Karl Marx ✆ A.d. |
Francisco Umpiérrez Sánchez
| Empecemos
transcribiendo las palabras de Marx contenidas en la sección el trabajo enajenado de su obra Manuscritos de Economía y Filosofía: “Como quiera que el trabajo enajenado (1)
convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí
mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del
genero algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en
medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida
genérica y la vida individual, en segundo término convierte a la primera en
abstracto, en fin de la última, igualmente en su forma extrañada y abstracta”.
Aclaro en primer término el concepto de naturaleza. Hay
personas que por naturaleza entienden el campo, los árboles, los ríos, las
montañas, etc. Pero la ciudad, sus edificios, las carreteras, las fábricas con
sus instalaciones y maquinarias, también son naturaleza; naturaleza
transformada por la mano del hombre, pero naturaleza a fin de cuentas.
Así que
cuando Marx habla de que el trabajo enajenado convierte a la naturaleza en algo
ajeno al hombre, se refiere específicamente a los medios de producción. Y
enajenación significa sencillamente que los medios de trabajo, la materia
primera y el producto acabado no son propiedad de los trabajadores sino de los
propietarios de la empresa. La enajenación implica extrañamiento: aquello que
no es tuyo pero es donde realizas tu actividad vital es extraño. También
implica dominio: aquello que no es tuyo pero es de que lo que depende tu vida,
el puesto de trabajo, se presenta como una potencia ajena que te domina. La
enajenación, el extrañamiento y el dominio tienen distintas graduaciones.
Varían en función del periodo histórico, de la nación en cuestión y del puesto
que se ocupe en la actividad económica.
Aclaro en segundo términos los conceptos de vida genérica y
vida individual. Según Marx “la vida
genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, en primer
lugar, en que el hombre como el animal vive de la naturaleza inorgánica, y
cuánto más universal es el hombre que el animal, tanto más universal es el
ámbito de la naturaleza inorgánica de la que vive”. Prácticamente no hay
objeto ni parte de la naturaleza que el hombre no haya convertido en objeto de
la ciencia y aplicado al mundo de la producción. A casi todo lo que existe
sobre la faz de la tierra el hombre le extrae una utilidad. De ahí que el
ámbito de la producción, el ámbito del trabajo, sea el ámbito de la vida
genérica. El trabajo es fuente del salario y, por tanto, el medio por el cual
el hombre se provee de todo lo que necesita para vivir. Y quien no tiene
trabajo, sobre todo si vive en un país pobre, pierde su contacto con la
naturaleza inorgánica y muere. (Por naturaleza inorgánica entendemos toda la
naturaleza que no sea humana). Mientras que por vida individual entenderemos
toda la vida que desarrolla el ser humano fuera del ámbito del trabajo. Es
obvio que quien mejor esté situado en el ámbito de la producción, esto es,
cuanto más alto sea su retribución y más decisivo sea su papel en la actividad
económica, su vida individual será más plena y satisfactoria.
Reflexiono ahora sobre los conceptos de Marx y su relación
con la realidad. Todos los conceptos están determinados históricamente. Así que
el concepto de trabajo enajenado está determinado por la situación histórica en
la que vivían los trabajadores europeos en el siglo XIX. El trabajo necesario,
la parte de la jornada laboral que se traducía en salario, proporcionaba una
vida bajo mínimo a los trabajadores de aquel entonces. En esa época la
enajenación era extrema y la realización del trabajo se presentaba según Marx
como desrealización del trabajador. Los bajos salarios, las jornadas laborales
de 14 y 18 horas, el trabajo de los niños y la ausencia del Estado del
bienestar hacían que el grado de enajenación a la que estaban sometidos los
trabajadores fuera inhumano.
Los dogmáticos, quienes solo ven a través de los conceptos,
son incapaces de percibir las peculiaridades del capitalismo actual y se lo
representan como si fuera el mundo que vivió Marx. Y de ese modo el concepto de
trabajo enajenado se vuelve rígido, anquilosado, desprovisto de realidad,
perdiendo así toda la plasticidad conceptual que debe atribuirse al pensador
dialéctico. Por otra parte están los detractores del pensamiento de Marx,
quienes afirmando que el mundo que vivió Marx ya no es el actual, concluyen que
sus conceptos han dejado de tener vigencia. El error de estos detractores
consiste en confundir la época histórica del modo de producción capitalista con
las distintas fases históricas del mismo. Es cierto que la fase histórica del
capitalismo que vivió Marx no tiene nada que ver con la actual, pero lo que
también es cierto es que todavía no hemos superado la época histórica del capitalismo.
