Karl Marx ✆ © A.d |
Francisco Umpiérrez Sánchez | He seguido leyendo a duras penas La guía para leer El Capital de
David Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta
obra como guía para leer El Capital.
La impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El
Capital dedicada al carácter fetichista de la mercancía y la hubiera
lanzado al aíre, y después recogiera unos determinados trozos y los uniera bajo
la más libre arbitrariedad. ¡Qué desorden! Las teorías se componen de juicios.
Los juicios están encadenados en razonamientos de los que se extraen
conclusiones lógicas. A nadie se le ocurriría exponer una teoría matemática o
física saltándose o eliminando juicios de los razonamientos o saltando
directamente a las conclusiones. El encadenamiento de los juicios no puede ser
roto; porque si no, sería imposible obtener conclusiones lógicas. Pues bien,
esto es lo que hace David Harvey con El
Capital: en términos lógico teóricos lo destruye. Y así confunde y
entremezcla los conceptos de manera que no hay manera de entenderlos. Confunde
la ocultación con el fetichismo y el valor con las formas del valor. No quiero
entrar en el detalle de todos sus errores para no aburrir al lector. Expondré
primero lo esencial del razonamiento de Marx acerca del carácter fetichista de
la mercancía. Y después expondré lo que entiende David Harvey por fetichismo y
lo someteré a crítica. Gran parte de lo que voy a exponer no aparece en el
texto de Harvey.
Cuando se estudia El
Capital se atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que
estudiar la transformación de la mercancía en dinero, y después, la
transformación del dinero en capital. Estas son las dos primeras etapas del
conocimiento contenidas en El
Capital. Es un error introducir conceptos y determinaciones de la segunda
etapa en la primera. No podemos pretender ver en la primera etapa aspectos que
solo pueden verse en la segunda etapa. Tampoco debemos pretender que con uno
solo concepto, como puede ser el carácter fetichista de la mercancía, entender
la totalidad de la naturaleza de la mercancía. Todo concepto tiene sus
limitaciones. Ir más allá de los límites de cada concepto es un error teórico
grave. Si queremos llegar más lejos en la comprensión del objeto de estudio
necesitamos de otros conceptos. Cada cosa a su tiempo. Estas consideraciones
lógico teóricas no las tiene en cuenta Harvey, provocando que su exposición no
sea ordenada sino tortuosa.
Después de haber expuesto la transformación de la mercancía
en dinero –advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del dinero
que todavía es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter fetichista de
la mercancía. Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble: valor de uso y
valor. Marx nos dice que en principio la mercancía parece un objeto trivial,
pero de su análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilizas
metafísicas y de caprichos teológicos. Y cuando algo es complicado y muy
complejo, se nos presenta inevitablemente como algo misterioso y enigmático. Lo
que hace a continuación Marx es decirnos primero dónde no está el misterio de
la mercancía.
Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la diferencia
entre valor y forma de valor. El lector me lo agradecerá. Comprenderá mejor lo
que sigue. Cuando un agricultor produce trigo, debemos distinguir dos cosas:
por un lado, realiza una actividad productiva conforme a un fin, y por otro
lado, gasta una determinada cantidad de fuerza de trabajo en producir, por
ejemplo, 2 kilos de trigos. En tanto actividad productiva el agricultor produce
valor de uso, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo el agricultor produce
valor. El gasto de la fuerza de trabajo se mide por la duración del trabajo. De
manera que diremos que para producir 2 kilos de trigo el agricultor empleó 2
horas de trabajo social medio. Pero cuando miramos los 2 kilos de trigo, y por
muchas vueltas que le demos, no tenemos manera de hallar las dos horas de
trabajo contenidas en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro modo: bajo el punto
de vista sensible es imposible percibir el valor de los dos kilos de trigo. Al
valor considerado así se le llama el valor en su forma natural. A esta forma de
existir el valor en la mercancía aislada Marx la califica de “objetividad espectral”.
Lo único que quiere indicar Marx con esta expresión es el carácter
imperceptible del valor en su forma natural.
La situación cambia cuando en vez de considerar a la
mercancía aislada consideramos la relación de una mercancía con otra. Supongamos
que se establece una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo y 1 metro
de tela. Dice Marx que una mercancía por sí misma no puede expresar el valor
que tiene. Así que el trigo para expresar su valor necesita de la tela. Y en
esta relación el trigo se encontrará en la forma relativa de valor, porque es
la mercancía que expresa su valor, y la tela estará en forma de equivalente,
porque es la mercancía que sirve de material de expresión del valor del trigo.
