Michel Husson |
¿Pone la globalización en tela de juicio los enfoques clásicos del
imperialismo? Esta es la pregunta que sirve de hilo conductor de este artículo,
que contiene dos partes: la primera presenta una breve descripción de dichas
teorías y la segunda trata de señalar las características de la globalización
que implican una actualización teórica y conceptual. Son reflexiones
provisionales con las que, ante todo, se pretende esbozar los ejes de tal actualización.
Las teorías clásicas
del imperialismo
El término “imperialismo” no aparece en los escritos de Marx
sino en el libro de Hobson publicado en 1902/1. Los marxistas de comienzos del
siglo XX lo retomaron más adelante, si bien este concepto no designaba
directamente una teoría de la explotación de los países del Tercer Mundo, sino
que planteaba ante todo un análisis de las contradicciones de los países
capitalistas y una teoría de la economía mundial cuyos elementos constitutivos
ya se encuentran en Marx.
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Para Lenin, Bujarin y Rosa Luxemburgo, no se trata ante todo
de analizar lo que hoy llamaríamos relaciones Norte-Sur: la cuestión teórica que
se plantea se refiere a las condiciones internas de funcionamiento del capitalismo.
En efecto, tras la “gran depresión” que se dio entre 1873 y 1895, el
capitalismo se recupera con un crecimiento más dinámico, al tiempo que
experimenta mutaciones sustanciales. Toda una serie de teóricos, como Bernstein
y aquellos que Lenin calificará de “marxistas legales”, propondrán una
interpretación de los esquemas de reproducción que demuestra la posibilidad de
un desarrollo indefinido del capitalismo exclusivamente sobre la base del mercado
interior. La cuestión que se plantea radica por tanto en comprender el modo de funcionamiento
del capitalismo en una fase determinada de su historia. El concepto de imperialismo
se introducirá así en relación con esta problemática, y los países coloniales y
semicoloniales desempeñarán un papel específico en el análisis teórico.
Frente a los pronósticos optimistas de un Bernstein sobre la
dinámica del capitalismo, Rosa Luxemburgo propone una lectura diferente de los
mecanismos de reproducción. El argumento puede resumirse de un modo muy
sencillo. La acumulación de capital hace que tienda a aumentar la composición
orgánica del mismo, máxime cuando el capitalismo trata además de frenar el
aumento de los salarios. En estas condiciones, si se mantiene la hipótesis
atribuida a Marx, según la cual “los
capitalistas y los obreros con los únicos consumidores”, la reproducción
del capital se torna imposible. Rosa Luxemburgo rechaza, en efecto, las tesis
de Tugan-Baranovsky, quien trató de demostrar la posibilidad de la expansión
capitalista sobre la base de un autodesarrollo infinito de la sección de medios
de producción. Recupera una intuición fundamental de Marx según la cual “la producción de capital constante no se
lleva nunca a cabo por sí misma, sino únicamente porque este capital constante
se utiliza en mayor medida en las esferas de producción que producen para el
consumo individual”. Para Luxemburgo, la reproducción del capital requiere
por tanto, “como primera condición, un
círculo de compradores situados fuera de la sociedad capitalista”.
Esta idea, como ya hemos visto, ya está presente en Marx,
quien señaló en el Manifiesto que “empujada por la necesidad de encontrar
salidas cada vez más amplias para sus productos, la burguesía invade toda la
superficie del planeta”. Esta concepción, que implica que la realización de
la plusvalía requiere la apertura permanente de mercados exteriores, explica
sin duda el periodo de expansión imperialista, donde los países dependientes
desempeñan un papel creciente con respecto a las salidas que ofrecen. Sin embargo,
no es posible sistematizar su base teórica: una cosa es que, en ciertas condiciones
históricas particulares, la expansión imperialista sea un elemento importante,
incluso decisivo, de la acumulación de capital, pero hacer de esta constatación
una ley absoluta −como Luxemburgo, para quien “la plusvalía no pueden realizarla
ni los asalariados ni los capitalistas, sino únicamente capas sociales o sociedades
con un modo de producción precapitalista”− es un paso que no convence en absoluto.
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