✆ Bruno Zocca |
► En este escrito del año 1996, el autor no solo amplía algunos de los problemas esbozados en su obra, sino que también busca explicitar los fundamentos teóricos del capitalismo del siglo XX
François Chesnais | En 1938, Trotsky escribía: "la catástrofe que se viene llena de
angustia a las más profundas masas de la humanidad". Hoy este
sentimiento no reposa de la misma manera que en 1938 bajo el miedo de la
guerra, pues ésta no toca a todos los pueblos con la misma intensidad. La
angustia que está compartida por las más amplias masas, prácticamente por todas
partes en el mundo, reposa sobre la constatación hecha por la clase obrera, la
juventud y las masas oprimidas de la degradación acelerada de sus condiciones
de existencia: retorno y permanencia de la desocupación, precariedad de las
condiciones elementales de existencia, destrucción de la protección social,
retorno del hambre o, incluso allá donde no hay hambre, enfermedades
crecientes, retorno de la decadencia tanto individual como social, soberbia de
las clases poseedoras y de una sociedad que expone con desparpajo de nuevo la
riqueza de unos ante los ojos de todos a los que les falta.
Estas
manifestaciones múltiples de una degradación cualitativa de una situación que
había parecido durante algunas décadas mejorarse, expresan que un período
histórico está definitivamente clausurado, aquél donde, sobre la base de las
relaciones políticas entre las clases establecida a partir del fin de la
Segunda Guerra imperialista mundial, los dirigentes y cuadros de las
organizaciones obreras, partidos y sindicatos, pudieron destilar en la clase
obrera la ilusión mortal de que el capitalismo había sido finalmente
"domesticado", "civilizado", que él daría siempre
"tela para cortar" para algunos y, para otros, que él admitía la
"coexistencia pacífica" y que no había, pues, ninguna necesidad urgente
de plantear el combate por destruirlo como sistema mundial. La expresión
"mundialización del capital" expresa, a falta muy ciertamente de un
término mejor, el hecho de que estamos en un contexto nuevo de libertad casi
total del capital para desplegarse y valorizarse sin tener que continuar
sufriendo las trabas y limitaciones que él había sido forzado de aceptar,
particularmente en Europa, después de 1945. Este capitalismo
"liberado" de las trabas que lo entorpecían durante 40 a 50 años no es
de ninguna manera un capitalismo "renovado". Simplemente reencontró
la capacidad de expresar brutalmente los intereses de clase sobre los cuales
está fundado. La expresión "agonía del capitalismo" es tan actual
ahora como lo era en 1938; pero ella implica, ahora todavía más claramente que
entonces, la idea de que la agonía del capital puede convertirse en sinónimo de
la agonía de la sociedad humana como tal, si ésta se encontrara en la
incapacidad histórica prolongada de superar un sistema que ha dado desde hace mucho
tiempo todo lo que podía dar de positivo.
A propósito del
término "imperialismo"
La "mundialización del capital" no se comprende
más que como segmento de una fase más larga en la evolución del modo de
producción capitalista. Los rasgos principales de esta fase han sido resumidos,
en su configuración del comienzo del siglo, de forma sintética por Lenin en su
obra de 1916. "Monopolios, oligarquía, tendencias a la dominación en lugar
de tendencias a la libertad, explotación de un número creciente de naciones
pequeñas o débiles por un puñado de naciones ricas o poderosas": todos
estos rasgos se han exacerbado todavía más de lo que eran hace 80 años. Ellos
traducen la manera por la cual se ha perseguido, para utilizar los términos de
Trotsky, "la evolución del capitalismo [...] por una extensión sistemática
de su base, [...] cada capitalismo nacional se dirige hacia las reservas del
'mercado exterior', es decir de la economía mundial, [...] para luchar contra
sus propias contradicciones interiores." Sin embargo, la expresión
"mundialización del capital" traduce las dificultades que puede haber
