► ¿Por qué tantas referencias en mis recientes
artículos a la figura mítico-literaria del vampiro?
David Martínez Amador | En los estudios culturales se ha hecho la
comparación de la figura mítico-literaria del vampiro con el “chivo expiatorio”
descrito por René Girard. No es para menos. Se la ha presentado como la figura histórica del judío perseguido,
como la sexualidad transgresora, como
el expulsado (al mismo tiempo, el santo
o el separado), la moral homosexual y cualquier dinámica no comprendida por la
lógica hegemónica. Incluso, hasta la misma sexualidad femenina puede ser
categorizada en esta línea argumentativa, puesto que debe recordarse que hasta
antes del siglo XIX la mayoría de los vampiros eran personajes femeninos.
Mencionemos aquí, gracias a las referencias del famosísimo texto de Robert
Graves, Los mitos hebreos, la figura
de Lilith, la primera mujer creada conjuntamente con Adán. De acuerdo con la
mitología hebrea que se produce luego del cautiverio en Babilonia, el relato
del Edén tiene muchas diferencias con respecto a las tradicionales historias
dominicales para niños.
Veamos: Yahweh crea a Adán y a Lilith con las mismas
capacidades y en el mismo momento. Pero, justo antes de tener sexo, Lilith se
niega a estar supeditada a Adán. “¿Por qué he de recostarme debajo de ti?”,
preguntaba. “Yo también fui hecha de polvo y, por consiguiente, soy tu igual.
Fuimos hechos iguales y debemos hacerlo iguales”. Lilith pide ayuda a Yahweh,
invocando su nombre (dicho sea de paso, nombre que no era conocido ni por Adán
mismo), pero Lilith había engatusado ya al creador. Lilith huye del paraíso con
alas mágicas y dedica su existencia a copular con demonios y a beber la sangre
de los niños. Jamás regresaría al paraíso. No la culpo.
Ahora bien, Marx era devorador de novelas de terror, un dato
olvidado. Parece no ser un detalle interesante, pero al leer El capital no solamente encontramos a un
arrogante Marx que puede hacer citaciones en seis idiomas diferentes y
referirse con precisión a detalles históricos de gran valía, sino también vale
la pena recordar la metáfora del vampiro de Marx: “El capital es un trabajo muerto que, como un vampiro, vive solo de
chupar el trabajo vivo y, cuanto más vive, más trabajo chupa”. En cuanto a
las jornadas laborales realizadas durante la noche, dice Marx: “Solo es capaz de calmar temporalmente la
sed del vampiro la sangre viva del trabajo […] El vampiro no se saciará
mientras quede por explotar un solo músculo”.
Hay otras citaciones al respecto, pero por cuestiones de
espacio no voy a reproducirlas todas. Aquí lo interesante del caso es
notar el uso metafórico de esta figura y el juego que tiene en Derrida. Para
ello haré referencias particularmente a las obras Espectros de Marx, Circonfesión y Dar la muerte. Vuelvo a recordar que, dadas las limitaciones de
espacio, no puedo profundizar como quisiera.
Su texto Circonfesión
es un tratamiento fascinante de la identidad judía basada en la tradición desde
la visión del mismo Derrida, quien, recordemos, era judío asimilado. “Soy
circunciso”. Así empieza su texto. “Soy heredero, pero la llevo a cuestas (la
circuncisión), porque no es realmente mía, sino me fue dada […] y la resisto”. “Fidelidad
infiel”, entenderá Derrida, porque lleva la marca de la circuncisión, la marca
que genera la violencia al cuerpo, pero es una marca que él no ha pedido.
El juego de palabras es fascinante en Derrida cuando nos
recuerda que el término hebreo milah (circuncisión)
también pueda usarse como el concepto palabra. Circuncidar es tocar a otro con
la palabra, marcar a otro con la palabra, penetrar a otro con la palabra. Es
marcar a otro con la lengua, y penetrar al mismo tiempo con la lengua, para
conocer realmente el sabor del otro. Es reconocer que la palabra, igual que el
corte, deja una seña que se transforma en la herencia, herencia que, por un
lado, nos hace diferentes (vampiros, separados, santos) y, por el otro, nos
obliga a obedecer y a pedir perdón por obedecer. Esta última línea resume el
sentido del texto Dar la muerte, donde
Derrida intenta descifrar el terrible secreto de Abraham.
Pero entonces, con respecto a esa dinámica
fidelidad-infidelidad, obediencia y resistencia, hagamos referencia a la obra Espectros de Marx, donde Derrida se
preguntará cuál es la herencia del marxismo, quiénes son sus herederos
legítimos.
¿Los que resisten con las palabras? ¿Los que articulan
discursos de resistencia aunque deban pagar el precio de la separación, la
incomprensión y la violencia sobre el cuerpo?
Ojalá que sí. Vampiros, separados, santos, marcados por la
palabra recibida. Y de aquí, saltar a la figura histórica del profeta cuya lengua se marca con fuego (marca en
la carne), hay solo un paso. Lengua que se marca para gritar las
injusticias.
Concluir este artículo con referencia al mensaje de justicia
en los incomprendidos profetas menores no podía ser más atingente para los
tiempos en que vivimos.
Lo mismo por razón de comprender la herencia del mensaje
judío en el marxismo. La voz del profeta que clama en el desierto que el Reino
—de justicia— se ha acercado.