14/3/16

La inmensa revolución de Karl Marx

«El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Muy pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.  

Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. 

Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.

Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en general (…).»

Alfonso Fernández   |   Hace 133 años, el ilustre pensador Friedrich Engels pronunciaba estas palabras ante la tumba de su mejor amigo recién fallecido. Hoy en día, estas palabras usadas para expresar el talento y el ingenio de Karl Marx resuenan con la misma fuerza que sonaron en aquel momento, luego el proletariado militante nunca olvidará la inmensa revolución teórica de Marx, pues a partir de esta figura gigantesca la filosofía y el movimiento obrero se fusionaron para crear una nueva ciencia (el materialismo histórico) y una nueva filosofía (el materialismo dialéctico) para transformar toda realidad.

La tesis XI sobre Feuerbach indica este paso de la interpretación del mundo a su transformación: “Los filósofos han interpretado el mundo de diversos modos, de lo que se trata es de transformarlo”. Esta tesis de Marx, no anuncia la muerte de toda teoría, sino una ruptura con las teorías acerca del hombre, la sociedad y su historia, que hasta ese momento eran teorías filosóficas incapaces de transformar toda realidad porque no conocían el mecanismo de funcionamiento de las sociedades.

La tesis XI sobre Feuerbach indica, por lo tanto, una ruptura con todas las teorías filosóficas acerca del hombre y de la historia que no hacen sino interpretar el mundo, y anuncia la llegada de una teoría científica nueva, la teoría científica de la historia o materialismo histórico, que funda un campo científico nuevo: la ciencia de la historia.

Hoy, 133 años después de la muerte de Karl Marx, me propongo a explicar porqué el marxismo es científico y no, como muchos creen y/o nos quieren hacer creer, una simple teoría filosófica alejada de cualquier realidad. Para ello, me ayudaré de algunas tesis enunciadas por el gran filósofo marxista Louis Althusser.

Como advertencia a los lectores, he de decir que al ser este un tema que contiene en sí una problemática bastante, para que nos entendamos, “técnica” y filosófica, puede tener un cierto grado de dificultad de comprensión. Sin embargo, intentaré dentro de lo posible haceros una lectura amena.

Antes de comenzar con el análisis de la ciencia de la historia (materialismo histórico) y de la filosofía científica (materialismo dialéctico), debemos analizar la concepción empirista del conocimiento y la concepción ideológica de la historia para compararlas con la concepción marxista (y científica) del conocimiento y, por último, con la concepción marxista de la historia.
La concepción empirista del conocimiento
Debemos tomar la concepción empirista del conocimiento en su sentido amplio, luego puede significar tanto un empirismo racionalista como un empirismo especulativo, y que se encuentra en el pensamiento hegeliano mismo.

Para comprender bien la concepción empirista del conocimiento es preciso definir los principios esenciales de la problemática teórica que la sustenta. La concepción empirista del conocimiento pone en escena un proceso que sucede entre un objeto dado y un sujeto dado. Poco importa en este instante si este sujeto dado es psicológico, histórico o no. Sujeto y objeto dados y, por tanto, anteriores al proceso de conocimiento, definen de por sí un cierto campo teórico fundamental, pero que en este estado, aún no puede ser enunciado como empirista. Lo que lo define como tal es la naturaleza del proceso de conocimiento.

Todo proceso de conocimiento empirista reside en la operación del sujeto denominado abstracción. Es sencillo: conocer es abstraer la esencia del objeto real, cuya posesión por el sujeto se llama entonces conocimiento. Por tanto, la abstracción empirista que extrae del objeto real dado, su esencia, es una abstracción real, que pone al sujeto en posesión de la esencia real. El conocimiento es abstracción en sentido propio, es decir, extracción de la esencia de lo real que lo contiene, separación de la esencia real que lo contiene y lo encierra ocultándolo. Al igual que, por ejemplo, el oro existe antes de su extracción como oro no separado de su escoria en su escoria misma, la esencia de lo real existe como esencia real en lo real que lo contiene. Esta separación, en lo real mismo, de la esencia de lo real y de la escoria que oculta a la esencia, nos impone como condición de esa operación una representación muy particular tanto de lo real, como de su conocimiento.