al emplear, sin rodeos o discusión, un término al cual Lenin daba el sentido
preciso de "capitalismo de transición". ¿Cuál es la naturaleza de
estas dificultades? Ellas se refieren esencialmente a las calificaciones:
"estadio superior del capitalismo", período de "transición del
régimen capitalista a un orden económico y social superior",
"capitalismo agonizante", que son centrales en la manera en la cual
Lenin redactó varios capítulos. Recordemos cómo Lenin se expresa en el último
capítulo de "El imperialismo, estadio superior..." El escribe
particularmente: "De todo lo que ha sido dicho sobre la naturaleza
económica del imperialismo, se desprende que debemos caracterizarlo como un
capitalismo de transición, o con más exactitud, como capitalismo
agonizante". Más adelante, añade la frase más conocida, donde después de
describir con la ayuda de un autor alemán las operaciones mundiales de
aprovisionamiento, producción y comercialización de un gran grupo, escribe:
"Es evidente que estamos en presencia de una socialización de la
producción, y no ante un simple ‘entrelazamiento’, que las relaciones
económicas privadas y de la propiedad privada constituyen una envoltura que ya
no corresponde a su contenido, que debe necesariamente descomponerse si se
aplaza artificialmente su supresión (si, en el peor de los casos, la curación
del absceso oportunista se prolonga demasiado), pero que será inevitablemente
suprimida". En la época en que Lenin estima que el imperialismo puede ser
definido como "el estadio superior del capitalismo" y donde él
utiliza la expresión "capitalismo de transición", la perspectiva
estratégica de una transición hacia el socialismo no es, en su inspiración y su
método, ni utopista ni "blanquista".
Dicha expresión reposa (lo cual
es una prolongación del pensamiento estratégico ya expuesto en el Manifiesto
del Partido Comunista) sobre la hipótesis totalmente realista, en 1916, de que
existía una conjunción en un momento donde el carácter insoportable de los
sufrimientos suscitados por el modo de producción capitalista lanza a las masas
a la acción (en particular en el momento de la transformación de la guerra
imperialista en guerra civil), entre dos procesos:
a) Las fuerzas productivas y el proceso de socialización de la producción en el marco del capitalismo habían alcanzado un nivel suficiente para que la puesta en práctica del programa obrero y las bases de la sociedad socialista pudieran tener lugar inmediatamente. Esto resultaba tanto del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, strictu sensu, como de la transformación de las relaciones sociales en el sentido amplio de una socialización, así como de una internacionalización de la producción (la "socialización de la producción" y "los cambios en las relaciones sociales de producción" de los que habla Lenin).
b) La existencia de una clase obrera muy importante en número, fuertemente concentrada, derivada de la concentración misma de la producción capitalista y, sobre todo, organizada en las condiciones que Trotsky describió algunos años más tarde en un pasaje conocido de Y ahora donde dice: "Durante varias décadas, en el interior de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y luchando contra ella, los obreros edificaron sus fortificaciones, sus bases, sus recintos de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubes de educación, organizaciones deportivas, cooperativas, [...] bases de apoyo de la democracia obrera en el interior del Estado burgués [...] de las cuales el proletariado tiene necesidad para la vía revolucionaria." Es la conjunción entre estos dos factores la que abría la "vía directa" de la revolución, "la solución más económica" para garantizar el porvenir de la humanidad. Debemos guardar luto por ella. La conjunción conoció un comienzo de materialización en las condiciones particulares expuestas en las tesis de La revolución permanente. Ella permitió que "la cadena imperialista se rompiera en su eslabón más débil", en Rusia.
