Luis Martínez
Andrade | En 1907, el historiador italiano Benedetto
Croce, bajo la frase lapidaria “Marx está
realmente muerto para la humanidad”, intentó sepultar el pensamiento, la
praxis y la genialidad del autor de El
Capital. Sin embargo, siempre intempestivo, Marx regresaba de su tumba para
ser partícipe en la toma del Palacio de Invierno, en la Larga Marcha al
interior de China, en la Sierra Maestra de La Habana o en las luchas de
liberación de la Nicaragua somocista, por mencionar algunos de los pasajes más
significativos del siglo XX donde el filósofo de Tréveris era algo más que un
“perro muerto”. No es fortuito que durante sus exequias, su cómplice de
juergas, mecenas desinteresado y amigo entrañable, Federico Engels sentenciara:
“Su nombre vivirá a través de los siglos,
y con él su obra”. Francis Wheen no parece disentir de Engels (1999: 1,
382).
De ahí que Francis Wheen, escritor y periodista británico,
nos presente una biografía de Carlos Marx compuesta de doce capítulos y tres
anexos –destacando una partida de ajedrez con Gustav Neumann–. A través de una especie de
bestiario, pues los capítulos se titulan The Little Wild Boar, The mouse in the
Attic, The Magalosaurus, The Hungry Wolves, The Bulldogs and the Hyena, The
Shaggy Dog, The Rogue Elephant o The Shaven Porcupine, el autor intenta
detallar la vida de Marx.