Lo real: está estructurado como escoria que tiene en su interior un grano de oro puro, es decir, que está hecho de dos esencias esenciales, la esencia pura e impura (o en términos hegeliano lo esencial y lo inesencial), el oro y la escoria. Por tanto, el conocimiento (que no es más que la esencia pura o esencial) está contenido realmente en lo real. El conocimiento: tiene como única función la de separar en un objeto la parte esencial de lo inesencial por procedimientos particulares que tienen la finalidad de eliminar lo real inensencial.

Cuando el empirismo señala la esencia como objeto del conocimiento, confiesa algo importante que al mismo tiempo niega, confiesa que el objeto del conocimiento no es idéntico al objeto real, puesto que lo declara parte solamente del objeto real. Sin embargo, niega lo que confiesa, reduciendo, precisamente, esa diferencia entre dos objetos, el objeto del conocimiento y el objeto real. Por tanto, en el análisis negado, ya no hay más que un solo objeto: el objeto real.

El empirismo, reduce, por tanto, lo real mismo al pensamiento de lo real o, en otros casos, tales como en el idealismo especulativo, reduce el pensamiento de lo real a lo real mismo. Es decir, el idealismo especulativo de Hegel confunde el pensamiento y lo real reduciendo lo real al pensamiento, «concibiendo lo real como el resultado del pensamiento»; en el idealismo empirista, confunde el pensamiento con lo real, reduciendo el pensamiento de lo real a lo real mismo. En estos dos casos esta doble reducción consiste en proyectar y realizar un elemento en el otro: en pensar la diferencia entre lo real y su pensamiento como una diferencia ya sea interior al pensamiento mismo (idealismo especulativo), ya sea interior a lo real mismo (idealismo empirista).
Concepción ideológica o empirista de la historia
Hemos visto que la concepción empirista del conocimiento confunde el objeto del conocimiento con el objeto real, ya sea reduciendo lo real al pensamiento o reduciendo el pensamiento de lo real a lo real mismo. Por tanto, olvidando por un momento el idealismo especulativo de Hegel, podemos llegar a la conclusión de que el conocimiento empirista es un puro y simple calco de lo real, una simple lectura inmediata de éste.

Desde los primeros historiadores que surgieron en la antigua Grecia hasta los más actuales, se limitan, la gran mayoría de ellos, a hacer una cronología de hechos pasados. Los acontecimientos más significativos son empleados como criterios de periorización (el nacimiento de Jesucristo, la caída del Imperio Romano, el descubrimiento de América…). No obstante, esta forma de concebir la historia no es, ni mucho menos, una forma científica, sino más bien una forma -como dijo Althusser- ideológica (no en el sentido común de ideología, sino como “prehistoria” de toda ciencia, es decir, como teoría no científica previa a la elaboración de una ciencia), luego esta concepción de la historia es empírica y, por tanto, confunde el objeto del conocimiento con el objeto real haciendo del estudio histórico una pura y simple lectura de la realidad pasada.

Por otro lado, la gran contribución de los escasos filósofos de la historia, como Hegel, fue haber buscado un principio de inteligibilidad a las diferentes etapas de la historia.

Expondremos, por lo tanto, brevemente la concepción hegeliana de la historia para poder determinar más adelante cuál es la originalidad de Marx con respecto a Hegel:

Hegel define el tiempo histórico como la reflexión, en la continuidad del tiempo, de la esencia interior de la totalidad histórica que encarna un momento del desarrollo del concepto (aquí, la Idea).

Podemos aislar y definir brevemente dos características esenciales del tiempo histórico hegeliano:

1) La continuidad homogénea del tiempo. La continuidad homogénea del tiempo es la reflexión en la existencia de la continuidad del desarrollo dialéctico de la Idea. Es decir, para Hegel el tiempo tiene el carácter de continuidad homogénea. Es como el agua de un río que corre continuamente, recorriendo diferentes paisajes. Cada paisaje diferente sería una etapa de la historia. La causa última de los móviles aparentes de las acciones de los hombres en la historia debe buscarse en el desarrollo del Espiritu Absoluto, de la Idea. Existe una especie de alma en la historia que se manifiesta de diferentes maneras en las distintas etapas históricas (la personalidad abstracta en Roma, la belleza en Grecia, la subjetividad en el cristianismo medieval, etc.).