Pero la subordinación traidora de la socialdemocracia alemana a su
burguesía permitió a ésta impedir que dicha cadena se rompiera en su punto más
estratégico. Eso condujo al aislamiento de la revolución de octubre y creó las
condiciones de las cuales surgió el estalinismo en forma directa. El absceso
oportunista no solamente continuó en el tiempo, sino que se convirtió en una
agresión contra la revolución y en dominación totalitaria de las masas en base
a una forma inédita de inversión de las relaciones de clase surgidas de la
primera revolución proletaria. La envoltura no ha cesado de pudrir, y este
pudrimiento, luego de haber sido frenado durante dos o tres décadas, se ha
acelerado de nuevo. La transición no podrá más hacerse en las condiciones en
las que era posible a comienzos de este siglo. Los ámbitos de la democracia
proletaria han sido debilitados o destruidos, y deben para reconstruirse. La
clase obrera está todavía en tren de digerir todo lo que ha vivido como
vacilación, traición o dominación burocrática totalitaria por parte de las
direcciones surgidas de sus filas o que se adjudicaban su representación. Por
otra parte, los problemas mundiales que el capitalismo dejará como herencia
serán infinitamente más serios de los que hubieran sido en el caso de una transición
hecha a partir de la revolución europea hace 70 o 75 años. "La humanidad
-escribió Marx- no se plantea nunca más que los problemas que puede resolver,
pues al mirar más de cerca, se verá siempre que el problema mismo no surge más
que allí donde las condiciones materiales para resolverlo existen ya o al menos
están en vía de llegar." Ahora bien, lo que la humanidad conoció en el
siglo XX es el mantenimiento del capitalismo aun después de haberse planteado
la cuestión de la desaparición de éste, como cuestión a resolver de manera
inmediata, y después de que "las condiciones materiales de
existencia" del socialismo "hayan nacido en su seno". Lenin
presintió esta posibilidad, pero él todavía podía añadir en 1916 que ella
"será necesariamente eliminada". Trotsky, en 1938, se vio obligado a
decir, de modo infinitamente más "pesimista", que "...las
premisas objetivas de la revolución proletaria no están sólo maduras sino que
han comenzado a pudrirse...". En cuanto a nosotros, es a partir de las
ruinas del estalinismo que debemos recomenzar. Pero, para que se reconstituyan
las condiciones, necesariamente diferentes de las del pasado, donde la
transición aparecerá de nuevo como posibilidad concreta, hay que proseguir
también, actualizándola, con la caracterización del capitalismo y su crítica
tan completa como sea posible. "Fenómeno en pleno desarrollo", como
dijo Lenin, el imperialismo lo es sobre todo por el grado de parasitismo que él
ha mostrado capaz de generar. Este es el punto desde el cual hay que emprender
hoy la continuación de "la crítica del imperialismo".
La mundialización del
capital: Un grado de internacionalización cualitativamente acrecentado
La "poderosa realidad independiente" no debe ser
interpretada solamente en referencia a la esfera del intercambio ("la
división internacional del trabajo"). Lo mismo que para la noción de
"mercado mundial" de Marx, ella debe ser comprendida como englobando
el movimiento del capital en sus tres componentes: capital comercial, capital productivo
de valor y de plusvalía y capital-dinero centralizado y concentrado (llamado
también capital financiero). Lenin hacía ya la constatación de que "la
exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías,
adquiere una importancia particular", como uno de los cinco rasgos
fundamentales que definían la fase del imperialismo. Ese proceso se ha
acrecentado sin cesar. El movimiento del capital productivo de valor y de
plusvalía se ha internacionalizado y deslocalizado todavía más, lo mismo que la
esfera de los mercados financieros donde el capital-dinero concentrado se
mueve. En ese sentido, un universitario como H. Bourguinat defiende una manera
de abordar el análisis que es infinitamente más "marxista" que la de
muchos que se reclaman como tales. Poniendo los jalones del método a seguir
para la investigación en economía financiera internacional, él escribe:
"No hay que ir solamente de lo particular (los mercados financieros
nacionales) a lo general (el mercado mundial) sino tratar también de analizar éste,
desde el principio, como una red que tiene sus propias leyes, sus precios
directores, sus determinaciones, sus actores [...]" sin descuidar por ello
el rol que juega "el 'hecho nacional', que sigue existiendo, en tanto el
mercado financiero mundial está jerarquizado y estructurado" (subrayado en
el original).
La mundialización del
capital como marco de la ofensiva contra las masas
En tanto que segmento particular de una fase más larga en la
evolución del modo de producción capitalista, el período actual implica ciertas
características tanto de la política (o más precisamente del cambio de las
relaciones políticas entre las clases, como también en el interior de las
principales clases), así como del movimiento interno de la acumulación
capitalista tomada como tal. La noción de "relaciones políticas entre las
principales clases" no fue nunca el objeto de los desarrollos teóricos que
merece. Ella traduce el hecho de que la existencia de la propiedad privada de
los medios de producción y del Estado burgués son compatibles con situaciones
muy variadas en cuanto a la modalidad de participación de los partidos obreros
en el ejercicio del poder al nivel del Estado, a la libertad de maniobra que
dispone la burguesía y a las condiciones en las cuales tiene lugar la distribución
del excedente social entre salarios (directos y diferidos) y ganancia.
Inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial, en la época
donde la crisis revolucionaria del fin de la guerra fue contenida gracias al
estalinismo, la burguesía extremadamente debilitada en todo el mundo, salvo en
los Estados Unidos, tuvo que hacer concesiones muy importantes en todos los
planos. Incluso la burguesía norteamericana, para tratar de superar la crisis y
luego ganar la guerra imperialista, había sido forzada a ofrecer a la clase
obrera el "New Deal". Estas concesiones tomaron forma en
instituciones (la seguridad social, por ejemplo) y en estatutos. En muchos
países, luego de haber sido algo disminuidos, estos derechos y posiciones habían
sido luego de nuevo momentáneamente consolidados y extendidos como resultado de
una lucha de clases que abarcó un conjunto de países entre 1968-69 (Francia,
Checoslovaquia, Italia) y 1975 (caída de Saigón y revolución en Portugal). A
partir de 1978, la burguesía mundial, conducida por sus componentes
norteamericano y británico, emprendió, con cierto éxito, una modificación
internacional en su beneficio y, por consiguiente, en el marco de prácticamente
cada país, las relaciones políticas entre las clases. La burguesía mundial
comenzó entonces a desmantelar las instituciones y estatutos que habían
materializado el estado anterior de las relaciones. Las políticas de
liberalización, desregulamiento y privatización que los Estados capitalistas
adoptaron en uno y otro país desde el arribo al poder de los gobiernos de
Thatcher en 1979 y de Reagan en 1980, restituyeron al capital una libertad para
desplazarse a su antojo y moverse sobre el plano internacional de un país o
continente a otro, como no había conocido desde 1914. En Francia, la puesta en
práctica de estas políticas comenzó a partir de 1983, con la Unión de la
Izquierda, bajo el impulso de gobiernos y ministros socialistas, primero
Delors, luego Fabius, Bérégovoy y Rocard. El retorno al gobierno del RPR y de
la UDF ha consolidado y ampliado el trabajo emprendido antes que ellos y que el
gobierno Juppé ha querido impulsar más lejos. Es en los dominios de la moneda y
de las finanzas, por un lado, y del empleo y de las condiciones contractuales
del trabajo, por el otro, que las políticas de liberalización y desregulamiento
han sido llevadas más lejos y de la manera más homogénea de un país capitalista
a otro. Las prioridades dictadas por el capital son las del capital implicado
en la extracción de la plusvalía en la producción de mercancía y de servicios,
pero sobre todo de modo todavía más fuerte, desde hace quince años, las de un
capital extremadamente centralizado que conserva la forma dinero y que pretende
fructificar como tal en el interior mismo de la esfera financiera.
El poder,
sino la existencia misma de este capital-dinero, son defendidos por las
instituciones financieras internacionales y los Estados más poderosos del
globo, cualquiera sea su costo. Los 55 mil millones de dólares adelantados al
comienzo del año por instituciones que ofician de "prestadores en último
recurso" para evitar que una bancarrota del Estado mexicano ponga en
marcha un proceso en cadena de desvalorización de la confianza en el plan
mundial, lo han recordado una vez más. No es seguro que estas instituciones
alcancen tal resultado indefinidamente. Pues las operaciones del capital-dinero
incluyen un componente cada vez más importante de capital ficticio, cuya
dimensión anuncia, tarde o temprano, el desencadenamiento de una gran crisis.