Y en consecuencia el trabajo enajenado sigue teniendo vigencia. Afirmar que el
concepto de trabajo enajenado ha dejado de tener vigencia es muy distinto que
afirmar que el grado de enajenación del trabajo enajenado en la actualidad es
muy distinto que el grado de enajenación del trabajo enajenado del siglo XIX.
La propiedad privada sobre los medios de producción sigue siendo el rasgo
dominante de la economía capitalista; y al no ser los trabajadores propietarios
de las condiciones de la realización de su trabajo, dichas condiciones se
presentan como ajenas, extrañas y superpoderosas. De hecho el trabajador no es
dueño de su puesto de trabajo. Luego el mismo puesto de trabajo se sigue
presentando como una potencia extraña que lo domina. Las crisis económicas
hacen resaltar esta enajenación y extrañamiento del modo más cruel.
Entremos ahora en la reflexión sobre las peculiaridades del
capitalismo actual. Cuando hablo del capitalismo actual me refiero
específicamente al que se da en la Unión Europea. Pensemos en las empleadas de
Inditex. Todo lo que les rodea, el local donde desenvuelven su trabajo y las
prendas y calzados que venden, no les pertenece. En este sentido viven una
enajenación plena. Sucede además que cuando pierden el empleo, cuando les rescinden
el contrato, reciben una carta de despido y nada más. No tienen a nadie al que
recurrir para poder evitar el despido. Los dueños de la empresa viven lejos y
resultan del todo inaccesibles. No pueden presionarlos. La propiedad en las
grandes empresas se presenta a los trabajadores como una potencia superpoderosa
e intocable. Aquí el extrañamiento es absoluto. Distinto es el caso de los
directivos de la empresa. Su retribución y el acceso a la información sobre el
balance y la cuenta de resultados les permiten vivir una enajenación muy
atenuada. Tal vez tengan acciones, es lo más probable, y su indemnización por
despido es más que suculenta. Por otra parte, el mercado de trabajo de los
directivos es más reducido que el de las empleadas, la competencia es menor, de
manera que la posibilidad de conseguir otro empleo es muy alta. Por último, he
de señalar que los propietarios que poseen pocas acciones y, en consecuencia,
no pueden participar ni influir en el consejo de administración, sufren también
la enajenación. No ejercen control sobre aquello de lo que son propietarios. En
lo que afecta a la idea de Marx de que la realización del trabajo se presenta
como desrealización del trabajador, he de decir que las empleadas de Inditex sí
se realizan en el trabajo. Hoy día la mayoría de la gente busca estar realizada
en el trabajo y es fundamental para vivir feliz. Mantener hoy día el concepto
de desrealización del trabajador en la realización del trabajo es muy ofensivo
para los trabajadores y trabajadores. Criticar el capitalismo y los sueldos
bajos no debe nunca significar atentar contra la dignidad de los miembros de la
clase trabajadora.
En el caso de las pequeñas empresas, pequeñas naves
industriales, comercios al por menor, restaurantes, bares y peluquerías, la
situación de la enajenación es bien distinta de la que se da en las grandes
empresas. Aquí el propietario está en las empresas y realiza una función de
trabajo visible y tangible. Aquí no es tan fácil despedir a los trabajadores.
Las pequeñas empresas necesitan de empleados que se casen con la empresa para
siempre. Su experiencia y conocimiento es fundamental para la buena marcha del
negocio y las indemnizaciones desaconsejan a los empresarios sobre los
despidos. Los empresarios saben que tienen que integrar a sus empleados y
promover que sientan la empresa como si fuera suya. Un buen ambiente de trabajo
no sólo es bueno para evitar los siniestros laborales, también lo es para
mejorar la productividad. Aquí se produce enajenación, pero no con el grado de
extrañeza con que existe en las grandes empresas. También la propiedad se
presenta como una potencia ajena, pero no superpoderosa. El ambiente familiar
que se vive en las pequeñas empresas hace que el grado de realización de sus
empleados sea mayor que en las grandes empresas. Los propietarios de las
pequeñas empresas viven la enajenación positiva, pero fuera de su ámbito de
negocio se les presenta una potencia superpoderosa, extraña y avasalladora: el
poder financiero. Así que en el marco de la financiación de las pequeñas
empresas sus propietarios están sometidos a una dura y poderosa enajenación.
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