Si la historia está constituida por un tiempo homogéneo, todo el problema del historiador reside en cortar este continuo según la periodización que corresponda a la sucesión de las diferentes etapas del desarrollo de la Idea.

2) La contemporaneidad del tiempo o categoría del presente histórico. Esta segunda categoría es la que nos va a entregar el pensamiento más profundo de Hegel. La condición requerida para realizar los cortes históricos, siguiendo las diferentes etapas de la evolución de la idea, es lograr captar, en cada corte, la totalidad social global. La totalidad social debe estar constituida de manera tal que todos los elementos coexistan siempre en el mismo tiempo. Esta característica es lo propio de una totalidad expresiva cuya unidad es de tipo espiritual, es decir, de una totalidad en que cada parte expresa el núcleo central de ésta.

La reducción de todos los elementos que forman la vida concreta de un mundo histórico (instituciones económicas, sociales, políticas, jurídicas, costumbres, moral, arte, religión, filosofía, y hasta los acontecimientos históricos: guerras, batallas, derrotas, etc.) a un principio de unidad interna, esta reducción misma no es en sí posible sino bajo la condición absoluta de considerar toda la vida concreta de un pueblo como la exteriorización-enajenación (…) de un principio espiritual interno (…) es decir, no de su realidad material sino de su ideología más abstracta. [Louis Althusser, La revolución teórica de Marx, pp. 83-84]

La idea, por tanto, de tiempo histórico elaborado por Hegel no es sino el reflejo de la experiencia vivida del tiempo. Creemos vivir en un tiempo único donde vemos un pasado, un presente y un futuro. Creemos distinguir diferentes períodos en nuestra historia personal, períodos que determinamos según los hechos más importantes de nuestra vida.

Podemos concluir, que la concepción hegeliana del tiempo es, a pasar de su gran originalidad, una concepción ideológica del tiempo histórico. Ideológica, ya que está claro que esta concepción del tiempo histórico sólo es la reflexión que Hegel se hace del tipo de unidad que constituye la unión entre todos los elementos, económicos, políticos, jurídicos, etc., del todo social. Pues no se plantea ningún problema sobre la estructura específica del tiempo histórico que estudia.
La concepción del conocimiento en Marx
Después de analizar brevemente la concepción empirista del conocimiento y la concepción empirista de la historia, se nos abre así una vía  para analizar y valorar la gran revolución de Marx.

Marx, al igual que Spinoza, nos previno de que el objeto del conocimiento o esencia era en sí absolutamente distinto y diferente del objeto real, ya que, para retomar la célebre expresión de Spinoza, no hay que confundir dos objetos: la idea de círculo, que es el objeto de conocimiento, con el círculo, que es el objeto real.

Marx, por tanto, rechaza la confusión hegeliana de la identificación del objeto real y del objeto del conocimiento, del proceso real y del proceso de conocimiento: 
«Hegel cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento, abarcándose a sí mismo, profundizándose a sí mismo y poniéndose en movimiento por sí mismo, mientras que el método que permite elevarse a lo abstracto a lo concreto no es otra cosa que el modo en el que el pensamiento se apropia de lo concreto y lo reproduce en la forma de un concreto espiritual» [Marx, Contribución a la crítica de la economía política, p. 632]. 
Contra esta confusión, Marx defiende la distinción entre el objeto real, que subsiste en su independencia fuera de la cabeza, y el objeto del conocimiento, producto del conocimiento que lo produce en sí mismo como concreto-de-pensamiento, como totalidad-de-pensamiento, es decir, como un objeto-de-pensamiento, absolutamente distinto del objeto-real, de lo concreto-real, de la totalidad-real, de la que el concreto-de-pensamiento, la totalidad-de-pensamiento, proporciona el conocimiento. No obstante, Marx nos previene, además, que esta distinción no sólo se refiere a estos dos objetos, sino también a sus propios procesos de producción. Mientras que el proceso de producción de tal objeto real, de tal totalidad concreta-real (por ejemplo, una nación histórica), ocurre por completo en lo real y se efectúa según el orden real de la génesis real (el orden de sucesión de la génesis histórica), el proceso de producción del objeto del conocimiento ocurre por completo en el conocimiento y se efectúa según otro orden, en el que las categorías pensadas que reproducen las categoría reales no ocupan el mismo lugar que en el orden de la génesis histórica.