La reaparición, en primer plano, del capital rentista fue acompañada con el
retorno de la explotación bajo las formas más abiertas. El capitalismo
implicado en la producción y el comercio concentrado utilizó la libertad que
recobró al desplegarse y moverse a su gusto de un país o continente a otro,
para comenzar a reimponer a la clase obrera de los países capitalistas
avanzados las condiciones de explotación que no han dejado jamás de ser las de
la mayor parte de los países bajo dominación imperialista. Ayudadas por la
política seguida por los sindicatos, que consiste, en nombre de los
"imperativos de la competitividad", en seguir cada vez más de cerca a
cada burguesía, las empresas han podido utilizar su nueva libertad de acción
para transformar las tecnologías contemporáneas en armas de guerra contra la
clase obrera. El modelo anglo-americano, centrado en la desregulación y la
"flexibilidad" de los contratos salariales, ha ganado terreno y ha
servido para reconstituir un inmenso ejército industrial de reserva. Cada paso
adelante en la introducción de la automatización contemporánea, fundado sobre
los microprocesadores, ha sido la ocasión para destruir las formas anteriores
de las relaciones contractuales tanto como los medios inventados por los
obreros, sobre la base de técnicas de producción estabilizadas, para resistir a
la explotación en el lugar de trabajo.
La economía mundial
como unidad diferenciada y jerarquizada
El análisis de la economía mundial exige la reapropiación de
las herramientas analíticas propias para aprehender lo que es una totalidad
sistémica que comprende relaciones de diferenciación y de jerarquización. Es el
concepto mismo de capital el que debe ser pensado como una unidad diferenciada
y jerarquizada. El capital productivo (o capital implicado en la industria en
el amplio sentido), el capital comercial (o capital implicado en el negocio y
la gran distribución concentrada) y el capital-dinero deben ser abordados como
"elementos de una totalidad, diferenciaciones en el interior de una unidad"
(Marx, Postface a la Contribution a la critique de l'economie politique). De la
diferenciación entre las tres formas pueden brotar contradicciones innegables.
Pero, a pesar de lo profundas que ellas puedan parecer, están circunscriptas
por el hecho de que el capital en todas sus formas reposa sobre la propiedad
privada (lo que marca los límites de todo enfrentamiento económico o político
entre los representantes de las diferentes fracciones) y hoy por el hecho de
que las tres formas, incluso la forma del capital "productivo", están
marcadas por un sello rentista extremadamente fuerte. La misma observación se
impone para las relaciones entre Estados. El carácter de unidad diferenciada y
jerarquizada vale para la economía mundial, entendida como relaciones de
rivalidad, de dominación y de dependencia política entre Estados. La
mundialización del capital y la pretensión del capital rentista de dominar el
movimiento del capital en su totalidad no borra la existencia de los Estados
nacionales sobre los cuales la tarea de defensa de la propiedad privada
descansa más que nunca. Pero esos procesos acentúan los factores de
jerarquización entre países, al mismo tiempo que redibujan la configuración.
El
abismo que divide los países participantes (aunque más no sea marginalmente) en
la dominación económica y política del capital-dinero rentista y los que sufren
esta dominación aumentó todavía más. Pero la mundialización y el triunfo actual
del rentista fueron también acompañadas por modificaciones en las relaciones de
clase entendidas esta vez como relaciones internas a las burguesías
imperialistas. Los Estados Unidos acentuaron su peso no solamente por el
desmoronamiento de la URSS y de los aparatos estalinistas, cuyas fracciones se
comprometieron desde entonces en diversas modalidades, la mayoría de las veces
mafiosas, de conversión al capitalismo, sino sobre todo en razón de una
posición en el plano del capital financiero que es bien superior a la que ellos
guardan en el plano industrial. El hecho de que Estados Unidos sea la fuente
principal del parasitismo financiero que gangrena el capitalismo mundial no le
impide imponer su hegemonía con todos los medios a su disposición. Los
conflictos entre burguesías son, por definición, conflictos que se colocan
sobre el terreno de un apego común al régimen de la propiedad privada. Es por
eso que su forma, a la vez la más consumada y la más corriente, fue siempre
militar. Hoy, como ninguna burguesía puede confrontarlo militarmente y como
ninguna va a cuestionarlo en el plano del sistema de propiedad de los medios de
producción, Estados Unidos disfruta de una situación sin precedentes
históricos. La rivalidad entre modos de organización del capitalismo
(capitalismo "renano", "nipón" y "anglo-sajón") no
puede ir muy lejos y Estados Unidos, paso a paso, impone a los otros
exactamente las reglas del juego que le convienen y que son calcadas de las
necesidades del capital rentista del cual ellos son el corazón. Sin embargo,
Estados Unidos no escapa al hecho de que "el mercado mundial domina, en
nuestra época, todos los mercados nacionales" y que él contiene, más que
cualquier otro gran país, la anarquía inherente al modo de producción
capitalista, que alcanza su paroxismo en el dominio financiero. El día en que
la crisis financiera estalle, su deuda pública será casi seguramente el
epicentro.
