7/3/14

Marx y el espejo de la producción

Jean Baudrillard
✆ Guillem Cifré
Jean Baudrillard  |  Un espectro recorre lo imaginario revoluciona­rio: la fantasía de la producción, que alimenta por doquier un desenfrenado romanticismo de la pro­ductividad. El pensamiento crítico del modo de pro­ducción no afecta al principio de la producción. En su totalidad, los conceptos que en él se articulan sólo describen la genealogía, dialéctica e histórica, de los contenidos de producción, y dejan intacta la producción como forma. Esta misma forma resurge idealizada tras la crítica del modo de producción capitalista. En efecto, dicha crítica no hace más que reforzar, por un curioso contagio, el discurso revolucionario en términos de productividad: de la liberación de las fuerzas productivas a la “productividad textual” ilimitada de Tel Quel, hasta la productividad maquinística fabril del inconsciente en Deleuze (y, claro está, el “trabajo” del inconsciente), ninguna revolución podría colocarse bajo otro signo que aquél. La consigna general es la de un Eros productivo; riqueza social o lenguaje, sentido o valor, signo o fantasía, nada hay que no esté “producido” según un “trabajo”.

Si ésta es la verdad del capital y la economía política, la revolución se hace cargo de ella en su integridad: será en nombre de una productividad auténtica y radical que subvertiremos el sistema de producción capitalista, será en nombre de una hiperproductividad desalienada, de un hiperespacio productivo que aboliremos la ley capitalista del va­lor. El capital desarrolla

Adolfo Sánchez Vázquez y los manuscritos de 1844

  • “Un ‘elogio’ a un pensador no consiste en concordar con él sino en poder hablar con él y con él discutir” | Ramón Xirau
Adolfo Sánchez Vázquez ✆  David Padilla
Jorge Veraza  |  Con orgullo hago homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez, hoy, al lado de ustedes. Y para no crear malentendidos por dejar en suspenso mi punto de vista desde el cual hago incluso la semblanza de nuestro autor, comienzo diciendo coloquialmente lo que ya argumentaré conceptualmente: que los “Manuscritos de París” —según los veo— tienen menos imperfecciones de las que él dice. Y más aún, que según lo que entiendo de la Filosofía de la praxis de Sánchez Vázquez, me sorprenden las deficiencias esenciales que él atribuye al texto de Marx de 1844. De hecho, me sorprendió este contraste desde que leí —por vez primera— en 1972 su libro, después de que a fines de 1967 leyera yo el juvenil texto de Marx.

Los “Manuscritos de París”, el radical texto marxiano de crítica a la autoalienación del hombre, sirve de piedra de toque a Adolfo Sánchez Vázquez desde mediados de los cincuentas para ajustar cuentas con el stalinismo, avanzando luego—