Cuando Marx nos dice que el proceso de conocimiento ocurre por completo en el conocimiento, en el pensamiento, no cae, ni por un momento, en un idealismo de la conciencia, ya que este pensamiento es el sistema históricamente constituido de un aparato de pensamiento, basado y articulado en la realidad natural y social.

Por tanto, como apuntó Althusser, el pensamiento marxista (y científico) está constituido por una estructura que combina el tipo de objeto sobre el cual se trabaja (materia prima), los medios de producción teórica de que dispone (teoría, método y técnica, experimental u otra) y las relaciones históricas en las que se produce.

Es perfectamente legible, por tanto, decir, con el permiso de Marx, que la producción del pensamiento constituye un proceso que ocurre por completo en el pensamiento, del mismo modo que podemos decir que el proceso de producción económica ocurre por entero en la economía, aunque ello implique, además, relaciones necesarias con la natureleza y las demás estructuras regionales (jurídico-política e ideológica) que constituyen, tomadas en conjunto, la estructura global de una formación social perteneciente a un modo de producción determinado.
Así, es perfectamente legítimo decir, como lo hace Marx, que la totalidad concreta como totalidad-de-pensamiento, como concreto-de-pensamiento es en realidad un producto del pensar y del concebir [ein Produkt des Denkens, des Begreifens], es perfectamente legítimo representarse la práctica teórica, es decir, el trabajo del pensamiento sobre su materia prima (el objeto sobre el cual se trabaja), como un «trabajo de transformación [Verarbeitung], de la intuición [Anschauung] y de la representación [Vorstellung] en conceptos [in Begriffe]». Yo he tratado en otro lugar de demostrar que esta materia prima sobre la cual trabaja el modo de producción del conocimiento, es decir, lo que Marx designa como Anschauung y Vorstellung, la materia de la intuición y de la prepresentación, debía revestir formas muy diferentes, según el grado de desarrollo del conocimiento en su historia; que hay gran distancia, por ejemplo, entre la materia prima con el que trabaja Aristóteles y la materia prima con la que trabajan Galileo, Newton o Einstein, pero que formalmente esta materia prima forma parte de las condiciones de producción de todo conocimiento. [Althusser, Para leer el Capital, pp. 86-87]
Por consiguiente, Marx y Althusser demuestran que el conocimiento no se muestra nunca, como quisiera desesperadamente el empirismo, ante un objeto puro que entonces sería idéntico al objeto real cuyo conocimiento trata precisamente de producir… el conocimiento. El conocimiento, al trabajar sobre su objeto, no trabaja pues sobre el objeto real, sino sobre su propia materia prima, que constituye -en el sentido riguroso del término- su objeto (de conocimiento), que es , desde las formas más rudimentarias del conocimiento, distinto del objeto real, puesto que esta materia prima es siempre-ya, una materia prima en el sentido estricto que le da Marx en El Capital, una materia ya elaborada, ya transformada, precisamente por la imposición de la estrcutura completa (sensible técnico-ideológica) que la constituye como objeto de conocimiento, incluso del más grosero, como el objeto de conocimiento va a transformar, cuyas formas va a modificar en el curso de su proceso de desarrollo, para producir conocimientos incesantemente transformados, pero que nunca dejarán de referirse a su objeto, en el sentido de objeto de conocimiento. [Althusser, Para leer El Capital, p. 88]
La concepción marxista de la historia: materialismo histórico o ciencia de la historia
Si hemos dedicado tanta atención a la concepción empirista del conocimiento y a la concepción empirista o ideológica de la historia para luego tratar la concepción del conocimiento en Marx, no ha sido por un simple capricho, sino para entender como el pensamiento marxista concibe la historia.

Marx y Engels no elaboraron de forma sistemática un planteamiento acerca de su teoría de la historia. No obstante, el “hilo conductor” que guía a Marx a realizar un estudio científico de la historia es el materialismo histórico enunciada por él, en forma esquemática, en el Prefacio de la Crítica de la economía política.