Mundialización y
fetichismo de las relaciones sociales
El recurso -en lo sucesivo casi permanente de los
periodistas y políticos- de la "globalización de la economía" para
designar la fuente de todos los problemas, les sirve para justificar, en nombre
de obligaciones externas inexorables, la necesidad para los asalariados y la
juventud de "adaptarse" a las exigencias del capital y aceptar todas
las políticas retrógradas y destructivas de relaciones sociales y de
existencias humanas puestas en práctica por los gobiernos. Pero, más allá de
este uso apologético, el término devino sinónimo de una fuga hacia adelante en
relación con los procesos y mecanismos sobre los cuales políticos, empresarios
y banqueros reconocen que tienen cada vez menos control. El retorno con fuerza
de la noción de "mercado" tiene la misma significación
contradictoria. Su uso revela hasta qué punto la economía mundial globalizada
abrió la vía a una expansión casi ilimitada del "fetichismo de la
mercancía". Hoy a un grado más elevado que nunca, lo que algunos anuncian
o denuncian bajo el nombre de "economía virtual" se relaciona con el
análisis hecho por Marx de mecanismos al término de los cuales "el
carácter social de la actividad y del producto, así como la participación del
individuo en la producción, son extraños y reificados frente al individuo. Las
relaciones que ellos mantienen son, de hecho, una subordinación a relaciones
que existen independientemente de ellos y surgen del choque entre los
individuos indiferentes los unos de los otros. El intercambio universal de
actividades y de productos, que devino la condición de vida y la relación mutua
de todos los individuos particulares, se presenta a ellos como una cosa extraña
e independiente" (Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política I). El carácter fetiche de las relaciones capitalistas se
multiplica con el resurgimiento, en una escala sin precedentes históricos, de
las operaciones del capital, que conserva la forma dinero y se valoriza por
punciones sobre los ingresos formados en la producción de valor y de plusvalía,
pero sin salir de la esfera financiera. No está bien citar demasiado, pero aún
es más absurdo parafrasear análisis que fueron el producto de un solo autor, o
casi -incluso- de aquellos que analizaron el capitalismo bajo el ángulo de la
crítica de la economía política y para combatir a la burguesía.
En el capítulo
XXIV del libro III de El Capital, Marx extiende la teoría del fetichismo al capital
portador de interés o capital de préstamo, "la forma más alienada de la
relación capitalista". (OJO: REVISAR CITA) En tanto que el interés es
apenas una parte de la ganancia, es decir, de la plusvalía que el capitalista
activo arranca al obrero, el interés se presenta ahora como el fruto
propiamente dicho del capital, como la cosa primera; la ganancia, en cambio,
que entonces adopta la forma de ganancia empresaria, aparece como un simple
accesorio y aditivo que se agrega durante el proceso de reproducción. En este
caso la forma fetichista del capital y la representación del fetiche
capitalista llegan a su culminación. D-D' representa la forma vacía de
contenido del capital, la inversión y la materialización de las relaciones de
producción elevadas a la máxima potencia: la forma productora de interés, la
forma simple del capital, en la cual éste es la condición previa de su propio
proceso de reproducción. Es la capacidad del dinero o de la mercancía de hacer
fructificar su propio valor, con independencia de la reproducción: "es la
mistificación capitalista en su forma más brutal." "Es entonces en el
capital productor de interés que se destaca con claridad ese fetiche mecánico:
valor que se valoriza por sí mismo, dinero que engendra dinero. En esa forma, ya
no ostenta las marcas de su origen". En el momento en que Marx escribía
estas líneas, las operaciones del capital-dinero eran todavía de un monto muy
débil. Ellas estaban sobre todo subordinadas al movimiento del capital
industrial y no pretendían regir la actividad social completamente como hoy.
