Javier Waima |
El siguiente artículo constituye una revisión desde la perspectiva de la
Teoría Crítica del llamado posmarxismo, tal como es desarrollado por Ernesto
Laclau y Chantal Mouffe, a partir de la dialéctica negativa de Theodor W.
Adorno. Centrándonos la noción de antagonismo, nos proponemos revisar
críticamente el paradigma posestructura- lista en el que el posmarxismo la funda;
y nos proponemos pensar al antagonismo, por el contrario, a partir de un
pensa- miento marxista y dialéctico, que evite una ontologización del conflicto y
el antagonismo social, y lo derive, en cambio, de las relaciones sociales
efectivas e históricas en la sociedad capitalista y las relaciones de
dominación que está implica.
En una reciente entrevista, Ernesto Laclau resume brevemente
su transición desde el marxismo hasta la concepción llamada posmarxista. En
ella, el entrevistador pregunta específicamente a Laclau por la relación entre
su proyecto teórico y los aportes de la teoría crítica, en particular los de
Adorno y Horkheimer.
La respuesta expone lo que el autor da en llamar la “saga
del pensamiento intelectual del siglo XX”, caracterizada por el paso de las
tres principales corrientes intelectuales (filosofía analítica, fenomenología y
estructuralismo) de un momento de ilusión de inmediatez con la realidad (en el
referente, en el fenómeno y en el signo respectivamente) a la necesidad de una
mediación discursiva que pasa a ser constitutiva, en tanto no puede referir a
ningún otro fundamento más profundo. Wittgenstein, Heidegger y Derrida
representarían este giro en cada una de estas escuelas de pensamiento,
proveyendo la constelación teórica desde la cual el posmarxismo constituirá
tanto su crítica al marxismo como su propia visión teórica1.
Lo que nos interesa no es la novedad de la respuesta —esta
reproduce casi idénticamente un argumento expuesto anteriormente por Laclau—
sino la repetición del argumento frente a un referente distinto que es ignorado
en aquella: la teoría crítica. Esta omisión de una corriente clave para
comprender el marxismo del siglo XX no se da solo en esta entrevista. No existe
una inclusión o una discusión de esta en ninguno de los principales libros de
Ernesto Laclau y de Chantal Mouffe.
Lo curioso de esta entrevista en particular es que frente a
un entrevistador que pregunta directamente por la relación con una corriente
del marxismo, a la cual claramente no se le podrían atribuir tan fácilmente
muchas de las críticas que Laclau hace a este, la respuesta es el silencio. O
más precisamente, la repetición de un esquema sobre el desarrollo teórico del
siglo XX que excluye a esta corriente sin siquiera examinarla o preguntarse por
ella. Dado la afinidad de Laclau con el psicoanálisis y su continuo uso para
constituir su teoría, ¿no podemos pensar esta omisión, casi deliberada, como
síntoma?
De qué es síntoma esta omisión es lo que intentaremos
explorar en este trabajo. En principio, podemos decir que es síntoma de una
particular lectura del marxismo, según la cual este no constituiría una de las
corrientes principales del siglo XX por derecho propio, sino que más bien se
inscribiría dentro de una de las arriba mencionadas (el estructuralismo). Esta
lectura engloba en su crítica a corrientes total-mente heterogéneas del
marxismo, volviéndolo una corriente más del pensamiento basado en un fundamento
último. Frente a esto, podríamos preguntarnos: ¿Qué se esconde detrás de esta
visión totalizante del Gran Otro que sería el marxismo? O para decirlo en
términos más simples, ¿cuál es el marxismo con el que se discute y qué premisas
se le imputa?
En segundo lugar, podríamos volver sobre cierto rasgo
sintomático que devela en su respuesta. No solo por lo que omite, sino también
por aquello que está su-puesto en la forma de estructurar el “orden simbólico
posmarxista”. Al develar esta “saga del pensamiento” desde la cual Laclau y
Mouffe piensan, desnudan también ciertas premisas teóricas que son aceptadas
sin cuestionamientos como punto de partida. La crítica más generalizada al
enfoque posmarxista ha puesto el énfasis en la articulación discursiva de la
realidad social. Sin embargo, lo que esta breve respuesta muestra es de dónde
surge la necesidad de tal articulación para la teoría pos-marxista. Tal como
afirma Laclau en la misma entrevista, estas premisas teóricas implican que:
“Hay siempre un ‹horizonte de incompletud›. Heidegger, por ejemplo, hablaba de la noción de abgrund, significa que hay un abismo y que lo que es un grund, es decir, un fundamento, es el abismo mismo. Pero el abismo mismo tiene que ser significado, y al ser significado, como el abismo es un abismo realmente constitutivo, solo lo puede hacer adscribiéndose a formas de representación que lo simbolicen.”
Una segunda serie de preguntas podrían entonces surgir: ¿Por
qué existe esta incompletud? ¿Debe siempre existir? ¿Qué expresa su existencia?
En definitiva, podemos pensar sintomáticamente esta omisión,
preguntándonos por lo traumático de un diálogo entre teoría crítica y
posmarxismo. Es decir, preguntarse hasta qué punto incorporar elementos
teóricos de la llamada Escuela de Frankfurt implicaría un derrumbe de las
premisas teóricas sobre las cuales el pos-marxismo construye su crítica, a su
vez que haría necesario enfrentarse a una versión del marxismo que no supone
los fundamentos sobre los que monta su crítica.
De ser así, la teoría crítica se volvería realmente un
trauma, un real indecible. Incorporarla representaría una amenaza a un orden simbólico
posmarxista tan cuidadosamente construido sobre una lógica propia.
Intentaremos abordar este diálogo, esta relación entre dos
corrientes teóricas que se han mantenido separadas. Nos centraremos en la
noción de antagonismo porque creemos que constituye la piedra angular sobre la cual
el posmarxismo pretende superar al marxismo (diferenciando el antagonismo de la
contradicción y de la lucha de clases). A su vez que se parte de las premisas teóricas
que (tomadas del posestructuralismo derrideano y de las filosofías de
Wittgenstein y Heidegger) vinculan al antagonismo con este “horizonte de
incompletud”, como esencia transhistórica que estructura todo el pensamiento
posmarxista.
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