El materialismo histórico es una teoría científica. En su calidad de teoría científica no nos da un conocimiento de realidades concretas. El capital, por ejemplo, no nos da el conocimiento de una sociedad concreta históricamente determinada, sino el conocimiento de un objeto abstracto: el modo de producción capitalista.

Detengámonos, por tanto, a analizar el significado de la palabra “teoría” tan usada en el lenguaje científico:

De la misma manera que en el proceso de producción material se pretende transformar una materia prima determinada (por ejemplo, la madera) en un producto determinado (sillas, mesas, puertas…) mediante la utilización por parte de los trabajadores de medios de trabajo especializados (máquinas e instrumentos…); en el proceso de producción de conocimientos se pretende transformar una materia prima determinada (una percepción superficial, deformada, de la realidad) en un producto determinado (un conocimiento cientifico, riguroso, de ella). Esta transformación la realizan los intelectuales utilizando instrumentos de trabajo intelectual determinados, fundamentalmente, la teoría y el método cientifico. La teoría es el cuerpo de conceptos más o menos sistemáticos de una ciencia (por ejemplo: la teoría de la gravedad, de la relatividad, etc.). Por otro lado, se llama método científico a la forma en que son utilizados estos conceptos.

Toda teoría científica tiene, por lo tanto, el carácter de instrumento de conocimiento; ella no nos da un conocimiento de una realidad concreta, pero nos da los medios o instrumentos de trabajo intelectual que nos permiten llegar a conocerla en forma rigurosa. La teoría de la gravedad, por ejemplo, no nos da un conocimiento inmediato de la velocidad con que cae cualquier cosa desde una altura determinada, pero nos da los medios para poder realizar este cálculo concreto.

Cuando se habla, por tanto, de una teoría marxista de la historia se está hablando de un cuerpo de conceptos abstractos que sirven a los investigadores como instrumento para analizar, en forma científica, las diferentes sociedades, sus leyes de funcionamiento y desarrollo.

Este cuerpo de conceptos del materialismo histórico comprende los siguientes conceptos: proceso de trabajo, proceso de producción, fuerzas productivas, relaciones de producción, modo de producción, coyuntura política, formación social, infraestructura, superestructura, estructura económica, estructura jurídico-política, estructura ideológica, fuerza de trabajo, relaciones técnicas de producción, relaciones sociales de producción, medios de trabajo, clases sociales, lucha de clases estructura global, estructuras regionales, etc. Sin embargo, en este artículo no nos detendremos en analizar los conceptos elementales del materialismo histórico, luego existen numerosos manuales que explican de forma sistemática y esquemática estos conceptos del materialismo histórico y su función en toda formación social determinada.

La gran mayoría de las veces, de forma errónea, se sostiene que la novedad de Marx reside en el descubrimiento de un nuevo criterio de periorización de la historia -el de los modos de producción-, no obstante, sostener esta afirmación sumpondría permanecer dentro de la concepción hegeliana de la hisoria, en el interior de un tiempo histórico único, homogéneo, que en lugar de ser fragmentado partiendo del desarrollo de la idea, lo es partiendo de un criterio material: el modo de producción de bienes materiales y sus consecuencias ideológicas y jurídico-política.

Como hemos dicho, Marx y Engels no elaboraron en forma sistemática un planteamiento explícito de su teoría de la historia, pero su estudio del modo de producción capitalista nos procura los instrumentos teóricos que permiten elaborar esta teoría:

Para elaborar el concepto marxista de la historia es necesario partir del concepto marxista de totalidad social

El concepto abstracto que nos da el conocimiento de totalidad social es el concepto de MODO DE PRODUCCIÓN (no nos equivoquemos con el concepto de modo de producción de bienes materiales o proceso de producción, luego no es lo mismo): estructura global dinámica, compuesta por tres estructuras regionales: económica, ideológica y jurídico-política. Ahora bien, cada una de estas estructuras tiene una existencia relativamente autónoma y sus propias leyes de funcionamiento y desarrollo, sin dejar, por ello, de estar determinada, en última instancia, por la estructura económica. Los niveles de la superestructura no son, por lo tanto, la simple expresión de lo económico o infraestructura. Tiene una realidad propia, relativamente independiente. Decir que un nivel de la sociedad tienes una existencia propia y leyes de desarrollo propias es afirmar que tiene un tiempo propio relativamente autónomo, relativaente independiente, en su dependencia misma, de los tiempos de los otros modos.