Si preguntáramos ¿cuál es el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos: 1 metro
de tela. Lo que nos dice Marx es que 1 metro de tela es la forma del valor de 2
kilos de trigo. Así que, concluyendo, una cosa es el valor en su forma natural,
el valor existiendo en la mercancía aislada y que no es perceptible, y otra
cosa es la forma del valor, el valor existiendo en la relación de cambio entre
dos mercancías, donde la mercancía que desempeña el papel de equivalente, en
nuestro caso 1 metro de tela, existe como forma del valor de los 2 kilos de
trigo. El estudio de las formas del valor merece un estudio muy concienzudo,
muy riguroso y muy reflexivo. Aconsejo al lector que lea mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero,
para que tome nota de toda su complejidad y trascendencia. Sin embargo, en un
gesto ofensivo hacia la calidad teórica de El Capital, Harvey afirma que el estilo seguido por Marx en esa
sección es “aburridamente contable”.
¡Qué le vamos a hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus propias
limitaciones. Y Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.
Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el
misterio de la forma mercantil.
Primera. El misterio de la mercancía no puede provenir del
valor de uso, ya se le mire, por una parte, como una cosa que por sus
propiedades satisface necesidades humanas, o por otra parte, como un producto
del trabajo útil o de la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni
misterio. Todo está a la luz.
Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio está en
las determinaciones del valor. El valor tiene tres determinaciones
fundamentales: su sustancia, su magnitud y su forma social.
Hablemos de su sustancia: Por muy diferentes que sean
las actividades productivas o trabajos útiles, es una verdad fisiológica que
son funciones del organismo humano, esto es, gasto de cerebro, músculos,... En
tanto valores las mercancías son gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en
cuenta la forma de su gasto. Esta determinación es la que hace iguales a todas
las mercancías. Es obvio igualmente que esta determinación no tiene nada de
misteriosa ni enigmática.
Hablemos de la magnitud del valor: Nos dice Marx que
salta a la vista la diferencia que hay entre la cantidad de trabajo y la
calidad del trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que interesarle
a los hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios de
subsistencia. Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio.
Hablemos, por último, de su forma social: dice Marx “en cuanto los hombres trabajan de alguna
manera los unos para los otros, su trabajo recibe también una forma social”.
En el esclavismo los esclavos trabajaban para los esclavistas, en el feudalismo
los siervos trabajaban para los señores feudales, en el capitalismo la clase
obrera trabaja para los capitalistas, y en el socialismo de Estado la clase
obrera trabajaba para el Estado. Así que la forma social del trabajo tampoco
genera ninguna clase de misterio y enigma.
Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo
en cuanto adopta la forma de mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos entonces la
respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del trabajo
proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien la
naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un carácter
fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que no es
nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me he saltado
ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio.
Expongamos primero en qué consiste el enigma de la forma
mercantil según Marx: “La igualdad de los trabajos humanos recibe la forma
objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo, la
medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la
forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo, las relaciones de
los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos
reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”. No se me
atragante el lector que ahora pasaré a explicar todo esto.
El señor A de la comunidad A produce trigo, y el señor B de
la comunidad B produce telas. Desde hace décadas vienen intercambiando sus
productos del trabajo de forma regular. Los sucesivos intercambios han
establecido la siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos se cambian por 1
metro de tela, o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El trabajo del agricultor
es un trabajo útil cualitativamente diferente del trabajo del tejedor, pero
como gasto de fuerza de trabajo humano son iguales. En un caso se gasta fuerza
de trabajo humano en forma de agricultura y en el otro caso se gasta en forma
de tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las mercancías del siguiente modo:
como valores de uso el trigo y la tela son cualitativamente diferentes y como
valores son iguales. Debemos suponer también que el agricultor empleó 2 horas
de trabajo social medio en producir 2 kilos de trigo, y que el tejedor empleó
igualmente 2 horas de trabajo social medio en producir 1 metro de tela. Y
aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo, sus 3 horas de trabajo
individual representan 2 horas de trabajo social medio. Ya que hemos supuesto que
las condiciones medias de productividad en esta rama del trabajo se expresan en
que por cada metro de tela producida se emplean 2 horas de trabajo social
medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social medio” que la tan
socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.
