29/8/15

Marx y marxismo en Manuel Sacristán

Eddy Sánchez Iglesias   |   En momentos donde el transformismo aparece de nuevo como rasgo dentro de la izquierda “de hoy”, la primera reflexión que quiero destacar a los treinta años de la pérdida de Sacristán, es que estamos ante una persona de enorme ejemplaridad política y moral, de gran coherencia entre el decir y el hacer. Para Sacristán sin radicalidad moral no hay emancipación, sin ejemplo no hay política socialista. Una acción político moral que intentaba fundamentarse racionalmente a partir de los datos de la realidad. Este era su marxismo: “argumentación para la posibilidad del comunismo”. Lo anterior permite avanzar, en lo que en mi opinión, llena una gran parte de toda la compleja obra de Sacristán como militante y como teórico: su visión del marxismo y del sujeto revolucionario.

Manuel Sacristán define el marxismo como una “antifilosofía”: 
“No entiendo el marxismo como una filosofía del hombre, ni tampoco como una filosofía de la historia, ni como una filosofía de la nada, sino más bien como una antifilosofía”.
Esa antifilosofía se convertirá en ciencia social con pretensiones de servir de guía conceptual a la acción revolucionaria. El Marx que interesó a Sacristán, por tanto, era no solo un pensador sino también, y principalmente, un revolucionario.

Esta perspectiva entraña la consecuencia crucial de que no se puede tratar a Marx sólo como un clásico, sino que hay que considerarlo más bien, como un eslabón en la larga tradición de luchadores por la emancipación. Para nuestro Sacristán tratar a Marx solo como un clásico contribuye a congelar su aportación y su legado, al separarlo de su motivación y objetivo último: la transformación revolucionaria de la sociedad.

En lo respecta al sujeto revolucionario, Sacristán no ofrecía duda en las distintas tradiciones marxistas: era la clase trabajadora. Si el hombre se hace a sí mismo, es autocreación, es resultado de su praxis transformadora; la vertiente económica de esta praxis, el trabajo, resulta la columna vertebral de la sociedad. De ahí que los trabajadores, los que ejercen y soportan el trabajo, tengan un protagonismo preeminente. De ahí la centralidad del trabajo.

Nunca abandonará Manuel Sacristán este compromiso con la acción revolucionaria y la emancipación desde su condición de comunista. De ahí el tercer elemento que me gustaría destacar en este artículo, el momento en que Sacristán apuesta, o se ve obligado, a abordar un “cambio de temas”.

El agotamiento de la tradición política y teórica emanada de la III Internacional a finales de los sesenta del siglo xx, era un hecho. Los sucesos en Checoslovaquia eran expresión de la crisis de los sistemas socialistas del Este europeo, así como el mayo francés y el triunfo de la reacción posterior, de los límites de los PP.CC. occidentales y de las, posteriormente llamadas, “nuevas izquierdas”. Crisis que no eran más que la expresión del triunfo de un capitalismo en reestructuración a través de la globalización y la ofensiva neoliberal. Ante esa realidad no fueron pocos los que se insertaron con “fé de converso” en el nuevo panorama político, o los que se replegaron hacia “sí mismos”. Después de un periodo marcado por una fuerte depresión, que le acercó mucho más todavía a Gramsci, como ejemplo de la “tragedia” que supone la derrota total de alguien, que sin embargo, no abandona su posición revolucionaria. Es en esa década terrible de los setenta (de importantes paralelismos con nuestro momento actual), cuando Sacristán aborda lo que Ripalda llama “el cambio de temas”.

Para ello Sacristán defendía la tesis de la vigencia de Mar en dos aspectos como eran la intervención de las fuerzas productivas en el cambio histórico, sin embargo, había que profundizar en dos vías: por un lado, la reflexión de Marx en los Grundrisse acerca del papel de la ciencia como fuerza productiva potenciadora y, por otro, lo que constituye una de las aportaciones centrales de Sacristán: la incorporación de la problemática ecológica en el paradigma emancipatorio: 
“ Yo creo que el modelo marxiano del papel de las fuerzas productivas en el cambio social es correcto. La novedad consiste en que ahora tenemos motivos para sospechar que el cambio social en cuyas puertas estamos no va a ser necesariamente liberador por el mero efecto de la dinámica, que ahora consideramos, de una parte del modelo marxiano. No tenemos ninguna garantía de que la tensión entre fuerzas productivo-destructivas y las relaciones de producción hoy existentes haya de dar lugar a una perspectiva emancipadora. También podría ocurrir lo contrario”.
Sacristán mostraba una de las vetas largamente cultivadas por él como lo era el pensamiento científico, pero a la vez incorporaba la perspectiva ecológica en las ciencias sociales. Así escribe:
“Lo que la deseable asimilación de conceptos físicos y biológicos por la economía debe acarrear es seguramente una reconstrucción de la teoría sobre la base de la realidad ecológica-económica de la especie, la cual, por ejemplo, es posible que no permita ya seguir trabajado tan alegremente con conceptos como el de crecimiento, ni tan mitológicamente con conceptos como el de equilibrio”.
Planteamiento que conduce al rechazo del mecanicismo y el determinismo para dar cuenta, por un lado, de los aspectos productivos/destructivos del capitalismo, y por otro, del segundo aspecto que retoma, la función del sujeto revolucionario que se ha transformado y feminizado.

Celebramos el treinta aniversario de la prematura muerte Sacristán pocos días después de la derrota de la izquierda en Grecia, ejemplo claro de que la izquierda, al menos en Europa, vive una situación de cierto “repliegue” bernsteniano.

Momentos duros donde Manuel Sacristán aparece de nuevo con toda la fuerza de un revolucionario que sirve de ejemplo, con la fuerza de alguien que iba en serio.
Nota
Todas las citas están incluidas en el libro: López Arnal, Salvador y Vázquez, Iñaki (Edit.) (2007). El legado de un maestro. Homenaje a Manuel Sacristán. FIM, Madrid.