1/11/14

Una interpretación marxista del estancamiento secular

En un artículo reciente publicado en el periódico británico Financial Times, el economista Gavyn Davies, resalta que en los años posteriores a la Gran Recesión de 2008/9, las previsiones del crecimiento económico mundial, demostraron ser, de forma recurrente, demasiado elevadas. Esta sobreestimación del crecimiento se produjo tanto con respecto a los principales países denominados “emergentes” como con respecto a los países avanzados.

Paula Bach   |   Gavyn Davies apunta que para el caso de los países avanzados, el fallo en los pronósticos se asienta en la creencia de los economistas según la cual existiría en dichos países una tasa de crecimiento media, constante a través del tiempo. Sin embargo en la corroboración empírica, la convicción se habría demostrado falsa. El comportamiento del PBI en el largo plazo en las economías avanzadas, da cuenta de una desaceleración muy persistente en las tasas de crecimiento desde los años ’70, es decir en los últimos aproximadamente 40 años. La retracción a partir de 2008, se explicaría entonces como un momento particular de esa tendencia y no como un descenso aislado y repentino. La suposición de la tasa de crecimiento media como una de las grandes constantes económicas se demuestra, en las últimas décadas, sencillamente falsa. Según Davies, la verificación de este comportamiento novedoso del capitalismo, estaría en la base del auge y creciente “reclutamiento” de múltiples economistas, por parte de las teorías del “estancamiento secular”. Summers y Pritchett lanzaron la primera piedra al afirmar que existe escasa persistencia en las tasas de crecimiento de los países a través del tiempo y por lo tanto el crecimiento actual tiene muy poco poder de predicción para el crecimiento futuro.

Marx en los orígenes de la posmodernidad | Hacia un marxismo posmoderno

Karl Marx ✆ Mauro Biani
Juan Manuel Aragüés   |   Es lugar común en ciertos discursos que se reclaman críticos, antagonistas o simplemente progresistas, la descalificación más contundente de la Posmodernidad, a la que se entiende como un discurso homogéneo del que se desprende la imposibilidad de una crítica de lo real, como consecuencia de sus orientaciones ontológicas, antropológicas, éticas y políticas. Lejos de compartir esa afirmación, lo que a continuación se va a defender es que la Posmodernidad, como la misma Modernidad, aunque posea unos trazos definitorios que permiten reconocerla como tal, acoge muy diversas orientaciones teóricas que nos permiten hablar, siguiendo, por ejemplo, a Sousa Santos 1, de un posmodernismo de oposición y de un posmodernismo complacido, o como preferimos decir nosotros, de una posmodernidad antagonista y una posmodernidad sistémica. E intentaremos mostrar cómo el marxismo no solo no se opone a una cierta Posmodernidad, sino que es uno de los dispositivos que erosiona el pensar moderno para generar las condiciones de aparición de la Posmodernidad.

1. El marxismo como discurso disolvente de la Modernidad.

Quizá convenga comenzar con una precisión. Cuando hablamos tanto de Modernidad como de Posmodernidad, hacemos referencia a dos períodos históricos que cobijan en su seno diferentes discursos reconocibles por un cierto aire de familia, pero cuyas implicaciones etico-políticas pueden resultar antagónicas.