Karl Marx ✆ Vladimir Tsesler |
► “No es la conciencia de los hombres lo que
determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que
determina su conciencia.” |
Karl Marx
Ariel Mayo | El Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política es uno de los textos más conocidos de Karl Marx (1818-1883). (1) Redactado en Londres en enero de 1859, constituye la primera exposición pública de los principios fundamentales del materialismo histórico, luego de Miseria de la Filosofía (1847) y del Manifiesto Comunista (1848). (2) Por su brevedad, el Prólogo ha sido empleado muchas veces como introducción al pensamiento de Marx, sin tener en cuenta las dificultades que presenta su lectura (dificultades que, a nuestro juicio, obedecen principalmente al carácter esquemático del texto, consecuencia de la mencionada brevedad). Antes de pasar al análisis del texto, conviene adelantar que su contenido esencial radica en la tesis que afirma que las ideas no son el motor de la historia sino que, por el contrario, se encuentran condicionadas por las relaciones que entablan los seres humanos al encarar la reproducción de sus condiciones de existencia en el proceso de trabajo.
La crítica (necesaria)
de las ambigüedades y problemas del Prólogo no debe ocultar, sin embargo, la
importancia primordial del contenido de la tesis mencionada. Sin el
reconocimiento del carácter condicionado (no absoluto) de las ideas es
imposible formular una verdadera ciencia de la sociedad. En este sentido, la
tesis marxiana puede utilizarse contra las interpretaciones posmodernas de las
ciencias sociales, las cuales equiparan la ciencia a un relato, como si la
ciencia se encontrara al mismo nivel que la literatura.
El lector del Prólogo encontrará en el texto las siguientes
cuestiones:
1)
Una autobiografía intelectual. Luego de presentar el plan general de su crítica
de la economía política, Marx explica su camino desde la filosofía hasta la
economía. No considero necesario ahondar en esta parte del Prólogo, pues quien
esté interesado sacará mayor provecho de la lectura directa del texto que de un
comentario. No obstante, merecen mencionarse algunos temas.
Es habitual referirse al Marx de juventud como alguien
concentrado en la filosofía. Pero al momento de confeccionar su autobiografía,
prefirió destacar su paso por el Derecho:
“Mi carrera profesional ha sido la jurisprudencia, aunque sólo la he ejercido como disciplina subordinada, junto a la filosofía y a la historia.” (p. 3).
La afirmación es curiosa. Marx efectivamente inició estudios
universitarios de Derecho. Ésta fue la carrera que eligió luego de egresar del
Gymnasium. Pero pronto dejó los estudios jurídicos, para abocarse a la
Filosofía, graduándose finalmente de Doctor en dicha materia. Hasta donde sé,
Marx jamás ejerció la Jurisprudencia como profesión.
La autobiografía es “intelectual” de un modo unilateral.
Marx no menciona en ningún lugar la influencia que ejerció el movimiento obrero
(en especial el francés) sobre el desarrollo de sus ideas. En el período de
pasaje de la democracia radical al socialismo, el influjo de la rebelión de los
tejedores de Silesia (1844), el contacto con los obreros franceses en París y
las referencias al cartismo inglés brindadas por Friedrich Engels (1820-1895),
fueron factores decisivos. En el Prólogo Marx presenta las cosas como si el
materialismo histórico hubiera brotado exclusivamente del gabinete de estudio.
Por último, así como deja en la oscuridad la cuestión de sus
relaciones con el movimiento obrero, Marx enfatiza su trabajo como periodista,
cuestión que suele ser dejada de lado por los comentaristas de su obra. Dos
ejemplos tomados del texto:
“Durante los años 1842-1843, en mi carácter de director de la Neue Rheinische Zeitung, me vi por vez primera en el compromiso de tener que opinar acerca de lo que han dado en llamarse intereses materiales.” (p. 3).
“Mi colaboración, que ya lleva ocho años, con el primer periódico anglo-americano, el New York Tribune, tornó necesaria una extraordinaria fragmentación de los estudios, puesto que sólo por excepción me ocupo de correspondencia periodística propiamente dicha. Sin embargo, artículos relativos relativos a notables acontecimientos económicos en Inglaterra y en el continente constituían una parte tan significativa de mis contribuciones que me vi forzado a familiarizarme con detalles prácticos situados fuera del ámbito de la ciencia de la economía política propiamente dicha.” (p. 7).
De los pasajes citados se desprende que Marx atribuía gran
importancia a su labor periodística. Esto es de utilidad al momento de evaluar
el lugar que ocupan en la producción marxiana los numerosos textos periodísticos.