La curva de la
producción capitalista al corazón del sistema mundial
La modificación de las relaciones políticas entre las clases
en favor de la burguesía no anuncia un nuevo auge del capitalismo. La
hipertrofia de la esfera financiera que se ha formado a partir de los años 70
no se comprende fuera de las contradicciones y de los impasses acumulados por
la economía capitalista mundial al fin de la fase precedente. La figura 1,
trazada por la Brookings Institution de Washington y reproducida en un trabajo
de W. Cline cuyo título es revelador de las inquietudes de una parte de los
funcionarios americanos: Los riesgos del estancamiento en los años 90, muestra
bien cuál ha sido la curva de la producción capitalista desde hace 30 años,
desde que el impulso dado por la reconstrucción de los estragos de la Segunda
Guerra Mundial se han reabsorbido; la curva se inclina hacia la base, y es
mucho antes de la severa recesión de 1974-75. En el curso de la década de los
90, la curva se ha estabilizado alrededor del 2% prolongando y confirmando la
tendencia más larga. Ciertos institutos de investigación tienen la hipótesis de
que ella va a caer todavía más. Es esta curva la que aclara, junto con los
rasgos de la fracción dominante que vimos, la reflexión sobre el porvenir que
el capitalismo puede ofrecer a la humanidad, ahora que el hundimiento del
estalinismo lo ha dejado solo en carrera. En este fin del siglo XX, el análisis
de la situación de la economía y de la sociedad mundiales debe ser abordado
simultáneamente bajo dos ángulos. Por un lado, ella está marcada por la
ofensiva generalizada del capital y de los Estados capitalistas contra la clase
obrera, la juventud y las masas oprimidas. Por el otro, se constata la multiplicación
de las manifestaciones no solamente del impasse de la economía capitalista en
general, sino también de contradicciones propias al funcionamiento actual de la
economía capitalista mundial y que son síntomas de una crisis económica mayor.
El epicentro de estas contradicciones es el sector
En este escrito, el autor no
solo amplía algunos de los problemas esbozados en su obra anterior, sino que
también busca explicitar los fundamentos teóricos de su reconstrucción
analítica del capitalismo finisecular, apoyándose en un balance crítico de
algunos de los estudios de Marx, Lenin y Trotsky. Asimismo, se intenta
demostrar aquí que la mundialización del capital provoca necesariamente un
acrecentamiento del ataque contra las condiciones de vida de las masas en todo
el planeta. Con este artículo, Chesnais ha buscado -tal como lo expresa
claramente en unas líneas preliminares al mismo- la apertura de un debate
teórico marxista acerca del estado actual del capitalismo; precisamente, si el
autor ha escogido la palabra "Notas" para encabezarlo es para
reforzar este carácter exploratorio de su estudio, que invita a la discusión y
a la crítica colectiva. Es con este mismo sentido que nosotros lo traducimos,
conscientes de que la actualización del programa de la revolución socialista no
puede ya prescindir de un abordaje tanto audaz como serio, científico y de
elaboración colectiva, sobre las características presentes del sistema
capitalista mundial. Carré Rouge se sitúa en esta misma orientación estratégica
y metodológica. Como advierte Chesnais en su primer número: "En esta
etapa, la tarea principal que esta revista se fijó es ayudar a reconstituir las
condiciones de un debate político y teórico sobre algunas cuestiones
fundamentales a fin de arribar a una 'comprensión común de los
acontecimientos'". Ubicada en el campo del marxismo revolucionario, esta
publicación comenzó a editarse en Francia muy recientemente, siendo un punto de
encuentro para un grupo de intelectuales marxistas, muchos de ellos
provenientes del movimiento trotskista.
François Chesnais |
François Chesnais es
investigador-militante marxista, economista, profesor emérito en la Universidad
de París 13-Villetaneuse. Es parte del Consejo científico de ATTAC-Francia,
director de Carré Rouge y miembro del Consejo asesor de Herramienta, con la que
colabora asiduamente. Autor de una gran cantidad de artículos, ensayos y
libros, entre los que elegimos mencionar La Mondialisation du capital y Les
dettes illégitimes. Quand les banques font main base sur les politiques
publiques. Es también uno de los autores de la obra colectiva Las finanzas
capitalistas. Para comprender la crisis mundial, publicado por Ediciones
Herramienta.
http://www.herramienta.com.ar/ |