Por ejemplo, si estudiamos el paso del feudalismo al capitalismo, vemos que el tiempo de la estructura económica no era el mismo que el de la estrcutura jurídico-política. La relaciones sociales de producción capitalista se establecían espontánemente dentro de la formación social feudal, pero el Estado y el derecho continúan estando al servicio de las antiguas clases dominantes. La revolución burguesa produjo la adecuación de estos dos tipos de tiempo.

En el caso de la transición del capitalismo al socialismo, debido a que la estrcutura económica capitalista y sus leyes de desarrollo impiden toda posibilidad de surgimiento de relaciones sociales de producción socialistas, se hace necesaria la toma del poder político por el proletariado para comenzar a establecerlas. Esta “anticipación” de las relaciones políticas sobre las económicas, en la transición al socialismo está determinada por la articulación precisa de estas relaciones.

Por tanto, cada estrcutura de un modo de producción tiene un tiempo propio, tiempo que no es visible inmediatamente sino que debe ser construido en cada caso. En consecuencia, la teoría marxista de la historia de las sociedades no se sitúa, en absoluto, a nivel de la historia empírica visible, que se desarrolla en un tiempo único, lineal, simplemente “cronológico”.

Tomemos ahora otro ejemplo perteneciente propiamente al terreno de la historia: el tiempo de la historia de la filosofía.
El tiempo de la historia de la filosofía no es tampoco legible inmediatamente: ciertamente que se ve, en la cronología histórica, sucederse filósofos y se puede tomar esta secuencia por la historia misma. Pero nuevamente aquí es preciso renunciar a los prejuicios ideológicos de la sucesión de lo visible y lanzarse a construir el concepto de tiempo de la historia de la filosofía [Althusser, Para leer El Capital, p. 132]
Es, por tanto, necesario construir el concepto de tiempo de la filosofía a partir de la sucesión de las diferentes problemáticas filosóficas, es decir, de las estructuras sistemáticas típicas que unifican los diferentes elementos de un pensamiento.

Marx no se limita, en consecuencia, a ofrecer un nuevo criterio de periorización, debido a que la naturaleza misma de este criterio -el de MODO DE PRODUCCIÓN- implica una transformación completa de la manera de plantear el problema. Ya no se trata de una temporalidad histórica lineal, homogénea, de tipo hegeliano, sino de ciertas estructuras específicas de historicidad.

Estas estructuras específicas de historicidad son los distintos modos de producción fundandos, en última instancia, en un determinado modo de producción de bienes materiales.
De la misma manera que no existe producción en general, no existe tampoco historia en general, sino estructuras específicas de historicidad. [Althusser, Para leer El Capital, p. 102]
La teoría marxista de la historia que tiene por objeto el estudio de diferentes modos de producción deber ser puesta al servicio del estudio de realidades concretas, debe servir para producir conocimientos históricos que se sitúan a otro nivel, a nivel de las formaciones sociales y de sus conyunturas políticas.

La utilización, por tanto, de la teoría marxista de la historia, es decir, el cuerpo de conceptos del materialismo histórico en el estudio de un objeto concreto históricamente determinado, es lo que diferencia, a este nivel, a un historiador marxista de un historiador no-marxista.

Para terminar, hay que decir que el materialismo histórico en su carácter de ciencia se opone radicalmente al dogmatismo y al revisionismo. Marx, Engels y Lenin se expresaron sobre este punto sin ningún equívoco. Cuando Marx, en una muestra célebre de humorismo, decía que él “no era marxista”, quería decir que consideraba lo que había hecho como un simple comienzo de una ciencia, ya que un saber acabado sería un sinsentido que conduciría más tarde o más temprano a una no-ciencia.

Engels dice lo mismo cuando escribe, por ejemplo, en 1887 en su obra Anti-Dürhing:  “ (…) con eso [con los descubrimientos de Marx], el socialismo se convierte en una ciencia que ahora se debe elaborar en todos sus detalles”.

¿Es necesario agregar todavía una palabra más para demostrar el ingenio de este gran hombre; para demostrar la inmensa revolución de Marx?
http://www.vozpartisana.info/