2)
El Derecho y las formas políticas (como, por ejemplo, la organización
constitucional de un Estado) no son autónomos, no surgen a partir de principios
propios o de normas trascendentes a la sociedad. Su naturaleza y forma dependen
de las relaciones sociales que entablan los seres humanos en el proceso de
producción. Al respecto, el pasaje clave es el siguiente:
“Mi investigación desembocó en el resultado de que tanto las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían comprenderse por sí mismas ni a partir de lo que ha dado en llamarse el desarrollo general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida” (p. 4).
Este es el punto de partida de Marx. El énfasis en el
estudio del proceso de producción se comprende desde la certeza de que los
hombres son lo que hacen y no lo que dicen de sí mismos. Esto, y no otra cosa,
es el materialismo de Marx. Dicho en otros términos, el marxismo sólo puede
comprenderse a partir del reconocimiento de que es imposible una filosofía
autónoma, es decir, una filosofía independiente de las condiciones materiales
de vida de los individuos. Por eso, antes de entrar en el debate acerca de si
Marx era determinista económico, si era partidario de una teleología economicista,
etc., etc., hay que tener presente que su materialismo no es nada más (pero
tampoco nada menos) que el reconocimiento de que los seres humanos son en la
medida en que hacen. La centralidad de la producción se fundamenta en que es el
proceso de trabajo el que permite la reproducción de la sociedad en su
conjunto.
3)
En el proceso de producción de su existencia, los seres humanos establecen
relaciones sociales independientes de su voluntad. Es en este sentido que cabe
decir que las relaciones sociales son “independientes” de los seres humanos.
Desde que nacemos todos nos enfrentamos a una realidad que no hemos creado, y
que se nos impone a través de una infinidad de mecanismos que se encuentran más
allá de nuestro control. El sociólogo francés Emile Durkheim (1858-1917) vio
esto cuando sostuvo que la necesidad de manifiesta como coerción, como
resistencia a nuestra voluntad. Esta independencia de las relaciones sociales
respecto a los individuos es la base de las regularidades verificables de los
hechos sociales y, por tanto, contiene en sí la posibilidad misma de las
ciencias sociales. Aquí el pasaje fundamental es:
“En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales.” (p. 4).
La primera parte de este pasaje no admite mayor discusión si
se acepta el punto de partida esbozado en el punto anterior. Puesto que las
ideas son inseparables de las condiciones materiales de vida, es claro que la
voluntad humana no puede crear de la nada las relaciones sociales. Afirmar lo
contrario haría imposible toda forma de análisis científico de los procesos
sociales, pues implicaría postular que todo es posible en todo momento. Ahora
bien, la segunda parte de este pasaje, la referida a la existencia de una
correlación entre relaciones de producción y “estadio evolutivo” de las fuerzas
productivas, presenta dificultades que son examinadas en el punto siguiente.
4) Las
relaciones sociales que se establecen en el proceso de trabajo son también
“necesarias”, es decir, mantienen una correspondencia con el nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas. Marx establece un matiz diferente a la noción de
“independencia” desarrollada en los puntos 2 y 3, pues aquí no se trata de que
las relaciones sociales existan independientemente de la voluntad de los
individuos (por lo menos de la voluntad individual, no organizada
políticamente), sino de que las relaciones sociales están determinadas
exclusivamente por factores materiales (no humanas). Marx promueve esta
interpretación al agregar que se refiere aquí a las “fuerzas productivas
materiales”. Si esto es así, poco o nada es lo que pueden hacer los
revolucionarios para transformar la realidad. En definitiva, sólo los
tecnólogos tendrían esta potestad, pues serían los únicos facultados para crear
nuevas fuerzas productivas. En esta línea se ubican los dirigentes y los
intelectuales de la II Internacional.
Este determinismo por las fuerzas productivas predomina en
el Prólogo de 1859 y es fuente permanente de malentendidos acerca del carácter
de la teoría de Marx. Aquí no podemos profundizar en la discusión pertinente,
pero sí cabe indicar que en ninguna parte del Prólogo define concretamente que
entiende por fuerzas productivas. La cuestión se vuelve aún más interesante si
se tiene en cuenta que en Miseria de la Filosofía Marx había afirmado que los
seres humanos eran la principal fuerza productiva. (3) En el texto que estamos
analizando, remarca en todo momento que se trata de “fuerzas productivas
materiales”.
5)
Derivado del punto anterior, está la concepción de la revolución social que
aparecen en el Prólogo (en verdad, puede decirse que se trata de toda una
concepción de la política), que es pensada como un producto de la relación
entre fuerzas productivas y relaciones de producción.
