- La primera reflexión del joven Marx sobre el significado de la propiedad privada y las fuentes del derecho
Iván Alonso | En
1842, en lo que hoy es Alemania, un periodista al que la posteridad conocerá
como “el joven Marx”, para diferenciarlo de los escritos de su edad madura,
publica en la Rheinischer Zeitung (la
“Gaceta del Rin”) unas crónicas sobre
las sesiones legislativas del parlamento regional, que serán reunidas años
después en un volumen titulado Los
Debates de la Dieta Renana. El parlamento discute algunas leyes
relacionadas con la propiedad agraria, entre ellas una sobre el robo de “leña
suelta”. El joven Marx reflexiona en sus crónicas, por primera vez, sobre el
significado de la propiedad privada y las fuentes del derecho.
El código penal carolingio, que había estado vigente en
Prusia desde 1532 hasta mediados del siglo XVIII, reconocía tácitamente el
derecho consuetudinario de cualquier persona a recoger la leña suelta que
pudiera encontrar en los bosques de propiedad privada. Todo lo que prohibía el
código era la recolección de “leña de verde” (es decir, la tala de árboles) y
de la leña cortada por el propietario del bosque. El proyecto de ley discutido
y eventualmente aprobado en la Dieta agregaba a esta lista de prohibiciones,
convirtiéndola en delito, la recolección de la leña seca caída de los árboles
de manera natural.
Marx no simpatiza para nada con el proyecto. Lo que se ha
separado naturalmente del árbol, razona, se ha separado naturalmente de la
propiedad. Ya no le pertenece al propietario del bosque. La leña suelta es el
resultado de un proceso natural; no es un producto que el propietario cultive o
busque conscientemente. No es necesario que la ley lo proteja.
De primera impresión, este argumento defiende el derecho de
propiedad en tanto que ésta derive del trabajo y los cuidados del propietario.
Pero se trata de un argumento especioso. Como si el granjero fuera dueño de la
gallina, pero no de los huevos que pone. ¿Se puede decir, por lo demás, que el
propietario del bosque cuida del árbol pensando solamente en la leña que él
mismo alcance a cortar en el día, y no en la que caiga durante la noche?
En el derecho consuetudinario, dice Marx, habita el sentido
jurídico instintivo de los pobres. El contraste entre las ramas secas y rotas y
los troncos plenos de savia representa ni más ni menos que el contraste entre
pobreza y riqueza. Los pobres sienten ese parentesco, y de esa sensación
deducen un derecho de propiedad sobre la leña presuntamente abandonada por el
propietario del bosque. La costumbre satisface no solamente una necesidad
natural de abrigo, sino un impulso de justicia. La Dieta, concluye, no ha
legislado en nombre de la justicia, sino del interés de los propietarios.
Lo que este futuro socialista pretendidamente científico no
se pregunta es por qué el interés de los propietarios tendría que haber
cambiado en el tiempo. ¿Por qué quisieran proclamar y proteger mediante la ley
un derecho de propiedad sobre lo que durante más de tres siglos abandonaron
despreocupadamente? Quizás haya sido un aumento en el valor de mercado de la
leña lo que motivara el cambio de actitud. En las mismas sesiones un diputado
se opone a que se cambie la ley para tratar como un robo la recolección de
arándanos, las nunca bien ponderadas blueberries,
un derecho que inmemorialmente se reconocía a los niños, porque últimamente les
había dado a los padres por enviarlos en toneles a Holanda.
Título original: “Charlie Marx
y el robo de la leña”