► En un artículo reciente publicado en el periódico
británico Financial Times, el economista Gavyn Davies, resalta que en los años
posteriores a la Gran Recesión de 2008/9, las previsiones del crecimiento
económico mundial, demostraron ser, de forma recurrente, demasiado elevadas.
Esta sobreestimación del crecimiento se produjo tanto con respecto a los
principales países denominados “emergentes” como con respecto a los países
avanzados.
Paula Bach |
Gavyn Davies apunta que para el caso de los países avanzados, el fallo
en los pronósticos se asienta en la creencia de los economistas según la cual
existiría en dichos países una tasa de crecimiento media, constante a través
del tiempo. Sin embargo en la corroboración empírica, la convicción se habría
demostrado falsa. El comportamiento del PBI en el largo plazo en las economías
avanzadas, da cuenta de una desaceleración muy persistente en las tasas de
crecimiento desde los años ’70, es decir en los últimos aproximadamente 40 años.
La retracción a partir de 2008, se explicaría entonces como un momento
particular de esa tendencia y no como un descenso aislado y repentino. La
suposición de la tasa de crecimiento media como una de las grandes constantes
económicas se demuestra, en las últimas décadas, sencillamente falsa. Según
Davies, la verificación de este comportamiento novedoso del capitalismo,
estaría en la base del auge y creciente “reclutamiento” de múltiples
economistas, por parte de las teorías del “estancamiento secular”. Summers y
Pritchett lanzaron la primera piedra al afirmar que existe escasa persistencia
en las tasas de crecimiento de los países a través del tiempo y por lo tanto el
crecimiento actual tiene muy poco poder de predicción para el crecimiento
futuro.
A veces lo que anda
mal es la realidad
Gavyn Davies |
En términos generales y como promedio de los países del G7,
según Davies, la tendencia desacelerada que se arrastra desde los años ’70,
debería buscarse en una declinación simultánea de otras dos tasas. La del
crecimiento de la población y muy especialmente, la del crecimiento de la
productividad del trabajo. El crecimiento de la productividad en los países del
G7 tomados de conjunto, habría caído desde alrededor del 4% a aproximadamente
el 2,5% anual durante la década de 1970, y luego parece haber caído a alrededor
del 1% en la década del 2000, antes del estallido de la crisis. En general y
tomadas de conjunto, la desaceleración de la tasa de crecimiento de la
población y de la productividad, habrían ocasionado una reducción a la mitad
del crecimiento del PBI de largo plazo en los países del G7, desde un valor
superior al 4% en 1970 al 2% en la actualidad.
Por lo tanto y como señala el autor, para los partidarios de
la tesis del estancamiento secular, la desaceleración del crecimiento de largo
plazo en las economías desarrolladas, parece ser un hecho permanente de la
vida, y no un resultado temporal consecuencia de la crisis. Aunque de todos
modos y desde 2009, se ha estado formando un nuevo patrón de crecimiento del
PBI bien por debajo del ya deprimido anterior patrón de largo plazo. Si se
asume que la actividad del G7 en 2007 se hallaba en términos generales
alrededor de una línea de tendencia de largo plazo del 3,25%, y que el
crecimiento desde entonces ha estado por debajo del 2%, se concluye que se
viene perdiendo más de 1,25% de crecimiento anual desde aquel momento. De modo
tal que el nivel actual del PBI se encontraría todavía -y nada más y nada
menos- que alrededor del 8% por debajo del nivel de tendencia de largo plazo.
Ante una verificación tal, estaría ampliamente justificado
que los economistas se preguntaran no ya por la corrección o utilidad de sus
mecanismos de predicción sino quizá por algo de la realidad que no estaría
funcionando correctamente. Pero no, como se sabe, los economistas son gente
amante de la “naturaleza” en la que invariablemente incluyen las relaciones
(sociales) de producción. Si las economías avanzadas se estancan y eso se
convierte en “parte de la vida”, pues será que los dioses se han enfadado…Sin
embargo y muy a pesar de los economistas, de vez en cuando sucede que cuando la
teoría está tan mal, lo que verdaderamente está fallando, es la realidad.
Traducción marxista
Dice Davies que el término “estancamiento secular” es
interpretado de diferente manera por distintas escuelas de economistas. Algunos
creen que el alicaído crecimiento desde 2009 se explica principalmente por la
persistente escasez de la demanda debido a los problemas de balance de los
bancos, las empresas y los hogares luego de la Gran Recesión. Otros lo
atribuyen a una desaceleración de la oferta potencial en el curso de un largo
período de tiempo. Davies no parece dispuesto a indagar mucho más.
A veces estas “cosas de economista” como el “lado de la
oferta” o el “lado de la demanda”, triviales como son, pueden aportar más de lo
que sus mismos postulantes creen. Sobre todo si se las pone a jugar con los
distintos planos críticos que ellos mismos exponen y se los busca sintetizar
como diferentes momentos de una misma realidad. Siguiendo este camino se podría
“traducir” el plano de la desaceleración de la “oferta potencial”, como
problemas estructurales de largo plazo asociados a las dificultades para la
acumulación del capital. Lo que los economistas llaman problemas de “oferta
potencial”, fueron durante la década del ’70 la manifestación de una caída de
la tasa de ganancia. Caída que en gran parte fue mitigada por la ofensiva
neoliberal que se inició a fines de esa misma década. La recuperación de la
tasa de ganancia que, como señalan distintos autores marxistas como Duménil o
Husson entre otros, se produjo bajo distintas formas y grados, resolvió sólo
parcialmente y de una manera muy particular los problemas de la
sobreacumulación del capital. Esa resolución parcial que entre otras cosas
incluyó la “reconquista”
de China y su enorme clase obrera para la extracción de plusvalía, no
fue suficiente sin embargo para barrer de la escena los problemas estructurales
del capitalismo que se habían puesto de manifiesto durante la mencionada
década. De allí la larga historia del desarrollo de los mecanismos de
“valorización financiera” si se permite el término, o de un sistema que como
dice Summers, funciona entre la creación de burbujas y el estancamiento
secular. Estas condiciones subyacen en gran parte a la imposibilidad de
establecer una “tasa de crecimiento media constante” para las economías de los
países centrales. El estallido de una de aquellas burbujas, la inmobiliaria en
este caso, abrió paso a la crisis económica mundial que se desencadenó en 2008.
Dicha crisis limitó en buena medida el festival de crédito que, en particular
durante la década del 2000, contrarrestó el estancamiento o caída directa de
los salarios. De modo tal que el incremento de la explotación -fundamento del
ascenso de la tasa de ganancia- se pone de manifiesto desde el año 2008 como
una fuerte debilidad del consumo de masas que se traduce en serias dificultades
para la realización del plusvalor. Esto es lo que los economistas denominan
“escasez de demanda”. De modo tal que los problemas de la “desaceleración de la
oferta potencial” y la “escasez de demanda” mirados como problemas de la
acumulación del capital y su realización, coexistirían como una cuestión estructural
de largo plazo y una consecuencia derivada del estallido de la crisis tras la
explosión de la última burbuja. En última instancia, los problemas de medición
son lo de menos, los economistas deberían pensar que algo anda mal en su “naturaleza”