11/9/15

El humanismo de Karl Marx — El pensamiento como espejo de la vida

Karl Marx ✆ Ben Heine
Pedro F. Hernández Ornelas   |   Las vivencias propias dejan huellas en el camino; no siempre en la bitácora personal que lo registra. No en Marx: experimentó las mayores enajenaciones humanas y lo dejó plasmado en su obra, desenmascarada su perversión. Su vida fue de un guerrero: combate por la justicia con el trabajador y el marginado contra la voracidad del dinero y del poder, el pecado social del mundo contemporáneo, ataque frontal a la libertad, que es el mayor regalo de vida y dignidad humana. Su obra es también su humanismo: tiempos y espacios no nos separan… con él nos indignamos frente a la enajenación encerrada en toda injusticia.

Al inicio de su obra El Pensamiento de Karl Marx (1956:13), J. Y. Calvez reflexionaba hace tiempo: “la Revolución francesa, el primero y mayor movimiento revolucionario de la modernidad, no sólo por su origen, en sus aspiraciones es europea” (Calvez, 1956:13); en ella las doctrinas (Estado, derechos del hombre y del ciudadano, etc.) anteceden a la rebelión. ¿Ha pasado lo mismo con el marxismo, el más grande movimiento ideológico revolucionario de alcances contemporáneos? A juzgar por éstos, pareciera que no. 

En Marx su pensamiento, la visión de una sociedad nueva y la estructura ideológica que la sostiene, al parecer surgen, sí, de fuentes, las más conocidas, del pensamiento y cultura de Occidente; pero empalman con un grito espontáneo de redención humana; no solamente europea y occidental. Ese grito se hizo oír por todas partes y sus ecos perduran con vitalidad inesperada (en medio de disentimientos y arrogancia), sosteniendo la esperanza de los indignados y los marginados del planeta frente a una ínfima minoría adueñada del capitalismo hegemónico

Finalmente, esa lucha se convierte en la batalla por la dignidad humana y la de nuestro ambiente planetario, porque si “la historia de la naturaleza es la historia del hombre” (Marx), entonces ¡su dignidad es igualmente la dignidad de la naturaleza! Pero esa parte de la lucha civilizatoria que carga con la herencia espiritual de Marx es un caudal de demandas y enseñanzas, económicas y de justicia social, que surgieron gradualmente de la propia vivencia existencial. En Marx, vida y pensamiento son, a su vez, fuente y espejo de la propia existencia. Y en ese carácter sellan su humanismo. Su trayectoria es la del genial activista cuyos pasos despiertan con el mismo ritmo nuevas visiones del mundo, en trágico diálogo con sus propias frustraciones, su conciencia de las mayores “enajenaciones” que asedian a los humanos: la del orden religioso, pensamiento filosófico, orden político y vida económica.

Así es. La vida del ser humano, bajo las condiciones de explotación que promueve la economía dominada por el capitalismo resulta ya intolerable, y el grito por la emancipación de esa esclavitud es ahora realidad de indignación: esa es la verdad de un mundo nuevo porque ella es acción. Porque la primera verdad que conocemos de este mundo es nuestra praxis, nuestra manera real de vivir. Y el ser humano es así para vivir a la manera digna del humano: hermanado con los demás seres humanos y con la naturaleza. En todo caso, ¿habrá alguien que no se haya sentido interrogado o provocado con lo que ha sido la propuesta de Marx? Rechazado o aceptado, el pensamiento de Marx conmueve al mundo; ha unido a los más alejados de muchas sociedades, ha dividido familias y naciones.

¡Y es que el reto que su propuesta societaria lanza al mundo sigue en pie! Muchas veces, nuestra verdad actual, nuestra praxis a lo largo de la vida no sólo es personalmente indigna y aberrante, sino estructural, comunitaria, política y económicamente injusta, contraria a la dignidad de nuestro propio ser. La realidad que revela todavía nuestra historia contemporánea, sigue en el camino de Prometeo encadenado: viviendo la enajenación de religiones mal comprendidas, filosofías tergiversadas, de políticas ajenas al bien común y de economías de vil explotación… “La misma Iglesia (católica) no ha respondido hasta hoy a la demanda de Marx” (Yves Calvez, marzo de 1988, en imdosoc, Cd. de México, Entrevista personal con el autor).

Si reflexionamos en lo anterior, por lo demás congruente en lo absoluto con el célebre dictum del propio Marx (1849: 4), “lo importante no es entender el mundo sino cambiarlo”, quedan dos cosas muy claras en nuestra mente; la primera, que la vena íntima del pensamiento de Marx no sólo es ideología (un complejo de ideas sobre el mundo que hay que construir), sino una propuesta filosófica, una búsqueda de causas profundas sobre el ser mismo del hombre como creador de la historia. La segunda, una filosofía de la libertad, que nace de experiencias vitales, muy personales, preñadas de pasión por la dignidad del ser humano y su vivir en un futuro de libertad, ante todo, para los seres más explotados en la sociedades modernas: los marginados, los proletarios. Con ello hemos abierto el camino del presente ensayo.




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