lógicas, han llegado a una crisis que puede ser superada por una metodología dialéctica a condición de que ésta sea desarrollada como una verdadera concepción superadora y que las diversas revoluciones científico-técnicas o la globalízación de la economía no invalidan el análisis abstracto del capitalismo hecho por Marx.7

6. El marxismo no es una concepción cerrada, sino abierta, crítica y autocrítica.

7. El marxismo tiene también una dimensión utópica muy rica, que forma parte integrante de una explicación teórica.

8. En América Latina ha dominado, o bien un marxismo dogmático, o bien un marxismo dependiente, y los mejores aportes han sido los que han sabido oponerse a éstos. Se requiere repensar en forma creativa, propia, lo que nos es útil y lo que no, rechazando todo eurocentrismo o futuro americanocentrismo. En esta dirección son importantes las aportaciones de Mariátegui, Aníbal Ponce, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro y toda una serie de teóricos y revolucionarios. La recuperación crítica del marxismo latinoamericano está por hacerse.

9. Entre muchos de los aspectos no abordados suficientemente por un marxismo crítico está el tema de la subjetividad social e individual. Se requiere afrontar esta inmensa tarea.

10. La concepción de Marx no fue hecha para la academia, sino para la transformación de la sociedad, pero este hecho no debe negar los aportes de diversos investigadores universitarios a esta teoría en los planos de las ciencias sociales y la filosofía, por diversas razones: a) porque la transformación social también pasa por la universidad; b) porque la universidad ha sido en América Latina, a falta de otros lugares en la sociedad, prácticamente el único lugar en que ha podido desarrollarse un pensamiento revolucionario; y c) porque la teoría implica una autonomía relativa de lo político inmediato. Ahora bien, ello no significa que el marxismo deba convertirse en una escolástica o en un pensamiento separado de la práctica, pero un practicismo ha sido, a menudo, la causa de la escasa efectividad de un pensamiento político, así como un teoricismo es causa de su esterilidad.

11. Se requiere establecer los alcances y límites del marxismo con respecto a problemáticas como la ecológica, la feminista o la religiosa.

12. Finalmente, se requiere contribuir a la formulación de una alternativa teórico-política, tanto frente al neoliberalismo, como frente al neoestalinismo. Este tertium datur, como diría el viejo Lukács, es una necesidad imprescindible para hoy y para mañana, debido a que ninguna de estas sociedades ha podido resolver problemas fundamentales para el hombre. Este tertium datur involucra un nuevo socialismo, un nuevo humanismo y una nueva concepción de la democracia.

En suma, cerca del final del siglo XX, un siglo intenso y conflictivo por todos conceptos, diversos aspectos del marxismo como filosofía, como visión del mundo, como una forma de la teoría social y como metodología, se encuentran en crisis, pero tanto en los clásicos como en el marxismo contemporáneo existe una serie de aportaciones que constituyen bases para su reconstrucción y renovación.
Notas
1 Román Reyes (ed.), Cien años después de Marx / Ciencia y marxismo, Akal, Madrid, 1986.
2 Zaira Rodríguez Ugidos. Filosofía, ciencia y valor, Editora de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.
3 Ibíd., p. 252.
4 Carlos Marx, Introducción general a la crítica de la economía política, 1857 / Y otros escritos sobre problemas metodológicos, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 1, Córdoba, 1974.
5 Carlos Marx y Federico Engels, Escritos sobre Rusia, vol. II, Siglo XX I Editores, México, 1980, pp. 64-65.
6 Para un análisis de las diversas formas de entender la filosofía de la praxis, véase mi ensayo "Los sentidos de 3a filosofía de la praxis" , incluido en mi libro ¿Qué hacer con la filosofía en América Latina?, Ed. UAM-UAT, México, 1990.
7 Véanse los trabajos publicados en el número 19 de Dialéctica, Escuela de Filosofía y Letras de la UAP, México, 1988.

Gabriel Vargas Lozano
Gabriel Vargas Lozano  es Maestro en Filosofía por la UNAM y profesor-investigador de tiempo completo en el Departamento de Filosofía de la UAM-Iztapalapa, ha impartido las cátedras de Metodología de las Ciencias Sociales, Filosofía de la historia y Filosofía en México en la UNAM; y Filosofía política, Filosofía contemporánea y Reconstrucción histórica de la filosofía en México en la UAM-I, esta última, producto de su interés para que los estudiantes egresaran con un conocimiento de nuestro pensamiento filosófico. En esta dirección, fundó el Centro de Documentación en Filosofía Latinoamericana e Ibérica (CEFILIBE) en la UAM-I, donde ha integrado un grupo entusiasta de estudiantes y profesores que trabajan desinteresadamente en la difusión de autores, obras, temáticas y corrientes de la filosofía mexicana, así como en la organización de coloquios y mesas redondas. Todo ello, con la noble intención de rescatar, reivindicar y actualizar el quehacer filosófico de la región hispanohablante.  Se destacan sus libros Esbozo histórico de la filosofía en México (Siglo XX) e Intervenciones filosóficas: ¿qué hacer con la filosofía en América Latina? (2007), con los que se suma, desde su original enfoque, a los grandes historiadores de la filosofía mexicana. No menos importante, en estos temas, es el Inventario de la filosofía en México. Siglo XX (2010), en formato electrónico.
http://revistasuam/dialectica/
http://revistasuam/indexa.php