Karl Marx ✆ Ben Heine |
Pedro F. Hernández Ornelas | Las vivencias propias dejan huellas en el
camino; no siempre en la bitácora personal que lo registra. No en Marx:
experimentó las mayores enajenaciones humanas y lo dejó plasmado en su obra,
desenmascarada su perversión. Su vida fue de un guerrero: combate por la
justicia con el trabajador y el marginado contra la voracidad del dinero y del
poder, el pecado social del mundo contemporáneo, ataque frontal a la libertad,
que es el mayor regalo de vida y dignidad humana. Su obra es también su
humanismo: tiempos y espacios no nos separan… con él nos indignamos frente a la
enajenación encerrada en toda injusticia.
Al inicio de su obra El
Pensamiento de Karl Marx (1956:13), J. Y. Calvez reflexionaba hace tiempo: “la Revolución francesa, el primero y mayor
movimiento revolucionario de la modernidad, no sólo por su origen, en sus
aspiraciones es europea” (Calvez, 1956:13); en ella las doctrinas (Estado,
derechos del hombre y del ciudadano, etc.) anteceden a la rebelión. ¿Ha pasado
lo mismo con el marxismo, el más grande movimiento ideológico revolucionario de
alcances contemporáneos? A juzgar por éstos, pareciera que no.
En Marx su
pensamiento, la visión de una sociedad nueva y la estructura ideológica que la
sostiene, al parecer surgen, sí, de fuentes, las más conocidas, del pensamiento
y cultura de Occidente; pero empalman con un grito espontáneo de redención
humana; no solamente europea y occidental. Ese grito se hizo oír por todas
partes y sus ecos perduran con vitalidad inesperada (en medio de disentimientos
y arrogancia), sosteniendo la esperanza de los indignados y los marginados del
planeta frente a una ínfima minoría adueñada del capitalismo hegemónico
Finalmente, esa lucha se convierte en la batalla por la
dignidad humana y la de nuestro ambiente planetario, porque si “la historia de
la naturaleza es la historia del hombre” (Marx), entonces ¡su dignidad es
igualmente la dignidad de la naturaleza! Pero esa parte de la lucha
civilizatoria que carga con la herencia espiritual de Marx es un caudal de
demandas y enseñanzas, económicas y de justicia social, que surgieron
gradualmente de la propia vivencia existencial. En Marx, vida y pensamiento
son, a su vez, fuente y espejo de la propia existencia. Y en ese carácter
sellan su humanismo. Su trayectoria es la del genial activista cuyos pasos
despiertan con el mismo ritmo nuevas visiones del mundo, en trágico diálogo con
sus propias frustraciones, su conciencia de las mayores “enajenaciones” que
asedian a los humanos: la del orden religioso, pensamiento filosófico, orden
político y vida económica.
Así es. La vida del ser humano, bajo las condiciones de
explotación que promueve la economía dominada por el capitalismo resulta ya
intolerable, y el grito por la emancipación de esa esclavitud es ahora realidad
de indignación: esa es la verdad de un mundo nuevo porque ella es acción.
Porque la primera verdad que conocemos de este mundo es nuestra praxis, nuestra
manera real de vivir. Y el ser humano es así para vivir a la manera digna del
humano: hermanado con los demás seres humanos y con la naturaleza. En todo
caso, ¿habrá alguien que no se haya sentido interrogado o provocado con lo que
ha sido la propuesta de Marx? Rechazado o aceptado, el pensamiento de Marx
conmueve al mundo; ha unido a los más alejados de muchas sociedades, ha
dividido familias y naciones.
¡Y es que el reto que su propuesta societaria lanza al mundo
sigue en pie! Muchas veces, nuestra verdad actual, nuestra praxis a lo largo de
la vida no sólo es personalmente indigna y aberrante, sino estructural,
comunitaria, política y económicamente injusta, contraria a la dignidad de
nuestro propio ser. La realidad que revela todavía nuestra historia
contemporánea, sigue en el camino de Prometeo encadenado: viviendo la
enajenación de religiones mal comprendidas, filosofías tergiversadas, de
políticas ajenas al bien común y de economías de vil explotación… “La misma Iglesia (católica) no ha respondido
hasta hoy a la demanda de Marx” (Yves Calvez, marzo de 1988, en imdosoc,
Cd. de México, Entrevista personal con el autor).
Si reflexionamos en lo anterior, por lo demás congruente en
lo absoluto con el célebre dictum del
propio Marx (1849: 4), “lo importante no
es entender el mundo sino cambiarlo”, quedan dos cosas muy claras en
nuestra mente; la primera, que la vena íntima del pensamiento de Marx no sólo
es ideología (un complejo de ideas sobre el mundo que hay que construir), sino
una propuesta filosófica, una búsqueda de causas profundas sobre el ser mismo
del hombre como creador de la historia. La segunda, una filosofía de la
libertad, que nace de experiencias vitales, muy personales, preñadas de pasión
por la dignidad del ser humano y su vivir en un futuro de libertad, ante todo,
para los seres más explotados en la sociedades modernas: los marginados, los
proletarios. Con ello hemos abierto el camino del presente ensayo.
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