“En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o – lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo – con las relaciones de producción dentro de las cuales se había estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces una época de revolución social. Con la modificación del fundamento económico, todo ese edificio descomunal se trastoca con mayor o menor rapidez. Al considerar esta clase de trastocamiento material de las condiciones económicas de producción, fielmente comprobables desde el punto de vista de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma ideológicas, dentro de las cuales los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo dirimen.” (p. 5).
Así planteadas las cosas, da la impresión de que existe una
conexión automática entre desarrollo de las fuerzas productivas materiales y
relaciones de producción. Esta relación no aparece expresada en términos
dialécticos, sino que hay un único factor dinámico, las fuerzas productivas.
Las relaciones sociales de producción acompañan los cambios en las fuerzas
productivas. Es cierto que Marx contempla la existencia de un proceso por el
cual las relaciones sociales pasan de ser un factor de desarrollo de las
fuerzas productivas a convertirse en ataduras para las mismas. Pero la relación
sigue siendo concebida en términos de primacía de las fuerzas productivas.
El automatismo de la relación fuerzas productivas –
relaciones de producción se ve complicado por el último pasaje del texto
citado. Allí Marx dice expresamente que la contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción se resuelve en el nivel de las
formas ideológicas (entre las que incluye a las formas políticas). Es más,
afirma que las personas toman conciencia en este nivel de la contradicción
mencionada. O sea que el conflicto fuerzas productivas – relaciones de
producción sólo encuentra solución en el nivel de la política (hago abstracción
de las otras formas ideológicas dado que este nivel remite directamente al
Estado). Si bien son las fuerzas productivas las que marcan la dinámica del
desarrollo, este pasaje demuestra que Marx considera que las primeras sólo
pueden imponerse a las relaciones de producción a través de la mediación de la
política.
Con todo, la riqueza de posibilidades que abre el pasaje
comentado en el párrafo anterior no da el tono general del Prólogo. Imbuido en
la necesidad de hacer un resumen de su concepción de la sociedad, Marx opta por
un esquema que recarga el peso de la explicación en la dinámica de las fuerzas
productivas. El camino elegido tiene inconvenientes más graves que el mero
esquematismo, pues puede llevar a pensar que las fuerzas productivas tienen
vida propia, es decir, que son autónomas respecto al conjunto del proceso
social. De este modo, las fuerzas productivas vendrían a ocupar el lugar de
Dios para los teólogos o del Espíritu Absoluto para los hegelianos.
6) Derivado
de los puntos 3 y 4: la cuestión de la metáfora del edificio, recurso empleado
por Marx para graficar las relaciones entre fuerzas productivas y relaciones
sociales de producción. Ya en otro lugar tuve oportunidad de discutir los
problemas acarreados por el uso de esta metáfora. Aquí me limitaré a indicar
que el principal defecto de ella radica en que presenta dicha relación en
términos no dialécticos, deslizándose hacia la postulación de una causalidad
lineal (causa – efecto), donde el factor dinámico es, como ya hemos mencionado,
el desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, frases como “el modo de
producción de la vida material determina el proceso social, político e
intelectual de la vida en general” (p. 4-5), expresan las ambigüedades
existentes en el Prólogo, pues el modo de producción es la combinación de
fuerzas productivas y relaciones de producción, de manera que cabría decir que
no sólo las fuerzas productivas determinan la marcha del proceso social.
Un buen ejemplo de las dificultades de la metáfora se
encuentra en el pasaje que cito a continuación:
“Una formación social jamás perece hasta tanto no se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente suficiente, y jamás ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad.” (p. 5).
En otras palabras, es el desarrollo de las fuerzas
productivas quien marca el paso al cambio social. Si esto es aceptado al pie de
la letra, es claro que la tarea de quienes pretenden transformar
revolucionariamente la sociedad queda subordinada al dinamismo de las fuerzas
productivas. Ahora bien, la práctica política de Marx (en la Liga de los
Comunistas, en la I Internacional, en la socialdemocracia alemana) muestra una
preocupación constante por la construcción de una organización política de los
trabajadores, autónoma de la burguesía. De ninguna manera se corresponde con el
automatismo fuerzas productivas – relaciones de producción que se desprende del
pasaje citado.
El énfasis (necesario) en el reconocimiento de que los seres
humanos se hallan condicionados por las condiciones materiales que ellos mismos
construyen (4), desdibuja en este Prólogo uno de los mayores logros del
pensamiento de Marx, que es precisamente la superación tanto del viejo
materialista mecanicista como del viejo idealismo descolgado de la realidad
material. Al respecto, conviene recordar que en las Tesis sobre Feuerbach,
había planteado que:
“La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach), reside en que sólo capta la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la forma del objeto o de la contemplación, no como actividad humana sensorial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo, por el idealismo, el cual, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal.” (p. 665, tesis n° 1). (5)
En síntesis, y a pesar de todos los problemas mencionados
(o, tal vez, gracias también a ellos mismos), el Prólogo de 1859 constituye uno
de los textos breves más ricos en sugerencias de la obra de Marx. Su lectura
atenta, crítica, sirve, entre otras cosas, para perderle el respeto a Marx sin
dejar de respetarlo. Es decir, el mejor estado para leer a los clásicos.
