Karl Marx ✆ Sammlung Rauch |
Michael Burawoy |
Este artículo examina la pretensión del marxismo de ser una ciencia. La
primera parte considera posibles modelos de ciencia y argumenta que el más
coherente es la metodología de los programas científicos de investigación de
Imre Lakatos. En esta concepción, el conocimiento científico crece a partir de
un núcleo duro de postulados protegidos de la refutación por el desarrollo de
una serie de teorías auxiliares. Tal programa de investigación es progresivo y
no degenerativo si las teorías sucesivas son consistentes con el núcleo,
explican anomalías y hacen predicciones, algunas de las cuales se cumplen. En
la segunda parte argumento que, con algunas modificaciones, la historia del
marxismo -desde Marx y Engels al marxismo alemán y ruso, y finalmente el marxismo
occidental- se adecua al modelo de un programa progresivo de investigación. En
la tercera parte sostengo que las desviaciones respecto del modelo, tales como
el marxismo soviético, se deben a la ruptura de la interacción recíproca entre
la heurística marxista y los desafíos históricos.
La sociología clásica sostenidamente subestimó la pretensión
científica del marxismo (Hughes 1958, cap. 3). Weber, Durkheim, Pareto y más
recientemente Parsons acusaron al marxismo de sustituir la razón científica por
la pasión moral y la metafísica
hegeliana, de no tratar seriamente la evidencia
empírica, y de no adoptar las técnicas de la moderna ciencia social. Los
marxistas mismos se han trenzado en feroz batalla alrededor de la cientificidad
o no de su doctrina, a tal punto que convencionalmente se dividen en dos campos
opuestos -los marxistas científicos que intentan establecer leyes del
desarrollo económico análogas a las leyes de las ciencias naturales, y los
críticos que niegan la existencia de cualquier determinismo estricto y se
ocupan de la irracionalidad del capitalismo, de la brecha entre lo que es y lo
que podría ser-. Determinismo versus voluntarismo, ciencia vs. revolución,
materialismo vs. idealismo, el viejo Marx vs. el joven, han sido antinomias
duraderas al interior del marxismo (Gouldner 1980, cap. 2). Sin embargo, sea
desde la perspectiva de la sociología o desde el propio marxismo, las críticas
a la ciencia marxista raramente se han explicado con cuidado, mucho menos se
las ha examinado a la luz de la experiencia. Esa es la tarea de este ensayo.
Pero requiere acudir primero a la filosofía, para clarificar los posibles
sentidos de ciencia.
¿Qué debemos entender
por ciencia?
“La historia de la
ciencia sin filosofía de la ciencia es ciega” (Lakatos 1978, p. 102). Para
encontrar sentido en la historia de cualquier pretendida ciencia y evaluar su
estatuto epistemológico es necesario emplear una clara concepción de ciencia
¿Pero cuál concepción? La filosofía de la ciencia nos ofrece varios modelos. La
primera parte de este ensayo intenta demostrar que la metodología de los
programas científicos de investigación de Lakatos es el más coherente desde un
punto de vista filosófico y lógico. Además, su metodología tiene la ventaja de
proveer, incluso exigir, la evaluación de una secuencia histórica de teorías,
no de una teoría sola. Demasiado a menudo el marxismo en su totalidad es
condenado a causa de los supuestos pecados de una sola de sus teorías -la de
Lenin, Stalin, Marx, Engels o quien fuere- en lugar de considerar a cada una
como una parte de una tradición que evoluciona.
La filosofía bien puede proveer los modelos pero su
relevancia debe certificarse: “La filosofía de la ciencia sin historia de la
ciencia es vacía” (Lakatos, loc. cit.). Los filósofos demasiado frecuentemente
apelan a ejemplos aislados de progreso científico para prestar apoyo a su
particular concepción de racionalidad científica sin siquiera intentar un
análisis histórico serio. Como veremos, a menudo practican precisamente lo
opuesto de lo que predican -indicando cómo se debería hacer ciencia sin
examinar antes cómo realmente se la hace-. Esto es particularmente notorio en
los comentarios de los filósofos acerca del marxismo, que afirman su estatuto
no-científico o seudo-científico sin estudiar la relación entre sus modelos de
ciencia y el desarrollo histórico del marxismo. Por tanto, en la segunda parte
de este ensayo examino la historia del marxismo en relación con el modelo de
racionalidad científica de Lakatos.
Esto da pie a la tercera y última parte, en que sostengo que
el marxismo pierde su carácter científico cuando niega su propia historicidad,
es decir cuando abandona el diálogo entre su propia racionalidad históricamente
emergente y los desafíos históricos externos que enfrenta. En otras palabras,
el marxismo tiene más éxito como ciencia cuando hay una equilibrada
reciprocidad entre sus historias interna y externa. Trato de aplicar esto al
desafío planteado al marxismo por la desaparición del “comunismo” en Europa del
Este y la Unión Soviética. Pero antes debo considerar concepciones alternativas
de ciencia.
