15/9/14

Marxismo, sociología y lucha de clases | Notas de lectura

Karl Marx ✆ A.d. 
Ariel Mayo   |   Las ciencias sociales y el marxismo constituyen proyectos teóricos y políticos antagónicos e irreconciliables. Para justificar esta afirmación puede recurrirse al procedimiento de comparar la sociología de Comte o de Durkheim con El capital de Marx; así, mientras que los primeros asumen que la sociedad burguesa es el mejor de los mundos posibles y que, en todo caso, la ciencia debe corregir las imperfecciones de esta sociedad, Marx plantea que el capitalismo es una forma de organización social basada en la explotación del trabajo asalariado y que debe ser reemplazada, revolución mediante, por el socialismo. Es posible que el lector piense que las afirmaciones del párrafo anterior son demasiado esquemáticas o que remiten a cuestiones que ya han sido superadas. Respecto al carácter esquemático, cabe decir que se trata de plantear la cuestión del modo más claro posible y esta es la función de los esquemas. Respecto a la supuesta superación de la cuestión planteada (la crítica se reduce aquí a afirmar que el marxismo ha sido superado), una respuesta posible consiste en remarcar un hecho que suele pasar desapercibido a los críticos: el capitalismo goza de “buena salud”, así como también las contradicciones que engendra éste. El eje del marxismo es la crítica del capitalismo, ya sea a través de la teoría (El capital es el ejemplo más acabado), ya sea a través de las armas (la organización política autónoma de la clase trabajadora). Es la misma vigencia del capitalismo la que revitaliza permanentemente al marxismo, más allá de las derrotas del movimiento obrero. Esto se vuelve notorio en las épocas de crisis.

En su prefacio a la edición alemana de 1883 del Manifiesto Comunista, Friedrich Engels formuló un resumen de las tesis centrales del marxismo. Opto por transcribirlo íntegramente:
“La idea fundamental de que está penetrado todo el Manifiesto – a saber: que la producción económica y la estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica, constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época; que, por tanto, toda la historia (desde la disolución del régimen primitivo de propiedad común de la tierra) ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social; y que ahora esta lucha ha llegado a una fase en que la clase explotadora y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases -, esta idea fundamental pertenece única y exclusivamente a Marx.” (p. 13-14; el resaltado es mío). (1)
El punto de partida del marxismo es el reconocimiento de que sin producción económica (que no es otra cosa que la producción de la existencia de los seres humanos) es imposible la sociedad; dicho de otro modo, los seres humanos (seres sociales por definición) son lo que hacen, es decir, son la forma en que producen su existencia. Ahora bien, y en esto reside lo esencial del marxismo, la producción de la existencia implica el establecimiento de relaciones entre los individuos, relaciones que no son meramente técnicas, sino que son, ante todo y sobre todo, relaciones de poder. La producción de la existencia gira en torno a la existencia de relaciones de propiedad respecto a las materias primas, los medios de producción y el producto del trabajo. Estas relaciones son relaciones eminentemente políticas.

Engels indica, a través del uso del “por tanto”, la unión inseparable entre los dos aspectos señalados en el párrafo precedente: puesto que la “producción económica” supone el establecimiento de relaciones de propiedad entre los individuos, y que esas relaciones son relaciones políticas; entonces, la “estructuración social” resultante es una estructura en la que el conflicto es inherente a la misma, y cuyo desarrollo es “una historia de lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas”. Engels no separa el análisis de la estructura social de la lucha de clases. El estudio de las relaciones sociales (la estructura) termina en un callejón sin salida si se omite la lucha de clases, pues la lucha de clases es inmanente a dicha estructura; escindir la estructura social de la lucha de clases significa perder de vista el carácter fundamental de la estructura social, que es, precisamente, el de ser una estructura contradictoria. Del mismo modo, analizar la lucha de clases separada de la estructura social (el conjunto de relaciones sociales por medio de las cuales los seres humanos producen su existencia), conduce a la ilusión de que la política gira en el vacío, de que la voluntad es omnipotente.

La sociología omite el carácter antagónico de la estructura social, haciendo del conflicto algo externo a la misma (una patología que rompe el estado de equilibrio _ el estado normal – de la sociedad) o la resultante de la esencia de los individuos (en la concepción que hace del individuo lo fundamental y de la sociedad algo artificial – individualismo metodológico -). Como es evidente, esta actitud resulta funcional al interés de la burguesía, pues permite que los sociólogos le proporcionen información sobre la estructura social sin que cuestionen el carácter de la misma. Y, desde el punto de vista de los sociólogos es provechosa, pues asegura, en términos relativos, su inserción laboral al eliminar todo cuestionamiento a los fundamentos de la organización social (la propiedad privada de los medios de producción).

La lucha de clases permite establecer la divisoria de aguas entre sociología y marxismo. No por casualidad el Manifiesto comienza con la frase “la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.”

Nota

1. El prólogo está fechado en Londres el 28 de junio de 1883. Utilizo la siguiente edición: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1986). Manifiesto del Partido Comunista. Buenos Aires: Anteo. (pp. 13-14).