22/11/14

Capitalismo y guerra | Entre Karl Marx y Larry Summers

Karl Marx ✆ A.d. 
Paula Bach   |   Reiteradas veces se hizo referencia en esta columna a la tesis del estancamiento secular. En esta oportunidad nos dirigimos directamente a la fuente. El ex secretario del Tesoro Norteamericano, Larry Summers, es quien la enunció recientemente, exponiendo luego sus argumentos en Secular Stagnation: Fact, Causes and Cures. Summers actualiza la hipótesis del extinto economista norteamericano Alvin Hansen, quién expuso por primera vez la tesis en los años ’30. Sostiene Summers que durante los aproximadamente últimos veinte años, la idea de la “Gran moderación” capturaba una situación económica de apariencia normal. Sólo se ponía de manifiesto un nivel de crecimiento netamente inferior a los índices alcanzados durante los años inmediatos a la Segunda Posguerra. Pero la crisis de 2008 y la Gran Recesión barrieron con la suposición de que las depresiones conservaban un mero interés arqueológico. Aunque pasaron más de cinco años desde que la economía norteamericana alcanzó su punto más bajo en 2009, su crecimiento sólo promedió desde entonces un 2%. Del mismo modo y mientras los temores de la disolución de la Eurozona se disiparon, el crecimiento durante los últimos años fue gélido y no se prevé nada mejor para el período próximo. Summers señala que estos patrones son sorprendentes porque se supone que tras superar una recesión, el crecimiento se acelere. Sin embargo y por el contrario, tanto EEUU como Europa la producción efectiva actual es mucho más baja que su potencial estimado en 2008. Para el caso de la Eurozona esta distancia equivale a un 15%.

¿Por qué Marx no habló de copyright?

César Rendueles & Igor Sádaba   |   Imagínese una larga cola frente al INEM. Seguramente muchas de esas personas hoy en paro tenían hasta hace poco empleos relacionados directa o indirectamente con el sector inmobiliario: peones de obra, administrativos, agentes comerciales, pero también vendedores de muebles y electrodomésticos, albañiles dedicados a las reformas o arquitectos. De repente, un pequeño grupo de informáticos, abogados y profesores de universidad se colocan en la acera de enfrente con un megáfono y empiezan a burlarse de los parados. Les responsabilizan de su situación por formar parte de una industria moribunda y no haber sido capaces de amoldarse a las dinámicas económicas emergentes. Les acusan de haber acaparado subvenciones estatales y haber participado en la creación de la burbuja inmobiliaria. Les echan en cara su escasa capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, a oleadas históricas arrolladoras que hay que aprender a surfear y que sería ingenuo y pernicioso intentar detener. Los de izquierdas les recordarán su complicidad con la financiarización capitalista. Los de derechas les reprocharán haber perjudicado a los consumidores con sus prácticas monopolistas. Es una escena inimaginable, claro. Y, sin embargo, en esos parámetros se han movido muchos de los discursos que han proliferado en torno a los problemas de la propiedad intelectual, especialmente algunos de los más críticos.