Nota bibliográfica
Todas las citas del Prólogo han sido tomadas de la edición:
Marx, Karl. (2000). Contribución a la crítica de la economía política. México
D. F.: Siglo XXI. (pp. 3- 7). Traducción española de León Mamés.
Notas
(1) Zur Kritik der politischen Ökonomie fue publicada
en Berlín en 1859. Marx, en el plan de trabajo incluido al comienzo del
Prólogo, indica que se trata del primer fascículo de su crítica de la economía
política (El Capital): “Consideraré el sistema de la economía burguesa en la
siguiente secuencia: el capital, la propiedad de la tierra, el trabajo
asalariado; el estado, el comercio exterior, el mercado mundial. Bajo los tres
primeros investigaré las condiciones económicas de vida de las tres grandes
clases en las que se divide la sociedad burguesa moderna; la relación entre los
otros tres rubros salta a la vista. La primera sección del primer libro, que
trata del capital, consta de los siguientes capítulos: 1] la mercancía; 2] el
dinero o la circulación simple; 3] el capital en general. Los dos primeros
capítulos constituyen el contenido del presente fascículo.” (p. 3).
Respecto al Prólogo en sí, Marx señala que fue la segunda
opción, luego de la supresión de una Introducción: “He suprimido una
introducción general que había esbozado, puesto que, ante una reflexión más
profunda, me ha parecido que toda anticipación de los resultados que aún
quedarían por demostrarse sería perturbadora, y el lector que esté dispuesto a
seguirme tendrá que decidirse a remontarse desde lo particular hacia lo
general.” (p. 3).
(2) Miseria de la Filosofía constituye una respuesta a
un escrito de Pierre-Joseph Proudhon y, por tanto, posee un carácter marcadamente
polémico. Si bien en ella se encuentran pasajes fundamentales para la
comprensión de la teoría marxista, éstos deben entresacarse de párrafos enteros
dedicados al debate con el teórico anarquista francés. Además, la obra tuvo
escasa difusión. En cuanto al Manifiesto, en 1859 su circulación era todavía
pequeña. Sólo a partir de las décadas de 1870 y 1880 se multiplicaron las
ediciones, convirtiéndose en la obra más conocida del socialismo marxista. Por
ello puede afirmarse que el Prólogo vino a llenar un vacío en la literatura
socialista, al presentar en pocas líneas la teoría marxista de la sociedad.
(3) Transcribo el pasaje completo: “La existencia de
una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad fundada en el
antagonismo de clases. La emancipación de la clase oprimida implica, pues,
necesariamente la creación de una sociedad nueva. Para que la clase oprimida
pueda liberarse, es preciso que las fuerzas productivas ya adquiridas y las
relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de otras.
De todos los instrumentos de producción, la fuerza productiva más grande es la
propia clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios
como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían
engendrarse en el seno de la vieja sociedad.” (Marx, Karl, Miseria de la
Filosofía, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1981, p. 142; el resaltado
es mío). A diferencia del Prólogo, aquí la mediación política entre fuerzas
productivas y relaciones de producción es mucho más fuerte, a punto tal que
Marx incluye a la clase revolucionaria entre las fuerzas productivas. Si nos
ceñimos a la letra del Prólogo, las fuerzas productivas materiales están
constituidas por la tecnología (por ejemplo, los instrumentos de producción).
En el Prólogo, la mediación política opera en un marco ya prefigurado por la
tecnología; es decir, la política interviene una vez que la tecnología ha
llegado a un límite tal que no puede seguir avanzando si no son reemplazadas las
viejas relaciones de producción. En Miseria se enfatiza el papel de la
iniciativa de la clase revolucionaria. La dinámica histórica deja de
concentrarse en el nivel de la tecnología.
(4) Plasmado en pasajes clásicos como el que sigue:
“Así como no se juzga a un individuo de acuerdo a lo que éste cree ser, tampoco
es posible juzgar una época semejante de revolución a partir de su propia
conciencia, sino que, por el contrario, se debe explicar esta conciencia a
partir de las contradicciones de la vida material, a partir del conflicto
existente entre fuerzas sociales productivas y relaciones de producción.” (p.
5).
(5) Traducción española de Wenceslao Roces, incluida
en: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1985). La ideología alemana. Buenos Aires:
Ediciones Pueblos Unidos y Cartago.