Ahora preguntemos por las palabras de Marx a las cuáles
prometí darles una explicación. Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la
misma objetividad de valor de los productos del trabajo”? Pues eso: que la
igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo humano del tejedor
se expresa –o recibe la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la
tela en tanto valores, en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano
sin tener en cuenta la forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa
que “la medida del gasto de fuerza de
trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de
los productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social
medio que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en
1 metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que
las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones
sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los
productos del trabajo”? Lo siguiente: que la relación socio-económica entre
el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe la forma –en la relación social
de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En suma, en el mundo mercantil
nada se dice directamente de los trabajos y de los trabajadores: todo se dice
por medio de los productos del trabajo.
Llegados a este punto y esperando que el lector haya
entendido mis explicaciones, Marx concluye:
“Lo misterioso de la forma de mercancía consiste, pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como propiedades naturales sociales de estas cosas, y, por tanto, también refleja la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social de objetos, existente fuera de ellos”.
Creo que en mis palabras anteriores queda claro
lo que concluye Marx. Los caracteres sociales del trabajo del agricultor y del
tejedor en tanto gasto de fuerza de trabajo social medio se les refleja a ellos
como caracteres sociales de sus productos, como caracteres sociales de los 2
kilos de trigo y el metro de tela. Y la relación social de los productores con
el trabajo total, esto es, con el trabajo de todas las ramas de producción, se
refleja como la relación social de todas las mercancías entre sí. ¿Y cuáles son
los caracteres sociales del trabajo humano abstracto, esto es, del gasto de
fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, del
agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto valores son
iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada cantidad de
trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de ellos satisface
la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como eslabón
necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho hasta aquí
basta.
Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el
fetichismo. En la página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las
mercancías en los siguientes términos:
“Si alguien va a un supermercado y quiere comprar allí una lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de dinero. La relación material entre el dinero y la lechuga expresa una relación social porque el precio –el cuánto– está socialmente determinado, y el precio es una representación monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio en el mercado entre cosas existe una relación entre el consumidor y los productores directos que trabajaron para producir esa lechuga. Pero el trabajador no solo no tiene por qué saber nada del trabajo o los trabajadores que introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados de intercambios es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y por eso el fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final es que nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda oculta bajo las relaciones entre cosas”.
La esencia de la explicación de David Harvey sobre qué es el
fetichismo de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas en el
mercado, entre mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y
consumidores, resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De
dónde extrae Harvey esta explicación? De El Capital puedo asegurarles que no. ¿De dónde la extrae
entonces? De sus propias conjeturas. ¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El
en proceso de intercambio, en el mercado, las personas figuran unas frente a
otras como representantes de mercancías, esto es, como compradores y como
vendedores. Estos son los dos únicos papeles que se desempeñan en el mercado:
vendedor y comprador. De hecho el capitalista en el mercado también es un
comprador y un vendedor, el hecho de que sea capitalista no le hace desempeñar
un papel distinto a los que rigen en el mercado, que vuelvo y repito son el de
comprador y el de vendedor. El dinero como capital se diferencia del dinero
como medio de compra por las mercancías que se compran con él: medios de
producción y fuerza de trabajo. El dinero como capital no se diferencia del
dinero como medio de compra porque su propietario desempeñe un papel distinto a
los que rigen en el mercado. Quien va con dinero al mercado desempeña el papel
de comprador, mientras que quien va con mercancía desempeña el papel de
vendedor. No hablamos ni tenemos en cuenta en esta etapa del conocimiento el
capital productor de interés. Advertí que es un error incluir en una etapa del
conocimiento aspectos que pertenecen a una etapa de conocimiento posterior.
Francisco Humpiérrez Sánchez |
Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la mercancía
que necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la circulación e
ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado funciona en calidad
de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de valor de uso. En el
mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en el consumo se realiza
como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno afirmar que la esfera de la
circulación oculta la esfera del consumo. La esfera del consumo está tan a la
vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora el otro lado de la
relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las lechugas abandona
la esfera de la producción e ingresa en la esfera del mercado. Y en el mercado
no figura como productor sino como vendedor. Así que tampoco tiene sentido
decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de la producción. La
esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de la circulación. Así
que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey afirmar que en el
intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y los consumidores,
cuando lo cierto es que la relación entre producción y consumo está mediada por
el mercado. Y mediación no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la
producción, el intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino
también temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y
por último, el consumo.
Podría entrar aún en más detalles, pero no quiero cansar al
lector. Creo haber demostrado que la lectura de Harvey sobre la sección de El Capital titulada el
carácter fetichista de la mercancía y su secreto carece de rigor
conceptual e interpreta de forma errónea la esencia de ese concepto.