De la inducción al falsacionismo
La filosofía contemporánea de la ciencia se ha desplazado de
concepciones normativas que buscan el método de la ciencia, a caracterizaciones
de base histórica que procuran establecer las condiciones lógicas para el
crecimiento del conocimiento. Los tempranos modelos inductivos de la ciencia
asociados con Hume, Mill y la escuela del positivismo 3lógico (Nagel y Hempel) insistían en que las
leyes científicas se derivaran del examen empírico de los hechos. Desde este
punto de vista, se sostiene que el marxismo más que responder a los hechos, se
impone a los hechos. Es ideología, metafísica, religión o pasión moral, pero no
ciencia (Kolakowski 1978, pp. 525-6). Durkheim lo dijo sin ambages: “La verdad
es que los hechos y las observaciones reunidos por los teóricos (marxistas)
ansiosos por documentar sus afirmaciones apenas existen salvo para dar forma a
la argumentación.
Las investigaciones que hicieron se emprendieron para
fundamentar una doctrina que habían concebido previamente, en lugar de ser la
doctrina el resultado de la investigación.” ([1896] 1958, p. 8). Las conclusiones de Popper respecto del
marxismo fueron similares, pero se basaban en una concepción muy diferente de
la ciencia. Desde su punto de vista, la ciencia no es una máquina inductiva que
deriva leyes de hechos. Las teorías necesariamente preceden a los hechos porque
determinan qué hechos son relevantes. Los hechos no existen ni para generar ni
siquiera para confirmar, sino para falsar las teorías. La ciencia procede,
entonces, no a través de lograr el mejor ajuste o de “explicar la mayor discrepancia
(variante) posible”, sino mediante la refutación de audaces conjeturas. Según
Popper las mejores teorías son aquellas improbables de ser verdaderas pero que
“sobreviven” sostenidos intentos de refutación.
En la opinión de Popper, la originaria teoría de Marx del
colapso del capitalismo era una conjetura audaz semejante y, como tal,
científica, pero fue probada falsa y por tanto debería rechazarse. “Pero en
lugar de aceptar las refutaciones los seguidores de Marx reinterpretaron tanto
la teoría como la evidencia empírica a fin de hacerlas compatibles. De este
modo rescataron a la teoría de la refutación, pero al precio de adoptar un
procedimiento que las tornaba irrefutables. Sometieron así a la teoría a un
‘giro convencionalista’, y mediante este estratagema destruyeron su tan
difundida pretensión de cientificidad” (Popper 1963, p. 37, véase también
Popper 1945, caps. 15–21). Según Popper, los marxistas procuraban
confirmaciones de sus teorías en lugar de establecer criterios para su falsación.
Como el psicoanálisis, el marxismo no podía ser encontrado en error, y por
tanto no podía ser una verdadera ciencia.
Conocimiento personal
Como visión de la historia de la ciencia, el “falsacionismo”
de Popper era tan fallido como el “verificacionismo” que pretendía reemplazar.
A menudo las grandes rupturas se han producido cuando los científicos se
negaron a aceptar refutaciones, cuando transformaron una aparente falsación en
una brillante corroboración de la teoría originaria. De su examen de la
ciencia, Polanyi (1958, cap. 1) concluyó que los “datos” nunca fueron tan
cruciales en los grandes avances científicos como sostenían el
“verificacionismo” y el “falsacionismo”. En su opinión, los datos a menudo han
sido erróneos, ignorados o engañosos, de modo que la ciencia no puede reducirse
a un proceso “objetivo” que enlaza la teoría a los datos, a una “lógica” o
“algoritmo” tales como la “inducción” o la “falsación”. Con todos sus controles
empíricos, la ciencia conserva un núcleo “subjetivo” irreductible basado en
conocimiento personal más que impersonal. La ciencia implica destrezas tácitas
que no pueden verbalizarse sino que aprenderse como en cualquier oficio (Cap.
4). Se requiere pasión para seleccionar lo vital, para dar saltos de la
imaginación y para persuadir a otros a ver el mundo de una nueva manera (pp.
132-74). Polanyi afirmaba que sostener estas destrezas, pasiones y compromisos
es un proceso delicado. Requiere una comunidad de científicos que se regula a
sí misma y es independiente de la política (cap. 7). Para Polanyi, el marxismo era el enemigo de la
verdadera ciencia (pp. 227-45). Predicaba la subordinación de la ciencia a la
sociedad, destruyendo la comunidad que nutría las destrezas, pasiones y
compromisos del conocimiento personal. Tomando al marxismo soviético como
prototipo de todo marxismo, Polanyi sostuvo que el marxismo era la inmoralidad
disfrazada de ciencia. Sus pretensiones universalistas de cientificidad atraían
a los investigadores, al tiempo que ocultaban sus verdaderas intenciones:
erigir una sociedad totalitaria que acabaría con la ciencia. El marxismo era el
ejemplo más interesante de “la fuerza moral de la inmoralidad” (p. 227).
Michael Burawoy es Profesor de
Sociología en la Universidad de California, Berkeley. En la última década ha
trabajado en fábricas húngaras y es autor con János Lukács del libro The Radiant Past, de próxima aparición.
Es también coautor de un libro sobre la observación participante y el método de
caso extendido (Extended case method),
Ethnography Unbound. El profesor
Burawoy ha sido elegido presidente de la
American Sociological Association. Su
página web personal, que contiene muchos y valiosos artículos y debates
on-line, es: http://sociology.berkeley.edu/faculty/burawoy/
Traducción de Alan Rush, de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
Traducción de Alan Rush, de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina