11/9/14

La concepción marxista de la historia | El papel de la cuestión rusa

Karl Marx ✆ Carlos Yusti 
“Dice que cuando toda la tierra estén en manos de compañías extranjeras, se podrá asignar el precio que se desee por el arrendamiento. El campesino tendrá que trabajar tres veces más para ganarse el pan de cada día y se le podrá echar cuando a uno le venga bien. Por consiguiente, estará más convencido, será más sumiso y tenaz, y trabajará tres veces más por el mismo jornal.” | Fiódor Dostoievski, ‘El cocodrilo’, 1865

Ariel Mayo   |   Si bien Karl Marx (1818-1883) mostró siempre gran interés por los asuntos rusos, fue recién en los últimos años de su vida cuando ese interés se transformó en un estudio pormenorizado de la evolución económica de Rusia y de las posibilidades del movimiento revolucionario de ese país. Hasta mediados de la década de 1860, Marx caracterizó a Rusia como la reserva de la reacción europea, habida cuenta del papel jugado por las tropas rusas en la represión de las revoluciones de 1848-1849 y de las insurrecciones polacas. La propia evolución de la sociedad rusa hizo que Marx y Engels (1820-1895) comenzaran a revisar sus puntos de vista sobre ese país. La liberación de los siervos en 1861 marcó un hito en el desarrollo del capitalismo en Rusia (1) , pues abrió las puertas a la expansión de una agricultura capitalista (centrada en la exportación de cereales) y permitió generar mano de obra disponible para las nacientes industrias. 

La liberación de la servidumbre, producto de las tensiones sociales acumuladas en el imperio ruso y de la percepción por parte de la elite de la debilidad militar del Estado zarista frente a las potencias occidentales (derrota en la Guerra de Crimea), acarreó la aparición de nuevos conflictos sociales. En especial, la expansión del capitalismo en la agricultura chocó contra la producción campesina, estructurada en torno a la mir (comunidad campesina). Además, el carácter incompleto de las reformas (los terratenientes conservaron sus grandes propiedades y recibieron una jugosa indemnización – pagada por los campesinos – por las tierras cedidas a los antiguos siervos) avivó el descontento campesino.

La emergencia de la “cuestión rusa” obligó a Marx a revisar sus puntos de vista sobre el proceso revolucionario. Aquí, como tantas otras veces a lo largo de su carrera intelectual, las luchas de los trabajadores fueron el detonante de modificaciones y/o aclaraciones fundamentales de la teoría marxista. Rusia llevó a Marx a precisar su concepción sobre el desarrollo histórico, poniendo en discusión la linealidad de éste. Aclaremos. La enumeración de modos de producción que se encuentra en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859) (2) ha llevado a pensar a numerosos críticos (y también a algunos marxistas) que Marx defendía una concepción lineal del proceso histórico, según la cual dichos modos de producción se sucedían unas a otros siempre en el mismo orden. Una consecuencia práctica de esta concepción era que una sociedad feudal no podía pasar al socialismo hasta no haber atravesado la etapa capitalista. Este fue el terreno teórico en que florecieron múltiples programas de colaboración con la burguesía “nacional”, encargada de impulsar el desarrollo capitalista imprescindible para el socialismo.

La concepción “etapista” del desarrollo histórico nada tiene que ver con el marxismo. La “cuestión rusa” viene a ilustrar el sentido de esta afirmación. Ya en su correspondencia con la revolucionaria rusa Vera Zasúlich (1849-1919), Marx había indicado que era falsa la afirmación que sostenía que el materialismo histórico defendía la linealidad del proceso histórico (3). Pero no es necesario recurrir a documentos de carácter privado (como es el caso de las cartas a Zasúlich) para constatar cuál era la posición de Marx al respecto.

En el prólogo a la edición rusa de 1882 del Manifiesto Comunista, Marx y Engels  dan una respuesta pública al problema de la linealidad del proceso histórico. Lo mejor es citar el texto en toda su extensión:
“El Manifiesto Comunista se propuso como tarea proclamar la desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa. Pero en Rusia, al lado del florecimiento febril del fraude capitalista y de la propiedad territorial burguesa en vías de formación, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos. Cabe entonces la pregunta: ¿podría la comunidad rural rusa – forma por cierto ya muy desnaturalizada de la primitiva propiedad común de la tierra – pasar directamente a la forma superior de la propiedad colectiva, a la forma comunista, o, por el contrario, debe pasar primero por el mismo proceso histórico de disolución que constituye el desarrollo histórico de Occidente?La única respuesta que se puede dar hoy a esta cuestión es la siguiente: si la revolución rusa de la señal para la revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se completen, la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida a una revolución comunista. (p. 11-12; el resaltado es mío).
La presencia todavía masiva de la propiedad común de la tierra hacía que el contexto social rusa fuera muy diferente al de los países de la Europa Occidental. La presencia de la mir ponía obstáculos a la expansión de las relaciones capitalistas en la agricultura y, a la vez, dificultaba la formación del proletariado urbano, al retener a los campesinos en la tierra. Frente a esto, los liberales rusos proponían profundizar la política iniciada en 1861 con la abolición de la servidumbre, eliminando la mir y removiendo todas las trabas a la concreción de una efectiva propiedad de la tierra. En síntesis, el liberalismo ruso planteaba convertir a la tierra en una mercancía plena. En este sentido, cabe decir que los liberales rusos adherían, sin saberlo, a la concepción “etapista” defendida por algunos marxistas, pues bregaban por el desarrollo de las relaciones capitalistas y la eliminación de todo resabio de propiedad común y de feudalismo. Los socialistas “etapistas” aprobaban este programa, pues pensaban que era preciso contar con una burguesía “nacional” poderosa, que llevara al máximo la expansión del capitalismo. Una vez que el capitalismo fuera el sistema social dominante en Rusia podía pensarse en llevar adelante la revolución socialista. En otras palabras, para llegar al socialismo era preciso construir el capitalismo, es decir, intensificar la explotación de los trabajadores (que se entienda, no estoy abogando por las “bondades” de las formas de producción precapitalistas).

Marx y Engels plantean algo completamente diferente a la concepción “etapista”. Su planteo combina los dos elementos fundamentales del materialismo histórico: a) el reconocimiento de que los hechos históricos no son contingentes, sino que se encuentran condicionados por un sistema de relaciones sociales concreto, propio de una relación de fuerzas históricamente determinada entre las clases y grupos sociales; b) el reconocimiento de que el resultado de la historia se encuentra indeterminado, pues la historia “avanza” a través de la lucha de clases. En pocas palabras, estructura de relaciones sociales y lucha de clases.

En el caso de Rusia, el sistema de relaciones sociales concreto estaba marcado por la combinación de la propiedad común de la tierra entre los campesinos, la existencia de la gran propiedad terrateniente y la expansión de las relaciones sociales capitalistas en la agricultura. En Rusia, la agricultura no era capitalista, pero tampoco podía decirse que fuera feudal ni que estuviera regida por la propiedad común de la tierra; era una combinación de estos tres tipos de relaciones sociales (separados aquí a los fines analíticos, pues en la realidad se hallaban íntimamente relacionados). En vez de plantear la necesidad de expandir el capitalismo, Marx y Engels perciben en la complejidad de la situación rusa una oportunidad para pasar al socialismo. No se trata, por cierto, de voluntarismo ni de magia. Por el contrario, establecen una condición muy fuerte para que ello sea posible: la combinación de la revolución rusa con la revolución obrera en Europa Occidental. En otras palabras, ponen el acento en las posibilidades creativas de la lucha de clases, en vez de acentuar la rigidez de la estructura de relaciones sociales. Pero es claro que dicha estructura pone límites a esas posibilidades creativas, limitando el menú de opciones posibles.

Notas

(1)  “Las grandes reformas fueron (…) concebidas como un proceso modernizador (lo que en Rusia significaba occidentalizador) con la finalidad de fortalecer al Estado después de su derrota en la guerra de Crimea. Las libertades y las reformas limitadas se concedieron con la esperanza de activar la sociedad y crear una economía dinámica sin alterar el entramado político básico de la autocracia. (…) En 1861 los siervos fueron emancipados de iure (aunque no de facto) de la tiranía de su terrateniente, y se les otorgaron algunos de los derechos de los ciudadanos. Todavía estaban vinculados a la comuna de la aldea, lo que reforzaba el antiguo orden patriarcal, privados del derecho de poseer la tierra individualmente y considerados legalmente inferiores a los nobles y a los otros estamentos. Pero por lo menos se habían colocado los cimientos para el desarrollo de una agricultura campesina.” (p. 74; sería más correcto decir de una agricultura capitalista). (Figes, Orlando. (2008). La revolución rusa, 1891-1924. Barcelona: Edhasa).
(2)  “A grandes rasgos puede calificarse a los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno de épocas progresistas de la formación económica de la sociedad.” (Marx, Karl. (2000) [1° edición: 1859]. Contribución a la Crítica de la Economía Política. México D. F.: Siglo XXI, p. 5).
(3)  Rubel califica los trabajos de Marx sobre Rusia como “la aplicación de la teoría y del método sociológico marxista a un problema que excede el ámbito de la sociedad y de la economía estrictamente capitalista.” (Rubel, Maximilien. (1970). Karl Marx: Ensayo de biografía intelectual. Buenos Aires: Paidós, p. 331).