Manuel C.
Martínez | Desde hace más de 140 años se descubrió la
explotación económica del asalariado; lo hizo Karl Marx [1] quien determinó el
monto de la explotación del asalariado, lo llamó plusvalía y con ello dio
cuenta del origen de la riqueza burguesa, de la ganancia de fábrica, y
finalmente acaba con el mito de la ganancia por compraventa de las mercancías
diferentes a la fuerza de trabajo (FT). La fuerza de trabajo es la única
mercancía cuyo valor de uso o utilidad es capaz de crear valor de cambio
mediante su aplicación a los medios de producción. Que estos sean propiedad
ajena, sólo significa que el trabajador, o vendedor de dicha fuerza de trabajo,
no es dueño de ese valor de cambio creado por él, sino sólo de una porción
montante al salario convenido.
Obviamente, este extraordinario hallazgo en materia
económica no ha podido ser compartido por la clase burguesa, habida cuenta de
que desde la aparición de la burguesía comercial-hace sus buenos 500 años o
más-la ganancia del comerciante y luego la del fabricante capitalista han sido
vistas como una diferencia entre el precio de compra y el de venta de las
mercancías traficadas. Efectivamente, el capitalista compra medios de
producción y fuerza de trabajo o trabajo productivo, y con estos bienes fabrica
tal o cual mercancía; si